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Críticas ordenadas por utilidad
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8,0
155.900
9
23 de febrero de 2013
23 de febrero de 2013
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos probablemente ante la última gran aventura épica del Cine. Inspirado por el son de las gaitas escocesas y el verde esmeralda de las Highlands, Mel Gibson se imbuyó de espíritu rebelde y regaló al Séptimo Arte un dramático canto a la Libertad. De ser él, yo hubiera luchado por la Justicia, que es lo que en verdad necesitan los desgraciados de este mundo.
«Braveheart» comete el error de plantear un conflicto burdamente maniqueo: el villano de esta historia es de una maldad y una falta de ética desmesurados. El rey Eduardo I y por extensión los ingleses son casi demonios que, como es lógico, deben ser exterminados. Personalmente, no me hace gran ilusión eso de que el pueblo, el humilde y tranquilo pueblo que tiene el derecho a vivir en paz, se meta a guerrero y termine muriendo en el campo de batalla para conseguir un poco de dignidad. En medio de este caos en el que los opresores ingleses cometen toda clase de tropelías contra los nobilísimos escoceses, aparece William Wallace.
Detectado y asumido este pequeño disgusto que sin duda va en su detrimento, «Braveheart» es en lo que respecta a todo lo demás, buen Cine que transpira Arte por cada poro de su celuloide. El fragor de la batalla y la arenga a los soldados ha creado escuela, aunque nadie haya vuelto a imprimir a sus combates esa salvaje, realista e íntima intensidad de los mazazos en los cuerpos, en un éxtasis de desesperación guerrera bajo los cielos nublados de Escocia. Sobresale también en las escenas íntimas, las silenciosas, las de rostros compungidos, sonrisas en la distancia, arcos tensándose y ojos que reflejan la más hiriente de las decepciones, con un Gibson que se desgarra y nos desgarra desde el principio. Contribuye a la grandeza de la película que los paisajes sean plenamente naturales y las personas de carne y hueso, sin ordenadores de por medio. Saldrá más caro, pero también queda muchísimo más hermoso.
Destaca irremediablemente la historial romántica de un William Wallace que se presenta como héroe y mártir, pero cuyos actos son brutales y vengativos. De hecho, podría caerme mal si no fuese porque guarda en su corazón una templanza admirable, una humildad que le eleva y un amor, sobre todo un amor, que me conmueve hasta las lágrimas. Aquí no hay pomposas declaraciones de amor, pero sí hay flores disecadas y pañuelos bordados que significan más que todas las palabras. Junto con la partitura de James Horner se llega a cotas emocionales inalcanzables para buena parte de afamados directores. Así de simple.
A los listillos que nos hacen una cátedra de Historia en sus comentarios, sólo puedo decirles que se han equivocado de página. Esto es Cine, señores. Y si la mayor crítica que se le puede hacer a esta película es su poco rigor Histórico, queda demostrado que «Braveheart» es sin lugar a dudas un verdadero peliculón.
Espléndida cinta. Inolvidable historia. De leyenda.
«Braveheart» comete el error de plantear un conflicto burdamente maniqueo: el villano de esta historia es de una maldad y una falta de ética desmesurados. El rey Eduardo I y por extensión los ingleses son casi demonios que, como es lógico, deben ser exterminados. Personalmente, no me hace gran ilusión eso de que el pueblo, el humilde y tranquilo pueblo que tiene el derecho a vivir en paz, se meta a guerrero y termine muriendo en el campo de batalla para conseguir un poco de dignidad. En medio de este caos en el que los opresores ingleses cometen toda clase de tropelías contra los nobilísimos escoceses, aparece William Wallace.
