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4
10 de septiembre de 2006
10 de septiembre de 2006
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cars" es la demostración de que John Lasseter es humano. Uno se imaginaba al director de "Toy Story" como un Dios, en su Reino de los Cielos de la animación, llamado Pixar, y rodeado de todos sus angelitos. Y todos ellos haciendo magníficas películas hasta el infinito y más allá.
Pero no, Lasseter no es un Dios, y también es capaz de hacer mediocridades como esta aventura motorizada. Las señas de identidad de Pixar han saltado por los aires: frescura, inteligencia, originalidad, personajes, guión, ritmo, diversión...todo eso, y más, echamos de menos en la última producción de la factoría.
Y es que "Cars" se parece demasiado a otras películas de estudios de animación (“Robots”, “El espantatiburones”, “Vecinos invasores”...). Y se parece en su falta de audacia, de chispa y de inventiva.
El guión, flojísimo. Desde el principio, sabemos lo que vamos a ver, porque ya lo hemos visto miles de veces. Y Lasseter no se preocupa por hacer ninguna innovación. Es más, es capaz de calzarnos una historia de amor tan falta de interés como tópica. Una de esas que tan sabiamente habían evitado hasta ahora (en las obras anteriores se reducen a pequeñas pinceladas, como la pastorcilla y Woody, o las hormigas de "Bichos"). ¿Y la risa? Como mucho, uno esboza contadas sonrisas a lo largo de sus interminables casi dos horas, sólo en los títulos de créditos (ahí siguen siendo unos genios) nos hacen reír de verdad. Y para rematar la faena, todo ello en un marco que enfatiza en exceso su mensaje del gusto por lo antiguo y la reivindicación de los pueblos tradicionales, algo que huele un poquito a rancio.
Los personajes, mediocres. Salvo algún secundario simpático, lo demás es bastante plano. Del protagonista, mejor no hablamos, ese típico personajillo engreído que descubre el valor de la amistad. El amigo que le acompaña no tiene el carisma suficiente, la novia es un personaje de lo más anodino...¿dónde quedaron Buzz Lightyear, los componentes del circo de “Bichos”, Boo, Dory o Mr. Increíble? A cambio de eso, nos traen a personajes que podían estar escritos por alguno de los que hicieron Madagascar o cualquier peliculilla similar. Por desgracia, no es que los competidores de Pixar no hayan aprendido ni un ápice del saber hacer de estos, pareciera que Pixar se contagie de la mediocridad de sus competidores (aunque tampoco hay que ser alarmistas, confiemos en que esto será sólo un bache).
Bajón tremendo, y es que nos tenían muy mal acostumbrados. Yo, de la proyección, me quedo con tres cosas. El trailer de “Ratatouille” (el futuro es esperanzador), el magnífico corto “El hombre orquesta” (se siguen haciendo pequeñas maravillas) y los títulos de créditos (divertidísimos). El resto, olvidable. Eso sí, no voy a ser yo el que discuta el prodigio técnico en el que se sustenta. Es obligado reconocerlo, pero Pixar siempre había utilizado esa excelencia técnica para enriquecer los guiones más inteligentes de la animación (y del cine en general) USA...hasta ahora.
Pero no, Lasseter no es un Dios, y también es capaz de hacer mediocridades como esta aventura motorizada. Las señas de identidad de Pixar han saltado por los aires: frescura, inteligencia, originalidad, personajes, guión, ritmo, diversión...todo eso, y más, echamos de menos en la última producción de la factoría.
Y es que "Cars" se parece demasiado a otras películas de estudios de animación (“Robots”, “El espantatiburones”, “Vecinos invasores”...). Y se parece en su falta de audacia, de chispa y de inventiva.
