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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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12 de septiembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento de "Nueve Reinas", el personaje de Gastón Pauls le pregunta a Ricardo Darín: "Que querías ser de chico cuando pensabas en tu adultez?". Él responde sin dudarlo "Cómplice"
Hay acaso expresión mas pura y directa de como opera la culpa sobre nuestra subjetividad?
Esa culpa elemental que describió Freud como el motor de nuestras acciones, de nuestras maldades, de nuestros crímenes
La pregunta sería, porque nos sentimos culpables?
De que?
Muchas respuestas aparecen como posibles con quizás una única certeza: No existe la ausencia de culpabilidad
El mundo capitalista, forjado sobre la posesión ha alimentado esta culpa elemental
Porque para triunfar o más no sea, para subsistir en este mundo hay que tener, pero tener significa siempre que otro no tenga.
Tener es solo posible de definir sobre la ausencia de tener, el sentido de pertenencia del que tiene siempre se asienta sobre la desgracia del que no tiene, del marginal, de ese peligro horrendo que es caer en el agujero negro de la falta de propiedad, del despojo, de aquel que ha perdido hasta la intimidad y queda expuesto cruelmente a los ojos de todos viviendo en la calle
Ahora, puede quizás pensarse a esa culpa como positiva porque es necesaria para evitar la deshumanización, la ausencia de sensibilidad, la indiferencia más atroz?
Como lograr que esa culpa angustiante nos equilibre frente a la inescrupulosidad de la amoral consumista, sosteniendonos en la condición humana frente a aquel que elige ya no sentir más nada frente al sufrimiento ajeno, al que se impermeabiliza hasta la existencia más fría y desidiosa?
Por otro lado, como compensar el peso de la culpa que puede arrastrarnos a lo que Eugenio Zaffaroni llama "el suicidio triangular" por medio del cual haciendo daño a otros nos autodestruimos, nos castigamos por ser portadores de la culpa?
Un escenario extremadamente complejo que ha merecido gran parte de la filmografía de Alfred Hitchcock y sus intrigas del falso culpable o del culpable que es víctima de si mismo o del sistema que lo produce.
En estos casos, me aferro a la que considero la más extraordinaria de las obras cinematográficas sobre el tema: "No matarás" (1988) en la que el director polaco Krzysztof Kieslowski desarrolla una retorcida estructura, casi una maquinaria perversa que funciona por medio de la culpa. Desde un joven irracional que comete un brutal crimen aparentemente gratuito hasta un Estado que ejecuta una condena con la pena de muerte creyendo que por medio de ello la culpa puede sofocarse. Sin embargo, el filme parece sentenciar que cuando la muerte es tan anunciada desde el código penal mismo, lejos de ser sublimación y prevención del crimen producido por la culpa, es alimento, motivación para encontrar en esa "muerte legal" el placebo, es decir la ficción de una paz que emula el anhelo que dice prometer la pulsión de muerte: Dejar de sentir, dejar de vivir, dejar de sufrir esa culpa que quema al interior del alma.
14 de abril de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Toni Erdmann" es la desmitificación de la figura paterna. Es una película anti edípica, anti patriarcal, que rebate las sociedades de control y las morales leviatánicas incuestionables de la religión y el poder.

Un padre falible, ascético, fóbico a las estructuras que generan en su hija una personalidad áspera, pragmática, calculadora y justamente hiper estructurada. El filme recorre la vejez del padre y la adultez de su hija, momento en que las psicologías de ambos los forman como una continuidad, una misma entidad, ambivalente y contradictoria

Es esa escena maravillosa del número musical un viaje desde ese presente hacia el pasado que no contemplamos. Winfried incentiva a su hija para que represente una canción, que cante al ritmo de su piano, junto a él, como cuando era niña frente a un público improvisado pese a la misantropía de ella.
Y allí comienza su periplo, el nuestro

El tiempo se desdobla, la realidad se desmorona en solo ellos dos, se aísla del mundo y sus convenciones, el de los negocios y la formalidad de ella, las falencias paternales y la desidia de él.
Ines canta como cuando era niña, cuando los sueños de su padre la imaginaban en el escenario, con el enorme caudal de su voz construyendo una carrera interpretativa. Pero lo hace sin gracia, sin salir de su papel de ejecutiva insensible y despiadada con la economías locales, cada uno de sus gestos están fabulosamente calculados actoralmente, se percibe la desesperanza, la frustración, algunos atisbos de un pasado lúdico en un baile aparatoso que sin embargo no puede romper las barreras de su moral financiera y su actitud empresarial.