Detectado y asumido este pequeño disgusto que sin duda va en su detrimento, «Braveheart» es en lo que respecta a todo lo demás, buen Cine que transpira Arte por cada poro de su celuloide. El fragor de la batalla y la arenga a los soldados ha creado escuela, aunque nadie haya vuelto a imprimir a sus combates esa salvaje, realista e íntima intensidad de los mazazos en los cuerpos, en un éxtasis de desesperación guerrera bajo los cielos nublados de Escocia. Sobresale también en las escenas íntimas, las silenciosas, las de rostros compungidos, sonrisas en la distancia, arcos tensándose y ojos que reflejan la más hiriente de las decepciones, con un Gibson que se desgarra y nos desgarra desde el principio. Contribuye a la grandeza de la película que los paisajes sean plenamente naturales y las personas de carne y hueso, sin ordenadores de por medio. Saldrá más caro, pero también queda muchísimo más hermoso.
Destaca irremediablemente la historial romántica de un William Wallace que se presenta como héroe y mártir, pero cuyos actos son brutales y vengativos. De hecho, podría caerme mal si no fuese porque guarda en su corazón una templanza admirable, una humildad que le eleva y un amor, sobre todo un amor, que me conmueve hasta las lágrimas. Aquí no hay pomposas declaraciones de amor, pero sí hay flores disecadas y pañuelos bordados que significan más que todas las palabras. Junto con la partitura de James Horner se llega a cotas emocionales inalcanzables para buena parte de afamados directores. Así de simple.
A los listillos que nos hacen una cátedra de Historia en sus comentarios, sólo puedo decirles que se han equivocado de página. Esto es Cine, señores. Y si la mayor crítica que se le puede hacer a esta película es su poco rigor Histórico, queda demostrado que «Braveheart» es sin lugar a dudas un verdadero peliculón.
Espléndida cinta. Inolvidable historia. De leyenda.

8,2
32.021
6
4 de marzo de 2016
4 de marzo de 2016
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo un referente cinematográfico, «El buscavidas» despierta pasiones. La pasión me la despierta a mí Paul Newman por obvias razones en las que no ahondaré para no aburrir al personal.
Una dirección fuerte de Robert Rossen que utiliza las elipsis de una manera espectacular y una fotografía blanca y negra que embellece todo lo que nos está contando la historia son dos de sus elementos destacables, a los que habría que añadir las interpretaciones masculinas, la de Newman y la de George C. Scott. Esta vez quiero resaltar al fenómenos Scott, quizá nunca lo bastante reivindicado. Este actor era, y está aquí, absolutamente genial. Cara a cara con Newman desprendiendo esa naturalidad que tanto echo en falta en los actores modernos y con un dominio escénico apabullante. Bestial.
Precisamente su personaje de Bert Gordon es quien da pie a una serie de interpretaciones de la historia que no comparto en absoluto. ¿Por qué tanto odio a este Bert? Se le tacha de villano por la simple y llana razón de que dice la verdad. Eso de decir la verdad equivale en nuestros días a no ser buena persona y tal parece que lo correcto, lo adecuado, es callarse y mentir para que todos vivamos en nuestro propio mundo ideal y falso. Tanto Eddie como Sarah (Piper Laurie) viven en un mundo cerrado y degradante que les proporciona una falsa felicidad, una mentira compartida en la que ninguno está satisfecho, hasta que llega Bert con su sabiduría y les dice a la cara la verdad que les duele pero a la vez les despierta.
Que Eddie fracasa pese a su talento porque no tiene templanza ni autocontrol, en definitiva madurez, es una verdad incontestable. Que Eddie mantiene con Sarah una relación afectiva enferma condenada a la extinción por el bien de ambos, es una verdad tan dura como certera. De hecho, es imposible que se pretenda tomar como válida la dicotomía que la película plantea erróneamente entre el billar como algo negativo y el amor de Sarah como la salida positiva. La relación amorosa de «El buscavidas» está viciada desde el principio y el desequilibrio emocional de Sarah es una bomba de relojería que nada tiene que ver con Bert, Eddie o los billares. Si esa era la idea, retratar la destrucción que la ambición produce en las personas, primero debería haber sido todo mucho más sucio de lo que es y, segundo, Sarah debería haber sido una chica normal y corriente que en contacto con esa forma de vida de su pareja acaba arruinada. Entonces sí que la historia cobraría un esclarecedor dramatismo.
