Esta segunda parte de The dead es mucho más trepidante que su predecesora, y como la anterior brilla sobre todo en los momentos de acción o terror. Por momentos, como aquella, recuerda a los spaguetti zombies rodadas por Fulci o Lenzi, pero también a la serie B de videoclub de los 90. Con un marcado tono dramático y pesimista, tiene un acertado protagonista que lleva todo el film y unos maquillajes artesanales simples pero efectivos. Buena fotografía, buen ritmo y con momentos emocionantes. Puede que su argumento no sea nada original, pero está todo bien llevado. No se entiende la baja puntuación.

Mezclemos los traumas de guerra con el canibalismo más chungo, pongamos a un actorazo de género como John Saxon (Operación Dragón, Pesadilla en Elm Street), unas pequeñas dosis de picante y un terror que va in crescendo, y nos quedará una delicia ochentera extraña y fascinante.

La novena de la saga de Toreto tiene un inicio espectacular en Tailandia con motos y cochazos sobreviviendo a un largo campo de minas y casualmente caen en ellas todos los malos que van por nuestros héroes, ellos si no se libran de todas salen vivos y tan tranquilos. La fantasmada constante por superar las hazañas de Ethan Hunt en sus misiones Imposibles hace que se vea más como un film fantástico de superhéroes que como un film realista de acción. Sus físicos pasan las mil y una y ni despeinarse ni quejarse, algún pequeño rasguño, también le resta credibilidad, pero eso es algo que los fans de la saga ya asumen. También que no haya sangre, ni violencia ni sexo( que grandes eran los 70, 80, 90s) hacen de ella una peli de acción para toda la familia, y a estas alturas ya estamos acostumbrados todos. Qué buena habría sido dirigida con total libertad por Michael Bay o Robert Rodríguez, la parte de los coches en el espacio es tan delirante como Machete Kills. Como comentábamos el film tiene un arranque brutal pero el interés poco a poco va disminuyendo, debido a ser lo mismo de siempre, pero con escenas de acción alternas que quitan el hipo, sobre todo la parte final. John Cena como actor dramático no, pero cumple en sus escenas físicas: el resto lo de siempre. Si se quedan viendo los créditos tendrán una bonita sorpresa. Como siempre, sobra el maldito reguetón, por ahí sí que no paso. Y la duración: habría sido perfecta durando hora y media.

Este exploit de El cazador de Cimino, pero evitando discursos y dramas y yendo a la pura acción, la aventura, es todo un Grindhouse seguramente degustado varias veces por Tarantino, admirador de Margheriti. Tan salvaje, cruda y sangrienta sin complejo alguno, tan propio de los italianos artesanos de la serie B. Y sin complejos hay que verla, y poder disfrutarla como lo que es: una simple y barato survival con estética de tebeo de Hazañas bélicas y bolsilibro, con mucha acción y violencia y acercamientos al cine de horror, en especial la escena de las ratas. Maquillajes y gore charcuteros y encantadores. Con los Fulcianos Warbeck, Farroll y Bobby Rhodes, el inolvidable chuloputas de Demons.

Para ser barata y underground, cumple con su objetivo: sangre, con una escena de una embarazada, eso sí de muy mal gusto , terror y un ritmo más trepidante de lo normal en estas producciones B que rozan la Z, gracias a la labor de Steven C. Miller, aquí antes de dirigir las últimas cintas baratas de Willis o Cage. La fotografía sosa y la cámara mareante a lo Bourne, el abuso de heavy metal o un final que parece apresurado, más que nada porque se secuela no se llegó a realizar, no evitará hacernos pasar un rato divertido y bruto, que es de agradecer en estos tiempos de dictadura moral.