Winfried la mira como si los años no hubieran pasado, como si detrás de esa depredadora de traje de etiqueta y consumidora de cócteles en fiestas refinadas aun viviera su pequeña hija, el futuro de un mundo renovado, de su mundo. Como si volviera a empezar y pudiera intentarlo nuevamente.

Lo que Winfried descubre y admite es que seguramente fallaría de nuevo. Porque un padre falla. Porque un hijo hace lo que puede con esa falla y se construye. Porque la perfección y la correcta instrucción solo existe en los imaginarios de aquellos que reproducen una educación impoluta e incuestionable, por sus intereses, para gobernar, para evitar la rebelión.

Equivocarse es tan parte del que enseña como rebelarse lo es para el que aprende.
Y así, construir juntos.
Construirse.
Como el mas duradero acto de amor.
12 de enero de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es casualidad que Werner Herzog haya desarrollado este documental sobre la caverna de Chauvet.
Por su historia personal (anécdotas de la infancia de por medio), por su cine, tan emparentado con las expresiones humanas en su contexto y por su ideología, volcada en sus filmes, la cual, según Ricardo Parodi (licenciado en psicología y profesor de cine) giran en torno a las mismas cuestiones repetidas en diferentes situaciones: Lo absurdo y lo inútil como características inherentes del iluminismo y el método racional al afirmar que todo saber tiene un camino, un modelo de ejecución que puede ser rastreado y aplicado en pos de la verdad, univoca, platónica.

Por esto ultimo pienso que la realización del filme en una caverna no solo tiene anclaje con la particularidad de las obras artísticas mas antiguas de la humanidad hasta ahora conocidas, sino también muestra una señal por parte de Herzog de jugar de visitante en el terreno mismo del racionalismo, de las verdades universales, fundadas quizás en el pensamiento occidental con esa abominable (al menos para quien escribe) teoría de la caverna del inefable Platón.

Herzog hasta se da el lujo de bromear con esa teoría utilizando un fragmento del filme "En alas de la danza" en el que Fred Astaire rememora las fabulosas representaciones cavernarias y el teatro chino (que mantienen el mismo principio) bailando con sombras gigantes, cual figuras divinas, imponentes, celadoras, que en un momento dejan de replicar las acciones del bailarín para cobrar autonomía, disociando realidad de proyección.

Es así que la película se parte en dos. Una primera parte apoyada en la ciencia, en lo técnico, en esos profesionales que intentan explicar, develar, transpolar toda la lógica de hace 30.000 años atrás hacia el presente, hacia nuestro pensamiento, costumbres, formas de vida. En la segunda mitad, Herzog parece tirar por la borda todos sus esfuerzos demostrando, que aun con los mayores adelantos técnicos, cuidados ambientales, medidas gubernamentales, puertas de acero y microclimas, siempre habrá interrogantes, eslabones perdidos, agujeros en una reconstrucción estéril.

Es que el director se apoya en la premisa que defiende hacia el final del metraje al afirmar (arriesgadamente) que nada de lo que ocurre es real, que todo es producto de un tiempo y un espacio y que imaginarlo es posible, pero nunca afirmarlo, deducirlo y así justificarlo (Como lo ha hecho la iglesia católica durante mas de 2000 años), usando la metáfora de cocodrilos mutantes productos de la radiación y el pseudo progreso, coloca a la humanidad, esa entidad que los científicos intentan definir como el producto del pensamiento evolucionado, de la escritura, de la complejidad social, política y religiosa plasmadas todas estas en el arte, al mismo nivel que las especies originadas por esa radiación, unos cocodrilos mutantes sin melanina que se desplazan por un ambiente igualmente artificial a unos pocos kilómetros de las cavernas

Lo que Herzog dice es que esos cocodrilos somos nosotros, la humanidad forjada en miles de años de convenciones culturales, de sistemas de representación y fórmulas económicas, de ataduras morales y de una fisificidad dependiente, que succiona nuestra libertad de pensamiento y nos encaja, nos mantiene presos en el tiempo y el espacio.
Como lo afirma en un momento del filme "Estamos atrapados en la historia, ellos (por el hombre de hace 30.000 años) no".

Así, la búsqueda de una mirada objetiva, de una motivación definida se vuelve absurda, vacía, inútil e innecesaria y las palabras que llenaban el filme durante su primera parte comienzan a escasear. Es momento del silencio y apreciar las pinturas, el arte de estos hombres que han viajado en el tiempo por medio de su obra, pero no para que los conozcamos a ellos, ni siquiera ellos mismos (como nosotros) deberían saber quienes eran, sino para que admiremos su visión del mundo, su manera de contemplar lo inabarcable, la existencia y todos sus inexplicables fenómenos. O dios, como quieran llamarlo.
13 de noviembre de 2011 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado 11 años desde que disfrute por primera vez esta maravillosa obra y cada vez que veo los títulos finales surge el mismo pensamiento en mi cabeza: “Que maldito afortunado soy”. Afortunado por haber sido contemporáneo a la película más genial de la historia del cine argentino, a una de las actuaciones más memorables de la historia del cine argentino y a uno de los 5 (¿por qué no?) guiones más inteligentes de la historia del cine mundial. Entre tanto recuento y tanta historia me surge una idea, Nueve Reinas es temporal y a la vez eterna.