De esta manera, lo que se supone que es un retrato de la derrota, que sinceramente no se ve por ninguna parte teniendo en cuenta que Eddie sí gana, se delata en realidad como el relato de una evolución personal de un hombre inmaduro en un mundo, el del juego y las apuestas, que puede ser tan beneficioso como dañino si no tienes el carácter necesario. Nunca nos parecerá tan hermoso el billar como cuando Eddie describe sus sensaciones al jugar y tener el taco entre las manos: madera con nervios y brazos convertidos en alas.
¿Y de verdad queremos que Eddie abandone su pasión? Que ni se le ocurra.
Una dirección fuerte de Robert Rossen que utiliza las elipsis de una manera espectacular y una fotografía blanca y negra que embellece todo lo que nos está contando la historia son dos de sus elementos destacables, a los que habría que añadir las interpretaciones masculinas, la de Newman y la de George C. Scott. Esta vez quiero resaltar al fenómenos Scott, quizá nunca lo bastante reivindicado. Este actor era, y está aquí, absolutamente genial. Cara a cara con Newman desprendiendo esa naturalidad que tanto echo en falta en los actores modernos y con un dominio escénico apabullante. Bestial.
Precisamente su personaje de Bert Gordon es quien da pie a una serie de interpretaciones de la historia que no comparto en absoluto. ¿Por qué tanto odio a este Bert? Se le tacha de villano por la simple y llana razón de que dice la verdad. Eso de decir la verdad equivale en nuestros días a no ser buena persona y tal parece que lo correcto, lo adecuado, es callarse y mentir para que todos vivamos en nuestro propio mundo ideal y falso. Tanto Eddie como Sarah (Piper Laurie) viven en un mundo cerrado y degradante que les proporciona una falsa felicidad, una mentira compartida en la que ninguno está satisfecho, hasta que llega Bert con su sabiduría y les dice a la cara la verdad que les duele pero a la vez les despierta.
Que Eddie fracasa pese a su talento porque no tiene templanza ni autocontrol, en definitiva madurez, es una verdad incontestable. Que Eddie mantiene con Sarah una relación afectiva enferma condenada a la extinción por el bien de ambos, es una verdad tan dura como certera. De hecho, es imposible que se pretenda tomar como válida la dicotomía que la película plantea erróneamente entre el billar como algo negativo y el amor de Sarah como la salida positiva. La relación amorosa de «El buscavidas» está viciada desde el principio y el desequilibrio emocional de Sarah es una bomba de relojería que nada tiene que ver con Bert, Eddie o los billares. Si esa era la idea, retratar la destrucción que la ambición produce en las personas, primero debería haber sido todo mucho más sucio de lo que es y, segundo, Sarah debería haber sido una chica normal y corriente que en contacto con esa forma de vida de su pareja acaba arruinada. Entonces sí que la historia cobraría un esclarecedor dramatismo.
De esta manera, lo que se supone que es un retrato de la derrota, que sinceramente no se ve por ninguna parte teniendo en cuenta que Eddie sí gana, se delata en realidad como el relato de una evolución personal de un hombre inmaduro en un mundo, el del juego y las apuestas, que puede ser tan beneficioso como dañino si no tienes el carácter necesario. Nunca nos parecerá tan hermoso el billar como cuando Eddie describe sus sensaciones al jugar y tener el taco entre las manos: madera con nervios y brazos convertidos en alas.
¿Y de verdad queremos que Eddie abandone su pasión? Que ni se le ocurra.

