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Críticas ordenadas por utilidad
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7,8
85.622
9
5 de agosto de 2015
5 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ocasión del estreno de “Buscando a Nemo”, el fenecido Ángel Fernández Santos tituló su magnífica crítica de cine en “El País”: “De asombro en asombro”. Pues bien, Pixar, ahora bajo los auspicios de Disney, nos vuelve a asombrar con su última maravilla animada. “Del revés”, que en Latinoamérica se ha titulado “Intensa-mente”, es una película excepcional, a la par que una inteligente y genuina manera de mostrar las emociones de una impúber, que siente que ya no es el centro de atención de su padre y su madre. Pixar ha legado desde su creación en 1994 un puñado de joyas cinematográficas, comenzando con la seminal “Toy Story” y sus dos secuelas, prosiguiendo con la citada “Buscando a Nemo” (2003), “Cars” (2006), “Wall-E” (2008) o “Up” (2009), a la que ahora se suma “Del revés”.
Riley tiene 11 años y es presa de sus emociones a raíz de una mudanza (su familia se traslada de Minnesota a San Francisco), lo que pone su mundo patas arribas; que en el filme se resumen en cinco sentimientos básicos: alegría, tristeza, ira, miedo y asco.
Varias son las películas que han abordado el interior de la mente humana como “Viaje alucinante al fondo de la mente” (1980) u “¡Olvídate de mí!” (2004), pero la novedad en “Del revés” estriba en que funciona a dos niveles y por lo tanto puede ser disfrutada al unísono por niños y adultos. Los primeros empatizarán tanto con la protagonista como con sus emociones humanizadas. Mientras que los segundos, reflexionarán sobre cómo los recuerdos fluctúan según nuestro estado emocional, la memoria a largo plazo o la impagable escena del pensamiento abstracto, en la que los dibujos animados van cambiando de forma en función de las zonas del cerebro que van explorando.
El público infantil, acompañado de sus progenitores, era el que llenaba el pasado viernes la sala 17 de los Multicines Tenerife. Algunos creen que al público infantil hay que ofrecerles productos estandarizados enfocados meramente al entretenimiento. Craso error. Los niños son personas en proceso de crecimiento y hay que inducirles a ver películas como “Del revés”, que no se le dan todo hecho y propician que se hagan preguntas que les ayudarán a progresar como personas. De hecho, “Del revés” comparte con la trilogía de “Toy Story” (1994-2010) la idea de que hay que superar la etapa infantil como camino hacia la madurez.
Además, “Del revés”, ovacionada en el último Festival de Cannes, es un largometraje que te hacer reír en su justa medida y que te emociona también en la cuota adecuada. Una de las moralejas de “Del revés” es que debe de existir un equilibrio entre las diversas emociones que tenemos todos los seres humanos (niños y adultos), así como que todas las emociones son necesarias, incluso la tristeza, en su justa medida y en los momentos adecuados.
Es recomendable ir con tiempo a ver “Del revés” ya que previamente se proyecta el cortometraje “Lava”, e igualmente, permanezcan sentados en sus asientos hasta después del desenlace de la historia ya que la creatividad de Pixar se prolonga hasta los títulos de créditos finales. Quedan avisados.
Riley tiene 11 años y es presa de sus emociones a raíz de una mudanza (su familia se traslada de Minnesota a San Francisco), lo que pone su mundo patas arribas; que en el filme se resumen en cinco sentimientos básicos: alegría, tristeza, ira, miedo y asco.
Varias son las películas que han abordado el interior de la mente humana como “Viaje alucinante al fondo de la mente” (1980) u “¡Olvídate de mí!” (2004), pero la novedad en “Del revés” estriba en que funciona a dos niveles y por lo tanto puede ser disfrutada al unísono por niños y adultos. Los primeros empatizarán tanto con la protagonista como con sus emociones humanizadas. Mientras que los segundos, reflexionarán sobre cómo los recuerdos fluctúan según nuestro estado emocional, la memoria a largo plazo o la impagable escena del pensamiento abstracto, en la que los dibujos animados van cambiando de forma en función de las zonas del cerebro que van explorando.
El público infantil, acompañado de sus progenitores, era el que llenaba el pasado viernes la sala 17 de los Multicines Tenerife. Algunos creen que al público infantil hay que ofrecerles productos estandarizados enfocados meramente al entretenimiento. Craso error. Los niños son personas en proceso de crecimiento y hay que inducirles a ver películas como “Del revés”, que no se le dan todo hecho y propician que se hagan preguntas que les ayudarán a progresar como personas. De hecho, “Del revés” comparte con la trilogía de “Toy Story” (1994-2010) la idea de que hay que superar la etapa infantil como camino hacia la madurez.
