¡Oh, sí, qué original! ¡Oh, sí: qué valiente! Un documental sobre unas monjas lesbianas que encuentran el amor, pero que la malvada Iglesia no les deja vivir. ¿Por qué la Iglesia es tan retrógrada?, ¿no podría dejar que dos mujeres vivieran el amor como les diera la gana? Vaya rollo... Y lo peor de todo es que la gente continúa pensando que esto es transgresor, que revela una realidad y blablablá.

Si de verdad queréis originalidad y valentía, echadles un vistazo a los documentales no oficiales que podéis encontrar en YouTube sobre los homosexuales de los países islámicos: aquí, las monjas se salen del convento; allí, los dilapidan hasta la muerte. ¿Y qué me decís de las lesbianas musulmanas? Indagad un poquito y veréis que las desuellan vivas. Pero claro, de eso no hay nada, porque los malos homófobos, arcaicos y heteropatriarcales son los cristianos: los mahometanos son tíos de puta madre, que respetan todo y a los que no les importan las tendencias sexuales de sus hijos.

Este documental es una porquería tendenciosa, completamente arribista y mentiroso; no tiene nada de valiente, pero sí mucho de mendaz y de conveniencia. Si queréis ver algo serio, acudid a los reportajes que os he indicado arriba; y, si de homosexualidad entre católicos se trata, buscad también en internet: encontraréis muchos que tratan la realidad de las cosas, sin fingimiento ni nada por el estilo.

Pues a mí no me ha parecido tan buena, la verdad. Además, creo que ha sido una manera de estirar un chicle acabado. La serie original cerraba muy bien la etapa, con Yoda anunciando que había descubierto que, al final, vencerían. Así que no sé a qué venía esta última temporada. Bueno, sí lo sé.

Supongo que venía a cuento, porque Disney tenía que prolongar un éxito de Star Wars. A mi juicio, la "The Clone Wars" original está por encima de la última trilogía, y enlaza muy bien los episodios II y III. Tal vez sea de lo mejorcito que nos ha dado el universo creado por George Lucas. ¿Y qué tenía entonces que hacer Disney? Estropearlo, y es lo que ha hecho.

De este modo, como la serie ya había terminado, hace una historia paralela, diciendo qué pasó con algunos personajes y cosas así. Pero, en el fondo, daba igual. Lo único que se salva es el plano final, que nos ha cautivado a todos y que hace que suba la nota. Pero no os engañéis: es solo un plano. No hace justicia a la serie original.

¿Sabéis qué? Yo creo que se trata de un buen documental. Concedo que se trata de un mero vehículo para honra y gloria de la princesa Leonor, pero ¿qué más da? ¿Que solamente muestra imágenes entrañables de la Familia Real? Sí, ¿y qué? ¿Que no indaga en problemáticas? No, ¿y qué? ¡Que se trata de un documental elogioso y ya está! No le deis más vueltas.

Nos guste o no, vivimos en una monarquía parlamentaria, y lo normal es que se hagan documentales de este tipo. Tú vas al Reino Unido y los ves, o a Dinamarca, y también. ¿Por qué no vamos a hacer lo mismo? Como os he dicho arriba, a mí me ha gustado mucho, porque es historia viva de España.

Antes de concluir la reseña, sabed que es un reportaje bien actual, porque abarca incluso la jura de bandera de la princesa, que tuvo lugar el mes pasado.

Mirad: honestamente, a mí me parece una tomadura de pelo. Y me explico.

Netflix nos ha vendido este documental como un relato valiente sobre los abusos sexuales perpetrados dentro de la Iglesia, y la gente, además, se lo ha creído a pies juntillas. Se ha creído que es un documental valiente, quiero decir. Porque, en el fondo, no lo es. No niego que haya abusos por parte de sacerdotes: eso es un hecho incuestionable; no niego que eso haya causado muchos trastornos en mentes jóvenes: también es un hecho irrefutable. Niego que el documental quiera rebasar los límites del sensacionalismo engañoso: sensacionalismo, porque hace leña del árbol caído (es decir, no desvela nada que ya no sepamos, sino que abunda en un problema que ya es conocido por todos y que la Santa Sede está remediando paulatinamente); engañoso, porque vincula el problema de los abusos al celibato, sin desvelar que se trata de un crimen que se comete también en el seno de las familias.

Pero aún hay más. El documental no dice la realidad de los hechos, porque es un motivo políticamente incorrecto, que le haría perder suscriptores a Netflix: el 99% de los casos de pederastia se da entre varones, es decir, son hombres abusando de otros hombres (estos últimos, por cierto, núbiles en edad de discreción). Pero, por si esto no le fuera suficiente al lector de esta humilde crítica, es necesario recordar que los abusadores se han confesado abiertamente homosexuales, por lo que no se trata de un problema puntual, sino de personas que se sienten atraídas por personas de su mismo sexo. Evidentemente, ello no quiere decir que todos los homosexuales sean pedófilos, pero sí quiere decir que los que han abusado de niños lo son.

¿Por qué se da este problema en el seno de la Iglesia? Pues la verdad es que la Iglesia es culpable de ello, porque en los años setenta y ochenta, ante la ausencia de vocaciones, decidió llenar sus seminarios de homosexuales. Poco a poco, estos fueron desplazando a los heterosexuales, que huyeron despavoridos del ambiente que se generaba allí. Hoy, aquellos seminaristas, que luego fueron ordenados sacerdotes y que posteriormente incluso se convirtieron en obispos, ven con buenos ojos la proliferación de homosexualidad en el clero (obviamente) y consideran la pedofilia consecuente como un mal menor, que se puede solucionar mediante el silencio (seamos claros: los obispos de hoy están más dispuestos a condonar un desliz homosexual o pedófilo -siempre en el ámbito de la homosexualidad- que un tropiezo heterosexual o pedófilo -en el ámbito de la heterosexualidad-). De modo que, si este documental hubiera profundizado en ello, dando los datos reales sobre la proliferación de la homosexualidad en el clero, que nace en los 70 y 80 por los motivos que hemos detallado, me parecería cojonudo. Pero, como no es así, me parecen un conjunto de imágenes acuosas que caen sobre charcos manidos y malintencionados.

Para mí, se merece un cero. Pero no por tratara el tema de los abusos (¡que debe ser tratado!), sino por el discurso mendaz y aprovechado que hace de él.

P.D.: el Corán justifica el abuso a menores, cosa que no hace la Biblia, pero no veo que Netflix haga un documental sobre el particular. En Afganistán, los 'bacha bereesh' son niños usados como queridas, que adoptan ademanes femeninos y que se dejan sodomizar por los adultos, porque, según estos últimos, ellos están destinados al placer de los hombres, mientras que las mujeres solo sirven para reproducir la estirpe. Netflix tampoco indaga en esta lacra. Si también lo hubiera hecho, como ha hecho con este documental, habría recibido todo mi aplauso. Pero, como no lo ha hecho, me parece tan cobarde como los que no denuncian los excesos del islam.