5,2
10.230
9
16 de septiembre de 2011
16 de septiembre de 2011
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertidísima película en clave adolescente, perfectamente bien narrada y dirigida. Como no podía ser de otra manera, el suspenso en Filmaffinity estaba garantizado... Si es que hay prejuicios contra los que es difícil luchar.
Adaptación libre, pero muy certera, de la novela «Emma» de Jane Austen. Posiblemente sea este detalle el que convierte a la película en mucho más que una simple comedia para niñas pijas. La pija en este caso es una bellísima Alicia Silverstone con un personaje tan encantador que es imposible cogerle manía por muchas veces que se equivoque. La historia de Cher, esta elegante y tierna adolescente con más de un pájaro en la cabeza, es la historia de la búsqueda del amor, el conocimiento de uno mismo y la posterior auto crítica para conseguir ser una persona mejor.
Todo esto contado con un guión ágil, unos diálogos muy ingeniosos y un transfondo social tan ácido como verídico. El retrato de la juventud, con sus conflictos, sus defectos, sus modas y sus interrelaciones merece un premio. Además entretiene desde el primer minuto y, entre carcajada y carcajada, más unas risas por allí y otra sonrisa por allá, la película te engancha por completo.
Mención a parte merece la historia de amor de Cher. Increíble que aún teniéndola delante de los ojos, seas incapaz de verla. Será que soy una sensiblera sin remedio, pero me parece imposible no emocionarse ante esa avalancha de recuerdos con los que la protagonista descubre sus profundos sentimientos. Alejada de los tópicos y huyendo de toda cursilería o artificialidad, el amor que se nos muestra consigue el punto justo de romanticismo; ese romanticismo que también enamora al espectador.
Una gran comedia romántica (una verdadera comedia romántica), más para adultos que para adolescentes, y con mucho sentido del humor. Si careces de esta cualidad, abstente de verla. Para los demás, muy recomendable.
Adaptación libre, pero muy certera, de la novela «Emma» de Jane Austen. Posiblemente sea este detalle el que convierte a la película en mucho más que una simple comedia para niñas pijas. La pija en este caso es una bellísima Alicia Silverstone con un personaje tan encantador que es imposible cogerle manía por muchas veces que se equivoque. La historia de Cher, esta elegante y tierna adolescente con más de un pájaro en la cabeza, es la historia de la búsqueda del amor, el conocimiento de uno mismo y la posterior auto crítica para conseguir ser una persona mejor.
Todo esto contado con un guión ágil, unos diálogos muy ingeniosos y un transfondo social tan ácido como verídico. El retrato de la juventud, con sus conflictos, sus defectos, sus modas y sus interrelaciones merece un premio. Además entretiene desde el primer minuto y, entre carcajada y carcajada, más unas risas por allí y otra sonrisa por allá, la película te engancha por completo.
Mención a parte merece la historia de amor de Cher. Increíble que aún teniéndola delante de los ojos, seas incapaz de verla. Será que soy una sensiblera sin remedio, pero me parece imposible no emocionarse ante esa avalancha de recuerdos con los que la protagonista descubre sus profundos sentimientos. Alejada de los tópicos y huyendo de toda cursilería o artificialidad, el amor que se nos muestra consigue el punto justo de romanticismo; ese romanticismo que también enamora al espectador.
Una gran comedia romántica (una verdadera comedia romántica), más para adultos que para adolescentes, y con mucho sentido del humor. Si careces de esta cualidad, abstente de verla. Para los demás, muy recomendable.

5,9
25.143
7
23 de junio de 2014
23 de junio de 2014
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarta parte sobre las andanzas de Rocky Balboa, el boxeador más afamado del celuloide. Ahora ni Dolph Lundgren en sus años mozos le aguanta el combate. Vaya dos ejemplos de cuerpos trabajados en el arte del músculo. Es maravilloso ver cómo se entrenan estos dos hombretones, y más Stallone, por supuesto, que vuelve a planear una tabla de entrenamientos que nos entusiasmará por su resistencia física y poderío atlético mientras se escucha «Hearts On Fire». Qué forma de hacer abdominales, chico.
