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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
31 de agosto de 2021
20 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los primeros títulos que vienen a la mente al pensar en conventos es por supuesto La religiosa, de Rivette. La película también tuvo que hacer frente al escándalo con el mérito de ganarse la censura antes de que siquiera empezase a rodarse, debido a su controvertida fuente original. Hay quien quiere ver en Benedetta un homenaje a Rivette, devolviéndole aquel capote lanzado en 1998 cuando el francés defendía Showgirls a capa y espada. Podría ser, Benedetta comienza con la niña llegando al convento y su adaptación al entorno, practicando su fe de manera distinta al resto de compañeras y siendo además protagonista de un milagro. Esto despertará la envidia del resto de las jóvenes. Se puedes establecer ciertos paralelismos entre Benedetta y La religiosa, sobre todo si nos fijamos en la hostilidad del entorno, caldo de cultivo del conflicto en ambos films. Eso sí, allí donde Anna Karina era maltratada y convertida en mártir por el director, el personaje de Virginie Efira asciende a la santidad con el beneplacito del poder.

Además, La religiosa podría describirse como un seguimiento del recorrido de Karina de convento en convento cuando en Benedetta la participación de los secundarios es fundamental en la construcción de la trama. La madre abadesa, el nuncio y sobre todo Bartolomea, interpretada por Daphne Patakia una joven campesina que llega buscando refugio en el claustro: vulgar, atrevida, traviesa, si bien inocente también maliciosa, La expresión de Bartolomea encierra un misterio que nos hace dudar de sus intenciones respecto a Benedetta. Si bien al principio la adula, le muestra avances amorosos y sexuales, esperamos que Bartolomea termine atacando y muestre el animal salvaje y sediento que creemos que habita su rostro sibilino.

En esta relación ambigua entre dos personajes femeninos podemos volver a ver a Rivette y a todos los duelos y atracciones entre sus míticos personajes: dos desconocidas en Le pont du nord y Céline y Julie van en barco, o dos enemigas en Noroît y la propia Duelle, por poner unos ejemplos. Sin embargo, la figura de la monja instruyendo a la novicia con intenciones ocultas recuerda más a Los ángeles del pecado, de Bresson donde la monja protagonista sucumbía fatalmente al intento de salvar el alma, maligna y siniestra, de la oveja descarriada, Toda comparación se diluye enseguida, de todas formas, dado que no tardaremos en descubrir que pocas veces Benedetta podría sucumbir a un peligro. Las visiones de Dios, cuando no directamente las posesiones, la salvan de cualquier entuerto y sirven además como motor para su meteórica ascensión al poder. No sin motivos, las otras religiosas desconfían de la veracidad de tales acontecimientos.

El texto en el que se basa Verhoeven es una simple crónica histórica, no una ficción. Como no sabemos si la Benedetta real creía en sus visiones o las fingía, el cineasta, al novelizar los hechos, aprovecha para darle a la falta de certitud el peso de la trama, la intriga, el misterio de la verdad o la mentira. Benedetta se convierte así en una Catherine Trammel con sotana, una femme-fatale que puede que esconda más de lo que aparenta, que provoca con sus silencios y que despista con sus respuestas. Al igual que el personaje de Sharon Stone en Instinto básico tanto podía ser la asesina como inocente mientras disfrutaba como espectadora en la investigación, Benedetta tanto puede ser una suerte de Mesías como una farsante. Lo que sí queda claro es que finalmente es ella, y no Bartolomea, el animal salvaje encerrado que atacará a todo aquel que se interponga en su camino, sea cual sea su meta.

Ahora que Verhoeven se ha ganado el favor de los monóculos más enfocados de la crítica ¿Es Benedetta su venganza?

¿Acaso no presenta un género tan rígido como el drama religioso para abofetear al gremio con aquello que siempre se le ha reprochado? El thriller, el sexo y unas secuencias oníricas entre la serie B y la Z. Secuencias que por cierto, no hacen más que remarcar su pobre acabado dado que pobres serían también las falacias que la propia Benedetta inventare. El espectador pierde el hilo al ver al Cristo como caballero vengador arropado de CGIs como las monjas no terminan de estar convencidas de la versión de su hermana al escucharla.

