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Críticas 747
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
26 de noviembre de 2008
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el espectador piadoso obvia el hecho de que la chica cuyo secuestro sirve de hilo argumental a la película es hija de un superagente 86 jubilado que corre como Ato Boldon, que salta como un impala, que pelea como Hulk Hogan, con los recursos del inspector Gadget, de inteligencia viva como el teniente Colombo, manitas como MacGyver, fuerte como Máximo Décimo, letal como Mamba Negra, con el encanto de Bond, James Bond, y con el mismo sentido del honor y la justicia que William Wallace, si el espectador piadoso obvia todo ello, decía, y teniendo en cuenta que Liam Neeson es Liam Neeson y no Arnold Schwarzenegger, nos queda que VENGANZA es como Mentiras Arriesgadas pero sin el humor que rezuma a borbotones en la cinta de James Cameron y con un lastre con respecto a ésta: los que lanzaron al mercado Mentiras Arriesgadas sabían a ciencia cierta que la película es una comedia.
En todo caso VENGANZA se deja ver.
Si el espectador es una persona piadosa, digo...
26 de febrero de 2025
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que no sabe uno al iniciarse el CÓNCLAVE si va el protagonista al final a calzarse o no las sandalias de Voldemort, siempre es un placer estar en una sala a oscuras enfrente de una pantalla grande para pasar dos horas en compañía del inefable Ralph Fiennes.
Acaso no sea CÓNCLAVE la triunfadora en la noche de los Óscar, que, en la pertinacia por mostrar las miserias de la iglesia católica, se deja en el camino lo fantástico de la fotografía, lo sublime de la ambientación, lo excelso del plano actoral. Sin embargo, y en cualquier caso, es una excelente película. Una excelente película con un tanto difuso final.
Y es que en el acceso de furia postrera de los responsables, en la carga definitiva de la caballería, se pasó por alto, vaya usted a saber quién cometió la simonía, lo mucho que recordaba el todo a Un cadáver a los postres por cuanto a las culpabilidades e inocencias, y disparatadas circunstancias, de alguno de los personajes entre los del litigio.
Benson señora.
22 de enero de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un truco al que agarrarse para que ignorantes de mi calibre puedan disfrutar de LINCOLN como un perro con dos colas. Porque LINCOLN es, en efecto, una película para americanos. Para americanos o para ciudadanos del resto del planeta con una cultura medio decente, claro.
Es un truco primo hermano de aquel truco que, en las facultades, permitía a los alumnos aventajados prepararse los exámenes con veinte hojas de apuntes cuando los demás, torpes, inútiles, acudíamos con doscientas: la capacidad para la síntesis. Y es que es lo mismo: no había que tomar todos los datos allá, en la clase, durante aquellos maravillosos años, bendita inocencia, no había que tomar todos los datos para obtener buenas notas, digo, de igual modo que no se requiere asimilar cada uno de los pormenores de la “peli” para llegar a la conclusión de que, sí: es extraordinaria.
Así puede uno quedarse sólo, por tanto, con la idea de que el íntegro Abe no era tan íntegro, o con la de que Dios escribe recto con renglones torcidos. Puede uno quedarse con la divertida interpretación de James Spader, que se ha comido al James Spader de los noventa, o con la creación gigante de Daniel Day-Lewis, tan honesto, de pasos inseguros y orejas beligerantes. O con la música de John Williams, que es otro milagro, o con la fotografía de Janusz Kaminski, que es impresionante.
Tenía que hacerse LINCOLN. Es obligatorio recordar que porque hubo hombres que se obstinaron la vida es hoy mejor y no olvidar que muchos de entre los grandes, muchos de los que pelearon por un bello ideal, pobres visionarios, fueron asesinados.
Es necesario tener como modelos a los que por siempre jamás serán tenidos como modelos y preceptivo imitar, desde luego, a los que trabajan por la paz, ya que de ellos es el reino de los cielos.
Ignorantes del mundo, pues: uníos. O acercaos al cine en masa a ver la película de Steven Spielberg, a elegir.
9 de marzo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene algo de tranquilizador la perspectiva del tiempo que ofrece Robert Zemeckis, algo apacible. Sosiega ver en Forrest Gump a las mismas figuras pescando en el mismo sitio sobre el mismo puente con veinte años de diferencia lo mismo que apacigua en REGRESO AL FUTURO, por ejemplo, la atávica costumbre de plantar pinos del viejo Peabody.
Hubo en las vidas de los niños de los ochenta un antes y un después de REGRESO AL FUTURO, como si a todos se nos hubiesen detenido los relojes de repente a las diez y cuatro minutos de una noche de tormenta, como si la mayoría de los coches se hubieran transformado a la vez en un DeLorean.
Exponente aventajado de un Cine que se cuidaba hasta el extremo para presentarse en plenitud de condiciones, REGRESO AL FUTURO llegó a España como el mejor regalo de las navidades de 1985, envuelto en el papel de colores del maestro Spielberg y con un fresquísimo guión firmado a medias planteando una cuestión extraordinaria.
Han pasado veinticinco años desde el estreno de REGRESO AL FUTURO, el tiempo que Doc Brown pensaba adelantarse en su viaje para conocer el progreso de la Humanidad. Y el progreso, en veinticinco años, no ha sido tanto. Ni ha supuesto tantas cosas buenas. La enfermedad de Parkinson sigue sin tener cura y no todos los detalles de las películas se cuidan como por regla general se cuidaban en 1985. Lea Thompson y Thomas Wilson se difuminaron entre demasiados secundarios olvidados y los DeLorean de nuestros padres se marchitaron en un abismo sin colores. Y nosotros, que fuimos niños en los ochenta, mientras esperamos que caiga un rayo que nos devuelva a algún lugar agradable para vivir, vamos tirando, ayudados por la perspectiva que ofrece Zemeckis, apacible y tranquilizadora, como seres de cuentos del espacio perdidos en una galaxia sin antes ni después.
10 de diciembre de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez conocía yo a una chica que se hacía llamar Amélie. La chica en cuestión no se parecía en nada a Audrey Tautou, porque su pelo era castaño claro, los ojos eran azules y tenía más bien más carnes que menos. Sin embargo, ahí estaba ella: una Amélie española tan soñadora como la francesa.
Organizada a la manera de fábula colorista es AMÉLIE una película de esas que de tanto en tanto extraen lo que de bueno queda en nosotros, aquello que los que nos educaron pretendían que perdurase en el tiempo.
Abriéndole la puerta a su infancia a un hombre al que le devuelve una cajita con tesoros diminutos y olvidados decide la protagonista, Amélie, la francesa, dedicar su vida a procurar el bien de los demás.
Paralelamente nosotros, los expectadores, extasiados por la profundidad de unos ojos negros que son como los abismos de la hermosura, abrimos las puertas de nuestra infancia y, recordando aquellos valores que los que nos educaron pretendían fueran nuestros cimientos, pensamos en ese vecino, en esa compañera, en esos amigos que también necesitan un empujoncito.
O pensamos en otras Amélies, españolas, sin la belleza de los negrísimos ojos de Audrey Tautou pero con el canal de los sueños de bondad en permanente alerta.
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