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Críticas 282
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de enero de 2022
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lícita y hasta cierto punto compresible la controversia generada en torno a la necesidad o no de presentar a estas alturas una nueva versión actualizada de “West Side Story”. Me pregunto si esa misma controversia surgiría en parecidos términos hace ahora sesenta años cuando la película original llegó a las pantallas. A fin de cuentas, el “West Side Story” de Wise y Robbins no dejaba de ser el remake de otro remake que a su vez había llevado a los escenarios de Broadway, y este sí de una forma totalmente vanguardista y transgresora, el clásico de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”.

¿Se escandalizaría el público de la época viendo las andanzas de los Montescos y los Capuletos trasplantadas de las calles de Verona al Nueva York del siglo XX? ¿Lo consideraría necesario y pertinente? Cabe preguntarse también por qué en estas circunstancias el “West Side Story“ de Wise y Robbins ha llegado hasta nosotros como un musical canónico. Tal vez la respuesta está en que el texto original shakespereano lo aguanta todo. Y así lleva representándose en un sinfín de modos y maneras más de cuatro siglos. Y aún así, cada nueva revisión no está exenta como vemos de las dudas y la polémica. Así pues, por qué no ver el “West Side Story” de Spielberg como el último eslabón de la cadena.

Lo que percibo ante todo en este nuevo remake del clásico es respeto, respeto en la forma con la que Spielberg se acerca a la trágica historia de Tony y María, no desde la suficiencia de alguien que se cree el más listo de la clase porque él lo vale – realmente lo vale; todos en el fondo sabemos que si había alguien capaz de salir airoso en el cine actual de un envite así ése no era otro que Mr. Steven- sino desde la humildad de alguien que ama realmente su oficio, y de alguna manera, lo ha reinventado en las últimas décadas. Más que la reescritura de un texto mítico, West Side Story es en manos de Spielberg, todo un homenaje al cine que le formó como director. En realidad, la respuesta al porqué Spielberg necesitaba este remake está en ese emotivo “to dad” con el que se cierra la película antes de los créditos finales. Ojala todos pudiésemos en un momento dado ser capaces de hacer dedicatorias así a quienes más queremos. Es, además, de justicia poética que la pandemia haya retrasado una y otra vez el estreno de la película hasta hoy cuando la vigencia del cine en salas está más en el alero que nunca.

Yendo al fondo del asunto, las diferencias entre esta nueva versión y su inspiradora serían en este sentido un poco peccata minuta. Además de la lógica elección de un nuevo reparto – que en general cumple con creces- algunas decisiones en cuanto a la puesta en escena que, independientemente de que sean más o menos afortunadas, siempre resultan estimulantes. A estas alturas, veo innecesario reservar para el spoiler mis impresiones al respecto. Así que allá voy.

Estimulante me parece la alteración en el orden de algunos números musicales, para colocar por ejemplo el “I feel pretty” justo en el momento previo a que María descubra el asesinato de su hermano a manos de su enamorado. O el estallido de vigor y colorido en las calles por las que se canta el “America” en contraste con el intenso, estático y nocturno “cuerpo a cuerpo” del original en la azotea. Podría decir, sí, que me gusta más el “Officer Krupke” de 1961 que el actual, o que veo algo fuera de lugar a Rita Moreno cantando “Somewhere” que por intensidad romántica y dramática requiere la presencia obligatoria de los dos amantes. Eso sí, el momento resulta de lo más entrañable.

Tal vez, este “West Side Story” haya supuesto el mayor reto en la ya larga carrera de Spielberg. Estamos hablando de un director acostumbrado a meterse en charcos y a salir más o menos airoso de ellos. Que un director, acusado una y mil veces de sensiblero, manipulador y blandengue, haya llegado a buen puerto con un material emocionalmente tan sensible como éste no sólo es digno de agradecer sino también incluso de aplaudir.
24 de enero de 2019
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de seis intentonas por hacerse con el preciado eunuco de Hollywood parece que este año sí, este año va a ser definitivamente el año de Glenn Close. Eso sí, cuando, como parece previsible, anuncien su nombre como ganadora en esta futura edición de la gran noche del cine como mejor actriz del año no oirá el tradicional “And the winer is…” con el que encabezo este comentario, sustituido hace años por ese otro “And the Oscar goes to”, mucho más políticamente correcto, no vaya a ser que se nos ofenda alguien.

