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Críticas de Juan Marey
Críticas 631
Críticas ordenadas por utilidad
8
24 de abril de 2023
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En un principio las películas neorrealistas italianas no fueron muy bien acogidas por las autoridades españolas de la época, era un tipo de cine que no les convenía exhibir y, consecuentemente, sus estrenos se minimizaron o se produjeron a destiempo, pero esta limitada exhibición comercial no afectó a los jóvenes alumnos de la escuela de cine, por aquel entonces conocida como IIEC, que tuvieron conocimiento y acceso a ellas, esto les abrió los ojos al “realismo cinematográfico” como medio para modernizar la cinematografía española y, en la medida de lo permitido, introducir su crítica a la sociedad nacional católica y a la dictadura franquista, fue una ilusión o una gesta quijotesca que, en ocasiones, y pese a las muchas dificultades a superar, cobró cuerpo en la pantalla. Años antes de que los miembros del llamado Nuevo Cine Español dirigiesen sus primeros largometrajes, dos genios del cine español, Bardem y Berlanga, ya se habían acercado al realismo en “Esa pareja feliz” (1951), lo mismo había hecho José Antonio Nieves Conde en esa obra maestra que es “Surcos” (1951), posteriormente Berlanga abogaría por la sátira coral y social, mientras que Bardem continuaría desarrollando entornos reales en la también satírica “Felices pascuas” (1954) y en el drama “Cómicos” (1954), título que, unido a la corriente neorrealista italiana y a films como el de Nieves Conde, influiría en el debut de Mario Camus en la dirección de largometrajes.

Su primera película fue esta, “Los farsantes”, adaptación de un relato del escritor Daniel Sueiro, autor también de la adaptación y guion junto a Mario Camus. Mario Camus, que ya había trabajado con Sueiro en el guion de "Los golfos", de Carlos Saura, realiza con Sueiro un preciso y agrio guion que pone en escena con sencillez y rara sabiduría para un debutante, la atmósfera de los cuentos de Ignacio Aldecoa -del que ambos (Sueiro y Camus) son amigos y admiradores- palpita plano a plano en cada secuencia del filme, la ternura, la rabia, la ambigüedad sexual, la avaricia y la miseria son como ondas de un mar plasmado con realismo lírico. La historia se centra en una compañía de comedias que lleva el teatro por los pueblos de la España de principios de los años sesenta, representando obras como “Genoveva de Brabante”, y manifiesta de un modo crudo el malvivir de estos actores, mostrándonos las circunstancias vividas y sufridas por la troupe teatral en su itinerante tránsito por los pueblos de provincias.

Formalmente, la película presenta una puesta en escena clásica, no se nota en absoluto que sea una ópera prima, aparece ya el gusto de Camus por por hacer otro cine distinto al que permitía la censura, siempre en el límite de lo tolerado, como en las relaciones sexuales entre sí de los miembros de la compañía teatral, incluso con una relación homosexual sugerida, y un humillante “strip-tease” que, ciertamente, tenía de todo menos de sensual. Hay también una pintura realista, casi naturalista, de los pueblos de la España de los años sesenta, como marco y paisaje de un acre retrato de la farándula de la época, con sus penurias constantes, siempre con el agua al cuello en lo tocante a la economía, en el filo del alambre, incluso llegando a pasar hambre. Sirve la película también como documento de la época, con la presencia omnímoda de la Iglesia católica en todo, con la mojigata moral de los lugareños, con las ínfulas de la incipiente pequeña burguesía y su desdén para aquellos muertos de hambre del teatro, en un país que empezaba a desperezarse de una pesadilla, la dictadura franquista, que duraba ya más de dos decenios, y que todavía tardaría otro decenio largo en terminar.

