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7,2
24.614
8
2 de agosto de 2008
2 de agosto de 2008
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la historia real de Salomón Sorowitsch un judío que goza de la gran vida en una Alemania que respira aires de inminente guerra guiada por la ascendente figura y líder del partido nazi Adolf Hitler. Mujeres, alcohol y una respetada posición como el mejor falsificador del mundo son las bases de su oscuro estatus. Hasta que es capturado por oficiales del Tercer Reich y enviado a un campo de concentración donde luego de años de sobrevivir las humillaciones contra el y su pueblo es trasladado a Sachsenhausen, allí encabezara la "Operación Bernhard" la más grande de todos los tiempos en lo que a falsificación se refiere. Las intenciones alemanas: Cambiar el curso de la guerra que, luego de la caída en San Pettersburgo ante el ejercito rojo se encaminaba a una definitiva derrota. De esta manera se intentaba anegar las economías de los países rivales y así, al mismo tiempo financiar un contragolpe que les permitiera recobrar el control de la situación mundial. Primero la victima seria la libra esterlina y luego el tan preciado dólar. Es aquí donde se instala el debate de los judíos que trabajaban en los talleres de la operación: Seguir adelante para mantener sus privilegiadas posiciones en sus barracones aislados de la masacre a la que eran sometidos sus pares y, con su aporte ayudar a los nazis a dar un paso importante rumbo a la victoria; o sabotear sus planes y así darles el empujón final rumbo al ocaso de su impiadoso y dictatorial régimen, aún a costa de sus propias vidas. Gran historia en la que se entremezclan la sagacidad estratégica del Tercer Reich y sus monstruosos e indescriptibles crímenes contra la humanidad. Aunque demasiado acotada y mediocremente contada, merece ser vista.

7,3
6.270
1
14 de marzo de 2023
14 de marzo de 2023
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás una de las escenas más escalofriantes de la historia del cine no pertenezca a una película de terror.
Está presente en "Furtivos", la obra maestra de José Luís Borau de 1975.
En ella, Lola Gaos, madre posesiva enfermiza, encolerizada porque su hijo ha llevado a casa una novia comete un acto difícil de comprender: Con un palo mata a golpes a una loba que habían atrapado porque estaba comiendose distintos animales de las granjas del lugar.
Lo espeluznante surge luego. La loba no era loba, sino un perro, pero el crimen fue real.
Allí es donde aparecen las estupefacciones, las preguntas, la incomprensión.
¿Que puede llevar a un equipo técnico entero, a un director, a una actriz que en ese momento tenía mas de 50 años a cometer esa atrocidad por el solo hecho de realizar una escena de un filme?
A lo largo de los años desde que la ví por primera vez he hecho en numerosas ocasiones intentos de comprender, de ubicarme en el contexto, de tratar de no caer en la simple descalificación de considerar como unos hijos de puta a los autores de la matanza del pobre inocente.
Era la España destrozada, la de la muerte de Franco, una España perdida, deambulante, que no sabía si festejar o llorar la muerte de su tiránico padre que durante 40 años había sostenido su autoridad con mano de hierro. La de los culos, las tetas, la cocaína, el caballo, toda una galería de exhibicionismo y frivolidad de esa población infantilizada que salía a la calle, que habitaba las noches sin restricciones, la España del "destape".
Ese libertinaje abrupto narcotizaba y extraviaba, confundía, se quería mostrar todo, se quería ser auténtico, tras 40 años de represión, de mentiras, de propaganda falsa, de oscurantismo, había una rabia contenida, furiosa, supurante contra la ficción, contra la coartada, contra el "como si".
Y como suele suceder con los pueblos liberados a sus potencias brutal y repentinamente no tardan en convertirse en turbas conducidas por las pasiones y la irracionalidad, esa omnipotencia de la niñez que está condenada a terminar en tragedia, destinada a lastimar y a lastimarse. Eso también fue parte del plan de los poderes hegemónicos que asolaron y asolan a España. Este filme, esta escena es el mejor ejemplo para no considerar como virtuoso ese supuesto grito de liberación llamado "Destape".
