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Críticas ordenadas por utilidad
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6,5
5.918
8
23 de agosto de 2008
23 de agosto de 2008
10 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a lo que Alejandro Jodorowsky se dedica es a reírse de mí y del mundo, que lo siga haciendo por muchos años.
La psicomagia me la suda, pero sus películas me entretienen muchísimo.
Sin duda, el mejor spaghetti Eastern que he visto y veré en la vida (...ya no han vuelto a hacer más...)
La psicomagia me la suda, pero sus películas me entretienen muchísimo.
Sin duda, el mejor spaghetti Eastern que he visto y veré en la vida (...ya no han vuelto a hacer más...)

5,9
37.683
1
23 de agosto de 2008
23 de agosto de 2008
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Shrek Tercero es el perfecto ejemplo de lo que -para mí- no debería ser JAMÁS el cine, una película "cómica" que más que la risa provoca el llanto, llanto amargo producido al descubrir en qué se está conviertiendo lo que antes fue un arte (recordemos que la taquilla manda, y Shrek Tercero fue un puto e incomprensible taquillazo mientras obras maestras contemporáneas como Zodiac recuperaron lo que habían costado de milagro).
Seré sincero: yo entré ya al cine odiando a Shrek -ese engendro verde fruto de una imitación de Homer Simpson muy poco afortunada-… pero es que salí abominándolo. Cuando espero que algo no me guste y voy a verlo, intento sacarle todos los fallos posibles para que mi prejuicio salga victorioso -sí, como crítico imparcial no tengo precio-, pero con este film no me hizo falta empezar a buscar defectos porque ellos solitos empezaron a agolparse en mis retinas uno tras otro nada más comenzar el metraje. Me había prometido no ir al cine a ver Shrek Tercero ni borracho, pero quedé con mi novia y unos amigos y me atreví a dar el paso (diré a mi favor que en un puto multicine de ocho salas proyectaban: Ocean’s Thirteen en una (ya vista -otra mierda-), Hostel II en otra (no meto a mi chica en un film así ni drogándola)… y Shrek Tercero en las SEIS salas restantes).
Shrek me pareció una película mala (soy un acérrimo Pixar-fan), pero con la novedad… y Shrek 2, UNA BAZOFIA. Sin embargo, esta segunda parte se vuelve increíblemente buena al compararla con la tercera película (¿película?), porque más que película Shrek Tercero resulta ser una pesada sucesión de gilipolleces supuestamente graciosas intercaladas entre canciones pop en inglés con Shrek y compañía haciendo más gracias pero esta vez en plan videoclip (por la música y eso).
Qué robo.
Seré sincero: yo entré ya al cine odiando a Shrek -ese engendro verde fruto de una imitación de Homer Simpson muy poco afortunada-… pero es que salí abominándolo. Cuando espero que algo no me guste y voy a verlo, intento sacarle todos los fallos posibles para que mi prejuicio salga victorioso -sí, como crítico imparcial no tengo precio-, pero con este film no me hizo falta empezar a buscar defectos porque ellos solitos empezaron a agolparse en mis retinas uno tras otro nada más comenzar el metraje. Me había prometido no ir al cine a ver Shrek Tercero ni borracho, pero quedé con mi novia y unos amigos y me atreví a dar el paso (diré a mi favor que en un puto multicine de ocho salas proyectaban: Ocean’s Thirteen en una (ya vista -otra mierda-), Hostel II en otra (no meto a mi chica en un film así ni drogándola)… y Shrek Tercero en las SEIS salas restantes).
Shrek me pareció una película mala (soy un acérrimo Pixar-fan), pero con la novedad… y Shrek 2, UNA BAZOFIA. Sin embargo, esta segunda parte se vuelve increíblemente buena al compararla con la tercera película (¿película?), porque más que película Shrek Tercero resulta ser una pesada sucesión de gilipolleces supuestamente graciosas intercaladas entre canciones pop en inglés con Shrek y compañía haciendo más gracias pero esta vez en plan videoclip (por la música y eso).