Una excelente película, una magnífica muestra de cómo el cine español, pese a todas su carencias y limitaciones, siempre ha tenido la capacidad, gracias a un buen puñado de brillantes y voluntariosos “esforzados del celuloide”, de generar magníficos productos. Extraordinaria, una lástima que sea tan poco conocida incluso para cinéfilos.
Juan Marey
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7
20 de abril de 2023
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Keisuke Kinoshita es un cineasta bastante desconocido en España pero autor de un buen numero de películas realmente interesantes, como las maravillosas “El retrato de Midori (1948), o “La balada de Narayama (1958)” o las también estupendas “Ráfaga de nieve (1959), “Un amor inmortal (1961), “Historia de un combate a muerte (1963), “Anillo de compromiso (1950)”, “Una tragedia japonesa (1953)”, “Veinticuatro ojos (1954), o “ Farewell to Dream (1956)”, por citar algunas. Mentor de Masaki Kobayashi, formó junto a este, Akira Kurosawa y Kon Ichikawa, su propia casa productora: “Yonki no Kai” o “Club de los cuatro caballeros”, en 1969, con la finalidad de afirmar un proceso independiente de filmación. Keisuke empezó trabajando como fotógrafo, después fue ayudante de cámara, antes de ser promovido a ayudante de dirección, en 1943 dirige su primera película “Hana saku minato” o “Port of Flowers”, como anécdota, ese mismo año debutaba Akira Kurosawa, pero fue Kinoshita quién le ganó el Premio al Mejor director debutante del cine japonés. Trabajó en distintos géneros: comedia, drama, tragedia, cine social, films de época etc, buscó con afán el “realismo fotográfico” con planos largos, así como la estilización a través del llamado “fast cutting” o “corte rápido”, técnica con cámaras inclinadas. Recibió la “Orden del Sol Naciente” en 1984, y la “Orden de la Cultura”, en 1991.Si bien está situado un escalón por debajo de Yasujiro Ozu, Mizoguchi, Naruse y Kurosawa, Kinoshita es uno de los realizadores que revolucionaron el cine oriental.

“Carmen vuelve a casa”, 1951, es la primera película en color que se rodó en Japón. Kinoshita hace un film alegre, tierno, cautivador por momentos, una película muy bien fotografiada por Hiroyuki Kusuda, y la novedad pesa sobre el contenido real, aunque con frecuencia Kinoshita fuerza el patetismo en sus películas, aquí no lo intenta, hay efectos melodramáticos, pero el tono es jovial. En “Carmen vuelve a casa”, Kin Aoyama -Hideko Takamine- es una famosa bailarina de streaptease que exhibe su arte en Tokio y que regresa a su pueblo natal, los lugareños del poblado recuerdan con cariño sus días cuando era niña y adolescente, pero su padre, que tiene dificultades para caminar, se avergüenza de su profesión, el hecho que ella emigró y nunca regresó a su hogar le afectó con dureza, pero, pasados los años, no muestra interés en entenderla porque piensa que su profesión es sucia. Kin y su amiga, Akemi Maya -Toshiko Kobayashi- llegan a su poblado con mucha fanfarria y algarabía, el padre de Kin todavía se resiste y se esconde intencionalmente cada vez que las dos chicas anuncian su presencia, molesta por su negativa a escucharla, Kin, con la ayuda de Akemi deciden montar un espectáculo para toda la aldea, lo hacen en nombre del “arte de la danza”, pero los aldeanos se sienten más atraídos por el potencial de observar sus cuerpos en una posible desnudez.

El guion de Kinoshita pinta la trama con trazos amplios, estableciendo un concepto binario entre la vida rural y la urbana, nunca vemos la vida de Kin y Akemi en Tokio, así que toda esta caracterización de la vida de la ciudad podría ser una crítica interna de la ignorancia que tiene el pueblo sobre ellas, la ciudad y su materialismo representan el mal y la decadencia, la aldea rural la vida sencilla e idílica a la que se debería aspirar. Lo que también es interesante en la película es la complejidad de los personajes, hacen cosas buenas y cosas malas en diferentes momentos, y aunque algunos pueden ser mejores que otros, ningún personaje es siempre bueno, y ninguno es siempre malo.

Un buen film. Muy recomendable.
Juan Marey
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8
19 de abril de 2023
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Michael Curtiz, cuyo nombre era realmente Mihály Kertész, nacido en Budapest en 1886 y ganador del Oscar al mejor director en 1944 por “Casablanca”, fue uno de esos excelentes directores de origen europeo fichado por los grandes estudios de Hollywood, “Camino de Santa Fe” es la película número 50 de este director prolífico e infatigable, con 95 largometrajes en su haber, película que contó con una de las parejas más carismáticas del cine norteamericano de todos los tiempos, el australiano Errol Flynn y Olivia de Haviland, nacida en Japón pero establecida en California desde los tres años con su hermana Joan Fontaine, un año menor. La película transcurre en el año 1854 cuando el “Acta Kansas-Nebraska” pasó al Congreso del país, la cual permitía a la población de los futuros estados de Kansas y Nebraska decidir por sí solos el hecho de permitir o no la esclavitud dentro de sus territorios, esta Acta rechazaba el “Compromiso de Missouri” de 1820, el cual prohibía la esclavitud al norte de la latitud 36°30´, la aprobación de un Acta como esa fue la que promovió la formación del Partido Republicano, opuesto a la esclavitud, y la que provocó enfrentamientos entre los esclavistas y sus opositores, entre estos últimos destaca la figura de John Brown. El film de Curtiz muestra a John Brown, un genial Raymond Massey como una persona recta, de profundos principios religiosos, y a la vez cruel con sus enemigos, John Brown fue uno de los precursores de la guerra de secesión americana, un creyente religioso de armas tomar, un antiesclavista con las manos manchadas de sangre.