Además, “Del revés”, ovacionada en el último Festival de Cannes, es un largometraje que te hacer reír en su justa medida y que te emociona también en la cuota adecuada. Una de las moralejas de “Del revés” es que debe de existir un equilibrio entre las diversas emociones que tenemos todos los seres humanos (niños y adultos), así como que todas las emociones son necesarias, incluso la tristeza, en su justa medida y en los momentos adecuados.
Es recomendable ir con tiempo a ver “Del revés” ya que previamente se proyecta el cortometraje “Lava”, e igualmente, permanezcan sentados en sus asientos hasta después del desenlace de la historia ya que la creatividad de Pixar se prolonga hasta los títulos de créditos finales. Quedan avisados.

6,3
16.323
7
16 de febrero de 2015
16 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que una película como “Foxcatcher” atesore cinco nominaciones a los Oscar es una buena noticia para el cine estadounidense (aunque probablemente no se lleve ninguno este domingo en la gala que se celebrará en el Dolby Theatre de Los Ángeles) ya que apuesta por un cine diametralmente opuesto al estandarizado.
Filmes de béisbol, fútbol americano y baloncesto hemos visto hasta el hartazgo, por eso que “Foxcatcher” detenga su mirada en un deporte que no concita la atención de la muchedumbre, como la lucha grecorromana, es una grata sorpresa.
Bennet Miller solo ha rodado tres largometrajes de ficción, pero desde el primero, “Capote” (2006), ha dado muestras de una gran madurez ya que la rodó con cuarenta años, madurez que se confirmó con “Moneyball: rompiendo las reglas” (2011). Y que se corrobora ahora con “Foxcatcher”. Las tres se caracterizan por la sobriedad fílmica. Al igual que en “Moneyball: rompiendo las reglas”, Miller prefiere centrarse en los entresijos de la competición y no en la competición en sí misma. “Foxcatcher” aboga por el ritmo contenido en lugar de la espectacularidad. Sintomático es el hecho de que en los momentos álgidos en vez de sonar “Living in America” o algún otro tema adrenalítico, escuchemos una música de piano que marca un tempo contenido. Aquí lo importante no es la competición o el resultado deportivo sino las relaciones interpersonales, en las que se entrevé un acusado complejo de Edipo entre madre e hijo de familia adinerada que estallará en un giro final que recuerda a la brillante serie “Fargo”. El último festival de Cannes premió, justamente, a Miller con el galardón de mejor director por esta lección de cine.
En cuanto al reparto, concita la atención la actuación y caracterización de Steve Carrell, que nos tenía acostumbrado a patochadas como “Virgen a los 40” (2005) o “Crazy, Stupid, Love” (2011), aunque ya había dado muestras de su talento en la serie “The Office” o en la cinta “Pequeña Miss Shunsine” (2006). Aquí se mete en la piel del circunspecto millonario John du Pont de tal manera que algunos espectadores no lo reconocerán hasta que lean los títulos de crédito finales. Este variopinto mecenas busca en sus luchadores los lazos afectivos de los que carece en su propia familia. Le secundan un contenido Channing Tatum (habitual del cine de acción), un eficaz Mark Ruffalo y una senescente Vanessa Redgrave. Todos dan vida a unos personajes basados en hechos reales acaecidos en los cuatro años previos a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
El tercer largometraje de Bennet Miller es una buena película, pero su visionado solo podrá ser disfrutado por un espectador avezado en todo tipo de cine. Conviene disfrutar de esta “rara avis” de la cartelera de Tenerife que es “Foxcatcher”, en la que se echan de menos títulos interesantes ya estrenados en el resto del territorio nacional como “Somos lo que somos”, “Whiplash” o “Tusk”.
Filmes de béisbol, fútbol americano y baloncesto hemos visto hasta el hartazgo, por eso que “Foxcatcher” detenga su mirada en un deporte que no concita la atención de la muchedumbre, como la lucha grecorromana, es una grata sorpresa.
