Es una especie de Malas Tierras o Asesinos Natos rumana, pero que resulta un tanto plúmbea. Los protagonistas son víctimas del arribismo, tanto del de la época comunista, como del actual. Se han quedado incardinados en un lugar en ninguna parte, ni bien antes ni bien ahora, pero sí con la vida hecha pedazos por las, digamos, mentiras estructurales. De los padres, del sistema, del capitalismo... de todo en general. El personaje, además, al que se supone que le ha ido bien, el que escapó a EEUU, trae experiencias, cuenta, que harían vomitar a una cabra.

Muy misántropa y desencantada, es un ajuste de cuentas lastimero interesante, sin más historia.

Bosnia postraumática. Tentáculos del productor Ademir Kenovic, que está creando dirigiendo y produciendo un retrato balzaquiano de su país. En esta ocasión, toca el tema de la dureza de la crisis de posguerra y la delincuencia. Cómo salir adelante, honradamente o no.

Un delincuente deja la profesión para hacerse con un taxi y llevar una vida honrada. No es fácil. De una forma u otra termina metido en asuntos turbios aunque no quiera. Es el amor por su mujer y su hijo lo que le da fuerzas para elegir el camino recto, pero tal y como anuncian al inicio con una metáfora: el camino recto está lleno de obstáculos.

Con un afán filantrópico, este cuento enseña a sobreponerse y conformarse. Pero no es un cuento tonto. Queda claro que por la vía del trabajo honrado, en estas latitudes, lo habitual es ganar más miseria. Un traficante de heroína es más explícito aún (aprox): "Mis padres trabajaron toda la vida de maestros ¿y qué ganaron? Nada. Tengo que pasarles algo ¿con un trabajo de trescientos marcos? No me hagas reír. Y tampoco voy a limpiar la mierda en Occidente, no voy a limpiar su mierda. Bosnios, búlgaros, rumanos limpiando su mierda, yo les voy a dar dolor de cabeza".

El protagonista, por otro lado, recuerda los tiempos antes de la guerra como maravillosos "los tiempos en los que todo el mundo sonreía". Hay quien sostiene actualmente que esos tiempos, los del comunismo, eran tan desastrosos que acostumbraron a unas cuantas generaciones a procurarse sus necesidades básicas por medio de las trampas, el trapicheo y el mercado negro. De ahí cierta cultura del crimen que llega a Occidente desde el Este.

Cuando todo parece ir bien, en el trayecto del autobús se interpone un viejo aldeano. Por ahí no pasa ni dios, dice. Los pintorescos y dispares pasajeros parecen tomárselo a mofa, pero entonces aparecen unos armarios, los hijos del anciano, y la cosa cambia.

Ésta es una entre tantas metáforas de las que contiene 'Línea no regular'. Un divertido reflejo de la personalidad serbia y sus peripecias a lo largo de la Historia del siglo XX. Risa fácil, momentos entrañables. Una road movie a ritmo de una extraordinaria canción gitana (disponible en youtube).

También con el poso de indolencia de los urbanitas de Vidas Cruzadas, la segunda película dirigida por Koljevic es la historia de superación personal de tres personajes con existencias atascadas que, además, se conocen casualmente en un atasco. El guión gira y gira, a veces con la sensación de que lo hace aleatoriamente. Una banda sonora sensacional, no obstante, aporta un signo distintivo a la obra. Pero ni las pérdidas de las dos protagonistas, ni la condición de refugiado del taxista, son tratadas más allá del melodrama convencional. El instante más definitorio, un discurso de Gavrilo sobre para qué tener hijos, para que los maten en la guerra o se mueran de cáncer, yo al menos lo encuentro forzado. Artificioso. Da la sensación de que Koljevic y su película son muy conscientes de lo filantrópicos y humanos que resultan. No hay juego de seducción. El cineasta no pregunta ni cómo te llamas y ya te echa mano a la bragueta.

Singular propuesta, qué duda cabe. 'Go west' narra la historia de una pareja de gais mixta, un serbobosnio y un bosnio musulmán, que huye de la guerra desde Sarajevo en dirección a la República de Sprska buscando seguridad. En el pueblo de destino ya se ha consumado la limpieza étnica de musulmanes y los serbios son retratados en clave de spaghetti western posapocalíptico. El homosexual musulmán, para que nadie le pregunte por su circuncisión, termina vistiéndose de mujer, eficaz disfraz que no abandonará, lo que generará un sin fín de equívocos y situaciones tragicómicas.

Sin soltar el dramón, el esperpento ni la comedia, la trama avanza con dosis de sentimentalismo y astracanada no muy bien calculadas.