El guión, flojísimo. Desde el principio, sabemos lo que vamos a ver, porque ya lo hemos visto miles de veces. Y Lasseter no se preocupa por hacer ninguna innovación. Es más, es capaz de calzarnos una historia de amor tan falta de interés como tópica. Una de esas que tan sabiamente habían evitado hasta ahora (en las obras anteriores se reducen a pequeñas pinceladas, como la pastorcilla y Woody, o las hormigas de "Bichos"). ¿Y la risa? Como mucho, uno esboza contadas sonrisas a lo largo de sus interminables casi dos horas, sólo en los títulos de créditos (ahí siguen siendo unos genios) nos hacen reír de verdad. Y para rematar la faena, todo ello en un marco que enfatiza en exceso su mensaje del gusto por lo antiguo y la reivindicación de los pueblos tradicionales, algo que huele un poquito a rancio.
Los personajes, mediocres. Salvo algún secundario simpático, lo demás es bastante plano. Del protagonista, mejor no hablamos, ese típico personajillo engreído que descubre el valor de la amistad. El amigo que le acompaña no tiene el carisma suficiente, la novia es un personaje de lo más anodino...¿dónde quedaron Buzz Lightyear, los componentes del circo de “Bichos”, Boo, Dory o Mr. Increíble? A cambio de eso, nos traen a personajes que podían estar escritos por alguno de los que hicieron Madagascar o cualquier peliculilla similar. Por desgracia, no es que los competidores de Pixar no hayan aprendido ni un ápice del saber hacer de estos, pareciera que Pixar se contagie de la mediocridad de sus competidores (aunque tampoco hay que ser alarmistas, confiemos en que esto será sólo un bache).
Bajón tremendo, y es que nos tenían muy mal acostumbrados. Yo, de la proyección, me quedo con tres cosas. El trailer de “Ratatouille” (el futuro es esperanzador), el magnífico corto “El hombre orquesta” (se siguen haciendo pequeñas maravillas) y los títulos de créditos (divertidísimos). El resto, olvidable. Eso sí, no voy a ser yo el que discuta el prodigio técnico en el que se sustenta. Es obligado reconocerlo, pero Pixar siempre había utilizado esa excelencia técnica para enriquecer los guiones más inteligentes de la animación (y del cine en general) USA...hasta ahora.
6
11 de septiembre de 2005
11 de septiembre de 2005
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reciente avalancha de adaptaciones de cómics no se limita a los superhéroes de turno. Con mucho menos dinero, de producción y promoción, también nos van llegando (eso sí, en menor medida) adaptaciones de los llamados cómics underground. "American Splendor" nació en 1976, siguiendo la estela del éxito que cosechó el dibujante Robert Crumb, que posteriormente ilustró muchas de las historias que escribió Harvey Pekar; el creador de esta serie.
La película que adapta este comic, no es una adaptación pura y dura. Los directores la han convertido en una interesante mezclas de géneros. Han conseguido hacer un biopic a partir del material escrito por Pekar, un material totalmente autobiográfico; ya que su comic está basado en su triste y rutinaria vida (y en la de la gente que lo rodea). Por ello, los directores han ido más allá de adaptar las viñetas, y han incluido todo el proceso de gestación y creación de la serie. Pero aun se han atrevido a ir más lejos estos jóvenes directores, que han incluido algunas dosis de documental (sus tres anteriores trabajos fueron documentales, no lo olvidemos), incluyendo la presencia del auténtico Pekar (y algunos otros como Toby o Joyce) en la película. Es esta mezcla de géneros y de estilos (la imagen real se mezcla con otros planos “viñeteados”) lo que hace de este trabajo una propuesta original, ya que no se limita a la estricta adaptación del texto, si no que aprovechan el fuerte componente autobiográfico del comic para desarrollarlo cinematográficamente.