Bennet Miller solo ha rodado tres largometrajes de ficción, pero desde el primero, “Capote” (2006), ha dado muestras de una gran madurez ya que la rodó con cuarenta años, madurez que se confirmó con “Moneyball: rompiendo las reglas” (2011). Y que se corrobora ahora con “Foxcatcher”. Las tres se caracterizan por la sobriedad fílmica. Al igual que en “Moneyball: rompiendo las reglas”, Miller prefiere centrarse en los entresijos de la competición y no en la competición en sí misma. “Foxcatcher” aboga por el ritmo contenido en lugar de la espectacularidad. Sintomático es el hecho de que en los momentos álgidos en vez de sonar “Living in America” o algún otro tema adrenalítico, escuchemos una música de piano que marca un tempo contenido. Aquí lo importante no es la competición o el resultado deportivo sino las relaciones interpersonales, en las que se entrevé un acusado complejo de Edipo entre madre e hijo de familia adinerada que estallará en un giro final que recuerda a la brillante serie “Fargo”. El último festival de Cannes premió, justamente, a Miller con el galardón de mejor director por esta lección de cine.
En cuanto al reparto, concita la atención la actuación y caracterización de Steve Carrell, que nos tenía acostumbrado a patochadas como “Virgen a los 40” (2005) o “Crazy, Stupid, Love” (2011), aunque ya había dado muestras de su talento en la serie “The Office” o en la cinta “Pequeña Miss Shunsine” (2006). Aquí se mete en la piel del circunspecto millonario John du Pont de tal manera que algunos espectadores no lo reconocerán hasta que lean los títulos de crédito finales. Este variopinto mecenas busca en sus luchadores los lazos afectivos de los que carece en su propia familia. Le secundan un contenido Channing Tatum (habitual del cine de acción), un eficaz Mark Ruffalo y una senescente Vanessa Redgrave. Todos dan vida a unos personajes basados en hechos reales acaecidos en los cuatro años previos a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
El tercer largometraje de Bennet Miller es una buena película, pero su visionado solo podrá ser disfrutado por un espectador avezado en todo tipo de cine. Conviene disfrutar de esta “rara avis” de la cartelera de Tenerife que es “Foxcatcher”, en la que se echan de menos títulos interesantes ya estrenados en el resto del territorio nacional como “Somos lo que somos”, “Whiplash” o “Tusk”.
6
7 de abril de 2023
7 de abril de 2023
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Recientemente se ha estrenado en los cines comerciales el documental “Benito Pérez Buñuel”, de Luis Roca. En una charla informal con Javier Tolentino, que durante dos décadas presentó el imprescindible programa de radio “El séptimo vicio” en Radio3, después de la presentación de su último libro “Cuestión de carácter” en Filmoteca Canaria, le pregunté si había visto el documental de Roca y me comentó que lo había visto en un pase privado previo al estreno y que era “muy Luis Roca”.
Tiene toda la razón. Se hace muy presente su presencia. Entre los desaciertos del filme figura un excesivo protagonismo del director. No termino de entender porque incluye su voz como una de las voces en off, en las que se encuentran la de José Luis Gil (como Buñuel con 70 años), Luis Bajo (como Buñuel con 60 años), Joel Bosqued (como Buñuel con 19 años), Manuel Castillo (como Federico García Lorca), Francisco Montesdeoca (como padre de Galdós), Dolores Galdós (como madre de Galdós) y, sorprendentemente, la del político Jerónimo Saavedra (como Benito Pérez Galdós).
Dicho esto. El largometraje tiene más aciertos que desaciertos. Una gran idea la de emplear la animación, obra del estudio 12 pingüinos, con dirección de producción de Manuel Sirgo. Esta docena de minutos animados son de lo mejor de la película y narran, entre otras cosas, el encuentro en el Madrid de 1919 entre un joven Buñuel y un senescente Galdós, que Buñuel cuenta en sus memorias. Buñuel adaptó al cine dos novelas de Galdós: “Tristana” y “Nazarín”, fotogramas de ambos títulos aparecen en el documental, así como otras obras del genio de Calanda. Tengo claro que si soy cinéfilo es gracias a Buñuel, uno de los mayores genios de la historia del cine. También incluye un fantasioso estreno del presente filme al que asisten Pedro Almodóvar, Guillermo del Toro o Antonio Resines. Todo es posible en la animación.
También son certeras las entrevistas que incluye, entre las que podemos encontrar a Jordi Xifra (director del Centro Buñuel Calanda), Carolina Fernández (coautora de “Galdós), Mario Barro (comisario de la muestra “Buñuel en México”), Nelson Carro (director de la Cineteca Nacional de México), Elena Poniatowska (novelista y premio Cervantes) o Rafael Congrio (crítico recientemente fallecido).