Que si comunista, que si fascista, que si patriotera, que si estúpida... No me contéis rollos, no me vengáis de nuevo con el marchamo de la calidad ideológica ni olvidéis el género donde se clasifica esta cinta. «Rocky IV» pavonea un poco la bandera americana y se posiciona lógicamente en el bloque occidental, aunque de ninguna forma sobredimensionada ni ofensiva, al contrario. Rocky incluso pronunciará un discurso conciliador entre unos y otros, alejado del odio y de la inquina, cosa que algunos, leído lo que leo, todavía mantienen.
«Rocky IV» ofrece alto entretenimiento, un mensaje positivo y épico, como siempre, y un guión compacto y atractivo. Yo destacaría entre los personajes al de Duke, el entrenador de Apollo Creed, que gana protagonismo y nos suelta unas frases y unas arengas que son para memorizarlas. La historia y el estilo potencian el boxeo-acción que ya inventó en la tercera y nos sube a todos la adrenalina con un «There’s No Easy Way Out» cargado de recuerdos y un combate hyper motivador donde «no hay dolor». Fantástico.
Rocky sabe lo que tiene hacer. Y lo hace.
Que si comunista, que si fascista, que si patriotera, que si estúpida... No me contéis rollos, no me vengáis de nuevo con el marchamo de la calidad ideológica ni olvidéis el género donde se clasifica esta cinta. «Rocky IV» pavonea un poco la bandera americana y se posiciona lógicamente en el bloque occidental, aunque de ninguna forma sobredimensionada ni ofensiva, al contrario. Rocky incluso pronunciará un discurso conciliador entre unos y otros, alejado del odio y de la inquina, cosa que algunos, leído lo que leo, todavía mantienen.
«Rocky IV» ofrece alto entretenimiento, un mensaje positivo y épico, como siempre, y un guión compacto y atractivo. Yo destacaría entre los personajes al de Duke, el entrenador de Apollo Creed, que gana protagonismo y nos suelta unas frases y unas arengas que son para memorizarlas. La historia y el estilo potencian el boxeo-acción que ya inventó en la tercera y nos sube a todos la adrenalina con un «There’s No Easy Way Out» cargado de recuerdos y un combate hyper motivador donde «no hay dolor». Fantástico.
Rocky sabe lo que tiene hacer. Y lo hace.

7,1
41.319
4
28 de diciembre de 2019
28 de diciembre de 2019
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiadas buenas críticas y demasiada buena nota para «Animales nocturnos», basada en la novela de Austin Wright y dirigida por el diseñador de ropa Tom Ford. Esto último sin duda es cuanto menos llamativo y creo que puede tener su reflejo en el vestuario tan cuidadosamente elegido y mimado que se ve en la película.
Sea como sea, «Animales nocturnos» vendría a ser un thriller psicológico desarrollado a través de un thriller de acción, lo cual, aunque original, no resulta muy eficaz. Leía en la mayoría de críticas positivas que la historia es como un rompecabezas y que es una historia muy retorcida, y pueden que tengan razón: el fin último de esta historia es tan, tan retorcido que parece de chiste. Hablaré de ello en spoiler para no reventar nada.
Por lo tanto, la trama en mi opinión se desmorona en cuanto vamos comprendiendo los entresijos entre la realidad y la ficción y por qué el escritor Edward ha escrito lo que ha escrito y se lo ha dedicado a quien se lo ha dedicado. La pregunta es: ¿podemos equiparar los actos de la novela ficticia con los actos de la vida real? ¿Es el dolor emocional, el desgarro que supone para ese padre de la novela el mismo dolor y desgarro que el del escritor Edward? No lo creo. La vida es dura a muy diferentes niveles y precisamente por eso debemos darle la dimensión dramática justa a cada caso. De hecho, estoy por decir que queda cierto poso misógino que explicaría ese odio tan brutal a una mujer que, aun habiéndose equivocado, y mucho, no es ningún monstruo. Lo más curioso es que la trama de la novela escrita es más entretenida que la de la historia real, por llamarla de alguna manera, así que si la peli hubiera sido solo eso, un thriller de acción, pues hubiese quedado mejor.
