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Críticas ordenadas por utilidad
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9
10 de enero de 2011
10 de enero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este invierno he vistado a mi abuela en una residencia perdida en la provincia de Burgos. En las mismas puertas del centro, ya había una chica de unos 16 años llorando, supongo que por la terrible tristeza que inunda el lugar. Era Nochebuena. Dentro me encontré con mi abuela cantando villancicos bastante contenta, pero con el raciocinio durmiendo el sueño de los justos. Y aunque estaba feliz cantando, con sus juegos y con el bingo, de tanto en tanto lloraba porque su hija, que es mi tía, no había ido a verla ese día tan señalado. Había ancianos que no estaban tan contentos porque estaban hechos mierda literalmente. Muchos de ellos solos, aparcados en una esquina. También había algunos malencarados. Una, concretamente, que miraba mal a todo el mundo, fue compañera de habitación de mi abuela y las tuvieron que separar porque una noche se le fue la cabeza y comenzó a pegarla. Ahí seguía, con su paranoia inaccesible. Al contrario de lo que el tópico pueda decir, las celadoras eran encantadoras y se empeñaban en los juegos y actividades que hacen con los residentes con una alegría sorprendente. Un esfuerzo encomiable. El caso es que desde que entré hasta que me fui no dejé de pensar en esta película de Paskaljevic.
Un viejo marinero tiene que dejar su casa a orillas del Danubio porque ya está muy mayor y muy solo y no puede soportar la humedad. En la residencia es fenomenalmente tratado por las enfermeras y comienza a relacionarse con todo el mundo. Su compañero de habitación, por el contrario, es un tipo solitario, triste, un tanto maníatico. Sus hijos no le hablan. El día de Año Nuevo, con una gran fiesta programada, se escapa de la residencia hasta las puertas de la casa de sus hijos, donde toda su familia está reunida, para fisgar por la ventana deprimido. Esa noche no le queda más consuelo que hacer un esfuerzo por pasárselo bien en la fiesta.
La película emplea técnicas de documental para narrar la vida de estos ancianos. Entretanto, surge una amistad entre el capitán Vujovic y su difícil y amargado compañero. Hundido desde que murió su esposa, quemándose en el infierno porque sus hijos no van a verle. Paskaljevic no cuenta el porqué de este abandono. No es necesario y es mejor que así sea. De esta manera, no hay juicios de valor accesorios.
El día de la fiesta hay ancianos que no participan en nada. Otros esperan a sus familiares, que no aparecen ni aparecerán. Algunos no se enteran de nada. El dolor de esperar la muerte solo y apartado se reproduce en toda su crudeza. El lugar y la época, Belgrado años setenta, no importan. Esta historia transcurre en todas partes del mundo a todas horas.
Un viejo marinero tiene que dejar su casa a orillas del Danubio porque ya está muy mayor y muy solo y no puede soportar la humedad. En la residencia es fenomenalmente tratado por las enfermeras y comienza a relacionarse con todo el mundo. Su compañero de habitación, por el contrario, es un tipo solitario, triste, un tanto maníatico. Sus hijos no le hablan. El día de Año Nuevo, con una gran fiesta programada, se escapa de la residencia hasta las puertas de la casa de sus hijos, donde toda su familia está reunida, para fisgar por la ventana deprimido. Esa noche no le queda más consuelo que hacer un esfuerzo por pasárselo bien en la fiesta.
La película emplea técnicas de documental para narrar la vida de estos ancianos. Entretanto, surge una amistad entre el capitán Vujovic y su difícil y amargado compañero. Hundido desde que murió su esposa, quemándose en el infierno porque sus hijos no van a verle. Paskaljevic no cuenta el porqué de este abandono. No es necesario y es mejor que así sea. De esta manera, no hay juicios de valor accesorios.
El día de la fiesta hay ancianos que no participan en nada. Otros esperan a sus familiares, que no aparecen ni aparecerán. Algunos no se enteran de nada. El dolor de esperar la muerte solo y apartado se reproduce en toda su crudeza. El lugar y la época, Belgrado años setenta, no importan. Esta historia transcurre en todas partes del mundo a todas horas.