"Furtivos" es una película extraordinaria, hecha con una tristeza, con un dolor que se impregna en la naturaleza del verde y ocre del norte español, de nieve, de lluvia, de frío, de un tiempo histórico reciente pero que resulta muy lejano a la vista de hoy, esa España que ya no era negra por su rodaje en color pero que la oscuridad del profundo interior del país, de la ignorancia, de la brutalidad parecía todo el tiempo amenazar con apagar la gama de colores propia del entorno y de los ambientes tenuemente iluminados.
Sin embargo no puedo. No puedo dejar de pensar en esa escena. Cuando se rompe el tejido de la ficción e irrumpe el horror de lo real, intencionalmente o no, ya no podemos volver a creer en la ficción, ya no puede sostenerse, todo se desmorona bajo las tempestades de lo ominoso, de lo que viene del infierno de la condición humana.
Es como la pornografía, cuando los actores y actrices entre escenas de sexo explícito intentan sostener recreaciones de una ficción que se vuelve precaria, burda. Nadie cree en ese teatro porque nuestra subjetividad ha quedado colonizada por la fuerza de la genitalidad, de lo real, de lo que destruye la virtualidad necesaria para la elaboración de toda ficción.
Borau, Gaos y compañia cruzaron ese límite y se sumergieron en las fauces del horror. Y lo hicieron por una especie de militancia estúpida y tan en boga en aquellos años por el realismo, por la autenticidad. Eso los convirtió en asesinos sin condena, los convirtió en lo que más odiaban, en lo que querían denunciar a través de este filme.
"El camino al infierno está lleno de buenas intenciones".
Es la primera vez que me sucede que no sé si calificar con un 10 o con un 1 a una película. Que sea el 1 como ínfimo acto de justicia contra ese pobre perro apaleado.
Está presente en "Furtivos", la obra maestra de José Luís Borau de 1975.
En ella, Lola Gaos, madre posesiva enfermiza, encolerizada porque su hijo ha llevado a casa una novia comete un acto difícil de comprender: Con un palo mata a golpes a una loba que habían atrapado porque estaba comiendose distintos animales de las granjas del lugar.
Lo espeluznante surge luego. La loba no era loba, sino un perro, pero el crimen fue real.
Allí es donde aparecen las estupefacciones, las preguntas, la incomprensión.
¿Que puede llevar a un equipo técnico entero, a un director, a una actriz que en ese momento tenía mas de 50 años a cometer esa atrocidad por el solo hecho de realizar una escena de un filme?
A lo largo de los años desde que la ví por primera vez he hecho en numerosas ocasiones intentos de comprender, de ubicarme en el contexto, de tratar de no caer en la simple descalificación de considerar como unos hijos de puta a los autores de la matanza del pobre inocente.
Era la España destrozada, la de la muerte de Franco, una España perdida, deambulante, que no sabía si festejar o llorar la muerte de su tiránico padre que durante 40 años había sostenido su autoridad con mano de hierro. La de los culos, las tetas, la cocaína, el caballo, toda una galería de exhibicionismo y frivolidad de esa población infantilizada que salía a la calle, que habitaba las noches sin restricciones, la España del "destape".
Ese libertinaje abrupto narcotizaba y extraviaba, confundía, se quería mostrar todo, se quería ser auténtico, tras 40 años de represión, de mentiras, de propaganda falsa, de oscurantismo, había una rabia contenida, furiosa, supurante contra la ficción, contra la coartada, contra el "como si".
Y como suele suceder con los pueblos liberados a sus potencias brutal y repentinamente no tardan en convertirse en turbas conducidas por las pasiones y la irracionalidad, esa omnipotencia de la niñez que está condenada a terminar en tragedia, destinada a lastimar y a lastimarse. Eso también fue parte del plan de los poderes hegemónicos que asolaron y asolan a España. Este filme, esta escena es el mejor ejemplo para no considerar como virtuoso ese supuesto grito de liberación llamado "Destape".