Cómo interpretes la película dependerá de tu punto de vista. Algunos seguramente la veréis como un homenaje a los valores caballerescos del establecimiento militar anterior a la guerra civil, dominado por aristócratas del sur como el general Robert E. Lee, mientras que otros puede que la veáis como la trágica saga de los mártires antiesclavistas de Harper’s Ferry, cuyo auto sacrificio provocó la guerra para liberar a los esclavos, esta emocionante película llena de acción se niega a tomar partido, pero permite al espectador tomar sus propias decisiones sobre los temas importantes presentados. Sin embargo, ¿qué pasa con su uso de la historia, que ha molestado a tantos críticos? al igual que cualquier gran trabajo pienso que “Camino de Santa Fe” no debe ser juzgado como un registro histórico, sino como una leyenda o mito que cuenta verdades universales, la película, a pesar de su nulo valor como documento histórico, es un estupendo film que cuenta con una magistral dirección de Curtiz, con personajes bien delineados, acción continua que mezcla amistad, compañerismo, lealtad, galanteo, heroísmo, traición, cobardía, fanatismo y grandes dosis de violenta, una muy entretenida película de ficción con personajes reales, con un final particularmente trepidante en el que suenan las trompetas de un destino que se escribe en el cuaderno pautado del cielo como un grito de libertad que, de forma excitante, te obliga a tomar partido en contra del eterno abuso del hombre contra el hombre, y te empuja a la rima poética de los verdaderos valores que deberían ser supremos en cada uno de nosotros. Así que, sinceramente, ¿qué importa que lo que nos cuente la película no sea verdad? ¿No es el cine un mero entretenimiento? Pues aquí lo hay a puñados.

Todo un clásico en el mejor sentido de la palabra y un entretenimiento emocionante también. Como todas las películas de guerra que son buenas, es una poderosa película contra la guerra.
Juan Marey
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8
11 de abril de 2023
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Tom DiCillo, uno de los iconos del cine “indie” norteamericano de los noventa, nos sorprendió a todos con la fantástica “Vivir rodando” (1995), al año siguiente nos regaló otra estupenda película, “Caja de Luz de Luna”, una obra que posee todos los elementos de su cine. En este caso elabora unos personajes al límite y totalmente estrambóticos a los que introduce en un contexto ajeno que ocasiona que estos deban salir hacia delante en unas situaciones que pasan del realismo puro a un surrealismo extremo sin perder de vista la búsqueda de representar una realidad, extraña, pero una realidad al fin y al cabo, desplegando todas sus excelencias en el trabajo visual para retratar esta historia conmovedora y tierna creando unos personajes totalmente cercanos y reconocibles.

DiCillo vuelve a demostrar su talento narrativo con una historia sencilla, contada con agilidad, que aborda en tono de comedia los ajetreos y tensiones de la vida moderna, que impiden disfrutar de los placeres más simples. Al, el protagonista —un inspirado John Turturro—, que tiene unas extrañas visiones donde las cosas parecen marchar hacia atrás, cree ver en ellas la necesidad de liberarse de las manías que le impiden ser el que fue en otro tiempo, le ayuda Kid, al que conoce casualmente, ambos desarrollan una amistad en que el uno se ocupa del otro. Kid, un joven algo alocado, que viste como David Crockett y vive en plena naturaleza, imprimirá algo de alegría a la vida anodina del ingeniero, y Al, que deseaba volver a casa, prolongará sus vacaciones por ahogar la soledad de su nuevo amigo.

La película, que compitió por el León de Oro en Venecia, mezcla hábilmente la road movie, la comedia y el drama para contarnos una fábula moderna sin moraleja sobre la imposibilidad de controlar los acontecimientos, una película que nos muestra a la perfección el persistente amor del director a tener como protagonistas a soñadores que son capaces de hacernos reír. Ambientada en el impresionante panorama de las Smokey Mountains, en Tennessee, forma parte del universo personal de Dicillo, un mundo lleno de aventuras, coincidencias, catástrofes, desilusiones y descubrimientos, a partir del fin de semana libre de responsabilidades y ataduras de Al Fountain, Dicillo nos muestra como abandonar la rutina puede abrir muchas puertas, si no se sabe siempre lo que se se debe esperar, uno se abre a los milagros de la vida, grandes y pequeños, que probablemente habían existido siempre pero pasaban inadvertidos.