Por lo demás, nos encontramos con el antihéroe por antonomasia. El tipo triste y mediocre, con su empleo de administrativo, su desastrosa vida amorosa y su pesimismo galopante (quien mejor que Giamatti para encarnar a alguien así, como ha vuelto a demostrar ahora con "Entre Copas"). El reverso del sueño americano que tan bien saben retratar determinados autores estadounidenses, ya sean escritores o cineastas. Al ver esta película, inevitablemente nos viene a la cabeza "Ghost world" (el comic de Daniel Clowes, y su adaptación cinematográfica por parte de Terry Zwigoff, cuyo anterior trabajo fue un documental sobre Robert Crumb).
"American Splendor" no funciona tan bien a nivel cinematográfico como aquella, y es que el resultado final se resiente con tanta experimentación, en una película que acusa varias caídas en su ritmo narrativo. Sin embargo, esa experimentación es también lo que hace interesante este trabajo, que nos vuelve a recordar al público no aficionado al comic, que es éste es un medio con infinitas posibilidades, que no se limitan solamente a las peleas entre superhéroes y villanos.
La película que adapta este comic, no es una adaptación pura y dura. Los directores la han convertido en una interesante mezclas de géneros. Han conseguido hacer un biopic a partir del material escrito por Pekar, un material totalmente autobiográfico; ya que su comic está basado en su triste y rutinaria vida (y en la de la gente que lo rodea). Por ello, los directores han ido más allá de adaptar las viñetas, y han incluido todo el proceso de gestación y creación de la serie. Pero aun se han atrevido a ir más lejos estos jóvenes directores, que han incluido algunas dosis de documental (sus tres anteriores trabajos fueron documentales, no lo olvidemos), incluyendo la presencia del auténtico Pekar (y algunos otros como Toby o Joyce) en la película. Es esta mezcla de géneros y de estilos (la imagen real se mezcla con otros planos “viñeteados”) lo que hace de este trabajo una propuesta original, ya que no se limita a la estricta adaptación del texto, si no que aprovechan el fuerte componente autobiográfico del comic para desarrollarlo cinematográficamente.
Por lo demás, nos encontramos con el antihéroe por antonomasia. El tipo triste y mediocre, con su empleo de administrativo, su desastrosa vida amorosa y su pesimismo galopante (quien mejor que Giamatti para encarnar a alguien así, como ha vuelto a demostrar ahora con "Entre Copas"). El reverso del sueño americano que tan bien saben retratar determinados autores estadounidenses, ya sean escritores o cineastas. Al ver esta película, inevitablemente nos viene a la cabeza "Ghost world" (el comic de Daniel Clowes, y su adaptación cinematográfica por parte de Terry Zwigoff, cuyo anterior trabajo fue un documental sobre Robert Crumb).
"American Splendor" no funciona tan bien a nivel cinematográfico como aquella, y es que el resultado final se resiente con tanta experimentación, en una película que acusa varias caídas en su ritmo narrativo. Sin embargo, esa experimentación es también lo que hace interesante este trabajo, que nos vuelve a recordar al público no aficionado al comic, que es éste es un medio con infinitas posibilidades, que no se limitan solamente a las peleas entre superhéroes y villanos.
16 de julio de 2006
16 de julio de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debuta en la dirección el actor Tommy Lee Jones, con un guión de Guillermo Arriaga (“Amores perros” y “21 gramos”). Una película que comienza con el rompecabezas que tanto gusta al guionista, y que se va asentando, hasta construir un trabajo muy estimable. Retrato de la América profunda, de esa América en la que nunca pasa nada, de ese pueblo fronterizo con México.
Y dentro, una galería de personajes de lo más dispar. Sin duda, la pareja protagonista (esa extraña pareja) es lo más destacable de la película. El sentido del honor y de la amistad del rol que se reserva Tommy Lee Jones, junto con el descerebrado policía fronterizo que interpreta de forma memorable Barry Pepper. Los dos unidos por un absurdo y delirante viaje.
El debutante director hace una notable labor detrás de las cámaras, dándole a la película el equilibrio justo, con un tono austero, brusco en ocasiones, tierno en otras, cómico en su punto exacto...y una excelente dirección de actores, ya que los secundarios acompañan con gran eficacia a los dos protagonistas.