Qué robo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¡Y atención al mensaje final para los niños! Al menos, esta es la interpretación que hice yo: el -por casualidad- héroe verde y asqueroso "se salva" finalmente de cumplir con sus obligaciones (cuidar el reino de su suegro fallecido) metiendo a un pringado engañado en su lugar, mientras él huye-regresa a su charca-caverna de barro y mierda para revolcarse con miniShreks verdes, eludiendo olímpicamente sus responsabilidades.
Buena lección para tus hijos, sí señor.
No nos olvidemos tampoco del imprevisible ¿clímax? (imprevisible en el sentido de que te lo esperas malo pero jamás hasta ese punto): mientras la segunda entrega terminaba mal y previsiblemente, es decir, con el típico combate buenos vs. malos a ritmo de canción discotequera, en Shrek Tercero decidieron que lo mejor sería ahorrarse la batallita de rigor (por lo visto les hacía ilusión salir en El libro Guiness de los records como la película con el mayor anticlímax de la historia).
Comentemos un poco el panorama: ahí estaba yo, terminándome ya el litro de Coca Cola, con ganas de que empezara la típica batallita final para así salir pronto del cine; en pantalla se encuentra Srhek acorralado por todos los malos de cuentos infantiles famosos, y, de repente, aparece Arturo, el nuevo y horrendo personaje de la saga, que comienza a pronunciar uno de los discursos más demagógicos que he oído en un cine (y he oído varios…), y que se puede resumir en: "¿por qué sois así? ¿sólo porque os han escrito malvados tenéis que comportaros como tales?" Y entonces empiezan a tirar las armas todos los malos y a decir: pues a mí lo que realmente me gustaría es cultivar melocotones, y sandeces por el estilo. Y fin. Sí, fin, y yo con la boca abierta viendo al gato de mierda y al puto burro bailar junto a los títulos de crédito una canción de Justin Timberlake u otro m------ por el estilo.
Eso sin contar otras escenas estrella como la de la madre Fiona derribando paredes con la cabeza sin ningún tipo de justificación (sí, será un film para niños, pero no para retrasados mentales, ¿no?) o la de su padre/rana muriendo repetidas veces en un intento patético de hacer graciosa la muerte de un ser vivo.
Lo dicho. Qué robo.
Buena lección para tus hijos, sí señor.
No nos olvidemos tampoco del imprevisible ¿clímax? (imprevisible en el sentido de que te lo esperas malo pero jamás hasta ese punto): mientras la segunda entrega terminaba mal y previsiblemente, es decir, con el típico combate buenos vs. malos a ritmo de canción discotequera, en Shrek Tercero decidieron que lo mejor sería ahorrarse la batallita de rigor (por lo visto les hacía ilusión salir en El libro Guiness de los records como la película con el mayor anticlímax de la historia).
Comentemos un poco el panorama: ahí estaba yo, terminándome ya el litro de Coca Cola, con ganas de que empezara la típica batallita final para así salir pronto del cine; en pantalla se encuentra Srhek acorralado por todos los malos de cuentos infantiles famosos, y, de repente, aparece Arturo, el nuevo y horrendo personaje de la saga, que comienza a pronunciar uno de los discursos más demagógicos que he oído en un cine (y he oído varios…), y que se puede resumir en: "¿por qué sois así? ¿sólo porque os han escrito malvados tenéis que comportaros como tales?" Y entonces empiezan a tirar las armas todos los malos y a decir: pues a mí lo que realmente me gustaría es cultivar melocotones, y sandeces por el estilo. Y fin. Sí, fin, y yo con la boca abierta viendo al gato de mierda y al puto burro bailar junto a los títulos de crédito una canción de Justin Timberlake u otro m------ por el estilo.
Eso sin contar otras escenas estrella como la de la madre Fiona derribando paredes con la cabeza sin ningún tipo de justificación (sí, será un film para niños, pero no para retrasados mentales, ¿no?) o la de su padre/rana muriendo repetidas veces en un intento patético de hacer graciosa la muerte de un ser vivo.
Lo dicho. Qué robo.

3,5
4.109
6
22 de diciembre de 2017
22 de diciembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me molestaría en escribir estas líneas si Emoji: la película (Emoji de aquí en adelante) fuese tan solo el film nefasto que todos quieren ver. Pero es que Emoji tiene subtexto. Y es un subtexto aterrador.
