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Críticas ordenadas por utilidad
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4
28 de enero de 2019
28 de enero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me imagino a Daniel Auteuil dentro de un tiempo en una entrevista para France 2 respondiendo a una pregunta sobre esta película: "Ah, sí, sí, ese entremés semididáctico semijocoso sobre lo que se desea y lo que se tiene..." mientras zarandea una mano a modo de escoba como para quitarse responsabilidades.
En justicia, el cuarteto actoral no está mal, Auteuil bien, la Paz Padilla francesa bien, Ugarte muy bien y Vladimir Depardieu (porque los arreglos estéticos que eslavizan su rostro son de nota) también correcto. Muy posiblemente el agujero de tan simple película está en el guión, que por simplista pasa por ser insípido entretenimiento, a fugaces destellos mínimamente socorrido por la mezcla de realidad e imaginativa fantasía que excede de la mente de Auteuil para representarse ante nosotros en forma de mirada fija y expresión ausente (vamos, lo de estar en Babia, pero en Francia), recurso que por otra parte resulta excesivo y manido cuando se repite, secuencia tras secuencia, hasta para un director novel.
Quizás lo mejor es el propio título, porque por resaltar lo obvio, uno sólo puede pensar en lo contrario, en que tal vez la trama consiste en que no se está tan enamorado de la mujer como se hace ver, y por eso creo que es un título inteligente. El resto es rancho, cinematografía para rellenar vacíos mientras se trabaja en proyectos más serios, porque espero que la idea de Auteuil no fuera la de dirigir una especie de pseudorevisitación a "Un corazón en invierno".
En justicia, el cuarteto actoral no está mal, Auteuil bien, la Paz Padilla francesa bien, Ugarte muy bien y Vladimir Depardieu (porque los arreglos estéticos que eslavizan su rostro son de nota) también correcto. Muy posiblemente el agujero de tan simple película está en el guión, que por simplista pasa por ser insípido entretenimiento, a fugaces destellos mínimamente socorrido por la mezcla de realidad e imaginativa fantasía que excede de la mente de Auteuil para representarse ante nosotros en forma de mirada fija y expresión ausente (vamos, lo de estar en Babia, pero en Francia), recurso que por otra parte resulta excesivo y manido cuando se repite, secuencia tras secuencia, hasta para un director novel.
Quizás lo mejor es el propio título, porque por resaltar lo obvio, uno sólo puede pensar en lo contrario, en que tal vez la trama consiste en que no se está tan enamorado de la mujer como se hace ver, y por eso creo que es un título inteligente. El resto es rancho, cinematografía para rellenar vacíos mientras se trabaja en proyectos más serios, porque espero que la idea de Auteuil no fuera la de dirigir una especie de pseudorevisitación a "Un corazón en invierno".

8,2
46.177
10
7 de septiembre de 2017
7 de septiembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En muchas críticas de usuarios se puede leer que una película tiene una bonita fotografía porque está rodada en bellos paisajes. No soy nadie para dar lecciones, pero en el trabajo de cámara importa un comino si la película muestra imágenes de lugares tan bellos como el glaciar de Perito Moreno o el Kilimanjaro. No importa lo que se muestra sino el cómo se muestra. Importa que la fotografía ayude al desarrollo de la trama, al desarrollo de los personajes. La fotografía estuvo a cargo de Robert Krasker que cuando llegaba al lugar de rodaje empezaba a regar como un loco las calles de Viena, para que mojadas y gracias a los potentes focos de luz, se obtuviera un mayor contraste entre tonos blancos y negros. Krasker y Welles quisieron que la fotografía ayudara a transmitir los estados anímicos de Alida Valli, Joseph Cotten y el propio Welles y para ello les fotografiaron casi durante todo el metraje con planos en ángulo holandés. Este plano se obtiene desviando la cámara del eje vertical y horizontal de su posición natural provocando en el espectador una sensación de desequilibrio e intranquilidad. De modo que estos tres actores parece que van a caerse de un momento a otro, como si Krasker quisiera hacer de ellos una Torre de Pisa durante todo el film. Nuestra conclusión no es otra que la de fragilidad en la vida de los tres personajes: Holly Martins porque puede perder a Anna Schmidt, Anna Schmidt porque puede perder a Harry Lime y Harry Lime porque puede perder la vida. Su mundo está siempre a punto de desvanecerse.
El origen del film se debe a una novela de Graham Greene que comenzaba a escribir en una Europa en posguerra. Le leyó algunas líneas a Alexander Korda para conseguir su financiación, a Korda le gustó y lo mandó 3 meses de "vacaciones" a Viena. Greene vio posibilidades en una Viena derruida y acabó entrevistándose con un oficial de la inteligencia militar británica que le habló del laberíntico alcantarillado de la ciudad, lugar que aprovechaban los contrabandistas para delinquir con la penicilina como objeto. La película estaba hecha.
