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Críticas de Juan Marey
Críticas 631
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de diciembre de 2023
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Un Robespierre, interpretado por Richard Basehart, es el antagonista de “El reinado del terror”, un film en el que Anthony Mann no pretende la reconstrucción de un periodo negro en la Historia, prefiere o se decanta por una intriga en las sombras, en cuartos oscuros y en locales que no desentonarían en un film ambientado en el Chicago de la “prohibición”, salvo la persecución diurna, los decorados callejeros también apuntan hacia esa intención que agudiza la negrura que se respira durante esos días en los que Robespierre, que domina con su libro negro a la Asamblea, apunta a dictador de Francia. “El reinado del terror” toma la Historia y crea su propia historia para ofrecer un thriller intenso, en el que no importa demasiado caer en los tópicos del género: infiltrados, suplantación de identidad, sed de poder, luces y sombras, más de estas que de aquellas, persecuciones y claro, un romance, pero lo mejor del film es su estética noir y el uso que Mann hace de los decorados, de las sombras antes referidas, de los espejos y de las situaciones que ubica (en su mayor parte) en el París de 1794, una especie de bajos fondos donde los políticos no difieren demasiado de los gánsteres tratados en el cine negro.

El título original de “El reinado del terror” es “The black book” (El libro negro), el libro negro de Robespierre es aquel que contiene el listado de aquellos que él considera que deben ser eliminados por ser enemigos de la República, aunque más bien por ser obstáculos para que establezca su dictadura, lo que invita a que la película pueda ser contemplada como una corrosiva y punzante alegoría sobre la solapada atmósfera de “terror” y la convulsa situación que se vivía en la industria hollywoodiense en aquellos años, con la inclemente persecución de “La caza de brujas” realizada, o más bien ejecutada, por el Comité de actividades antinorteamericanas (HUAC), que tuvo como resultado que los que eran considerados como simpatizantes del ideario comunista fueron estigmatizados en una lista negra, un año después se acuñaría el término 'McCarthysmo', por la intensa cruzada en busca del comunista camuflado que promovería el senador Joseph McCarthy (aunque no hubiera participado en el citado comité, aunque sí inspirado), la correspondencia entre Robespierre y McCarthy es manifiesta: el propósito de McCarthy era establecer una dictadura del pensamiento, un cerco que restringiera la libre expresión, o cuando menos que interfiriera en la expresión de valores o ideas que se consideraran divergentes.

La obra es un dechado de inventiva visual, parangonable a las otras obras de film noir que Mann realizó en esos años, como “Justa venganza” (1948), “La brigada sucida” (1947), “Orden: Caza sin cuartel” (1948), “Incidente en la frontera” (1949), o “Calle lateral (Side street)” (1950), un prodigio de elaborados encuadres y de fascinante orfebrería de los claroscuros, en el que fue capital la colaboración del director de fotografía, John Alton, a lo que añadir aquí, para acentuar la opresiva y tortuosa atmósfera, los decorados creados por William Cameron Menzies (también a cargo de la producción). En esta obra la tensión no decrece, y en buena medida esa atmósfera opresiva se debe a la planificación y la composición de los encuadres, en muchas secuencias no se recurre a los planos generales, escuetamente, se concentran en planos cerrados, sostenidos por la tensión entre las figuras en los diferentes términos del encuadre, hay secuencias que se planifican como si cercaran a los personajes, y los oprimieran los contornos de los encuadres.

Francamente entretenida, cine de altura, de esas sesiones de tarde inolvidables donde aprendimos a soñar.
Juan Marey
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8
9 de diciembre de 2023
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Réne Clément es sin duda uno de los más grandes cineastas surgidos en la posguerra francesa, no se trataba simplemente de un artesano más o menos competente –lo cual en sí mismo ya sería digno de mayor reconocimiento del que recibió-, sino que nos encontramos ante un cineasta con un mundo expresivo y temático propios, una doble vertiente que contemplando “Demasiado tarde” (Le mura de malapaga/Au dela des grilles, 1949) aparece con una clarividencia pasmosa, y es que además de resultar una película magnífica, digna del altísimo nivel de sus primeros títulos, es quizá en esta ocasión donde la quintaesencia del cine de Clément se expone de manera más rotunda.

El decorado, el espacio, es un personaje más de la película, el elaborado tratamiento del espacio y decorado, como escenario, refleja la relación de los personajes con la realidad, entre la asfixia, la precariedad y el deterioro, “Más allá de las rejillas”, es la traducción del título en francés, de ahí no parecen que hayan salido los personajes, por una razón u otra, sea por precariedad económica o afectiva. Las calles son angostas, y parecen cernirse sobre los que se desplazan entre ellas, transpira hacinamiento, como ese piso de una familia en donde la familia numerosa parece apretujada en sus casillas reducidas mientras duermen, en una casa cuyo amplio pasillo parece más bien el orificio de un espacio que parece amenazado por el derribo, un espacio agreste en el que conviven con otras especies animales, sean gallinas o gatos, esa sensación de amenaza de derrumbe transmite la ciudad, como la propia vida del protagonista, Pierre, un como siempre formidable Jean Gabin.