"Furtivos" es una película extraordinaria, hecha con una tristeza, con un dolor que se impregna en la naturaleza del verde y ocre del norte español, de nieve, de lluvia, de frío, de un tiempo histórico reciente pero que resulta muy lejano a la vista de hoy, esa España que ya no era negra por su rodaje en color pero que la oscuridad del profundo interior del país, de la ignorancia, de la brutalidad parecía todo el tiempo amenazar con apagar la gama de colores propia del entorno y de los ambientes tenuemente iluminados.
Sin embargo no puedo. No puedo dejar de pensar en esa escena. Cuando se rompe el tejido de la ficción e irrumpe el horror de lo real, intencionalmente o no, ya no podemos volver a creer en la ficción, ya no puede sostenerse, todo se desmorona bajo las tempestades de lo ominoso, de lo que viene del infierno de la condición humana.
Es como la pornografía, cuando los actores y actrices entre escenas de sexo explícito intentan sostener recreaciones de una ficción que se vuelve precaria, burda. Nadie cree en ese teatro porque nuestra subjetividad ha quedado colonizada por la fuerza de la genitalidad, de lo real, de lo que destruye la virtualidad necesaria para la elaboración de toda ficción.
Borau, Gaos y compañia cruzaron ese límite y se sumergieron en las fauces del horror. Y lo hicieron por una especie de militancia estúpida y tan en boga en aquellos años por el realismo, por la autenticidad. Eso los convirtió en asesinos sin condena, los convirtió en lo que más odiaban, en lo que querían denunciar a través de este filme.
"El camino al infierno está lleno de buenas intenciones".
Es la primera vez que me sucede que no sé si calificar con un 10 o con un 1 a una película. Que sea el 1 como ínfimo acto de justicia contra ese pobre perro apaleado.

5,5
14.569
7
28 de marzo de 2013
28 de marzo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano suele olvidarse de lo que es. De vez en cuando la naturaleza se toma una tiempo para traerlo a presente. Hace un par de años atrás tuve la experiencia de atravesar un fenómeno que nunca creí que debía soportar por las latitudes de donde vengo. Un tornado azoto Buenos Aires (una tierra desacostumbrada a este tipo de fenómenos), más específicamente la zona oeste de la urbe más importante de esta provincia. Solo, vi cara a cara la fuerza natural del universo. Mientras en muchas películas los hombres y mujeres corren despavoridos ante la llegada del “monstruo invisible”, yo casi que no pude reaccionar mientras los vientos de más de 100 km/h despedazaban los techos de las casas y volaban por los aires todo lo que encontraban a su paso. Un gato voló ante mis ojos como si fuera una hoja más, unas vigas de fierro se retorcieron y muchos árboles fueron arrancados de cuajo. Yo simplemente me paralice al sentirme tan ínfimo y prescindible frente a la inmensidad del todo. Sentado en una butaca del cine Carnahan me recordó todo eso. Quizás con algunos errores, es verdad, su cinta tiene, pero desde la semántica de su mensaje fui trasladado a aquel momento, el mismo en que Liam Neeson se para, no frente a un lobo, sino frente a todo un ecosistema agotado de la violación y los maltratos de parte de sus destructivos huéspedes. El, o los lobos, son solo una figura de la infinita fuerza de la naturaleza, quienes no comprendan esto notaran que su carácter y sus acciones son exageradas, pues deben verlo como la metáfora de lo que representan, el guion se encarga de recordarlo en varias oportunidades. “The Grey” no es una película de suspenso ni de supervivencia como por allí se dice, sino una declaración de amor por la naturaleza y una mirada de admiración y al mismo tiempo de poética incomprensión por las acciones duales del hombre y también del universo.
