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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de octubre de 2024
9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Viajamos más de dos décadas atrás en el tiempo, hasta la Ponferrada de principios de siglo, para revivir un año en la vida de la joven Nevenka Fernández: el que transcurrió desde que le propusieron formar parte de las listas del Partido Popular al Ayuntamiento hasta que decidió denunciar por acoso sexual al alcalde Ismael Álvarez.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Cuando Iciar Bollaín estrena película, la cuestión no es si voy al cine a verla, sino qué sala y sesión me encaja mejor. Soy fiel a ella desde ‘Mataharis’, y me enorgullezo de esa fidelidad tras cada nuevo encontronazo con su cine. Como me pasó con ‘Maixabel’, en esta ocasión se añadía a la ecuación mi interés intrínseco en el tema tratado, tanto en la específica cuita de Nevenka como en la evolución social respecto a los casos de acoso sexual.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Creo que ilustra bien mi experiencia espectadora con ‘Soy Nevenka’ un relato lineal de mis dos horas en la sala de cine. Para empezar, he de reseñar la importante afluencia de público, que si bien no llenaba el aforo sí multiplicaba por mucho lo que es habitual, al menos, en las películas que yo veo. Para proseguir, decir que desde el primer segundo de metraje hasta su conclusión me resulta imposible apartar la mirada o la más entregada atención de lo que sale en pantalla. A modo de detalle, consignar que en un determinado momento afloran a mis ojos unas lagrimillas cuya causa no consigo identificar, no sé si son de empatía, de rabia, de desahogo… (quizá con esta escritura desentreñe la razón). Y, para concluir, expresar la satisfacción con que abandono la sala, nuevamente con cierta sorpresa al comprobar que un alto porcentaje se ha comido íntegros, como yo, los títulos de crédito al son de las Fillas de Cassandra.

Queda claro, pues, que mi admiración por el trabajo de esta cineasta sobrevive incólume a un nuevo examen, el octavo tras ‘Mataharis’, ‘También la lluvia’, ‘Katmandú, un espejo en el cielo’, ‘El olivo’, ‘Flores de otro mundo’, ‘La boda de Rosa’ y ‘Maixabel’, citadas en cronológico orden de visionado. Digo yo que tendré que recuperar ‘Te doy mis ojos’…

Me sucede con ‘Soy Nevenka’ algo similar a lo que me ocurrió cuando vi ‘La boda de Rosa’. Es tal mi expectación ante cada película de Iciar que espero satisfacción inmediata, y me impaciento si a los tres minutos no he alcanzado ya total entrega. Las andanzas solteras de Candela Peña me dieron mala espina en el arranque, para arrebolarme con el paso de los fotogramas, y también la primera impresión que me causan los personajes de Mireia Oriol y Urko Olazabal es inferior a la que ambicionaba. En este caso, de hecho, me asalta la sensación de que la película no va a estar bien actuada, y eso sí que chocaría frontalmente contra lo que considero característico del cine de Bollaín, en quien estimo su soberbia dirección artística. Dos horas después, no me queda más remedio que hacer acto de contrición, tras comprobar cómo el personaje de ella evoluciona desde esos primeros compases algo postizos hasta distintos y siempre logrados estados: mayor seguridad, tierna entrega, apurado arrepentimiento, agobio infernal, absoluto desamparo, loable dignidad… Mireia está fantástica, e Iciar sigue sabiendo sacar el máximo partido a sus elencos.