Una historia de amor imposible, desgarrada, dolorosa, llena de fuerza e intensidad, pero al margen de la fuerza de su relato, destacan aspectos técnicos de gran relevancia, como esos planos con los que Clément parece adelantarse a la Nouvelle Vague, en los que la cámara parece estar situada fuera de cualquier eje, desconozco si la elección formal fue deliberada o forzada por las circunstancias, el caso es que su resultado aparece fascinante, brindando algunos instantes en los que ese desequilibrio visual proporciona al relato un matiz casi irreal, dentro de una historia en la que el espectador llega a transpirar el drama colectivo que se extiende por una ciudad llena de ruina, pero que intenta sobreponerse a sí misma merced a la vitalidad de unos habitantes heridos, pero al mismo tiempo dispuestos a dar una segunda oportunidad a unas vidas casi truncadas. La película brinda la quintaesencia del mundo expresivo y temático de Clément, para ello no hay más que destacar la semejanza que poseen sus imágenes con varios de los títulos de su filmografía, en donde destaca su poderosa descripción de ambientes de clases bajas y obreras, o ese apego que el director francés sostuvo por los personajes infantiles –de los cuales su máxima expresión se encuentran en la maravillosa “Juegos prohibidos”, (1952) –, sin duda fue uno de los realizadores europeos más sensibles a la hora de trasladar a la pantalla las complejidades que encierra la aparente inocencia infantil, o incluso un matiz muy poco tratado, como es el de describir espacios cerrados y opresivos, en los que el hombre se encuentra como un ser encerrado, será algo que tendrá su máxima expresión en la excelente, “Los felinos”, (1964).

Una extraordinaria película sumida en un incomprensible olvido, todo un torrente de vida y emociones. Una espléndida y poco conocida obra de un Réne Clément que nos confirma una vez más su condición de gran cineasta.
Juan Marey
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8
6 de diciembre de 2023
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Tal como me sucedía a mi, seguramente la mayoría de vosotros nunca tuvisteis noticias de la vida y de la muerte de aquella muchacha italiana que fue María Goretti, nacida en la pobreza, crecida en la indigencia diaria, del pan duro de cada día y enfrentada a la muerte con asombroso valor. El Séptimo arte fue el que nos rescató del olvido la vida y la muerte de quien fue la santa María Goretti, al cine se debe el conocimiento de la sencilla y conmovedora peripecia que fue la vida de aquella “ragazza” que se enfrentó a la muerte con la más ejemplar entereza para defender su virtud, para guardar su virginidad, para no pecar, para vivir – y morir – acompañada de Dios, que aceptó el martirio para morir perdonando. Fue María Goretti, sin desearlo, dejándose vivir, una lección de humildad y de amor a su prójimo en la aventura diaria de su menesterosa familia o acaso, en el drama de sobrevivir cada jornada, cada noche, en la más áspera y adversa tierra italiana durante el último estertor decimonónico y principios del siglo XX, y es justo celebrar que el cine italiano convirtiera en imágenes la asombrosamente dura que fue la vida, la aventura diaria de aquella familia Goretti en el desapacible marco rural que, entonces, era el campo italiano, la zona pantanosa próxima a Nettuno, en el Lacio, casi frente al mar.

El curtido Augusto Genina dirigió con mucho aplomo esta meritoria biografía sobre santa María Goretti, protagonizada por la debutante Inés Orsini. El cineasta italiano se apoyó en la fuerza de las imágenes y supo medir muy bien los tiempos, para narrar una historia que nos va anticipando la tragedia. Su estilo sigue las pautas del cine neorrealista, iniciado unos años antes por Roberto Rossellini, con la emblemática “Roma, ciudad abierta”. Como la cinta pone de manifiesto, María Goretti compensaba su escasa formación con una gran diligencia a la hora de atender a sus obligaciones y una sencilla religiosidad, se convirtió en un ejemplo de compasión cuando, sin haber cumplido aún los doce años, perdonó a su verdugo antes de morir, después de haber sido reiteradamente apuñalada por él. Por cierto, Alessandro se arrepentiría de su terrible crimen y abrazaría el catolicismo durante su paso por la cárcel, una vez cumplida su condena ejerció como jardinero y portero en un convento capuchino, recibió el perdón de la familia Goretti y fue llamado como testigo en el proceso de beatificación de María, asimismo, estuvo en la canonización de su víctima, oficiada por el papa Pío XII, en 1950.