El hombre es capaz de ser al mismo tiempo el ser más vil y despreciable como el más solidario y trascendente. Un borracho pendenciero como el padre del personaje de Neeson fue capaz de regalarle unas líneas que marcaron su vida y la nuestra como espectadores, así como lo han hecho muchos de los grandes artistas y figuras de la historia humana
“Una vez más en la lucha
En el último combate que debo enfrentar
Vivir y morir este día
Vivir y morir este día “
La naturaleza es capaz de regalarnos paisajes imponentes como las montañas mezcladas con la bruma que no permiten distinguir donde empieza una y termina la otra al mismo tiempo de destrozar una ciudad entera con solo soplar durante unos minutos una porción ínfima de su inconmensurable poder
Quiero compartir con ustedes una canción compuesta hace unos años por un grupo argentino llamado La Bersuit, que dice
sigo en el spoiler sin develar
El hombre es capaz de ser al mismo tiempo el ser más vil y despreciable como el más solidario y trascendente. Un borracho pendenciero como el padre del personaje de Neeson fue capaz de regalarle unas líneas que marcaron su vida y la nuestra como espectadores, así como lo han hecho muchos de los grandes artistas y figuras de la historia humana
“Una vez más en la lucha
En el último combate que debo enfrentar
Vivir y morir este día
Vivir y morir este día “
La naturaleza es capaz de regalarnos paisajes imponentes como las montañas mezcladas con la bruma que no permiten distinguir donde empieza una y termina la otra al mismo tiempo de destrozar una ciudad entera con solo soplar durante unos minutos una porción ínfima de su inconmensurable poder
Quiero compartir con ustedes una canción compuesta hace unos años por un grupo argentino llamado La Bersuit, que dice
sigo en el spoiler sin develar
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
“Ciudades gigantes,
enormes cloacas
viajan torrentes hacia el mar
de un amor que huele mal
como anunciándole al cielo
nuestro destino
se ven las marcas de la muerte
por las ventanas del avión.
El progreso fue un fracaso
fue un suicidio
La ansiada prosperidad
fue el más pesado vagón
¿Para qué un juicio final?
Si ya estamos desechos
Una explosión natural
hará una gran selección.
Yo te agradezco,
porque aquí estoy,
Vos sos mi única madre
con alma y vida hoy venero tu jardín...
Te agradezco aunque me voy
avergonzado por ser parte de la especie,
que hoy te viola en un patético festín...
No te libraste de nosotros,
nuestra desidia,
fue por tenerte regalada
el creer que no vales nada
Está pariendo hijos ciegos,
Está cansada,
Aunque tus lágrimas saldas
nos pueden ahogar si quieres.
Los pocos que te aman,
no tienen fuerza
Como reliquia se pasean,
solo paquetes de turismo son,
no hay más amigos del sol,
no hay más ofrendas
Sólo este ataque mortal,
al medio del corazón.
Yo te agradezco,
porque aquí estoy,
vos sos mi única madre
con alma y vida yo defiendo tú jardín...
Te agradezco,
aunque me voy,
avergonzado por ser parte de la especie,
que hoy te viola en un patético festín...
Y para el final, algo de mi bagaje personal:
“La dualidad es nuestro regalo más hermoso
Hoy desperté y vi el mundo con los ojos entreabiertos
Y note el reverso del universo, allí donde el cielo es blanco y las estrellas negras
Ame y odie todo lo que soy, llorando, riendo, desgarrando mi piel con mis propias manos
Sin guerras no hay actos de bondad, sin asesinos no hay salvadores
Solo debo aguantar un poco más, solo debo aguantar un poco más”
enormes cloacas
viajan torrentes hacia el mar
de un amor que huele mal
como anunciándole al cielo
nuestro destino
se ven las marcas de la muerte
por las ventanas del avión.
El progreso fue un fracaso
fue un suicidio
La ansiada prosperidad
fue el más pesado vagón
¿Para qué un juicio final?