Roca no pretende hacer una tesis sobre la vida y obra de Galdós y Buñuel. De hecho omite datos interesantes como que Galdós estuvo a punto de perecer en la epidemia de cólera morbo que asoló Gran Canaria en 1851 o la relación amorosa que mantuvo con Emilia Pardo Bazán. En este sentido es loable la intención de la película de dar a conocer a las nuevas generaciones (de ahí la clase de Buñuel en un centro de Calanda) tanto a Luis Buñuel (1900-1983), que dirigió 35 películas (entre cortometrajes y largometrajes), algunas de las cuales están por derecho propio en el olimpo del cine como “Un perro andaluz”, “La edad de oro”, “Los olvidados”, “Viridiana” o “El ángel exterminador”; como a Benito Pérez Galdós (1843-1920), que escribió algunas de las mejores novelas de la literatura en castellano como “Fortunata y Jacinta”, “Episodios nacionales” o “Marianela”. Espero que a partir de este documental el público se anime a ver el cine de Buñuel y de leer las novelas de Galdós.
No dejan de verla.
Tiene toda la razón. Se hace muy presente su presencia. Entre los desaciertos del filme figura un excesivo protagonismo del director. No termino de entender porque incluye su voz como una de las voces en off, en las que se encuentran la de José Luis Gil (como Buñuel con 70 años), Luis Bajo (como Buñuel con 60 años), Joel Bosqued (como Buñuel con 19 años), Manuel Castillo (como Federico García Lorca), Francisco Montesdeoca (como padre de Galdós), Dolores Galdós (como madre de Galdós) y, sorprendentemente, la del político Jerónimo Saavedra (como Benito Pérez Galdós).
Dicho esto. El largometraje tiene más aciertos que desaciertos. Una gran idea la de emplear la animación, obra del estudio 12 pingüinos, con dirección de producción de Manuel Sirgo. Esta docena de minutos animados son de lo mejor de la película y narran, entre otras cosas, el encuentro en el Madrid de 1919 entre un joven Buñuel y un senescente Galdós, que Buñuel cuenta en sus memorias. Buñuel adaptó al cine dos novelas de Galdós: “Tristana” y “Nazarín”, fotogramas de ambos títulos aparecen en el documental, así como otras obras del genio de Calanda. Tengo claro que si soy cinéfilo es gracias a Buñuel, uno de los mayores genios de la historia del cine. También incluye un fantasioso estreno del presente filme al que asisten Pedro Almodóvar, Guillermo del Toro o Antonio Resines. Todo es posible en la animación.
También son certeras las entrevistas que incluye, entre las que podemos encontrar a Jordi Xifra (director del Centro Buñuel Calanda), Carolina Fernández (coautora de “Galdós), Mario Barro (comisario de la muestra “Buñuel en México”), Nelson Carro (director de la Cineteca Nacional de México), Elena Poniatowska (novelista y premio Cervantes) o Rafael Congrio (crítico recientemente fallecido).
Roca no pretende hacer una tesis sobre la vida y obra de Galdós y Buñuel. De hecho omite datos interesantes como que Galdós estuvo a punto de perecer en la epidemia de cólera morbo que asoló Gran Canaria en 1851 o la relación amorosa que mantuvo con Emilia Pardo Bazán. En este sentido es loable la intención de la película de dar a conocer a las nuevas generaciones (de ahí la clase de Buñuel en un centro de Calanda) tanto a Luis Buñuel (1900-1983), que dirigió 35 películas (entre cortometrajes y largometrajes), algunas de las cuales están por derecho propio en el olimpo del cine como “Un perro andaluz”, “La edad de oro”, “Los olvidados”, “Viridiana” o “El ángel exterminador”; como a Benito Pérez Galdós (1843-1920), que escribió algunas de las mejores novelas de la literatura en castellano como “Fortunata y Jacinta”, “Episodios nacionales” o “Marianela”. Espero que a partir de este documental el público se anime a ver el cine de Buñuel y de leer las novelas de Galdós.
No dejan de verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay dos escenas que chirrían. En una se ve a Roca corriendo por el parque del Retiro de Madrid, capucha incluida, cual émulo de Rocky Balboa. En otra, suelta una perorata delante de un croma. Se las podía haber ahorrado y el filme lo hubiera agradecido.