Quizás el único problema sea la ya mencionada afición de su guionista por enredar la madeja, y hacernos sufrir continuos saltos en el tiempo no siempre justificados, y que hacen que el seguimiento inicial sea algo complicado. Por lo demás, una muy buena película que consigue hacer de un, a priori, ridículo viaje, toda una lección de vida.
Y dentro, una galería de personajes de lo más dispar. Sin duda, la pareja protagonista (esa extraña pareja) es lo más destacable de la película. El sentido del honor y de la amistad del rol que se reserva Tommy Lee Jones, junto con el descerebrado policía fronterizo que interpreta de forma memorable Barry Pepper. Los dos unidos por un absurdo y delirante viaje.
El debutante director hace una notable labor detrás de las cámaras, dándole a la película el equilibrio justo, con un tono austero, brusco en ocasiones, tierno en otras, cómico en su punto exacto...y una excelente dirección de actores, ya que los secundarios acompañan con gran eficacia a los dos protagonistas.
Quizás el único problema sea la ya mencionada afición de su guionista por enredar la madeja, y hacernos sufrir continuos saltos en el tiempo no siempre justificados, y que hacen que el seguimiento inicial sea algo complicado. Por lo demás, una muy buena película que consigue hacer de un, a priori, ridículo viaje, toda una lección de vida.

7,3
42.239
6
12 de febrero de 2006
12 de febrero de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que soy un gran desconocedor de la filmografía de Ron Howard, uno de los escasos (quizás, el más representativo) representantes de lo que en Hollywood se conoce como “artesanos”, esos directores de estudio, encargados de llevar a cabo (gracias a su buen oficio) los más diversos proyectos, siempre con clara vocación comercial.
Pues bien, aparte de ésta, sólo he visto "Una mente maravillosa", la película que lo consagró con cuatro Oscar. Una película, a simple vista, con más pretensiones que el resto de su filmografía, plagada de títulos hechos para el puro entretenimiento. Y una película que no pasaba de correcta. Correcta factura, correctas interpretaciones, correcto guión. Pero no pasaba de ahí. La película no asumía ni un sólo riesgo, no había nada en ella diferente o que no fuera convencional. Una película hecha para ganar premios en Hollywood.
Tras el paréntesis de "Desapariciones" (que, por cierto, nadie vio), Howard y Grazer vuelven a la carga con un producto muy similar al que les dio las estatuillas. Si algo molesta de películas como "Cinderella man", es ese tufillo de estar hechas pensando en las nominaciones que le pueden caer.
Por lo demás, es la típica película hollywoodiense, para bien y mal. Impecable factura técnica, rodada con oficio, entretiene, no se hace pesada en ningún momento, emociona en algún momento (lo mejor del filme, la secuencia en la que el boxeador pasa la gorra ante los magnates), cuenta la típica historia de superación personal, el sueño americano, los buenos sentimientos...
El problema sigue siendo la falta riesgo, la previsibilidad, el que sea la típica historia de superación personal, que tenga momentos del sentimentalismo más facilón y obvio, que no nos cuente absolutamente nada nuevo (ni en el contenido, ni en la forma) y, como ya he dicho, que parezca tan preocupada en llevarse premios.
Como cualquier producción de este tipo que se precie, tenemos a dos estrellas en los papeles principales. Dos estrellas que corren distinta suerte. Mientras Russell Crowe hace una creación bastante convincente de su personaje, el cual es capaz de llevar el peso de la película sin mayor problema; su acompañante es la cada vez más insoportable Renée Zellweger, empeñada una y otra vez en utilizar los mismos gestos y las mismas horrorosas muecas; ya sea una contemporánea Bridget Jones, o una vaquera en la Guerra de Secesión, o esta esposa de boxeador en los años de la depresión. Junto a ellos, encontramos a un secundario de lujo, el gran Paul Giamatti. Aunque este no es, ni de lejos, su mejor papel (ni su mejor interpretación) se come a cualquiera que pase por allí.