Sí; formalmente, estamos ante una película nefasta. Sin tensión, sin imaginación, sin belleza, sin nada. ¿Qué podía hacer Anthony Leondis, segundón responsable de subproductos de la talla de Lilo & Stitch 2, ante el desafío de hacer interesante una película sobre emoticonos de una app para el móvil? Poca cosa. Técnicamente hablando, eso es lo que hace: poca cosa.
Vayamos al subtexto. Con subtexto no me estoy refiriendo a lo abominable del hecho de que esta película pueda verse como una “obra hiperactiva de propaganda interactiva en la que Spotify salva al mundo” (David Ehrlich dixit), en la que Sony, una de sus productoras (la otra es LStar Capital, firma de capital privado encargada de cofinanciar las películas del gigante japonés bajo la que se esconde el fondo estadounidense Lone Star Funds –un fondo que, a través de su empresa Neinor Homes, está reactivando la burbuja inmobiliaria en España (100% Evil Corp, vamos)–); perdón, me voy por las ramas. Lo abominable (o, al menos, lo más abominable) no es que Sony se dedique a vendernos lo cool que supone poseer un móvil de última generación (“Como a todo chico de 15 años, [a Gene] le gusta más el móvil que… que… jaja, ¡nah! Sólo le gusta el móvil. Tiene instaladas todas las aplicaciones menos una, que se llama hacerle caso al profe”.). Lo verdaderamente aberrante son los mensajes que esconde la historia.
(Desmenuzo los detalles de la trama en la zona spoiler:)
Sí; formalmente, estamos ante una película nefasta. Sin tensión, sin imaginación, sin belleza, sin nada. ¿Qué podía hacer Anthony Leondis, segundón responsable de subproductos de la talla de Lilo & Stitch 2, ante el desafío de hacer interesante una película sobre emoticonos de una app para el móvil? Poca cosa. Técnicamente hablando, eso es lo que hace: poca cosa.
Vayamos al subtexto. Con subtexto no me estoy refiriendo a lo abominable del hecho de que esta película pueda verse como una “obra hiperactiva de propaganda interactiva en la que Spotify salva al mundo” (David Ehrlich dixit), en la que Sony, una de sus productoras (la otra es LStar Capital, firma de capital privado encargada de cofinanciar las películas del gigante japonés bajo la que se esconde el fondo estadounidense Lone Star Funds –un fondo que, a través de su empresa Neinor Homes, está reactivando la burbuja inmobiliaria en España (100% Evil Corp, vamos)–); perdón, me voy por las ramas. Lo abominable (o, al menos, lo más abominable) no es que Sony se dedique a vendernos lo cool que supone poseer un móvil de última generación (“Como a todo chico de 15 años, [a Gene] le gusta más el móvil que… que… jaja, ¡nah! Sólo le gusta el móvil. Tiene instaladas todas las aplicaciones menos una, que se llama hacerle caso al profe”.). Lo verdaderamente aberrante son los mensajes que esconde la historia.
(Desmenuzo los detalles de la trama en la zona spoiler:)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una lectura superficial podría no hacernos ver las verdaderas intenciones del monstruo. Gene parece ser el patito feo que nadie traga. El universo le tiene reservado un lugar en el que no encaja. Al principio intentará adaptarse, pero finalmente decidirá aceptarse y ser él mismo y todos reconocerán su valía. Por el camino, a Gene le dará tiempo a enamorar a Lady Hacker, que aprenderá no se sabe muy bien qué (aparte de a bailar) durante el periplo, y en el mundo real, Alex (el niño), conseguirá un acercamiento con Addie (su amor platónico).