Eso sí, mención aparte merecen las interpretaciones, y nuevamente es Jake Gyllenhall quien se lleva el gato al agua con una magnífica doble interpretación. Este actor no tiene precio ni tiene límites, de verdad que es impagable y ya nos estamos tardando en darle un Oscar por, literal, cualquiera de sus interpretaciones. De Amy Adams siempre tengo la sensación de que hace el mismo papel de mujer triste, lo siento, mientras que Aaron Taylor-Johnson está soberbio.
En fin, que no exageremos.
Sea como sea, «Animales nocturnos» vendría a ser un thriller psicológico desarrollado a través de un thriller de acción, lo cual, aunque original, no resulta muy eficaz. Leía en la mayoría de críticas positivas que la historia es como un rompecabezas y que es una historia muy retorcida, y pueden que tengan razón: el fin último de esta historia es tan, tan retorcido que parece de chiste. Hablaré de ello en spoiler para no reventar nada.
Por lo tanto, la trama en mi opinión se desmorona en cuanto vamos comprendiendo los entresijos entre la realidad y la ficción y por qué el escritor Edward ha escrito lo que ha escrito y se lo ha dedicado a quien se lo ha dedicado. La pregunta es: ¿podemos equiparar los actos de la novela ficticia con los actos de la vida real? ¿Es el dolor emocional, el desgarro que supone para ese padre de la novela el mismo dolor y desgarro que el del escritor Edward? No lo creo. La vida es dura a muy diferentes niveles y precisamente por eso debemos darle la dimensión dramática justa a cada caso. De hecho, estoy por decir que queda cierto poso misógino que explicaría ese odio tan brutal a una mujer que, aun habiéndose equivocado, y mucho, no es ningún monstruo. Lo más curioso es que la trama de la novela escrita es más entretenida que la de la historia real, por llamarla de alguna manera, así que si la peli hubiera sido solo eso, un thriller de acción, pues hubiese quedado mejor.
Eso sí, mención aparte merecen las interpretaciones, y nuevamente es Jake Gyllenhall quien se lleva el gato al agua con una magnífica doble interpretación. Este actor no tiene precio ni tiene límites, de verdad que es impagable y ya nos estamos tardando en darle un Oscar por, literal, cualquiera de sus interpretaciones. De Amy Adams siempre tengo la sensación de que hace el mismo papel de mujer triste, lo siento, mientras que Aaron Taylor-Johnson está soberbio.
En fin, que no exageremos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El escritor hace una novela con la intención de vengarse de su exmujer Susan, pero esto ya de por sí es descabellado. Su plan es: veinte años después, escribir una buena novela donde descarga su frustración y enviársela a su exmujer, dando por hecho que su ex es infeliz y que al leer su libro empezará a tener remordimientos y se volverá a enamorar de Edward ahora que ya es un triunfador ante sus ojos. Cuando esto pase, regresará a él casi desesperada, y entonces es cuando Edward culmina su venganza despreciándola y dejándola sola. Disculpadme, pero esto no es serio en mi opinión.
Además, como he dicho antes, esos paralelismos entre padre/Edward y asesino-violador/Susan son completamente inadecuados, no son situaciones ni personalidades comparables o equivalentes por mucho que Edwad haya sufrido.
Además, como he dicho antes, esos paralelismos entre padre/Edward y asesino-violador/Susan son completamente inadecuados, no son situaciones ni personalidades comparables o equivalentes por mucho que Edwad haya sufrido.
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