Tratándose de una historia basada en hechos reales, que además repasé hace un tiempo cuando salió la docu-serie de Netflix, sí aspiraba a que me interesara la película, a que me hiciera pensar, a que removiera mi lado político… pero no creía que pudiera llegar a emocionarme. Y, como he referido, termino soltando alguna lágrima, yo que lloro menos que una estatua de cera. Recuerdo especiales punzadas en el momento en que Mireia pronuncia el título, ese «Soy Nevenka» tras colgar el teléfono; también cuando incumple las recomendaciones de su abogado, se detiene para responder a una pregunta de la prensa, y enuncia ese «que lo cuenten, que no se callen» dirigido hacia otras mujeres víctimas de acoso. Pero no es en uno ni en otro pasaje cuando me sorprende mi propio llanto. Éste emerge durante la secuencia del juicio, y es por eso que dudo sobre si me conmueve la empatía con el congojo que está atravesando Nevenka, o si lo que hago es llorar de rabia contra ese fiscal que carga sus tintas acusatorias contra la víctima. Seguramente, la respuesta correcta vendrá de repartir méritos entre un sentimiento y otro, pero si tuviera que elegir cuál es preponderante, definitivamente me quedo con la ira, son sobre todo lágrimas de rabiosa impotencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y por ahí quiero acabar estos párrafos, por esa reacción social a la que tuvo que enfrentarse Nevenka, y que ya me conmocionó cuando vi la citada docu-serie de Maribel Sánchez-Maroto. No estamos hablando de unos sucesos acaecidos en la negra noche del franquismo, ni tampoco de algo que aconteció en remotos parajes. Lo de Nevenka pasó en 2001, y sucedió en una España algo profunda, sí, pero no en un andurrial, sino en la segunda ciudad de León. Allí, una joven concejal hubo de enfrentarse al más descarnado desprecio cuando reapareció tras semanas de ausencia, y con visibles signos físicos de sufrimiento denunció un caso de acoso sexual. Con lo que topó no fue con cierta cautela, o con la equidistancia de quien pone en duda su testimonio; no, ella tuvo que vérselas con una opinión pública mayoritariamente en su contra en base al mantra de «cómo te va a acosar si tuvisteis una relación». La prensa se posicionó indisimuladamente del lado de ese poderoso alcalde, cuya triunfal carrera pretendía ser amenazada por una niñata sin oficio ni beneficio. Revisar en youtube el video de la multitudinaria manifestación convocada en Ponferrada en defensa de Ismael, en la que Nevenka era objeto de las más agresivas diatribas, pone la piel de gallina. Lo del fiscal es, simplemente, la guinda del pastel.

Por eso, cuando salgo de la sala de cine no solo me acompaña la habitual dicha que me genera el cine de Iciar Bollaín. De propina, llevo en la mochila un inesperado optimismo; el que me provoca constatar que sí, que hemos avanzando; que, aunque cuesta darse cuenta en el fragor del día a día, y pese a que siguen quedándonos muchas millas por delante, en éstos 20 años han cambiado muchas cosas, supongo que para desazón de los amigotes del presidente Sánchez. Y, quién sabe, quizá haya motivos para la esperanza, para pensar que determinados retos que nos suenan inalcanzables no lo sean tanto. Tal vez, pese a que cueste creerlo ante las tendencias demoscópicas, dentro de unos años el acceso a una vivienda no siga estando vedado para tod@ joven, la reducción de la jornada laboral haya empezado a pasar de las palabras a los hechos, y nuevos techos de cristal hayan terminado estallando.

Aunque solo fuera por este ratito de utopía… ¡gracias, Iciar!