Si le gusta los productos made in Hollywwod, no saldrá defraudado. Si, por el contrario, ya están bien servido de este tipo de producciones, y quiere algo que le pueda sorprender, busquen propuestas más estimulantes.
Pues bien, aparte de ésta, sólo he visto "Una mente maravillosa", la película que lo consagró con cuatro Oscar. Una película, a simple vista, con más pretensiones que el resto de su filmografía, plagada de títulos hechos para el puro entretenimiento. Y una película que no pasaba de correcta. Correcta factura, correctas interpretaciones, correcto guión. Pero no pasaba de ahí. La película no asumía ni un sólo riesgo, no había nada en ella diferente o que no fuera convencional. Una película hecha para ganar premios en Hollywood.
Tras el paréntesis de "Desapariciones" (que, por cierto, nadie vio), Howard y Grazer vuelven a la carga con un producto muy similar al que les dio las estatuillas. Si algo molesta de películas como "Cinderella man", es ese tufillo de estar hechas pensando en las nominaciones que le pueden caer.
Por lo demás, es la típica película hollywoodiense, para bien y mal. Impecable factura técnica, rodada con oficio, entretiene, no se hace pesada en ningún momento, emociona en algún momento (lo mejor del filme, la secuencia en la que el boxeador pasa la gorra ante los magnates), cuenta la típica historia de superación personal, el sueño americano, los buenos sentimientos...
El problema sigue siendo la falta riesgo, la previsibilidad, el que sea la típica historia de superación personal, que tenga momentos del sentimentalismo más facilón y obvio, que no nos cuente absolutamente nada nuevo (ni en el contenido, ni en la forma) y, como ya he dicho, que parezca tan preocupada en llevarse premios.
Como cualquier producción de este tipo que se precie, tenemos a dos estrellas en los papeles principales. Dos estrellas que corren distinta suerte. Mientras Russell Crowe hace una creación bastante convincente de su personaje, el cual es capaz de llevar el peso de la película sin mayor problema; su acompañante es la cada vez más insoportable Renée Zellweger, empeñada una y otra vez en utilizar los mismos gestos y las mismas horrorosas muecas; ya sea una contemporánea Bridget Jones, o una vaquera en la Guerra de Secesión, o esta esposa de boxeador en los años de la depresión. Junto a ellos, encontramos a un secundario de lujo, el gran Paul Giamatti. Aunque este no es, ni de lejos, su mejor papel (ni su mejor interpretación) se come a cualquiera que pase por allí.
Si le gusta los productos made in Hollywwod, no saldrá defraudado. Si, por el contrario, ya están bien servido de este tipo de producciones, y quiere algo que le pueda sorprender, busquen propuestas más estimulantes.

6,9
16.253
8
17 de abril de 2007
17 de abril de 2007
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No esperaba demasiado de este nuevo trabajo de Todd Field. La aclamada “En la habitación” me pareció una película más de cine independiente USA, con los mismos temas, pero con talento limitado.
Sin embargo, “Juegos secretos” posee una brillante madurez. Es cierto que la película está muy emparentada con otra vertiente del cine independiente USA (aquella que representan Solondz, “American Beauty”, etc.), pero en esta ocasión Field es capaz de darle a su discurso una entidad propia y bien definida. Es una película larga, lenta y pausada. Se toma su tiempo para ir desvelándonos sus entrañas, y se agradece esa delicadeza y esa sutilidad narrativa. Virtudes que se hacen absolutamente necesarias en el tratamiento que requiere la historia del personaje que tan magistralmente interpreta Jackie Earle Haley. Un personaje que, con su escasa participación, se convierte en la estrella de la función. En la brutal secuencia de las piscina queda sintetizada, de forma clara y concisa, la idea que recorre todo el filme.