¿O por otro lado Benedetta no sería más que el Grandes éxitos de bordes pulidos de Verhoeven para el gusto de las altas esferas? Es otra posibilidad, aunque cierto es que en esta ocasión el estupor ha originado más textos que el aplauso. Sea como fuere Verhoeven se convierte con su última película en otro de sus personajes, el auteur-fatal que se divierte con nosotros, que esconde la carcajada detrás de la media sonrisa, a quien no sabemos si tomarnos en serio o en broma, pero que al fin y al cabo vuelve a provocarnos el mismo sentimiento triunfal que ha logrado arrancarnos década tras década: la fascinación.

hommecinema.blogspot.com
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13 de octubre de 2016
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de admitir que Dolan no es santo de mi devoción. Por esa misma razón, viendo que los mismos críticos que alababan sus excesos se han ensañado esta vez con el joven director, la curiosidad hizo que esperase este estreno con muchas ganas. Quería saber si su nueva película se trataba de una obra incomprendida o de un descalabro absoluto. Lo cierto es que ni lo uno, ni lo otro: su ejecución es bastante mejorable como para decir que es una obra injustamente denostada y la técnica es lo suficientemete refinada para no poder considerarla tampoco un desastre. Juste la fin du monde tiene buenas cualidades, imperfecciones con encanto y elementos que conmigo no funcionan en absoluto. La considero, simplemente, fallida. Y no es el fin del mundo.

Para empezar, los actores. Es difícil conseguir que un elenco con cinco estrellas internacionales del cine francés desafine, sin excepción. Todos parecen estar sobreactuados, y no por ineficacia del reparto, sino porque el tono que el director quiere conferir a la película no se corresponde con esos arrebatos tan pasionales, ni con tanta carga emocional, que la hay a raudales, ni con el ritmo tan irregular.

Desde la primera escena Seydoux está inquieta, Ulliel tristón, Cassell enfadado, Cotillard temerosa y Baye en su mundo. Y así se mantienen hasta la última escena. No ha habido posibilidad ninguna de desarrollar los personajes porque desde el comienzo cada uno de ellos ya se había perfilado de una forma demasiado estricta, sin salirse ningún momento de su espectro. No se nos dejan descubrir ni sus luces ni sus sombras dado que todas han sido servidas de golpe en los primeros diez minutos.

Ocurre, por tanto, que en uno de los momentos clave, los dos varones discuten en un coche y la escena pierde su fuerza porque transcurre demasiado rápido y sin ningún cambio de tono. Apunte frustrante si tenemos en cuenta que gran parte de la película son primeros planos de los actores entrando lentamente en habitaciones o en silencio. Es decir, que Dolan sobrecarga las escenas que no debe y aligera momentos importantes, dándonos la impresión que ha abordado el texto original de una manera superficial, más centrado en los visuales que en el propio drama y sin saber transmitir al público la fuerza del texto y aún más importante, sin la sutileza que aquello que no se menciona nos provoque un malestar.

Tampoco ayuda que los recuerdos del protagonistas sean videoclips, preciosos, eso sí, aunque aparecen de forma demasiado abrupta como para poder seguir el hilo del relato principal u homogeneizar el ya de por sí caótico ritmo. Y hablando de los videoclips, la selección musical, como viene siendo costumbre en su filmografía, vuelve a estar muy mal integrada en la película. Durante el mismo diálogo suenan seguidas y sin cortes tres canciones sin ningún nexo común - I miss you de Blink182, Are you with me de Lost frequencies y Genesis de Grimes - dando la impresión que alguien ha olvidado apagar el hilo musical de la sala de cine, dado que aquí esas canciones no acompañan, sino que más bien estorban para poder seguir la conversación.