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/09/29/critica-de-cine-soy-nevenka/
2 de octubre de 2022
9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
El fiscal Strassera es profundamente escéptico ante la posibilidad de que la justicia civil argentina, para la que trabaja, vaya a atreverse a llevar a juicio a los comandantes de la dictadura militar que durante siete años, entre 1976 y 1983, dirigió los designios del país con mano sangrienta. Pero los jueces de la corte suprema del país dan el osado paso, y es precisamente él, Strassera, quien debe llevar a cabo la acusación contra Videla, Massera y compañía.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
No fue una decisión complicada…
Mis anteriores experiencias con Santiago Mitre habían sido satisfactorias, tanto con la política ‘La cordillera’ como, sobre todo, con ‘Paulina’, en la que abordaba una violación. Si, además, su nuevo proyecto consistía en relatar la historia real de cómo Argentina sentó en el banquillo a la manga de milicos asesinos que durante años se dedicaron a secuestrar, torturar y desaparecer gente, era evidente que no podía faltar a la cita en el fin de semana del estreno.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Cuando he visto al menos tres películas de un cineasta, incorporo su nombre a alguna de las casillas de mi personal lista de directores sobre los que puedo saber a qué atenerme. Santiago Mitre entra tras esta película en dicho listado, y queda ubicado en la categoría de ‘FEELING: buena predisposición tras experiencias previas positivas’. Incluso queda cerca de ‘MUST: ahí estaré el fin de semana del estreno’…
Desde un prisma exclusivamente cinematográfico, creo que se pasa un buen rato a bordo de esta ‘Argentina, 1985’. Son 140 minutos en los que da tiempo de reír de vez en cuando (“¿Quíén era, otra vez el de las amenazas? Me tiene harta”; “una voz como la suya, señor abogado”), y también de indignarse hondamente, de sentir una opresión estomacal ante algunos testimonios… En todo caso, siempre apetece saber cómo avanza la trama, qué va a suceder a continuación, en qué acaba la cosa… Y eso es buena señal. El dúo de guionistas reparte juego entre la pura narración del juicio y otros enfoques paralelos, como los pormenores del trabajo interno del equipo de Strassera, las relaciones familiares del fiscal, las presiones y amenazas que recibe, los consejos que recaba… Creo que está bien equilibrada la balanza entre las distintas temáticas, y la narración nunca pierde interés. Me convence, por último, la ambientación que nos lleva 35 años atrás en el tiempo, y el juego visual que de vez en cuando nos exhibe una pantalla vetusta, granulada, recordándonos que estamos antes hechos reales que retransmitieron las televisiones de 1985.
Pero lo que me impelió a acudir al cine caiga quien caiga no fue ni mi afinidad con el director, ni el mero interés en la trama. Fue el componente político de lo que iba a encontrar lo que me obligó a organizar mi fin de semana bajo la condición sine qua non de sacar tiempo para ‘Argentina, 1985’. Era en ese sentido en el que la película se jugaba mi valoración, que ante las altas expectativas que llevaba podía haber sido de iracunda decepción si no venían bien dadas.
Afortunadamente, no es el caso: Mitre sale indemne, reforzado incluso, del reto que asumía ante mi exigencia político-espectadora. Y es que provoca lo que tenía que provocar en mis entrañas: un mariposeo ante la inspiración que supone saber que hubo países que se atrevieron a tocar a sus militares golpistas y dictatoriales. Videla murió de viejo, sí; pero en la cárcel. Es cierto que tras ser condenado a cadena perpetua fue luego indultado, pero nuevos procesos, nuevas revisiones, nuevos impulsos de justicia y reparación, le amargaron la vejez, y le metieron de nuevo en cana hasta la derrota final. Por supuesto, en Argentina latían pulsiones de patriotismo enfermizo que perdonaban todos los desmanes de las juntas militares bajo el pretexto de que combatían a guerrillas terroristas, de que defendían la nación, de que el fin justifica los medios. Como no podía ser de otra manera, también había en el país quienes no simpatizaban con las prácticas torturadoras y desaparecedoras de los uniformados, pero preconizaban que era preferible dejarles tranquilos para espantar posibles tentaciones de nuevos golpes militares. Y, obviamente, los propios milicos y sus tentáculos mediáticos, policiales, judiciales y sociales desplegaron su habitual abanico de prácticas intimidatorias y amenazantes contra quienes osaban cantarles las cuarenta, llegando al insólito descaro de reclamarles responsabilidades penales. Todo eso queda reflejado en esta película que nos sitúa en 1984 y 1985, es decir apenas un año después de que finalizara el régimen dictatorial de Videla y sus adláteres.
Por eso, resulta muy emocionante seguir las andanzas de quienes no se arredraron ante la presión, y tiraron hacia adelante en base a la decencia y la justicia. Darín, ese monstruo de la interpretación, sería capaz de sumarme a su barco fuera cual fuera el rol que desempeñara; pero en este caso me tiene a su vera por convicción previa, y es un placer acompañarle en sus nobles esfuerzos, igual que lo fue cuando se transformó en el heroico bombita de ‘Relatos salvajes’.
Franco murió en la cama de su palacio, y su sucesor designado fue jefe de estado hasta que escándalos sentimentales, cinegéticos y corruptos le obligaron a abdicar en su hijo, tan facho como muchos de los antagonistas de esta película. Está claro que, de haberla desarrollado en el sistema judicial español, la carrera de Strassera habría descarrilado a la primera curva, y de nada le habría servido rodearse de un equipo tan joven y capaz como el que reclutó en aquel Buenos Aires de los 80.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/10/02/critica-de-cine-argentina-1985/
23 de marzo de 2025 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Octavio nace en la parte de arriba de un pueblecito la sierra madrileña, el 14 de abril de 1931. Ese mismo día, Adela viene al mundo en el mismo villorrio, pero en la vertiente de abajo. Sus destinos van a entrecruzarse, pues, desde su nacimiento, y lo van a seguir haciendo durante los siguientes 90 años. Hasta que la muerte los reúna.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Venía fuerte la cartelera de estrenos del 21 de marzo, con la nominada al Oscar ‘La chica de la aguja’, con Robert de Niro bi-protagonizando una de mafiosos, con el eco-documental ‘Wilding’ de muy prometedor trailer… Y, sin embargo, al término de mi desayuno sabatino repasando las distintas propuestas, mi cuerpo tenía clara su elección: «Vamos a ver la de Julio Medem’, me pedía encarecidamente. «¿Pese a que muchas críticas lo ponen a parir?», le advertí. «¿Te refieres a los críticos que loaban la película aquella de Gila?», me preguntó con sorna. Y con eso zanjó el debate.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Mi cinefilia aún no se había manifestado durante los 90, década en la que, seguramente, tenía urgencias vitales más intensas que acometer antes que entregarme a la contemplación cinematográfica. Recuerdo, eso sí, que tenía categorizado a Julio Medem como un tipo raro, de ésos que hacen películas indescifrables y aburridas que solo elogian los que quieren darse ínfulas. Por supuesto, y como corresponde a mi edad de entonces, había llegado a esa conclusión sin necesidad de ver ‘Los amantes del círculo polar’, ‘La ardilla roja’ o ‘Vacas’. Ni siquiera vi, en 2001, ‘Lucía y el sexo’, pese a mi exacerbado interés en la temática…