Carol Reed llegó tiempo después a Viena para filmar, pero se sorprendió de la rápida reconstrucción de gran parte de los edificios de Viena, no le debió de resultar una grata sorpresa, pues buscaba exactamente una Viena aún en ruinas. Greene y Reed comenzaron a escribir el guión definitivo o más bien Green escribía y Reed leía el periódico tumbado en el sofá, cuando Greene acababa se iban a la cafetería y Reed se limitaba a decir: "Eso valdrá, pero eso otro no". En uno de esos cafés vieneses encontraron al artífice de la banda sonora, Anton Karas, que tocaba la cítara para obtener propinas de los clientes. Inmediatamente encandiló a Reed que le pidió componer la omnipresente canción "Harry Lime Theme" para la película.
La famosa y fantástica frase pronunciada por Orson Welles o Harry Lime: "Recuerda lo que dijo no sé quién, en Italia en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz, y ¿cuál fue el resultado? El reloj de cuco." se debió a Wilfrid Hyde-White que interpretó el papel de Crabbin, actor recordado posteriormente y sobre todo por su papel en "My fair lady".
"El tercer hombre" fue un éxito de crítica y de taquilla debido en gran parte a la implicación de todo el reparto en tareas que, a veces, poco o nada tenían que ver con su cometido.
El origen del film se debe a una novela de Graham Greene que comenzaba a escribir en una Europa en posguerra. Le leyó algunas líneas a Alexander Korda para conseguir su financiación, a Korda le gustó y lo mandó 3 meses de "vacaciones" a Viena. Greene vio posibilidades en una Viena derruida y acabó entrevistándose con un oficial de la inteligencia militar británica que le habló del laberíntico alcantarillado de la ciudad, lugar que aprovechaban los contrabandistas para delinquir con la penicilina como objeto. La película estaba hecha.
Carol Reed llegó tiempo después a Viena para filmar, pero se sorprendió de la rápida reconstrucción de gran parte de los edificios de Viena, no le debió de resultar una grata sorpresa, pues buscaba exactamente una Viena aún en ruinas. Greene y Reed comenzaron a escribir el guión definitivo o más bien Green escribía y Reed leía el periódico tumbado en el sofá, cuando Greene acababa se iban a la cafetería y Reed se limitaba a decir: "Eso valdrá, pero eso otro no". En uno de esos cafés vieneses encontraron al artífice de la banda sonora, Anton Karas, que tocaba la cítara para obtener propinas de los clientes. Inmediatamente encandiló a Reed que le pidió componer la omnipresente canción "Harry Lime Theme" para la película.
La famosa y fantástica frase pronunciada por Orson Welles o Harry Lime: "Recuerda lo que dijo no sé quién, en Italia en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz, y ¿cuál fue el resultado? El reloj de cuco." se debió a Wilfrid Hyde-White que interpretó el papel de Crabbin, actor recordado posteriormente y sobre todo por su papel en "My fair lady".
"El tercer hombre" fue un éxito de crítica y de taquilla debido en gran parte a la implicación de todo el reparto en tareas que, a veces, poco o nada tenían que ver con su cometido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"El tercer hombre" consiguió ganar el Óscar a la mejor fotografía en 1951, y mira que la fotografía de una Viena derrumbada era fea...

7,9
10.858
10
4 de junio de 2017
4 de junio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de extrañar que las dos mejores películas sobre alcoholismo hayan sido rodadas por directores eminentemente de comedias ("Días de vino y rosas", Blake Edwards; "Días sin huella", Billy Wilder), al fin y al cabo el ebrio puede mostrarse unas veces violento, otras eufórico, también derrotado, pero de lo que seguro no puede huir a ojos del sobrio es de una amarga comicidad, de ese patetismo que rezumaba en el payaso de Bonn y de Böll.
El inicio de "Días sin huella" es magistral. Plano de situación y panorámico de Nueva York que avanza hasta una ventana y con un plano de grúa nos colamos por ella. De la ciudad pasamos a un apartamento. De la generalidad, de lo común, pasamos a lo concreto, a lo particular. De la ventana pende una botella de whisky y gota a gota, fotograma a fotograma, la trama pende de una botella de whisky (la siempre última botella, la sempiterna última gota de alcohol). Pero no estamos invitados a presenciar la vida de Don Birnam, de un más que sobrio Ray Milland ("para interpretar bien a un borracho hay que estar muy sobrio", como puntualizaría Volker Schlöndorff en su entrevista con Wilder, allá por los ochenta), ya que Wilder nos introduce en su vida por la ventana y por la ventana no entran los invitados (¿Quién invita a otros a que conozcan las miserias propias?). Aun así es un deleite ser polizón en esta cinta.