Si ya estamos desechos
Una explosión natural
hará una gran selección.
Yo te agradezco,
porque aquí estoy,
Vos sos mi única madre
con alma y vida hoy venero tu jardín...
Te agradezco aunque me voy
avergonzado por ser parte de la especie,
que hoy te viola en un patético festín...
No te libraste de nosotros,
nuestra desidia,
fue por tenerte regalada
el creer que no vales nada
Está pariendo hijos ciegos,
Está cansada,
Aunque tus lágrimas saldas
nos pueden ahogar si quieres.
Los pocos que te aman,
no tienen fuerza
Como reliquia se pasean,
solo paquetes de turismo son,
no hay más amigos del sol,
no hay más ofrendas
Sólo este ataque mortal,
al medio del corazón.
Yo te agradezco,
porque aquí estoy,
vos sos mi única madre
con alma y vida yo defiendo tú jardín...
Te agradezco,
aunque me voy,
avergonzado por ser parte de la especie,
que hoy te viola en un patético festín...
Y para el final, algo de mi bagaje personal:
“La dualidad es nuestro regalo más hermoso
Hoy desperté y vi el mundo con los ojos entreabiertos
Y note el reverso del universo, allí donde el cielo es blanco y las estrellas negras
Ame y odie todo lo que soy, llorando, riendo, desgarrando mi piel con mis propias manos
Sin guerras no hay actos de bondad, sin asesinos no hay salvadores
Solo debo aguantar un poco más, solo debo aguantar un poco más”
9
12 de enero de 2010
12 de enero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como thriller OldBoy es simplemente perfecta, pues tiene todo lo que una película de este género debe tener: Un ritmo notable en la narración, un desarrollo de los acontecimientos que desembocan en una resolución final inimaginada, una banda sonora que acompaña deliciosamente, y una historia de fondo que va mas allá de la mera acción que se desarrolla en el campo visual, lo que habitualmente se llama “el fuera de campo”, sencillamente sublime. Pero como quedarse con eso solo cuando la historia nos invita a más. Como quedarse en solo destacar su extraordinaria fotografía, sus movimientos de cámara innovadores (la escena de la pelea en el pasillo de Oh Dae Su contra 15 patovicas es de las mejores filmadas jamás, al punto que hace creíble que él pueda imponerse ante tanta desigualdad numérica), y qué decir del fantástico pulso de su director para no hacernos doblegar un segundo en la butaca por la dinámica atrapante del guion.
Pero así y todo, sería un pecado imperdonable el tomar esos fantásticos recursos técnicos/narrativos y elevarlos por encima del trasfondo del filme en el que aparece un mensaje tan claro y pocas veces destacado por aquellos que han criticado la cinta: La venganza es una mierda. El rencor es un parasito, una parte desigual de una relación que creemos simbiótica, que sentimos pareja, de la cual nos jactamos de retroalimentarnos cuando en realidad son esos oscuros sentimiento los únicos que salen ganando tras una vida de odio y resentimiento. Pues, una vez que nos hemos vengado ¿Qué demonios queda? Nada. El sentido de vivir se ha perdido, pues dedicamos toda una vida en llevar a cabo eso que siempre quisimos concretar: El tener a nuestros enemigos bajo nuestra suela, el poder mirarlos desde lo más alto y escupirlos en sus rostros, el que vengan a nosotros suplicando piedad y auxilio.
¿Y una vez que lo conseguimos nos sentimos mejor? Para nada. Pues la satisfacción que se basa en logros vacios es efímera, tanto que el regocijo solo dura unos segundos hasta que la pena y el dolor vuelven a aflorar y a continuar consumiendo nuestro existir.
Una lección que Oh Dae-su aprendió de su enemigo, Lee Woo-Jin, de la manera más dolorosa, una lección que todos deberíamos considerar, pues, ¿Quien no sintió odio y rencor alguna vez en su vida?