Empecé a simpatizar con el director donostiarra, nuevamente pese a no ver entonces la película, cuando se convirtió en el pim-pam-pum del españolismo a raíz de osar dar voz a todas las sensibilidades en ‘La pelota vasca’, su inmersión en el conflicto vasco. Si ETA sigue siendo argumento político 15 años después de abandonar las armas, atreverse en tiempos de atentados a incluir argumentos abertzales era un riesgo temerario. Él lo asumió, y comencé a mirarle con otros ojos. Hace pocos años vi por fin el diabólico documental: que me aspen si entiendo tanta polémica, me pareció blandito, blandito.

Mi bagaje con el director se ceñía, pues, a un visionado tardío de aquella obra, y a mi cita en noviembre de 2018 con ‘El árbol de la sangre’, a la que califiqué con un ‘A GUSTO’, y tras la que recuerdo que pensé algo así como que tampoco es tan rarito el cine de este autor, aunque sí salí con la sensación de que se me habían escapado matices.

Con esos antecedentes observaban mis ojos el arranque de ‘8’, tras cuyos créditos finales entierro, definitivamente, mi consideración de Medem como cineasta inasible, y le encuadro a cambio entre los poetas del séptimo arte cuya sensibilidad me toca la fibra.

¿Entiendo que haya gente que pueda ver ‘8’ y sienta desidia, o irritación, o incluso vergüenza ajena? Pues sí, lo puedo comprender. No estamos ante una película para todos los públicos, ni el sentido estándar de la expresión, ni tampoco en el de las recomendaciones. Me cuidaría muy mucho de hacer proselitismo de esta obra, pese a lo bien que lo pasé viéndola. Medem se permite muchas licencias, arriesga una y otra vez, sitúa a sus personajes frecuentemente al filo de la navaja, haciéndoles pronunciar frases que a determinados oídos pueden sonarles pretenciosas, absurdas o risibles. Igualmente, abusa de unos recursos técnicos que, si te chirrían, pueden llegar a desesperarte. Como ‘8’ te entre mal en su primer contacto, prepárate para una experiencia estomagante. A mí, afortunadamente, me despertó las endorfinas placenteras desde el principio, y la disfruté gozosamente.

En lo narrativo, estamos ante una trama muy accesible. Es entretenida e interesante, sin altibajos. Entre las eventuales diatribas contra ‘8’ que puedo entender, aunque no las comparta, no estarán aquellas que tilden al guión de plano, pobre o banal. Nos cuenta cómo las vidas de Octavio y Adela se acercan y se alejan, se atraen y se repelen, se fusionan y se dispersan. Quienes acostumbren a expresar que una trama les resulta difícil de creer tienen terreno abonado, eso sí… Pero nunca he comprendido qué necesidad hay de juzgar los sentimientos y decisiones de personajes de ficción.

