No vi la película por entretenimiento, sino por ejercicio de meditación.

Y lo logró.

No entraré en detalles artísticos ni políticamente incorrectos, pues siendo otra mi intención me importaron un bledo; fueron perdonables. Es la visión personal de su director, una opinión aceptable en un mundo cada vez más globalizado que merece nuestro esfuerzo por el consenso y la aceptación democráticos.

Es interesante ver la introducción de ese aspecto de emancipación de la mujer —tan actual en la historia reciente, si lo comparamos con el contexto cultural de aquella época—, así como un guiño a la comunidad negra y su derecho a disfrutar del mensaje de aquel portento revolucionario sin violencia. El gospel da fe de ello, en su alegría y buen rollo.

La fotografía bien. El entorno, sugerente. Mi meditación… Ya es cosa mía.

La serie entretiene, si mantenemos a buen recaudo la historia, que por supuesto habría que estudiar para librarnos de hacer un análisis simplista de España. Aconsejo modular la imagen de nuestra pantalla para tornarla acorde con la época —dejar el 4K para la Ciencia ficción—; poner algún que otro trozo de cinta adhesiva negra en los dientes de los personajes; tirar algo de paja por la sala y no limpiar el polvo durante una semana para crear ambiente y poder así disfrutarla como es debido. Y, una vez creado el entorno, sumergirse en la noble y convulsa época en la que transcurre la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, noble caballero fiel a su rey, buen cristiano y temeroso de dios.

Cuando las derechas vean El Cid… ¡Aplauden!

He vuelto a pecar de pardillo y me he saltado uno de mis acertados criterios para decidir ver o no una película o serie: Tener en cuenta la opinión de críticos —por lo general españoles, en mi caso— en los que he depositado mi confianza, pues solemos coincidir en gustos y estados de ánimo. La globalización, que también ha hecho mella en el mundo del cine, está fomentando una suerte de mero marketing de los muchos y distintos países con respecto a sus propios productos fílmicos. Veo críticas estupendas lanzadas por sus expertos parciales que son puro regalo para los oídos, y hay que tener mucho cuidado: Nuestro tiempo es valioso y nuestra salud mental, también. Raya la locura y la indecencia mostrar ciertas barbaridades en series o películas que están al alcance de los niños y de personas que atraviesan un mal momento. La verdadera enfermedad, hoy en día, está detrás de las cámaras. De las tantas, torpes y estúpidas cámaras.