Una extraña, peculiar y hermosa película, una bonita fábula sobre la libertad, sobre la pérdida de la juventud, sobre la amistad entre personas muy distintas y con modos de vida diferentes. Una película divertida, bien hecha, entrañable y con una pareja actores en estado de gracia.
Juan Marey
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8
6 de abril de 2023
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“Mariona Rebull” es una novela que, pese a que pueda parecer decimonónica, está escrita solo cuatro años antes de ser realizada su adaptación al celuloide, su autor Ignacio Agustí fue escritor y periodista, director durante un tiempo de la revista semanal “Destino” y asiduo colaborador de la revista “Triunfo”, un hombre culto y conservador políticamente, que dedicó gran parte de su vida a la literatura profundizando en la naturaleza humana. “Mariona Rebull” está incluida en una serie de novelas pertenecientes a la saga literaria “La ceniza fue árbol”, saga que consta de los siguientes títulos: “Mariona Rebull” (1943), “El viudo Rius” (1944), “Desiderio” (1957), “Diecinueve de Julio” (1965) y “Guerra civil” (1972), la más conocida adaptación fue la excelente “La saga de los Rius” (1976-1977), mucha más extensa y detallada que la también estupenda adaptación que nos ofreció Sáenz de Heredia, el cual se centró en la primera y la segunda entrega de la mencionada saga.

En su guion Sáenz de Heredia traza el contexto histórico con las mínimas pinceladas necesarias para adentrarse en lo que verdaderamente le importa, la tragedia amorosa que vive Joaquín Rius (José María Seoane), por eso cambia la estructura narrativa para que sea el propio personaje el que relate su pasado a una amante circunstancial (Sara Montiel) que ha conocido en un viaje a Madrid, mediante varios flashbacks descubrimos a un hombre tan obsesionado por su trabajo que incluso gestiona sus sentimientos como si se tratara de un asunto de negocios, su boda con Mariona Rebull (Blanca de Silos), a pesar de saber que ama a un amigo suyo (Tomás Blanco), le será útil para entrar en el círculo aristocrático al que no pertenece por nacimiento, sin embargo, el corazón acabará por traicionarle en más de una ocasión. Las dos novelas de Ignacio Agustí contienen un cosmos humano y social enorme, desbordante, en “Mariona Rebull” película, se ha prescindido de todo lo que se conceptuó corno accesorio para la estricta comprensión de su argumento, han sido prácticamente eliminados los sucesos de las huelgas del año noventa y de la “semana trágica”, se han apartado los tipos de menor importancia, el procedimiento narrativo es otro y en definitiva, lo que se ha pretendido — y logrado— que permaneciera íntegro es ese formidable ejemplar humano que es Joaquín Rius, y que toda la dramática historia que en su torno se fragua no perdiera ni uno solo de sus múltiples latidos.

José Luis Sáenz de Heredia ha dirigido la película con maestría, con cariño, con entusiasmo. La perfección técnica de «Mariona Rebull» sólo puede compararse con su potente mecanismo de emociones, cada encuadre responde a un sutil estilo cinematográfico en el que luces, sombras, sonidos, decoraciones, sólo actúan como elementos creadores de ambientes y como fondo perfecto donde encaja la humana historia de los personajes. En la obligada referencia que todo comentario debe conceder a la interpretación, podemos decir, como elogio general, que todos los actores de la película realizan eso tan difícil de hacer como es substituir en nuestra imaginación a aquellos personajes que la lectura de la novela había forjado. José María Seoane lleva a cabo sin ninguna duda la mejor y más completa creación de su carrera, a muchísima distancia sobre las demás que le recordamos, desde el principio al fin de la película mantiene el tono recio de su gesto y sabe cómo matizar, cuando así conviene, la inflexible humanidad de Rius, hasta proporcionarle una entrañable perspectiva humana; Blanca de Silos compone una maravillosa Mariona y en ella funde la gracia, la ternura, el dolor, la desesperación y el engaño con un arte singularísimo: Sarita Montiél es una deliciosa Lula, frívola, coqueta, pero capaz también de poner lágrimas de pena en sus pupilas llenas de luz; Alberto Romea, en su papel del cajero Llobet, realiza también una interpretación muy considerable, y, para no prolongarme en exceso, vaya también mi más caluroso elogio a Tomás Blanco, Carlos Muñoz, José María Lado...
Juan Marey
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