Ahora cojamos la lupa. La película nos presenta, claramente, un UNIVERSO EMPRESARIAL, donde los iconos trabajan al son de su caprichosa directiva (Alex). Por tanto, el problema no es que Gene no encaje en el mundo, sino que no encaja EN LA EMPRESA. ¿Cuál es la solución? La solución, por supuesto, no es revolucionar ese mundo de esclavitud regulada, sino convertirse en el TRABAJADOR TOTAL, ese joven proactivo capaz de adoptar cualquier rol que la directiva (Alex) le requiera (ojo: Gene consigue ser él mismo cuando adopta un estado de sentimientos multipolares esquizofrénicos –tiene dentro más multitudes que el puto Walt Whitman–). Gene se vuelve un trabajador dinámico y flexible, totalmente adaptado a cualquier circunstancia, sin ataduras (Lady Hacker y él acaban siendo una especie de follamigos; esto, por supuesto, no se explicita en la película, pero está, y si no se desarrolla una historia de amor tradicional no es porque Lady Hacker sea un icono feminista independiente –no olvidemos que con su triste “¿De qué sirve salvarse uno mismo si no hay nadie más?” se despide de la nube (el único lugar donde teóricamente se podía ser quien uno quisiera –y digo teóricamente porque al final esa nube se nos presentaba como una gran urbe New York style, en la que poca libertad se intuía–) dejando atrás todos sus sueños en pos del redil empresarial sin rechistar, consiguiendo, eso sí, no convertirse en una princesa o en una novia, sino en una… follamiga–, sino porque en la nueva empresa no hay sitio para ataduras personales fuertes que puedan hacer flojear tu férreo compromiso con la empresa).
Al final, todos bailarán en su nueva cárcel/app recién pintada, con una sonrisa más tenebrosa que la de la psicópata buenrrollista Smiler (puesto que ellos sonríen de verdad, ignorantes de seguir viviendo confinados en una cárcel), como esos trabajadores modernos de Google que tiene sus salones de juego EN EL TRABAJO, su tiempo de ocio DENTRO DEL TRABAJO y sus vidas dedicadas única y exclusivamente AL TRABAJO. No hay nada más triste y más deseable para la empresa que unos trabajadores que sonríen y juegan a la comba con sus cadenas.
Como colofón, quedan las perlitas del mundo real de la película: “[…] quién es el guapo que tiene tiempo para escuchar palabras de verdad. […]”. O: “son más pesados que un vídeo de Youtube de 15 minutos” (fomentando el déficit de atención prolongada con un par). O ese tristísimo “He de contestar al mensaje de Addie, ¿qué le escribo? Nada. ¿Nada? Las palabras no molan. Vale. Algo que mole, algo que mole [se pone a buscar emojis]”. A propósito de este diálogo, fui tan iluso como para esperar que tras el calco a Inside Out del momento papelera de Hi-5, en la que vemos la carta que Alex escribió a Addie expresando sus sentimientos y que nunca se atrevió a mandar, esa carta se recuperaría y enviaría para demostrarnos que hay sentimientos difícilmente reproducibles a través de un icono. Pero las palabras seguirán sin molar y la carta de Alex se pudrirá en la papelera. Alex conquistará a su chica con un emoticono último modelo, y los guionistas todavía tendrán la desfachatez de poner en boca de Addie: “Me gusta que seas un chico que sabe expresar sus sentimientos”. Con un emoticono de mierda.
En ese mundo tampoco habrá beso ni relación convencional. Bailarán juntos emulando a los esquizofrénicos emojis al son de las convenciones sociales, mientras se hacen millones de selfies.
Ahora cojamos la lupa. La película nos presenta, claramente, un UNIVERSO EMPRESARIAL, donde los iconos trabajan al son de su caprichosa directiva (Alex). Por tanto, el problema no es que Gene no encaje en el mundo, sino que no encaja EN LA EMPRESA. ¿Cuál es la solución? La solución, por supuesto, no es revolucionar ese mundo de esclavitud regulada, sino convertirse en el TRABAJADOR TOTAL, ese joven proactivo capaz de adoptar cualquier rol que la directiva (Alex) le requiera (ojo: Gene consigue ser él mismo cuando adopta un estado de sentimientos multipolares esquizofrénicos –tiene dentro más multitudes que el puto Walt Whitman–). Gene se vuelve un trabajador dinámico y flexible, totalmente adaptado a cualquier circunstancia, sin ataduras (Lady Hacker y él acaban siendo una especie de follamigos; esto, por supuesto, no se explicita en la película, pero está, y si no se desarrolla una historia de amor tradicional no es porque Lady Hacker sea un icono feminista independiente –no olvidemos que con su triste “¿De qué sirve salvarse uno mismo si no hay nadie más?” se despide de la nube (el único lugar donde teóricamente se podía ser quien uno quisiera –y digo teóricamente porque al final esa nube se nos presentaba como una gran urbe New York style, en la que poca libertad se intuía–) dejando atrás todos sus sueños en pos del redil empresarial sin rechistar, consiguiendo, eso sí, no convertirse en una princesa o en una novia, sino en una… follamiga–, sino porque en la nueva empresa no hay sitio para ataduras personales fuertes que puedan hacer flojear tu férreo compromiso con la empresa).