Y toda esta presentación apenas alcanza el minuto de metraje... Seguramente es de sabios copiar una genialidad para comenzar una película y eso debió pensar Hitchcock para otra obra maestra, "La ventana indiscreta".
A lo largo de la cinta destacaría dos momentos. El monólogo de Milland ante el barman (muy en la línea del famoso monólogo de Hauer en "Blade Runner") y el plano clave de la silueta de la botella revelada en el techo.
Y una vez contada la historia, llega la hora de salir de la vida de Birnam y volver a nuestra vida, en el anonimato que proporciona la ciudad. También salimos por la ventana. Por supuesto. Nunca hemos dejado de ser polizones, nunca hemos dejado de ser el "voyeur" que fue Stewart en "La ventana indiscreta".
Sublime.
El inicio de "Días sin huella" es magistral. Plano de situación y panorámico de Nueva York que avanza hasta una ventana y con un plano de grúa nos colamos por ella. De la ciudad pasamos a un apartamento. De la generalidad, de lo común, pasamos a lo concreto, a lo particular. De la ventana pende una botella de whisky y gota a gota, fotograma a fotograma, la trama pende de una botella de whisky (la siempre última botella, la sempiterna última gota de alcohol). Pero no estamos invitados a presenciar la vida de Don Birnam, de un más que sobrio Ray Milland ("para interpretar bien a un borracho hay que estar muy sobrio", como puntualizaría Volker Schlöndorff en su entrevista con Wilder, allá por los ochenta), ya que Wilder nos introduce en su vida por la ventana y por la ventana no entran los invitados (¿Quién invita a otros a que conozcan las miserias propias?). Aun así es un deleite ser polizón en esta cinta.
Y toda esta presentación apenas alcanza el minuto de metraje... Seguramente es de sabios copiar una genialidad para comenzar una película y eso debió pensar Hitchcock para otra obra maestra, "La ventana indiscreta".
A lo largo de la cinta destacaría dos momentos. El monólogo de Milland ante el barman (muy en la línea del famoso monólogo de Hauer en "Blade Runner") y el plano clave de la silueta de la botella revelada en el techo.
Y una vez contada la historia, llega la hora de salir de la vida de Birnam y volver a nuestra vida, en el anonimato que proporciona la ciudad. También salimos por la ventana. Por supuesto. Nunca hemos dejado de ser polizones, nunca hemos dejado de ser el "voyeur" que fue Stewart en "La ventana indiscreta".
Sublime.

6,4
171
7
21 de diciembre de 2008
21 de diciembre de 2008
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra buena película alemana sobre la segunda contienda bélica mundial con un habitual dentro de este género como protagonista, Curd Jürgens. Se trata de un film donde se vuelve a tratar el tema de la obediencia ciega dentro de un sistema jerárquico o si debe imperar la propia personalidad y opinión cuando las órdenes se consideran que conculcan el sentido común.
Me gusta la fotografía de Albert Benitz, que no es que sea algo excepcional pero se la ve trabajada y con cierta delicadeza. Destaca también algún que otro diálogo sobre la "rassenamt", raza. Y tal vez peque un poco de argumentación confusa y difuminada y de los efectos especiales. Si te fijas bien, hacia el final, el avión tiene un "sospechoso" hilo en el morro y en la cola...
Me gusta la fotografía de Albert Benitz, que no es que sea algo excepcional pero se la ve trabajada y con cierta delicadeza. Destaca también algún que otro diálogo sobre la "rassenamt", raza. Y tal vez peque un poco de argumentación confusa y difuminada y de los efectos especiales. Si te fijas bien, hacia el final, el avión tiene un "sospechoso" hilo en el morro y en la cola...

7,0
1.482
6
20 de julio de 2007
20 de julio de 2007
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante trabajo de Lang a pesar de ser una película que ha pasado bastante inadvertida en el implacable transcurso de los años. La idea de la película es un poco fantasiosa pero entretiene mucho. Creérsela es difícil y por lo tanto meterse en ella también pero es bastante resultona.
Me gusta la actuación de Bennett pero no su papel. El papel que le dieron es para perder enteros y no lucirse. Pidgeon agradable y Sanders en su línea de "soy un caradura pero en elegancia no me gana nadie".
Como crítica sobre el nazismo lo prefiero en "Ser o no ser". No, no, que esa no es de Lang, quiero decir en "Los verdugos también mueren" Sí, eso quise decir.
Me gusta la actuación de Bennett pero no su papel. El papel que le dieron es para perder enteros y no lucirse. Pidgeon agradable y Sanders en su línea de "soy un caradura pero en elegancia no me gana nadie".
Como crítica sobre el nazismo lo prefiero en "Ser o no ser". No, no, que esa no es de Lang, quiero decir en "Los verdugos también mueren" Sí, eso quise decir.
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