Tuvo que fallecer Paul Newman para que yo descubriera esta joya. Una película que te cuenta una historia dura, de ambición y de sueños rotos. De gloria y muerte. Paul Newman actúa tan bien como Eddie Felson juega al billar, y eso es decir mucho. Nos encontramos ante una película con la que, los que busquen un entretenimiento sin más, una peli deportiva, la encontrarán. Pero es difícil no ir más allá. Es difícil no ver dentro de Eddie Felson.
Recuerdo el humo de las salas de billar, recuerdo a Newman cabizbajo, incapaz de parar de jugar, desenfrenado, fuera de control. Recuerdo a Minnesota Fats jugar durante horas y horas, y perder y ganar y perder contra Eddie (¡qué duelo!). Hay también un encuentro en una cafetería, un romance desganado y pasional al tiempo; y un tipejo sin escrúpulos moviendo hilos y contando billetes.
Me vienen a la cabeza victorias, pero sobre todo, derrotas. Dolorosas derrotas.

Siendo una película basada en un grupo de música, nos debemos fijar en la banda sonora, y de hecho es difícil fijarse en otra cosa. La música es maravillosa, cualquier fan de los Doors (entre los que me incluyo) podrán tragarse las más de dos horas de metraje solo por escuchar las canciones, que por cierto, en ocasiones son interpretadas por Kilmer, y he de decir que con buen resultado. La actuación de éste, aunque pueda parecer algo extravagante, es adecuada: Jim Morrison debió estar auténticamente colgado. Me gusta también la figura de Kyle MacLachlan como Ray Manzarek, el fabuloso organista del grupo.
En fin, la película no pasa de ser entretenida, muestra las excentricidades del dios del rock Jim Morrison con adecuado resultado, pero quizás para una persona que desconozca la música de los Doors la película perderá bastante encanto, en parte por su excesiva duración.

"Ciudad de Dios" es sin duda una de las mejores películas de los primeros compases de siglo por varias razones. Su montaje es buenísimo. Mediante la narración llevada a cabo en primera y tercera persona, intercalándose una con la otra, da la sensación de que Buscapé, el protagonista (o al menos el personaje con en el que el espectador puede encontrar más afinidad y sentir más simpatía), te está contando los hechos a tí mismo, con expresiones como ..."pero su historia no la contaré todavía..."
La historia de "Ciudad de Dios" es, al parecer, muy parecida a la de otras películas de mafiosos, pero que parte con una clara desventaja: la ausencia del ambiente glamouroso que acompaña, por ejemplo, a historias del hampa de norteamérica. Este clima de elegancia es imposible en esta historia, pero Meirelles juega sus bazas a la perfección y nos plantea una historia absolutamente absorbente y con un ritmo extraordinario, que acompañados de excelentes interpretaciones y escenas de gran dureza, nos dejan una cinta perdurable.

La película se ha visto muy perjudicada por las expectativas creadas, aunque como aproximación a aquella época es un ejercicio extraordinario. La ambientación lo es todo en esta cinta con un montaje tan malo y una historia bastante buena, pero que no cuaja debido a que una película no es solo una sucesión de escenas. Pues bien, "Alatriste" es eso, una mera sucesión de escenas, algunas de ellas bastante espectaculares y otras más cutres como ese plano del ciervo (en ese momento solté una carcajada y pensé que el montaje había corrido a cargo de un niño de 6 años).
Las interpretaciones merecen un capítulo aparte. La mayoría de ellas son bastante buenas: Juan Echanove está maravilloso como Quevedo, así como Cámara y Elena Anaya. Aunque por otra parte tenemos a Noriega y Ugalde, a los cuales les cuesta convencer.
En fin, por una parte tenemos una increíble aproximación al Siglo XVII, y por otro lado un pésimo montaje y una película que no engancha y que se hace aburrida y larga, aunque la balanza cae en favor de las cosas positivas consiguiendo el aprobado y algo más.

Teniendo en cuenta que otras continuaciones de esta corte suelen ser películas malísimas, hemos recibido una alegría con este "Cofre del hombre muerto", una auténtica cinta de aventuras de verdad, gags realmente divertidos y una interpretación extraordinaria de un Johnny Depp que roza la sobreactuación sin llegar a tocarla. El prácticamente caricaturesco Capitán Jack Sparrow será recordado como un importante personaje de la factoría Disney gracias al actor de las mil caras, uno de los mejores en activo, y a una película que, sin ser una joya del cine, es la misma definición de entretenimiento.