Más allá de lo narrativo, Medem protagoniza una osada apuesta en el plano técnico, y bajo mi punto de vista sale muy bien parado de ella. Con sus pequeños trucos, estamos ante ocho planos secuencia, con los que el autor esboza la truculenta vida de los dos personajes protagonistas, haciendo paradas en 1931, 1939, 1952, 1964, 1977, 1992, 2008 y 2021. Respecto a ese alarde de continuidad, que últimamente está en boga, he de decir que tengo sentimientos contrapuestos: por un lado, reconozco que me subyuga; por otro, creo que ejecutado al buen tun-tun, por mero afán pretencioso, no deja de ser una boutade, que además puede lastimar la capacidad narrativa. En el caso de ‘8’, empero, creo que es un valor añadido. Encuentro fluidez, el guión es compatible con la decisión de rodar sin cortes, y como debe suceder con todo plano secuencia exitoso, termino olvidándome del virtuosismo técnico ante el interés que la trama me está suscitando. Igualmente, esas continuas transiciones con fundidos en blanco me resultan estimulantes, ya sea para justificar un corte, cambiar de ritmo, poner un acento, o culminar. A veces, Medem atenta contra las reglas elementales de montaje, y nos divide la pantalla en dos, pero incluso de ahí me parece que sale indemne. Y no puedo sino aplaudir su fotografía. Lo técnico viene, en definitiva, a sumar muchos puntos en mi satisfacción global.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En lo narrativo, estamos ante una trama muy accesible. Es entretenida e interesante, sin altibajos. Entre las eventuales diatribas contra ‘8’ que puedo entender, aunque no las comparta, no estarán aquellas que tilden al guión de plano, pobre o banal. Nos cuenta cómo las vidas de Octavio y Adela se acercan y se alejan, se atraen y se repelen, se fusionan y se dispersan. Quienes acostumbren a expresar que una trama les resulta difícil de creer tienen terreno abonado, eso sí… Pero nunca he comprendido qué necesidad hay de juzgar los sentimientos y decisiones de personajes de ficción.

Vemos a los protagonistas nacer a la vez que nace la Segunda República, gloriosa para el padre de ella, odiosa para el de él. Les vemos sacudidos por el desenlace de la Guerra Civil, y por los primeros años de un franquismo desacomplejado. Y, a partir de ahí, observamos cómo evolucionan sus realidades a lo largo del tiempo, al ritmo al que lo hace el país, que transiciona a la democracia, y saborea después las mieles del 92 o las hieles del 2008, hasta desembocar en los tiempos covid. Es ese último acto, el octavo y definitivo, enmarcado en 2021, el único que considero un borrón. Le compro al autor el desenlace, me parece poético y hermoso como idea, y una clausura coherente para el ocho que entrelaza sus existencias. Pero lamento profundamente la forma de todo ese último capítulo, con esa mesa de cumpleaños tan exageradamente diversa, esa forzadísima conversación en el coche de vuelta, y ese exceso de palabrería en el lecho definitivo. Si toda la película hubiera estado cortada por ese mismo patrón, me incluiría entre el ejército de haters de ‘8’, que no me cabe duda de que va a existir.

Considero, por último, que quedaría cojo un comentario de ‘8’ sin atender a su vertiente política. ¿Se le ve el plumero al autor? Indudablemente. Pero es que no creo que haya aspirado a disimularlo, a ser aséptico. A estas alturas del partido, ya sabemos de qué pie cojea, y tras pagar cuantioso peaje por ello, no va a andarse con remilgos.

Sin pretender, pues, esconder sus filias, el mensaje que transmite con su película no es militante. Antes al contrario, estamos ante un canto por el entendimiento, por soslayar las diferencias y potenciar lo común. La cinta arranca con los versos de Machado sobre las dos españas, y concluye con una dedicatoria a cada compatriota, con el uso específico del “todos, todas y todes”.

En estos tiempos en que las trincheras son aún más profundas que las de la Gran Guerra, podríamos encuadrar a ‘8’ en el género de la ciencia ficción si aspirara a que su oda al hermanamiento cale. Personalmente, dudo mucho que el veterano cineasta no sea consciente de ello; más bien pienso que, curado de espanto, puede permitirse emitir su mensaje so pena de ser tildado de naif, aún a sabiendas de que no va a penetrar en muchísimos oídos.