Con Oscars o sin Oscars, con premios o sin premios, la Close es una de las mejores actrices de nuestros tiempos (qué caray, de todos los tiempos). Merece desde hace años el artículo delante del apellido, algo reservado solo a a las más grandes (la Davis, LAS Hepburn, la Streep…)

Se dice, se comenta que Glenn no merece ganar la estatuilla por esta película, que no está a la altura de su leyenda (eso desgraciadamente suele verse siempre más a toro pasado). Es verdad que la actriz nos ha brindado excelentes interpretaciones en el pasado merecedoras de todos los elogios y agasajos como esa Alex de “Atracción fatal” o por supuestísimo esa Marquesa de Merteuil de “Las amistades peligrosas”. Y es que vale más un primer plano de esta mujer desmaquillándose y quitándose el polvo de la cara que toda la filmografía de Lindsay Lohan junta.

Se dice, se comenta que la Close lleva años intentando desesperadamente llevarse el Oscar a casa a base de conseguir papeles de lucimiento personal en peliculitas que ni fu ni fa (¿alguien dijo “Albert Nobbs?”) Lo cierto es que la mujer lleva años esperando pacientemente su hora viendo mientras como el premio se lo van dando a otras. Dicen incluso - menuda tontería- que creciendo a la sombra de otras (¿he oído por ahí Meryl Streep?)

Puede que esta película no esté como dicen a la altura de la actriz. El tema da de sí, pero la dirección es convencional y el desarrollo algo plano. El personaje de Christian Slater roza lo esperpéntico. Pero, por aquello de que detrás de una gran mujer hay siempre un gran hombre ahí tenemos a Johnattan Pryce, espléndido en su papel. Y por supuesto , Glenn Close, la Close, brillando por encima de todo. Desde luego, merece todos los premios del mundo. Incluso el Nobel.
15 de marzo de 2023
28 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
LOS ÁNGELES (DE SAN RAFAEL), 23 DE SEPTIEMBRE DE 2039.

La semana pasada tuvo lugar en Los Ángeles el estreno mundial del film No me toquéis las partes todos a la vez, decimonovena entrega de la exitosa franquicia iniciada en 2022 por la oscarizada película Todo a la vez en todas partes. De este modo, la franquicia se ha convertido en la tercera saga con más secuelas de la historia, solamente por detrás de Fast and Furius (con 193) y de Padre no hay más que uno (con 79). En esta ocasión, los directores de todas las películas de la serie, los Daniels, han cedido el testigo a los Javis que debutan de esta forma en el cine de Hollywood tras el éxito mundial de su musical queer basado en “Las uvas de la ira” de John Steinbeck. El dúo de directores españoles firma también el guión pero ambos se han apresurado a confirmar que ya no van a participar en ninguna otra secuela del film. Lo más probable es que la vigésima película de la serie recaiga ahora por primera vez en manos femeninas, aunque no se sabe aún con seguridad si la dirección correrá a cargo de las Virtudes o de las Khardasian.

El acto tuvo lugar en el antiguo Dolby Theatre, rehabilitado desde hace unos meses como desguace de limusinas y autocaravanas de lujo. No quisieron perderse la cita los Nobel de Literatura, Dan Brown y Justin Bieber, ni tampoco el Nobel de la Paz 2033, Vladimir Putin. Acudió también el acto Donald IV, justo en el día en el que se cumplía el aniversario de su llegada al trono. El autoproclamado monarca se hizo acompañar por su primer ministro, Elon Musk, así como por su homólogo británico Carlos III, que además patrocinaba el evento.

Como es lógico fue un estreno masivo que obligó incluso a colgar el cartel de “No hay billetes”, porque uno de los acomodadores huyó con la recaudación dejando apenas un poco de calderilla en la caja (en el momento de escribir estas líneas seguía en busca y captura y en paradero desconocido). Había una gran expectación por ver cómo continuaban las aventuras en el multiverso de esta familia de inmigrantes asiáticos, y el giro que le habían dado los Javis a las andanzas de estos entrañables personajes que a pesar de sus problemas con el fisco, o precisamente gracias a ello, se han ganado el corazón de los espectadores en todos estos años que han compartido con nosotros. En esta nueva entrega, sin embargo, hay que lamentar la ausencia de Michelle Yeoh que ha abandonado la franquicia al parecer por problemas de salud. Diversas fuentes sitúan a la actriz en una clínica suiza curándose de su adición a los videojuegos, aunque la noticia nunca ha llegado a ser confirmada del todo. De hecho, mientras hay quien asegura haber visto a la protagonista de Tigre y Dragón vendiendo cartones en una sala de bingo de la localidad española de Estepona, otros afirman que ha vuelto a su país natal para trabajar como estatua a la entrada de un templo budista. En cualquier caso, Yeoh ha sido sustituida en esta ocasión por la australiana Cate Blanchett que como siempre borda su papel. Si la actriz china se ha pasado las dieciocho películas anteriores sin parar, de multiverso a multiverso y tiro porque me toca en un claro homenaje a aquel viejo spot de la señora que venía del futuro con la lejía Neutrex (recuerden que daba vida a la dueña de una lavandería), su sustituta no le va a la zaga. Curiosamente, Yeoh conquistó el primero de sus ocho Oscars como intérprete principal batiendo en la edición de 2022 a Blanchett que en aquella ocasión era candidata a la dorada estatuilla por su papel en una de las entregas de Avatar en la que daba vida a una directora de orquesta extraterrestre.