Pero ojo, que a pesar de todas las alabanzas que se lleva esta subtrama, yo no me quiero (ni me puedo) olvidar de la historia de amor. Sí, otra más de amores prohibidos, pero hacía tiempo que no veía retratada una de forma tan magistral. Desde la portentosa secuencia en la que se inicia el romance, pasando por la creación diaria, hasta el final de la película; Field consigue atrapar la esencia misma de esa relación, apoyado en unos maravillosos Wilson y Winslet. Dos personajes milimétricamente creados y que rezuman humanidad a borbotones.
Como prácticamente todos los personajes...atención al del policía retirado. Otro de los personajes clave, a pesar de su escaso tiempo en pantalla. Él simboliza a toda una sociedad. Esa sociedad que lo aparenta absolutamente todo, esa sociedad de los jardines, esa sociedad irreal hasta lo enfermizo, en la que cualquier nota discordante es vista como un escándalo, y esa sociedad a la que le viene muy bien un cabeza de turco, con el que poder exorcizar todos los demonios, y donde poder proyectar todas sus frustraciones, sus miserias y sus insatisfacciones, en un lugar donde la hipocresía gobierna a su antojo.
Que este tema ya haya sido tratado de forma muy reciente por varios directores (y no olvidemos que está basada en una novela de Tom Perrotta, de la que ya se llevó a imágenes la muy ácida “Election”) no es óbice ninguno para poder disfrutar con este magnífico trabajo, que rebosa buen cine, que tiene unos intérpretes perfectos, una buena cantidad de secuencias maravillosas, y un guión perfectamente elaborado.
Sin embargo, “Juegos secretos” posee una brillante madurez. Es cierto que la película está muy emparentada con otra vertiente del cine independiente USA (aquella que representan Solondz, “American Beauty”, etc.), pero en esta ocasión Field es capaz de darle a su discurso una entidad propia y bien definida. Es una película larga, lenta y pausada. Se toma su tiempo para ir desvelándonos sus entrañas, y se agradece esa delicadeza y esa sutilidad narrativa. Virtudes que se hacen absolutamente necesarias en el tratamiento que requiere la historia del personaje que tan magistralmente interpreta Jackie Earle Haley. Un personaje que, con su escasa participación, se convierte en la estrella de la función. En la brutal secuencia de las piscina queda sintetizada, de forma clara y concisa, la idea que recorre todo el filme.
Pero ojo, que a pesar de todas las alabanzas que se lleva esta subtrama, yo no me quiero (ni me puedo) olvidar de la historia de amor. Sí, otra más de amores prohibidos, pero hacía tiempo que no veía retratada una de forma tan magistral. Desde la portentosa secuencia en la que se inicia el romance, pasando por la creación diaria, hasta el final de la película; Field consigue atrapar la esencia misma de esa relación, apoyado en unos maravillosos Wilson y Winslet. Dos personajes milimétricamente creados y que rezuman humanidad a borbotones.
Como prácticamente todos los personajes...atención al del policía retirado. Otro de los personajes clave, a pesar de su escaso tiempo en pantalla. Él simboliza a toda una sociedad. Esa sociedad que lo aparenta absolutamente todo, esa sociedad de los jardines, esa sociedad irreal hasta lo enfermizo, en la que cualquier nota discordante es vista como un escándalo, y esa sociedad a la que le viene muy bien un cabeza de turco, con el que poder exorcizar todos los demonios, y donde poder proyectar todas sus frustraciones, sus miserias y sus insatisfacciones, en un lugar donde la hipocresía gobierna a su antojo.
Que este tema ya haya sido tratado de forma muy reciente por varios directores (y no olvidemos que está basada en una novela de Tom Perrotta, de la que ya se llevó a imágenes la muy ácida “Election”) no es óbice ninguno para poder disfrutar con este magnífico trabajo, que rebosa buen cine, que tiene unos intérpretes perfectos, una buena cantidad de secuencias maravillosas, y un guión perfectamente elaborado.
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