Por mi parte, tendré los míos dispuestos a escucharle cuando vuelva a emitir.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2025/03/23/critica-de-cine-8/
27 de enero de 2025 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Iman logra el ascenso que anhelaba, y alcanza el grado de juez instructor del sistema legal iraní. Su nuevo estatus, sin embargo, conlleva mucha presión, y obliga a su familia a ser especialmente ejemplar. Todo ello justo cuando Mahsa Amini muere en dependencias policiales tras ser detenida por llevar mal puesto el velo, dando inicio a una serie de revueltas sin precedentes en Teherán. Las turbulencias se van a reproducir en el seno de la familia de Iman…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Suelo rebrincarme contra estas películas que tantos halagos reciben en occidente por provenir de cineastas contestatarios para con regímenes demonizados por el mundo libre. Además, que una película dure casi tres horas genera, al menos, ciertas precauciones. Sin embargo, el trailer me resultó muy sugerente, y aunque no me encajó verla en el fin de semana de su estreno, se me quedó clavada la espinita…

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Normalmente, si salgo del cine y me pongo a teclear significa que la experiencia en la sala ha sido sumamente satisfactoria. Me parece pertinente advertir de salida que no es el caso, que no he vibrado en la butaca. No he pasado tampoco un mal rato, ni mucho menos, pero lo que me incita a escribir es más político que cinematográfico.

Empezaré, no obstante, por lo puramente cinéfilo, y lo haré diciendo que éste ha sido mi debut con Rasoulof, ya que, aunque me tentó, no terminé de ver su ‘La vida de los demás’, en la que también ponía en la diana al régimen de su país, y que fue galardonada con el Oso de Oro de 2020.

Los dos primeros tercios del largo metraje me convocan en gran medida, y me veo disfrutando hasta el punto de que detecto ciertas similitudes con el cine de otro iraní, Asghar Farhadi, al que tengo en altísima consideración. Los conflictos que trufan las cintas farhadianas están más aferrados a lo personal que a lo nacional, al contrario de lo que pasa en ‘La semilla de la higuera sagrada’, pero encuentro paralelismos en cómo se va embarullando la madeja, y en la forma de reaccionar de los personajes. Supongo, no obstante, que la común procedencia me incita a tan obvia comparación…

Si estoy teniendo una buena experiencia es también por otras razones: la trama conecta las cuitas familiares con un suceso político de la envergadura del que se vivió con las revueltas feministas en una república islámica, y ésa es una fórmula que funciona conmigo. Otro factor positivo es el cuidado visual que destila el cineasta, con planos muy cuidados, y una textura oscura muy apropiada al trasfondo del relato.

En el capítulo de los peros, traigo dos. Primero, se me queda algo justa la dirección de actores, ya que no me casan del todo las reacciones de los personajes, sobre todo de Najmeh, con la potencia emocional de lo que va sucediendo. Prefiero que, como es el caso, se peque por frialdad antes que por exceso de ardor, pero en ese aspecto Farhadi me parece un maestro, y Rasoulof se queda lejos. Mi segundo lamento se refiere al último tramo del metraje, cuando el autor apuesta por un giro hacia territorio thriller que no me esperaba, y tampoco me seduce. Sobre todo, la escena en la que la familia se desperdiga por el empinado laberinto de piedra me chirría sonoramente, con sus ínfulas hitchcockianas. A cambio, le admito a Rasoulof un buen broche poético en el último plano, con esa muñeca empolvada como potente imagen de despedida.

Cumpliendo lo prometido, cierro este comentario entrando en el terreno político, que es el que me ha conminado a escribir. En ese aspecto, le reconozco al director capacidad para conmoverme mostrándome en pantalla el grito de hartazgo de las mujeres iraníes, con el valiente gesto de quitarse los velos. Mi alma revolucionaria se excita profundamente con los videos caseros finales, tanto como me hierve la sangre con los excesos policiales que hacen germinar, a mitad de metraje, las ganas de rebeldía de Revzan y Sana.

Aclarado este punto, diré que me enerva el doble rasero que una vez más define la conciencia occidental. Alemania, país que ha financiado esta obra, la presentó con muy buen criterio a la carrera por el Oscar a mejor película internacional, sabiendo que las críticas que emiten contra sus regímenes artistas iraníes, rusos, venezolanos, cubanos o norcoreanos gozan de gran predicamento en el paraíso de las libertades que preconizan Europa y Estados Unidos. Dicho y hecho, ‘La semilla de la higuera sagrada’ forma parte de las nominadas, aunque parece difícil que pueda derrotar a ‘Emilia Pérez’.

Como digo, me ha emocionado que el director me haya permitido colarme en las revueltas feministas iraníes, y se lo agradezco de corazón. Mi duda es: ¿se va a producir en Hollywood alguna película que nos dé acceso a las protestas en los campus estadounidenses contra el genocidio israelí en Gaza, para que suframos en nuestra piel la represión policial que las disolvió? ¿Qué cineasta mainstream va a convertir a George Floyd en personaje, para que se nos erice la piel cuando un policía le ponga la rodilla en el cuello hasta asfixiarlo? O, mirando a esa Alemania que produce la película: ¿hemos de tragarnos la superioridad moral de un país en el que un partido nazi va a convertirse inminentemente en segunda fuerza parlamentaria?