Temporal porque nos habla de una Argentina que padecimos y que poco a poco estamos dejando atrás, la del chantaje, la de los negocios sucios, la de los extraditados protegidos impunemente, la de los bancos fantasmas, en fin, la de los “garcas” como se le dice por aquí. Un tiempo y una sociedad que no queremos volver a ser, pese a que muchos, muchísimos disfrutaron. Y a la vez es eterna porque su relato puede y podrá contarse en cualquier año, de cualquier momento, con cualquier contexto y en cualquier país del mundo y su resultado será exactamente igual, un puta genialidad de un genio al solo podremos disfrutar más que por lo que ha hecho y no por lo que hará.
Hace un tiempo escuche por ahí que las grandes películas tienen algo en común, y es que pueden contarse anacrónicamente y por ende ser disfrutadas por todo tipo de públicos en distintas latitudes y etapas temporales. La máxima le cabe como anillo al dedo a Nueve Reinas. Lejos de lo que sus ínfimos detractores puedan decir, su guion no es tramposo, sino que es inteligente. Todo aquello que pasa en sus 114 minutos es posible, nada esta forzado y su andar se desliza ante nosotros con una suavidad y liquidez que nos envuelve, nos hace parte, nos transforma en un estafador mas corriendo de un lado al otro junto a Darín (¡!monumental!!) y Pauls en sus andanzas de dinero y estampillas.

Pasaron 10 minutos desde que vi nuevamente los créditos y la sensación de fortuna se va tornando en agradecimiento. A Darín, a Pauls, al fabuloso “Gallego” (con cariño) Vidal Gandolfo, a Bredice, a Bielinsky. Fabián Bielinsky…el mejor ejemplo que la inmortalidad es posible para todos los “don nadie”, pues él, que hasta allí era un desconocido de los nuestros, vivirá por siempre en su inolvidable Nueve Reinas.
Toy Story 3
Estados Unidos2010
7,9
117.898
Animación, Voz: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack ...
9
29 de julio de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la genialidad borda lo insuperable uno siente una mezcla de satisfacción con amargura. Satisfacción por saberse ante una obra maestra hermosa y excitante para nuestros sentidos y amargura porque difícilmente pueda llegar a verse algo similar en los tiempos futuros. Pixar tira año tras año por la borda sin concesiones la segunda parte de esto que consideraba una máxima personal hasta hace un tiempo indeclinable.

Luego de Wall-E, UP y Buscando a Nemo, el amigo Unkrich, ya sin Andrew Stanton a su lado, nos da una verdadera lección de cine. Comedia, romance, western, cine negro como los clásicos policiales de antaño con mesa de apuestas y malechores incluida, suspenso y aventuras al mejor estilo Indiana Jones y para coronarlo, un fragmento con una banda sonora (en la escena del basurero) de golpes metálicos similar a la utilizada en los momentos de mayor adrenalina y persecuciones de la inolvidable Terminator 2. Fue en ese preciso instante sentado en mi butaca escuchando esas estrofas que me ponían la piel de gallina trayendo a mí los gloriosos momentos de principios de los 90, cuando no me importaba lo previsible del final, que sin embargo luego me terminaría emocionando hasta las lagrimas, sino solo estaba ahí, yo y mis sentidos bailando, gozando y envidando a la genialidad de aquellos que como una receta han compuesto una obra magnífica.

Gracias Pixar, por dejarme decir a viva voz sin vergüenza que he pagado una entrada para ver una peli al lado de cientos de niños, disfrutando tanto o aun mas que ellos frente a la pantalla, y definitivamente gracias por mirar al costado en medio de la sala de cine y observar que otros de mi misma edad o aun mayores gozaban como yo de semejante espectáculo.
La nostalgia de mis años más felices golpea a menudo mi puerta, sobre todo en mis tardes de mayor frustración y tristeza, sin embargo existe un momento en el cual puedo volver a sentirme un niño sin responsabilidades ni miedos por el gris mundo que me espera afuera...solo tengo que visitar una sala de cine o poner play en mi DVD y esperar que la lamparita andante aplaste la “i” y una sonrisa se dibuja en mi rostro

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