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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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16 de febrero de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tiempo que sabíamos que Haneke es el mejor director de actores del mundo. Hace tiempo que sabíamos que es quien mejor maneja el sonido. Hace tiempo que sabíamos que nadie como él para mostrar lo peor del ser humano. Lo que no sabíamos es que podía ser accesible. Que podía contar la historia. Que podía ser otro sin dejar de ser él mismo.
La cinta blanca guarda toda su esencia y la pone al servicio de una historia perfectamente comercial. No es comercial en el sentido hollywoodiense. Lo es en el sentido de que uno puede llegar a entretenerse.
Pero su propósito dista mucho de ser ese. Su propósito es seguir siendo él mismo. Por ello vuelve a Funny Games o a El video de Benny para hablarnos del mal radical que hay en el ser humano desde casi su nacimiento. Por ello anula cualquier posibilidad de empatía en la creación de personajes. Por ello, consigue que los actores parezcan haber nacido para ese preciso momento. Por ello anula cualquier posibilidad de emoción que cambie el pensamiento racional. Por ello mantiene la fuerza sobre sonidos fuera de plano. Por ello conserva su carácter de metacine. Por ello afila las garras de su discurso filosófico sobre la pregunta interactiva, y nunca sobre la respuesta.
Sin embargo, también obtiene logros nuevos. El ritmo es notable, carente casi de tiempos muertos. La tan fría como sublime fotografía es la mejor que nunca ha tenido su cine, y la mejor del reciente cine europeo. La mezcla de historias genera una nueva realidad que deviene estudio. Y finalmente, el calado histórico le confiere la fuerza de una reflexión que anticipa un nuevo tiempo.
Es la llegada del nazismo la que se asienta sobre los ojos de una sociedad buena que no quiere ver cuánto de mal hay en ella. Es el mal que viene y no somos capaces de frenar.
29 de abril de 2009 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Memento: Detenerse a discurrir con particular atención y estudio lo que le importa. ¿Qué estudiar? ¿Qué nos importa? ¿Qué recordamos de lo estudiado? ¿Qué recordamos de lo que nos importaba?


¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?


El maestro inglés Christopher Nolan se mete en compañía de su hermano Michael en la mente de un hombre que se plantea todas las preguntas de la filosofía. Y lo hace a ritmo de thriller endiablado. A ritmo del que trata de saber por qué está aquí con la desesperación de no saber adónde va. Al ritmo del hombre moderno. Al ritmo del hombre de siempre.


Y en un golpe de efecto que es todo menos efectismo, ese ritmo es un un ritmo inverso, anticronológico, una lucha por volver a los orígenes, por encontrarnos en nuestra esencia. Por obviar lo que no es cierto. Por obviar lo que no es instinto. Por alejar el aprendizaje y quedarnos con lo que realmente somos y seremos.


De todo eso va ese momumento que es Memento. De cómo tratar de volver a construirnos sabiendo que en el camino, asumiremos mil certezas que impedirán el objetivo. De todas las mentiras que nos generamos para afrontar la vida con certeza. De todas las asunciones que realizamos para volver a creer que somos un ente completo, algo en lo que poder (auto)confiar.


Y si este argumento, en manos de un filósofo hubiera sido carne de pedantería, y en manos de un "autor" en carne de aburrimiento, Nolan logra que Memento no sea más que cine negro, intriga acelerada que te ata a la butaca y te sobresalta el corazón, que te sobrecoge el alma y te aturde el cerebro, que te deja sin respuestas y te plantea más preguntas de las que te ves capaz de asumir.