Al final, todos bailarán en su nueva cárcel/app recién pintada, con una sonrisa más tenebrosa que la de la psicópata buenrrollista Smiler (puesto que ellos sonríen de verdad, ignorantes de seguir viviendo confinados en una cárcel), como esos trabajadores modernos de Google que tiene sus salones de juego EN EL TRABAJO, su tiempo de ocio DENTRO DEL TRABAJO y sus vidas dedicadas única y exclusivamente AL TRABAJO. No hay nada más triste y más deseable para la empresa que unos trabajadores que sonríen y juegan a la comba con sus cadenas.
Como colofón, quedan las perlitas del mundo real de la película: “[…] quién es el guapo que tiene tiempo para escuchar palabras de verdad. […]”. O: “son más pesados que un vídeo de Youtube de 15 minutos” (fomentando el déficit de atención prolongada con un par). O ese tristísimo “He de contestar al mensaje de Addie, ¿qué le escribo? Nada. ¿Nada? Las palabras no molan. Vale. Algo que mole, algo que mole [se pone a buscar emojis]”. A propósito de este diálogo, fui tan iluso como para esperar que tras el calco a Inside Out del momento papelera de Hi-5, en la que vemos la carta que Alex escribió a Addie expresando sus sentimientos y que nunca se atrevió a mandar, esa carta se recuperaría y enviaría para demostrarnos que hay sentimientos difícilmente reproducibles a través de un icono. Pero las palabras seguirán sin molar y la carta de Alex se pudrirá en la papelera. Alex conquistará a su chica con un emoticono último modelo, y los guionistas todavía tendrán la desfachatez de poner en boca de Addie: “Me gusta que seas un chico que sabe expresar sus sentimientos”. Con un emoticono de mierda.
En ese mundo tampoco habrá beso ni relación convencional. Bailarán juntos emulando a los esquizofrénicos emojis al son de las convenciones sociales, mientras se hacen millones de selfies.

6,2
4.814
2
24 de agosto de 2017
24 de agosto de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía siglos que no escribía una crítica, pero Juste la fin du monde me ha exasperado tanto que no he podido evitar recaer en mi antiguo vicio.
A mí el Dolan de Mommy me gusta bastante, pero que con solo 28 años el chico ande firmando una película por año desde J'ai tué ma mère dice muy poco de su contención creadora y, lo que es peor, de su capacidad de criba. Ni Woody Allen es capaz de evitar algún pestiño aplicando ese método de filmación estajanovista.
El film que nos ocupa es la peor película hasta la fecha del francés. Gente sobreactuada nivel Jack Nicholson modo mal (salvo la Cotillard poniendo la misma cara de boba de siempre) frente a un Gaspar Ulliel con cara de enfermo y ojitos de cordero degollado. Mucha reacción inexplicable, gente de los nervios sin motivo, momentos videocliperos con Dragostei Din Tei de fondo y todo al final para nada. Porque eso es esta peli, una nada absoluta sin dirección que pretende hacerse pasar como una catástrofe personal y-barra-o catarsis griega. Y bueno, algo de catástrofe tiene, pero de catástrofe artística.
¿Lo mejor? Que dura poco (y menos mal, porque aún así se me hizo larga).
A mí el Dolan de Mommy me gusta bastante, pero que con solo 28 años el chico ande firmando una película por año desde J'ai tué ma mère dice muy poco de su contención creadora y, lo que es peor, de su capacidad de criba. Ni Woody Allen es capaz de evitar algún pestiño aplicando ese método de filmación estajanovista.