Conforta que esta película italiana pueda ser valorada por espectadores que ya no la podremos ver en pantalla grande gracias a los soportes que podemos calificar como domésticos, gracias a ellos podemos contemplar las imágenes asombrosas de “Cielo sobre el pantano” y recordar que el cine tuvo realizadores como Augusto Genina, sencillamente geniales. También sería injusto, demasiado injusto, silenciar la mención, el elogio, de la actriz que da presencia al personaje protagonista, a María Goretti, lo hizo una actriz de la cual – por lo menos en España – no se tenía noticia: Inés Orsini, jovencísima entonces, en los últimos años cuarenta, hizo una interpretación del personaje central, de la santa, poniendo de relieve su encanto y su talento, valores que su director supo potenciar, al ver la proyección del “Cielo sobre el pantano”, se percibe esta influencia en Inés Orsini, observad por ejemplo el plano en que esta actriz se entrega a la muerte perdonando, ese plano, con ese leve giro de la cabeza, con ese rostro vencido, es una inolvidable lección de cine, tanto de la actriz como del director.

Por sus altísimas calidades la película obtuvo el Premio Internacional de la Oficina Católica Internacional del Cinema, concedido por la dirección de Augusto Genina, fue también premiada en la Mostra Internazionale Cinmatográfica de Venecia, también fueron reconocidas sus calidades al conseguir el Premio de la Presidenza del Consiglio dei Ministri como el mejor film italiano.
Juan Marey
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8
11 de noviembre de 2023
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Joseph H. Lewis es un director bastante desconocido por nuestros lares, su mejor film es sin duda alguna esa obra maestra titulada “El demonio de las armas”, esa película parecía una de esas rarezas que sólo se dan una vez en la vida, pero escarbando en la más que desconocida filmografía de Lewis, uno se da cuenta de que a este tío no le sonó la flauta con el film mencionado, un año antes realizó “Relato criminal”, un thriller maravilloso centrado en una investigación para apresar a uno de los criminales más buscados de Estados Unidos, historia claramente inspirada en Al Capone.

El punto de partida de “Relato Criminal” es contarnos como un agente federal intenta apresar al criminal más buscado por las autoridades, un gangster al que algunos ciudadanos miran como un auténtico héroe, protegido por uno de los mejores abogados de la ciudad siempre logra evadir a la justicia gracias a las argucias legales más rebuscadas jamás imaginadas, la única forma de meterlo entre rejas es conseguir su libro de cuentas (el verdadero, evidentemente) y condenarlo por evasión de impuestos. Nos ofrece como protagonista no a un duro detective sino a alguien potencialmente tan poco carismático como un agente del Tesoro (ya me perdonarán los lectores que trabajan en dicho departamento), que responde al nombre de Frank Warren (un muy inspirado Glenn Ford), tal y como indican los rótulos iniciales, lo que pretende la película es reivindicar a esas personas que hicieron un trabajo tan duro por el bien de la sociedad y que no son suficientemente recordadas.

El enfoque que Lewis la da a la historia es inmejorable, la película trata de darnos a conocer a esos héroes anónimos que meten entre rejas a delincuentes súper conocidos, para ello opta por un enfoque a mi juicio muy acertado, mientras que que somos testigos en todo momento de lo que hace el agente federal, la cara del delincuente en cuestión nunca nos es desvelada, viéndole únicamente, y de lejos, al inicio y al final de la película. Y, por descontado, aunque aquí la clave sean los balances de cuentas, en un filme sobre gangsters no pueden faltar los tiros y las escenas de suspense, el gran mérito de los guionistas y el director es conseguir un balance bastante equilibrado entre dichas secuencias de corte más policíaco con aquellas de tipo más realista, en que los protagonistas batallan infructuosamente contra una organización criminal demasiado poderosa para ellos, comandada por «el Gran Hombre», cuyo rostro nunca vemos.

Joseph H. Lewis es el cerebro en la sombra con su nada grandilocuente realización, pero haciendo gala de una pericia que ya quisieran otros. Con un dominio perfecto del ritmo, adornado en algunos momentos de movimientos de cámara arriesgados y atrevidos para la época, Lewis nos introduce de lleno en la más que interesante trama de la película, una trama que se vuelve oscura y violenta según va avanzando, incluso se permite el lujo de cambiar un poco de tono, sin que esto dañe lo más mínimo al film, me refiero al momento en el que el personaje central está perdido porque se cree vencido por el sistema, al no poder hacer nada contra las amenazas que ha recibido por continuar con sus actividades, instante ese en el que Lewis nos habla de que nunca hay que tirar la toalla si creemos que hacemos lo correcto.