TV

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9
8 de enero de 2011
8 de enero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia se desarrolla íntegramente en una aldea, los protagonistas son niños, vemos su día a día, las costumbres, los lugareños, el campo... ¿bucólico? no: sobrecogedor. Cinta de terror sobre nacer, crecer y no poder huir del medio rural hasta que el alcohol se termina convirtiendo en el único pasatiempo. Encima, Kenovic no da ni un sólo respiro al espectador. Todo es negro: desde el abandono del perro al infructuoso amor del protagonista por su amiga.
En cuanto al contexto yugoslavo, llama la atención que los musulmanes profesen su religión sin demasiadas alharacas. Sobre el estilo realista, quedan grabadas en la memoria las escenas en el bar donde los aldeanos se emborrachan e introducen al protagonista en la cultura del alcohol. Escenarios sin luz, rostros demacrados, castigados, ajados... casi como un cuadro del Goya más oscuro.
En cuanto al contexto yugoslavo, llama la atención que los musulmanes profesen su religión sin demasiadas alharacas. Sobre el estilo realista, quedan grabadas en la memoria las escenas en el bar donde los aldeanos se emborrachan e introducen al protagonista en la cultura del alcohol. Escenarios sin luz, rostros demacrados, castigados, ajados... casi como un cuadro del Goya más oscuro.

6,8
55
9
12 de enero de 2011
12 de enero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que recuerdo pocas películas que hayan mostrado de una forma tan sutil pero sin dobleces el papel de genuinos imbéciles que representan los periodistas en las sociedades modernas del siglo XX e in crescendo. Digamos que el protagonista de esta historia se empecina en salvar a los niños gitanos yugoslavos de tierna mirada que son vendidos por sus familias a las mafias para mendigar en Italia. Ante los ojos de este periodista estrella de la televisión pasan todos los problemas que perpetúan la condición de los gitanos en Europa, pero él está ciego, él lo que quiere es salvar un gitanito de las garras de la mafia aunque ponga su propia vida en juego. Eso digamos que hasta le pone.
La sociedad es incapaz de resolver sus propios problemas en gran medida porque los desconoce. Y no es por falta de información, sino por falta de inforamación veraz y lectores interesados. La apatía y la idiotez van de la mano. Pensar que basta voluntad para resolver un problema es cosa de otros siglos pretéritos.
Por supueso, cada uno puede extraer sus conclusiones de la historia, pero lo que nadie puede dudar con Paskaljevic es que sus argumentos están envenedados y nada es lo que parece.
La sociedad es incapaz de resolver sus propios problemas en gran medida porque los desconoce. Y no es por falta de información, sino por falta de inforamación veraz y lectores interesados. La apatía y la idiotez van de la mano. Pensar que basta voluntad para resolver un problema es cosa de otros siglos pretéritos.
Por supueso, cada uno puede extraer sus conclusiones de la historia, pero lo que nadie puede dudar con Paskaljevic es que sus argumentos están envenedados y nada es lo que parece.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay una escena muy esclarecedora. El periodista consigue retener al niño gitano en su propia casa. Y antes de ofrecerle un desayuno, lo que hace es irse corriendo a contárselo a una chica (creo recordar qeu era asistente social). Le deja solo y el niño entiende que otra vez desamparado. Vuelve al poblado.
También me resulta graciosa la escena en la que el periodista, en Roma, víctima de la estulticia y de la soberbia, le quita las gafas a un niño que mendiga diciendo que es ciego, asumiendo que miente, y resulta que sí que tiene los ojos jodidos.
No es tan fácil ser un héroe, salvar 'a los pobres'. Lo fácil es equivocarse y no entender los matices. La postura distanciada emocionalmente de los que están en el meollo es mucho más coherente aunque a primera vista sorprenda...
También me resulta graciosa la escena en la que el periodista, en Roma, víctima de la estulticia y de la soberbia, le quita las gafas a un niño que mendiga diciendo que es ciego, asumiendo que miente, y resulta que sí que tiene los ojos jodidos.