Brindo por que los artistas sigan denunciando los atropellos contra los derechos humanos y los excesos autoritarios de sus gobiernos. Y por que puedan hacerlo sin exponerse a denuncias de manos limpias, ni a condenas por infringir el delito de ofensas religiosas o contra la corona. Que ningún titiritero, ningún rapero, acabe entre rejas por su arte.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2025/01/27/critica-de-cine-la-semilla-de-la-higuera-sagrada
14 de julio de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Cocinan juntos, y comen también juntos (a todas horas). Fuman porros juntos. Van juntos a conciertos. Visten con el mismo estilo desastrado. Se ríen, se vacilan, lo comparten todo. Incluso casa, y a menudo baño y habitación. Pero si Blondi y Mirko van a un hotel de mala muerte camino a Córdoba, piden que la habitación tenga dos camas. Y, las pocas veces que hablan en serio, él le pregunta si se siente sola, al estar sin pareja.
Y es que Blondi y Marko no son novios, ni amantes, ni amigos. Son madre e hijo.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
El fin de semana pasado estuve en menesteres que me impidieron ir al cine. No es que no viera esta película, es que no vi ninguna. Jolgorio el sábado y resaca el domingo no dejan espacio al cine en sala grande. Por eso, esta semana podía elegir entre las opciones de estreno, y lo que aún quedara vivo del finde anterior. Ninguna sala mínimamente cercana programaba ‘Los tonos mayores’, la película nueva que más me excitaba. Y tampoco tenía opción de ver en versión original ‘Fuera de temporada’, pese a que aún sobreviva en unos cuantos cines en su segunda semana. Así, hube de elegir entre ‘Nuestro día’ de ese Hong Sang-soo que me resulta apacible pero también plomizo; la opción maistream de ‘Flay Me to the moon’ con la siempre estimulante Scarlett Johansson; y el debut tras la cámara de Dolores Fonzi.
Por horario y ubicación, la película argentina era la que peor me venía.
Pero, por militancia, supe perfectamente que tenía que ser mi elección.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Y no las llevaba todas conmigo, ni mucho menos.

En primer lugar, porque era una comedia, género que me resulta no ya sospechoso, sino directamente amenazante. Además, la sinopsis apuntaba hacia una relación extraña entre una madre y un hijo, y el trailer me mostraba a unos personajes poco glamourosos. La suma de factores podía apuntar hacia una película incómoda, desasosegantemente desagradable.

A cambio, también encontraba motivos para la esperanza: sabía que escuchar la versión argentina del castellano siempre me mece; y mis encontronazos previos con Dolores Fonzi, alma mater de la película, habían sido siempre satisfactorios, tanto en ‘La cordillera’ y ‘Paulina’ como, sobre todo, en ‘Truman’. Pero, ¿sería capaz de conquistarme una vez más, ahora también desde detrás de la cámara?

Hora y media de metraje después, la respuesta es contundente, y afirmativa. Me ha encantado su debut como autora, directora y co-guionista. Pero hay que ver cómo le irá en el futuro, cuando no tenga la suerte de dirigir a una actriz protagonista tan buena como ella misma.

Sobre los miedos con que entraba a la cine, el de la eventual incomodidad que podía generarme la historia era completamente infundado. No hay nada rarito entre esa mamá y ese hijo, pese a que mantengan una relación materno-filial poco convencional. El guión jamás se desliza hacia terrenos incestuosos, ni siquiera deja guiños edípicos. Lo que sí se manifiesta, con total rotundidad, es la ausencia de estilo, incluso por momentos de higiene personal, entre los protagonistas. Más de una vez, por ahí ha empezado a agujerearse mi entrega hacia una película. Pero no ha sido el caso, seguramente porque en lo mental Blondi, Mirko y el resto de personajes me parecen limpísimos, brillantes, me encanta compartir el rato con ellos.