Una excelente película, pienso que no está nada mal pasar una buena tarde viendo un clásico del tipo de “Relato criminal” que, sin ser obra maestra, sí es una obra de factura intachable, incluido el guion.
Juan Marey
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8
6 de noviembre de 2023
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El revolucionario del cine mexicano, Emilio “El Indio” Fernández quizás sea el principal artífice y emblema de la llamada época de oro del cine mexicano, siendo uno de los directores más destacados de su tiempo. Combatiente en la revolución mexicana y hecho preso en 1923, Emilio escapó y se exilió hacía los Estados Unidos donde trabajó de lavandero, camarero, estibador, ayudante de prensa, y finalmente, albañil, cerca de los estudios de Hollywood, oficio que consecuentemente lo llevó a ser un constante extra y hasta doble de estrellas, principalmente de Douglas Fairbanks. Sin embargo, en su paso definitivo hacia la grandeza fílmica faltaba una gran pieza, y es que si bien comenzó a emprender algunos oficios que gradualmente le hicieron adquirir todos sus conocimientos en actuación, dirección y guion, fue en 1930 cuando dicho elemento completó ese complejo rompecabezas: Sergei Eisenstein, su principal influencia narrativa y visual, tres años después del experimento del ruso llamado ¡Qué Viva México!, se confirmaría no solo el amor de Sergei por México, sino también la concepción de una pasión fílmica sin precedentes que llevarían a “El Indio” a construir su propio estilo, enfocado en evocar todos los valores del patriotismo, de la sociedad y de la cultura mexicana, estéticamente basados en el ambiente revolucionario (y post revolucionario) en el que nació, se forjó y evolucionó tanto su obra como su persona.

Emilio Fernández estaba en la cima de su carrera cuando hizo “Pueblerina”, una demostración de lo que podía lograr incluso con un bajo presupuesto, sin un reparto estelar, está protagonizada por dos actores hasta entonces de segunda categoría (unos extraordinarios Roberto Cañedo y Columba Domínguez, por cierto, pienso que Columba Domínguez merece un lugar más destacado entre las grandes actrices mexicanas de aquellos años) y rodada en apenas tres semanas. Es considerada por críticos e historiadores del cine mexicano como una de las mejores películas de Fernández, nunca los elementos típicos del mundo “Emiliano” han estado al servicio de una historia que, por ser tan simple y universal, articula los procedimientos de construcción de la narrativa fílmica para condensarlos con sencillez y sinceridad. La fotografía corre a cargo de un grande, Gabriel Figueroa, admirable como sabía cuidar la composición fotográfica, la luz y, sobre todo, la simbología popular que representaba visualmente en sus encuadres, a destacar también su expresionismo visual, las sombras y la luz fueron dos técnicas que manejó de una forma magistral como fotógrafo de cine, todo esto nos lo muestra a la perfección en esta excelente película.

Otro de los aspectos que más destacan en “Pueblerina” es la tipificación de los personajes a través de su inserción en el paisaje, Aurelio y Paloma marcan la pureza de la familia en su trabajo en la tierra, evocando una armonía Hombre-Naturaleza, amenazada en este caso por los hermanos González (Julio y Ramiro), los hombres más ricos del pueblo, obsesionados con expulsar a Aurelio e imponer el terror a todos si se incumplen sus órdenes. Se trata de una pareja cuyo amor y fortaleza responden al sufrimiento de la soledad y el rechazo de la comunidad, son dos marginados, que juntos intentan superar las adversidades impuestas por la intriga y la codicia de los hombres. El amor por la tierra une a la pareja rechazada, caracterizado por la dedicación de la mujer y el desinterés del hombre, este es quizás el tema principal de la obra de Fernández, el amor a la tierra, “Pueblerina” es la culminación de este culto “Emiliano”, que se expresa de la manera más sencilla, sin caer en el patrioterismo y los diálogos pomposos, es una película sobre la tierra a través de personajes directamente vinculados a la tierra, cuyas vidas dependen de ella.

De las mejores películas de Emilio Fernández, un film con aires de western que bien podría haberlo firmado el maestro John Ford, una película más vigente que nunca gracias a su argumento centrado en la miseria humana, el abuso y violación, una historia que conmueve y llena de rabia a partes iguales. La etiqueta de su título se extiende hacía un director que en efecto, siempre se consideró como “pueblerino”, logrando no solo captar el entorno minimalista de una cultura que arrastraba el caos de la guerra, sino también difundirla hacía al exterior con una madurez artística digna y al nivel de todos los maestros europeos y americanos de aquel tiempo.
Juan Marey
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