Oldboy es ese espíritu viejo, el de todos nosotros, que alcanzó el ocaso de su vida cuando la sed de venganza lo consumió completamente. Exactamente en el mismo momento en que aprendió que perdonando se vive mejor.
Lo aprendió para volver a nacer. Para vivir eternamente. Siempre joven.
Pero así y todo, sería un pecado imperdonable el tomar esos fantásticos recursos técnicos/narrativos y elevarlos por encima del trasfondo del filme en el que aparece un mensaje tan claro y pocas veces destacado por aquellos que han criticado la cinta: La venganza es una mierda. El rencor es un parasito, una parte desigual de una relación que creemos simbiótica, que sentimos pareja, de la cual nos jactamos de retroalimentarnos cuando en realidad son esos oscuros sentimiento los únicos que salen ganando tras una vida de odio y resentimiento. Pues, una vez que nos hemos vengado ¿Qué demonios queda? Nada. El sentido de vivir se ha perdido, pues dedicamos toda una vida en llevar a cabo eso que siempre quisimos concretar: El tener a nuestros enemigos bajo nuestra suela, el poder mirarlos desde lo más alto y escupirlos en sus rostros, el que vengan a nosotros suplicando piedad y auxilio.
¿Y una vez que lo conseguimos nos sentimos mejor? Para nada. Pues la satisfacción que se basa en logros vacios es efímera, tanto que el regocijo solo dura unos segundos hasta que la pena y el dolor vuelven a aflorar y a continuar consumiendo nuestro existir.
Una lección que Oh Dae-su aprendió de su enemigo, Lee Woo-Jin, de la manera más dolorosa, una lección que todos deberíamos considerar, pues, ¿Quien no sintió odio y rencor alguna vez en su vida?
Oldboy es ese espíritu viejo, el de todos nosotros, que alcanzó el ocaso de su vida cuando la sed de venganza lo consumió completamente. Exactamente en el mismo momento en que aprendió que perdonando se vive mejor.
Lo aprendió para volver a nacer. Para vivir eternamente. Siempre joven.

7,4
65.951
9
17 de febrero de 2009
17 de febrero de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuanto mas placentero sería apreciar la extraordinaria, única, irrepetible, suprema ( y todos los demás sinónimos que se refieran a la excelencia) interpretación de Denzel Washington en el papel de Alonzo Harris como algo abstracto, irreal, inusual en el mundo que vivimos. Pero tan actual es aquello que el actor moreno (y el resto de sus secuaces) nos transmite a través de su personaje en sus maravillosas expresiones, metodologías y su invertida escala de valores, que al terminar el filme nos sentimos atemorizados, desprotegidos completamente solos y pensantes durante horas, hasta días en los que reflexionamos cuan ligada al azar se encuentra nuestra subsistencia y la de nuestros seres queridos en una sociedad en la que los buenos, aquellos que deberían perseguir a los malos para garantizar la seguridad del resto de los ciudadanos que no ha elegido la delincuencia y el crimen como medio para ganarse la vida, están aun mas putrefactos, corrompidos, impregnados de la inmoralidad que los negocios sucios y el mundo del hampa generan, que esos mismos cuyo trabajo es atrapar, desalentar y encerrar hasta su regeneración. Una obra esplendida de Antoine Fuqua, dinámica, oscura, reveladora, provista de ese magnetismo que solo las grandes cintas poseen y que mas allá de la cantidad de las veces que ya la hemos visto con anterioridad nos mantiene durante sus dos horas de duración atornillados al asiento disfrutando y padeciendo las oscuras maniobras y negociados del Departamento de Policía de Los Ángeles, que no difiere demasiado de las otras divisiones de las fuerzas de seguridad del resto del mundo. Tétrica y sorprendente a la vez, un verdadero disfrute para nuestros afligidos sentidos que encuentran en un Ethan Hawke, a la altura de un brillante reparto, la única esperanza de que aun la justicia pura y limpia es posible. Aunque su luz brille tenuemente en la tenebrosa realidad.
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