Soltada toda esta retahíla de bilis, lo que salva un mínimo la decencia del conjunto es el final. Es innegable que Dolan tiene talento y cuando pensamos que la película va directa al abismo, él mismo salva el descarrillamiento de una catástrofe mayor: las actuaciones de pronto parecen más realistas, los juegos visuales se integran mejor y las miradas entre Cotillard y Ulliel enternecen. Pero en el momento en el que se cierra el telón, ya es demasiado tarde para poder aplaudir.
25 de junio de 2017
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la preciosa L'ombre des femmes, Philippe Garrel vuelve a las pantallas francesas con L'amant d'un jour. El cineasta cierra así una trilogía comenzada en 2013 con La jalousie, trilogía en la que capta los detalles nimios de distintos sentimientos sirviéndose de una magnífica imagen en blanco y negro y de metrajes de apenas hora y cuarto. Historias que van al grano, películas que se dedican más a describir momentos personales mediante el sumo cuidado de la imagen sin necesidad de sobrecargar la acción, reconducida de vez en cuando por un narrador.

L'amant d'un jour es la historia de una chica que tras dejar a su novio se va a vivir con su padre. Al llegar a la casa descubre que su padre sale con una de sus alumnas, teniendo ambas la misma edad. La hostilidad inicial de la situación se va transformando en un acercamiento que tiende puentes entre los diferentes caracteres y sentimientos del trío. Garrel,discípulo directo de la Nouvelle Vague, da rienda suelta a su estilo con una de las fotografías más cuidadas de los últimos años.

Como de costumbre, todo en la película gira en torno al deseo y la tristeza. Más que un retrato de los personajes, Garrel intenta captar la evolución de las alegrías y las torturas de cada uno de ellos. La falta de retención sin emitir ningún juicio siendo la tónica habitual que hace que la libertad de los personajes confluya con la libertad del propio director. Un artista que no tiene reparos al firmar peliculas tan sencillas pero que precisamente por su simpleza, vuelven evidentes los tormentos más complicados. Una experiencia liberadora para el espectador.
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El único pero de la película es que al terminar deja un ligero sabor amargo, pues queda en evidencia la superioridad de la figura masculina por encima de las dos jóvenes, quedando como inconscientes frente a la figura del hombre: una infiel e infantil, la otra caprichosa y volviendo a tropezar en la misma piedra. Garrel tiene la suficiente sensibilidad como para no poder considerársele machista, la caricatura del machito en su film anterior es la prueba de ello. Sin embargo, sigo esperando ese momento en el que el personaje masculino de sus relatos se venga abajo y captemos ese patetismo y hundimiento que tan bien sabe mostrar.



hommecinema.blogspot.fr
2 de enero de 2019
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asako formó parte de la selección oficial del último Festival de Cannes, anunciada en abril. Aunque la película se fue sin ninguna mención en el palmarés, su llegada a La Croissette fue muy celebrada por suponer el desembarco en Europa de un director desconocido. Carne fresca en un festival en el que se repetían demasiado algunos nombres, año tras año. A las pocas semanas del anuncio, además, salía en salas la anterior película del cineasta: la magnífica Happy hour. Tras tres años sin distribuirse en occidente por sus cinco horas de duración, se presentaba en forma de cinco capítulos y convirtió inmediatamente a Hamaguchi a un director a seguir.

Esta nueva película se aleja de Happy hour en su estilo, en el público al que va dirigida y en sus objetivos. Y por increíble que parezca, eso no es nada malo. Asako abandona la austeridad para presentarnos un apartado técnico mucho más esplendoroso, se centra en el final de la adolescencia y el principio de la madurez y además se trata de una película mucho más accesible para el público joven. Asako podría perfectamente considerarse un film comercial al que Hamaguchi adapta sus propios códigos sin renunciar a su estilo en ningún momento.

La protagonista, una joven adolescente de Osaka que se enamora a primera vista de un chico rebelde con el que se cruza en la calle. Juntos comienzan una relación y de la noche a la mañana, su novio desaparece. Años después, Asako, ya adulta, trabaja en Tokio y allí conoce a un hombre idéntico a su amor adolescente. También se enamora de él aunque siempre tendrá presente la duda si su nuevo novio es en realidad aquel primer amor que la abandonó.