No es tan fácil ser un héroe, salvar 'a los pobres'. Lo fácil es equivocarse y no entender los matices. La postura distanciada emocionalmente de los que están en el meollo es mucho más coherente aunque a primera vista sorprenda...

6,4
204
10
28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La joya de Kustendorf 2016. Kohki estuvo meses recorriendo él solo las calles de Manila hasta que se decidió a rodar esta preciosa historia. La mayoría son actores no profesionales. El personaje ciego falleció poco después de acabar el rodaje. Se trata de una preciosa historia dickensiana. Sencilla, conmovedora. Muy recomendable.

7,1
28.453
10
14 de marzo de 2011
14 de marzo de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bolaín demostró con 'Te doy mis ojos' que es una directora europea y de su tiempo, no un rancio producto nacional, no filma esqueletos de películas puestos en pie con los hilos de las subvenciones. Con 'También la lluvia' ha alcanzado cotas de genialidad.
La acción, cine dentro del cine, se sitúa en un equipo que está grabando una película sobre Bartolomé de las Casas, defensor, en tiempos de la colonización, de los indígenas. Están filmando la película durante los sucesos de la 'Guerra del agua', en Bolivia, desencadenados por la privatización del suministro de agua durante el gobierno de Hugo Banzer.
La acción, cine dentro del cine, se sitúa en un equipo que está grabando una película sobre Bartolomé de las Casas, defensor, en tiempos de la colonización, de los indígenas. Están filmando la película durante los sucesos de la 'Guerra del agua', en Bolivia, desencadenados por la privatización del suministro de agua durante el gobierno de Hugo Banzer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El argumento es una historia de redención. Uno de los encargados de la producción, Luis Tosar, se alegra de que cueste más barato contratar un indio que un saco de arena para hacer contrapeso. Los sucesos vividos en primera persona, no por un momento epifánico, sino por la vergüenza de ser retratado como lo que es -un hijoputa con pintas- le terminan llevando a priorizar la asistencia a una india por delante de sus intereses, los de la película y demás. Su redención se produce mientras vemos cómo los actores, comprometidos, son incapaces de acabar la película por miedo a la violencia que hay en el país. Mientras el director, también muy comprometido, es capaz de cometer verdaderas atrocidades con tal de poder acabarla, pues será eterna, piensa. El único artista que mantiene la coherencia es un borracho terminal. Ojo al dato.
Lo bueno es que Bollaín no pone nota a la conducta de nadie. Ni un miembro del Gobierno boliviano partidario de la privatización del agua pierde la ocasión de explicar sus argumentos sin quedar retratado en dos brochazos como un culpable, un corrupto o una mala persona.
El espejo que nos pone Bollaín refleja la imagen de una sociedad acomodada que persigue sus intereses sin importarle sus consecuencias, ideologías de postín que se evaporan en la primera adversidad, todo ello bajo el manto del progresismo del arte, el fatuo compromiso ideológico. La misma hipocresía de los cristianos que esclavizaron a los indios cinco siglos atrás, es ahora la de los artistas, también la nuestra. La contradicción aparece diáfana y el mensaje es plenamente contemporáneo: hoy, la revolución sólo es posible en uno mismo.
Originalidad, lucidez y contundencia. Enhorabuena, Icíar, por la mejor película del cine español en mucho tiempo.
Lo bueno es que Bollaín no pone nota a la conducta de nadie. Ni un miembro del Gobierno boliviano partidario de la privatización del agua pierde la ocasión de explicar sus argumentos sin quedar retratado en dos brochazos como un culpable, un corrupto o una mala persona.
El espejo que nos pone Bollaín refleja la imagen de una sociedad acomodada que persigue sus intereses sin importarle sus consecuencias, ideologías de postín que se evaporan en la primera adversidad, todo ello bajo el manto del progresismo del arte, el fatuo compromiso ideológico. La misma hipocresía de los cristianos que esclavizaron a los indios cinco siglos atrás, es ahora la de los artistas, también la nuestra. La contradicción aparece diáfana y el mensaje es plenamente contemporáneo: hoy, la revolución sólo es posible en uno mismo.
Originalidad, lucidez y contundencia. Enhorabuena, Icíar, por la mejor película del cine español en mucho tiempo.
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