El otro complejo con que arrancaba mi experiencia espectadora tenía que ver con mi fobia general hacia las comedias. Pero, afortunadamente, ‘Blondi’ no es una sucesión de gags que busquen desternillarnos, ni una alocada colección de malentendidos, ni una panoplia de atrevidas provocaciones en plan caca-culo-pedo-pis. Admito que pueda ser catalogada como comedia, pese a las cargas de profundidad dramática que nos va a endosar en el tramo final. Pero no estamos ante una cinta obsesionada con hacernos reir, y sí ante un producto que respeta nuestra inteligencia. Y, especimen humano como soy, pese a mi cierta misantropía, yo también disfruto cuando algo me hace gracia, sin necesitar despotorrarme. Me conformo con escenas como ésa en la que el hijo acude al parque para comprar porros, y su madre le acompaña, y en cierto modo le boicotea. No me parto el pecho, pero sonrío y disfruto. Ese tipo de comedia sí me gusta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La trama ideada por Fonzi y Paredes pone en el foco dos aspectos que me han resultado de interés. El primero es el de estas maternidades tan peculiares que profesan la protagonista y su hermana. De hecho, aún me resulta más rompedora la de la segunda, que se atreve a proclamar que durante su escapada sectaria no ha extrañado a sus hijos ni un solo momento. En general, el de Martina es el personaje que menos me gusta de todos (disfruto no solo de la pareja protagonista, también de esa Rita Cortese convertida en abuela anti-sistema y del siempre eficaz Sbaraglia). Pero celebro que no sea necesario que una madre cinematográfica sea asesina en serie o sufra severos trastornos mentales para que pueda reconocer que la crianza le resta, le supera, le sobra…

El otro temazo que toca el guión es el de una adulta, como Blondi, inmersa en comportamientos juveniles. Ni siquiera el hecho de haber sido una madre quinceañera parece excusar su peterpanismo, todo el día emporrada y saltando de concierto en concierto. Pero, aunque nuestra protagonista pueda llevarlo un poco al extremo, exponiéndose a que su hermana pueda intentar herirla con una retahila en plena discusión fraterna, lo cierto es que vivimos un tiempo en que las generaciones que ya hace un tiempo que dejamos atrás los años mozos exhibimos a menudo pulsiones ‘forever young‘. Más allá de caricaturas como la de que ahora son los padres lo que, tras dejar al niño en el colegio, se montan en el patinete, es innegable que ciertos usos sociales se han alterado. Pienso en mis propios padres, y cualquier parecido entre la vida que yo llevo ahora, y la que ellos llevaban a la edad que yo tengo, es pura coincidencia. Evidentemente, mi condición ‘hijos free‘ marca una frontera enorme, pero no radica ahí la única diferencia. La gente de mi entorno y de mi edad también vive de forma diametralmente opuesta a como vivían sus padres. En ningún momento aludo al aspecto socio-económico, sino a las costumbres, las inquietudes, el ocio…

La cuestión es: ¿cabe considerar esta realidad como un síntoma de menor madurez de nuestra generación? Es decir, desde un enfoque crítico… O, chutando hacia la portería contraria, podemos encontrar en este giro una demostración de que ahora vivimos mejor, de que nos dura más tiempo la juventud mental.

Aunque en un primer momento parece que ‘Blondi’ frivolice en este debate, y nos presente a la protagonista como una descerebrada, descubrimos en el último tercio del metraje que no es así, que el guión también es capaz de encogernos el ánimo. Y que esa mamá fiestera tiene la cabeza perfectamente amueblada, como demuestra en la secuencia en que se entera de la beca concedida a su hijo, de la que nadie le había avisado. Cada frase de su alterado discurso da en el blanco. Y estimo que, tanto ahí como en el desconsolado llanto que le ataca tras salir del aeropuerto, Dolores Fonzi toma partido en el debate: vivimos la vida de otra manera, pero no somos gilipollas infantiloides.

A estas alturas de crítica, supongo que he desgranado suficientes pistas como para que esté claro que he salido de la sala con un estupendo sabor de boca. Por todo lo dicho, y también por otros caramelos que he ido encontrando, como la banda sonora o la catártica escena final de las hermanas cantando por Blondie. La única frustración que me provoca la película es saber lo cerca que estuve el verano pasado del Monumento al Libertador Bernardo O’Higgins, sin acercarme a sus pies para tirarle un par de fotos. Más vale que regresé de Buenos Aires con la seguridad de que, en un futuro, volveré. Y, por tanto, podré acercarme hasta la estatua, aunque no sé si con agilidad suficiente como para escalarla.

A modo de despedida, y aunque no descarto la posibilidad de que Dolores Fonzi jamás lea estas líneas… me atrevo a transmitirle un mensaje: «Correspondo».

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/07/14/critica-de-cine-blondi/
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