El planteamiento de Hamaguchi no puede ser más interesante: el eterno referente de Vertigo procesado a través de un filtro de melodrama adolescente. El misterio de averiguar si los dos hombres son la misma persona se va diluyendo poco a poco hasta que es otro dilema, más importante si cabe, el que gana interés: ¿Es Asako la misma mujer que se enamoró de aquel adolescente? No en vano la película marca dos momentos bien diferenciados en la vida: el primer amor platónico, loco e idealizado y el amor de madurez, racional y comprometido. Qué hacer cuando toda tu vida parece asentada y de repente tu primer amor llama a la puerta para poner todo patas arriba.
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spoiler:
Aunque Asako es una película un tanto ingenua y azucarada, Hamaguchi respeta a su público y evita los clichés del género gracias a la sugestión. Todos los paralelismos son insinuados, las revelaciones se desvelan sin mucho artificio y los símbolos ganan gran importancia. Gran ejemplo, sería el gato, que lo vemos dormir en el mayor momento de fecilidad de la pareja, al volver de un viaje, cansados, a su casa, cuando el animal se acuesta a su lado. Ese gato que luego creeremos que ha desaparecido, para convertirse en la representación del fondo de amor que queda tras el odio, cerca del final en una de las mejores escenas de la película.

Cabe mencionar también una de las mayores sorpresas de la cinta: el terremoto de 2011, que hace irrupción por sorpresa y que retrata con gran sensibilidad el pánico de aquellos días desde el caos urbano sin caer en la representación dantesca de muerte y destrucción.

hommecinema.blogspot.com
9 de octubre de 2016
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clara es una antigua periodista musical, retirada y superviviente de un cáncer de mama que vive en el edificio Aquarius en plena Avenida Boa Viagem en Recife, el bulevar junto a la playa. Pese al idílico ambiente, la tranquilidad de Clara se ve amenazada en el momento en que los promotores inmobiliarios aparecen con el objetivo de derruír el edificio y contruir un bloque residencial. Todos los vecinos ceden a la oferta de la inmobiliaria excepto Clara, que sigue viviendo en el edificio abandonado.

Aquarius consta de dos elementos: una crítica feroz a la corrupción brasileña y un magnífico personaje femenino. Una perita en dulce para la también maravillosa Sonia Braga, considerada la Marilyn Monroe de Sudamérica, inolvidable en el clásico El beso de la mujer araña. El personaje de Clara es una mujer fuerte, moderna, con una personalidad arrolladora y que afronta todos los conflictos con calma y buenas formas sin renunciar a la lucha. Una mujer apegada a lo sentimental, que tan sólo valoriza lo material cuando tiene una historia, como bien comprobamos en una escena con un vinilo de John Lennon. Una filosofia heredada de su tía, la rebelde de la familia, a quien vemos evadirse al principio del relato cuando comienza a recordar su juventud al mirar una cómoda en su salón.

Sin embargo, Clara se ve puesta en entredicho cuando en plena batalla contra el gigante inmobiliario descubrimos que su posición privilegiada también se debe a los trapicheos de su familia y al sacrificio de la baja clase social, los sirvientes que trabajan para la clase media brasileña, también retratados en la película. Un sistema creado de manera que el ascenso a los privilegios se debe al sufrimiento de los demás, por muy honesto que sea cada quién en su día a día.

La película se deja disfrutar, es amena, tierna y contiene escenas magníficas. Como una discusión con los hijos de Clara, que resuelve con éxito el cliché de referenciar Sonata de otoño: el hijo que guarda con rencor el abandono de su madre, más dedicada a la música que a la familia. O el cumpleaños de la sirvienta, besando el retrato de su hijo fallecido. Lo único que le falta es un mayor desarrollo técnico. Mendonça sorprendió con su primer largo por la manera en la que el paisaje urbano se mezclaba con el relato y desgraciadamente en Aquarius, la forma se vuelve más habitual de lo deseado, aunque en ningún caso banal o falta de interés.
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