Pero sin embargo, al terminar, al no ser capaz de unir los hilos, el espectador se da cuenta de que no hay por qué unir los hilos. Que la certeza está en la ausencia de certezas, que la inteligencia está en hacerse preguntas con la seguridad del que no encontrará la mejor respuesta
28 de diciembre de 2010
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta aburrido escribir una crítica acerca de una peli que no me ha dicho nada. Una peli que me ha tenido 2 horas para contarme una cosita que me han contado mil veces. Una peli que parte de la Historia para contarme una historia más.
Poco se puede decir sobre El discurso del Rey. Seguramente lo peor que se puede decir de ella es que busca el cine de qualité. Es que encuentra el aprecio del espectador menos exigente.
Va tan claramente a por el Oscar que es posiblemente que lo encuentre, pero lo que no va a encontrar es la recomendación del que se sienta en la butaca. Para alcanzar la historia, trata la Historia, pero no hurga en ella para no encontrar los elementos de fascismo que al espectador pudieran molestarlo. Para alcanzar la autoría, utiliza unos grandes angulares que te sacan de los años treinta. Para alcanzar el prestigio, toma celebridades y les da una cara famosa, que no un personaje. Para alcanzar la emoción, se centra en la autosuperación de un modo que pierda la esencia de la Historia. Para alcanzar la lágrima, guarda la música para un final pretendidamente épico que no mueve un solo ojo.
Con todo ello, El discurso del Rey no es una mala película. Sólo es una película sin personalidad.
23 de julio de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amo a David Trueba. Lo amo desde sus primeros guiones para Martínez-Lázaro, desde que se abrió a "La buena vida" y a "Abierto toda la noche". Amo su adaptación de la mejor novela de los últimos 25 años, "Soldados de Salamina", amo sus documentales y amo su desternillante paso por las series con "Qué fue de Jorge Sanz".
Pero el David Trueba que amo más es el autobiográfico, el que convierte unos amigos, una chica y una carretera secundaria en carne de risas y emociones, de conversaciones banales que se vuelven profundas, de gamberradas que acaban siendo redenciones vitales. Amo hasta la muerte "Cuatro amigos" y "Tierra de campos", amaré hasta la muerte "Casi 40".
Su primera secuencia equivale a la última. Te instala en Madrid, en la normalidad, lejos de la carretera, lejos de las emociones del viaje. Desde ahí, se inicia la vuelta a la vida, el regreso a los 19 hasta darte cuenta de que no eres lo que imaginabas, la decepción que supones para ti mismo, "la guitarra que te recuerda cada mañana lo que ya no haces".
Mano a mano, mirada esquiva a mirada esquiva, risa contenida a risa contenida, Lucía Jiménez y Fernando Ramallo nos regalan algo tan sincero y humano como una conversación en la que nada pasa. En la que pasa todo. Escena a escena, recuperan el fulgor de los ojos sin necesidad de trucos argumentales. Simplemente yendo por la carretera, enfrentándose a la vida, recogiendo sus pasiones, siendo capaces de escuchar a la guitarra hasta retomarla. Hasta convertirla en un prodigio de canciones, en un musical inesperado.
El que nos regala un autor que siempre escribe en minúsculas. Que prefiere la película pequeña a la grande. Que siempre pone su voz, su humor y su vida al servicio de las pequeñas historias, de las pequeñas personas. De él, de mí, de ti.
21 de febrero de 2011
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy objetivo, no lo quiero ser. Hay películas que son como personas: las amas. No importa que tengas defectos, los quieres más por ellos. Primos es de éstas. Amo Primos.
No es un amor incondicional, no la amo desde la desmesurada primera escena. Su monólogo inicial me seduce, me mueve a reírme, su continuidad me cansa un poco. Pero en el momento en el que da el salto a Comillas, su paisaje, su energía y su locura me llevan a sentirme en casa, a visitar territorio conocido, a divertirme con mis amigos, a revivir mi vida.
De eso va Primos. De la fiesta que todos vivimos cuando queremos salir de nuestro pozo. De la necesidad de soltarnos para dejar atrás las lágrimas, de cómo el disfrute nace del drama, cómo la comedia no es sino la mirada que da el tiempo tras la tragedia.
Todo eso es lo que puedo decir de Primos tratando de ser lo que no soy: objetivo. Pero lo que debo decir es lo que me sale de dentro. Que no se me fue en ningún momento la sonrisa de niño. Que no paré de soltar carcajadas de adulto. Que empaticé con cada uno de sus personajes. Que amé cada uno de sus errores. Que lloré sólo de la emoción de amar. Que acabé aplaudiendo como la mitad de mi sala. Que su antológico final me produjo una felicidad como la que sólo puede dar el amor.
El amor a un desternillante Raúl Arévalo. El amor a un sublime Quim Gutiérrez. El amor a un director, Daniel Sánchez Arévalo, que con 3 pelis ya logra construir un mundo propio pero permite que sea el de todos.
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