El film que nos ocupa es la peor película hasta la fecha del francés. Gente sobreactuada nivel Jack Nicholson modo mal (salvo la Cotillard poniendo la misma cara de boba de siempre) frente a un Gaspar Ulliel con cara de enfermo y ojitos de cordero degollado. Mucha reacción inexplicable, gente de los nervios sin motivo, momentos videocliperos con Dragostei Din Tei de fondo y todo al final para nada. Porque eso es esta peli, una nada absoluta sin dirección que pretende hacerse pasar como una catástrofe personal y-barra-o catarsis griega. Y bueno, algo de catástrofe tiene, pero de catástrofe artística.
¿Lo mejor? Que dura poco (y menos mal, porque aún así se me hizo larga).
8
4 de febrero de 2008
4 de febrero de 2008
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Ciencia del Sueño, nuevo experimento del (joven, sí, pero para mí ya de culto) director Michel Gondry (uno de mis principales objetos de admiración cinematográfica actual debido a la evolución de su trabajo y sus constantes propuestas visuales y narrativas -es el nuevo Méliès, sin duda-), entra dentro del género que más me gusta: el de los INADAPTADOS, esos personajes que por alguna razón huyen de la realidad y todo lo que ella conlleva o al menos la ignoran.
Michel Gondry no ha alcanzado en La Ciencia del Sueño las cotas a las que logró llegar con ¡Olvídate de mí! (y es que la sombra de Kauffman es alargada…), pero si nos alejamos de las odiosas comparaciones con esa joya del séptimo arte e indiscutible obra cumbre de las películas románticas que será considerada como una de las mejores películas de la década dentro de unos años, La Ciencia del Sueño no sólo se nos presenta como la (sí, es cierto) sencilla triste comedia romántica que es en el fondo, sino también como un magnífico film rebosante de detalles, paranoia y creatividad; una película repleta de nubes de algodón, celofán y caballitos de trapo, una obra menor, sí, pero todavía de culto, y sin duda, una de los mejores films que nos dejó el 2007, junto con Zodiac, Grindhouse, [REC], Tideland, Supersalidos, En la ciudad de Sylvia y un brevísimo etcétera.
Michel Gondry no ha alcanzado en La Ciencia del Sueño las cotas a las que logró llegar con ¡Olvídate de mí! (y es que la sombra de Kauffman es alargada…), pero si nos alejamos de las odiosas comparaciones con esa joya del séptimo arte e indiscutible obra cumbre de las películas románticas que será considerada como una de las mejores películas de la década dentro de unos años, La Ciencia del Sueño no sólo se nos presenta como la (sí, es cierto) sencilla triste comedia romántica que es en el fondo, sino también como un magnífico film rebosante de detalles, paranoia y creatividad; una película repleta de nubes de algodón, celofán y caballitos de trapo, una obra menor, sí, pero todavía de culto, y sin duda, una de los mejores films que nos dejó el 2007, junto con Zodiac, Grindhouse, [REC], Tideland, Supersalidos, En la ciudad de Sylvia y un brevísimo etcétera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película narra las desventuras de Sthepane (alter ego de Gondry, pues al igual que el protagonista vivió en ese mismo apartamento, trabajo de maquetador de calendarios, etc.) en París, una vez que su padre muere de cáncer y decide volver a Francia junto a su madre. Allí encontrará, principalmente, un trabajo rutinario y horrible, un compañero de trabajo con un grado perversión sexual considerable (contrapunto cómico y a la vez asidero al mundo real del protagonista durante la película), y, por encima de todo, a Sthepanie, una chica a la que terminará amando, no correspondidamente (y que nos recuerda esos malos tragos que todo el mundo ha pasado, cuando te enamoras de alguna jodida estúpida y mediocre que encima no te corresponde). Y rodeando, salpicando, sumergida en todo esto, la ineluctable creatividad de Sthepane/Gondry y sus sueños, que traspasan sus noches de sueño y alcanzan el mundo real, confundiéndolo, enriqueciéndolo en una caótica amalgama. Realidad y sueño, cuántas grandes películas sobre este tema nos ha regalado el séptimo arte.
PD: La tía podría estar más buena
PD: La tía podría estar más buena
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