La acción de No me toquéis las partes todos a la vez arranca justo en el momento en el que terminaba la anterior película de la saga. El matrimonio protagonista disfruta de unas vacaciones en la tierra de sus ancestros cuando la mujer (Yeoh) desaparece misteriosamente durante una de las visitas de la pareja al denominado Templo Maldito. Tras varios meses de infructuosa búsqueda, su marido, magistralmente interpretado de nuevo por Qué hay Juan, decide volver entonces a Estados Unidos y rehacer su vida junto a Rose Mary (Blanchett) la mujer con la que desde hace años le ponía los cuernos a la desaparecida. Un buen día llega a su tienda la inspectora de hacienda, de nuevo espléndida Jamie Lee Curtis, solicitando el lavado y planchado de unas camisas, amenazando con que si no le hacen un precio hurgará en su declaración del último año. Como Rose Mary aún no le tiene muy cogido el tranquillo a las lavadoras mezcla las camisas blancas de la inspectora con ropa de color, provocando un auténtico desastre. Para evitar ser de nuevo desahuciados por la Agencia Tributaria, Rose Mary deberá viajar por el tiempo y el espacio y por varias dimensiones a la redonda y encontrar unas camisas con un bordado idéntico al de las prendas de la inspectora. En su viaje, Rose Mary vivirá varias vidas y será entre otras cosas neurocirujana en un hospital de Ámsterdam, concursante de Master Chef y tertuliana de Ana Rosa, candidata al concurso de “Mis Multiverso”, Marta Sánchez, y llegará incluso a tomar la forma del monoplaza de Fernando Alonso,

Continúa en la zona spoiler, sin desvelar partes del argumento (más que nada porque igual es que no hay ninguno).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película ha sido todo un bombazo de taquilla durante su primer fin de semana de exhibición en Estados Unidos, lo que la ha aupado al número 2 del Box Office (todavía lejos de las espectaculares cifras del biopic “Shakira and Gerard, the movie”). Los productores confían en superar estos números, aunque, con lo del acomodador del otro día se conforman con salir más o menos a pachas. Por su parte, el film ha sido recibido por la crítica con división de opiniones, aunque la prensa coincide en elogiar el trabajo de Cate Blanchett, especialmente en las escenas en las que aparece interpretando al Aston Martin. El crítico del New York Timos Charles Boyer se deshizo en alabanzas a la cinta a la que definía como un “fascinante cruce entre El año pasado en Mariembad de Resnais y La jungla de cristal de John McTiernan en el que los Javis se permiten reflexionar con profunda lucidez sobre los límites de la naturaleza humana".

Está previsto que No me toquéis las partes todos a la vez se estrene en nuestras pantallas el próximo mes de diciembre, justo antes de la Navidad. Espero haber logrado reunir antes de esa fecha el valor suficiente para arrancarme definitivamente las cuencas de los ojos.
7 de junio de 2005
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de la década de los ochenta el director Jean Jacques Annaud afrontó el díficil reto que suponía llevar al cine el conocido "best seller" de Umberto Eco " El nombre de la rosa". La complejidad que de por sí entraña la adaptación cinematográfica de textos literarios se multiplica en esta ocasión al estar ante una novela repleta de referencias filosóficas, históricas y literarias, y en la que además los libros son verdaderos protagonistas de la historia. Para salir airoso de la empresa, el director se rodeó de un numeroso equipo de guionistas, entre los que se encontraba el propio Eco, y contó con los medios propios de una gran superproducción.
Annaud plantea el filme como una intriga detectivesca, y se vale principalmente del montaje para crear el deseado clima de suspense. Estamos en líneas generales ante una adaptación más que notable, pese a que el guión traicione por momentos el desarrollo argumental del texto de Eco, y no llegue a captar totalmente su esencia filosófica. La película describe con acierto una época oscura en la que la superstición seguía estando muy por delante de la razón (¡ y lo que le quedaba ¡) Guillermo de Baskerville, inconmensurable como siempre Sean Connery, es una especie de Sherlock Holmes medieval que desafía con las artes de la lógica las leyes de su tiempo. En el capítulo interpretativo también merece destacarse una de las primeras apariciones en el cine del entonces desconocido Christian Slater dando vida a Adso de Melk, el joven novicio que acompaña al protagonista.
Como no podía ser menos en este tipo de producciones los aspectos técnicos están muy cuidados, desde la fotografía hasta la puesta en escena, sobresaliendo de ésta última la suntuosa recreación de la abadía en donde se desarrolla la historia.
Una gran película a la altura de una gran novela.
9 de junio de 2014
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se habla últimamente de la desafección ciudadana hacia la política y los políticos. Se trata desde luego de una desafección ganada a pulso hacia un juego, el de la política, que al final ha resultado ser demasiado perverso. Quienes desde hace algún tiempo vienen reclamando un cambio en las reglas de ese juego a través de una verdadera regeneración democrática (que exige desde la presencia de listas abiertas hasta la implicación directa del pueblo en los asuntos públicos) parecen moverse entre la utopía y el deseo de canalizar la mala leche reprimida de los ciudadanos hacia quienes les gobiernan.

En este sentido, el arranque y posterior planteamiento de una película como Viva la libertad resulta cuanto menos curioso. Hay un primer y prometedor guiño a la humanización del político en la figura de ese líder del partido de la oposición que, encerrado en su propio laberinto, hundido en las encuestas y cuestionado por los suyos, decide mandarlo todo a paseo y desaparecer por un tiempo de escena. Puede se runa declaración de intenciones que apunta hacia una izquierda desnortada que necesita urgentemente de nuevas ideas para encontrar definitivamente su lugar en el mundo. No obstante, parece que hay más y que Enrico Oliveri, el protagonista, necesita una renovación más personal, alejarse de los focos y volver al origen en un rapto de conciencia y honestidad, lo nunca visto en un político de estos tiempos.

En esa huida hacia adelante Enrico buscará refugio en el hogar de un antiguo amor de juventud (al que da vida la cuñada de Sarkozy lo que da pie a un pequeño y muy sutil gag verbal). Lo suyo parece un adiós definitivo pero pronto descubriremos que tal vez sólo se trate de un “hasta luego” y es que el poder es una droga de la que es difícil desengancharse. El recambio temporal de Enrico será Giovanni, su hermano gemelo, físicamente clavado a él, pero en sus antípodas en cuanto a carácter y formación. Giovanni es un filósofo que acaba de salir de un sanatorio mental donde se curaba de un trastorno bipolar, y que decide tomarse la suplantación de Enrico como un juego. Y entonces sucede lo que tiene que suceder.
Sucede que a través de su discurso directo – y populista dirían algunos- el hermano de Enrico se gana primero al partido y luego a la gente. En el fondo, Viva la libertad no deja de ser un film de inspiración capriana, y Giovanni propone volver a creer en la política con las mismas armas que funcionaron en otros tiempos: la filosofía y, por supuesto, el sentido común.

Está por ver si el mensaje que nos envía la película no llega demasiado tarde. A mí al final se me hace difícil de creer, incluso en un país como Italia acostumbrado a la alternancia política y a ver como sus gobiernos y sus mandatarios se suceden con la misma frecuencia con la que se cambian los entrenadores del Milan o de la Juve. Suerte que la gran baza del film es ese prodigio de actor que se llama Toni Servillo capaz de hacernos creer cualquier cosa por muy inverosímil que sea y que aquí vuelve a asombrar además por partida doble. Después de su antológico Jep Gambardella en La grande belleza, este hombre está ya por encima del bien y del mal interpretativamente hablando, compartiendo plaza en el Olimpo de los grandes junto a los Mastroianni, los Sordi o los Gassman.

Servillo es mucho Servillo pero como digo tal vez no sea suficiente para que el mensaje de la película nos cale definitivamente. Ya no es tiempo de los grandes discursos ni de las soflamas, relegadas a los dos minutos de conexión pactada con el telediario. La política parece estar ahora en otra, sometida a otro tipo de intereses, comenzando por la economía naturalmente, y siguiendo por la férrea disciplina de los aparatos de los partidos que aprisionan al individuo y al candidato. Ya lo dijo alguien por aquí hace algún tiempo: el que se mueve no sale en la foto. Y en esta película, Giovanni se mueve demasiado.
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