6,6
16.703
7
13 de marzo de 2016
13 de marzo de 2016
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas de las mejores películas de la historia del cine pertenecen al género western. Ahí están los ejemplos de “La diligencia” (1939), “Solo ante el peligro” (1951), “Grupo salvaje” (1969) o “Sin perdón” (1992). En los últimos años han existido varios intentos por reflotar el género como son los casos de “Open Rage” (2003), “Appaloosa” (2009) o la reciente “Los odiosos ocho” (2016), aunque son solo algunas andanadas alejadas de la edad dorada del género.
El 16º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que se inaugura hoy, incluye en su extensa programación el ciclo Neo Western, integrado por seis western recientes que exploran nuevos territorios como es el caso de “Bone Tomahawk”, que ofrece una miscelánea de géneros, entre el western y el terror, que hará las delicias de los espectadores que busquen emociones fuertes.
El ritmo de “Bone Tomahawk” es parsimonioso y solo se rompe en determinados momentos, que se constituyen el fogonazos visuales que impactan por oposición a la tranquilidad del resto del metraje. Paradigmática es la escena de la persecución a pie, que ocupa gran parte de la película, en la que uno de los perseguidores tiene la pierna entablillada y camina con muletas. Esta persecución arrítmica nos permite un acercamiento psicológico a los personajes.
Aviso para navegantes. A los que suelen etiquetar injustamente a este tipo de cine de “lento”, ponerles sobre aviso de que a los 90 minutos la trama da un giro hacia el terror (con tintes gores que recuerdan a “Holocausto caníbal”, 1980) y la acción hace acto de presencia porque la historia lo requiere. Concita la atención que “Bone Tomahawk” sea la ópera prima de S. Craig Zahler, por su madurez y saber emplear los planos adecuados en los instantes precisos. No en balde fue premiado con el premio al Mejor Director en el último Festival de Sitges. Para la ocasión ha contado con un reparto de postín: el ya icónico Kurt Russell (con una caracterización similar a la de “Los odiosos ocho”), el veterano Richard Jenkins, el popular Mathew Fox (de la serie “Perdidos”) o Patrick Wilson (el policía de la segunda temporada de “Fargo”).
El resto del ciclo Neo Western se completa con la proyección de los estimulantes filmes “Slow West”, “The Salvation”, “Aferim!”, “The Dark Valley” y “El ardor”. Ninguno “made in USA”.
El 16º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que se inaugura hoy, incluye en su extensa programación el ciclo Neo Western, integrado por seis western recientes que exploran nuevos territorios como es el caso de “Bone Tomahawk”, que ofrece una miscelánea de géneros, entre el western y el terror, que hará las delicias de los espectadores que busquen emociones fuertes.
El ritmo de “Bone Tomahawk” es parsimonioso y solo se rompe en determinados momentos, que se constituyen el fogonazos visuales que impactan por oposición a la tranquilidad del resto del metraje. Paradigmática es la escena de la persecución a pie, que ocupa gran parte de la película, en la que uno de los perseguidores tiene la pierna entablillada y camina con muletas. Esta persecución arrítmica nos permite un acercamiento psicológico a los personajes.
Aviso para navegantes. A los que suelen etiquetar injustamente a este tipo de cine de “lento”, ponerles sobre aviso de que a los 90 minutos la trama da un giro hacia el terror (con tintes gores que recuerdan a “Holocausto caníbal”, 1980) y la acción hace acto de presencia porque la historia lo requiere. Concita la atención que “Bone Tomahawk” sea la ópera prima de S. Craig Zahler, por su madurez y saber emplear los planos adecuados en los instantes precisos. No en balde fue premiado con el premio al Mejor Director en el último Festival de Sitges. Para la ocasión ha contado con un reparto de postín: el ya icónico Kurt Russell (con una caracterización similar a la de “Los odiosos ocho”), el veterano Richard Jenkins, el popular Mathew Fox (de la serie “Perdidos”) o Patrick Wilson (el policía de la segunda temporada de “Fargo”).
El resto del ciclo Neo Western se completa con la proyección de los estimulantes filmes “Slow West”, “The Salvation”, “Aferim!”, “The Dark Valley” y “El ardor”. Ninguno “made in USA”.

7,3
51.971
10
12 de noviembre de 2017
12 de noviembre de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Carpenter presenta la curiosa paradoja de que está concebido para que cale en el gran público, sin embargo, este le ha solido dar la espalda, mientras que la crítica de cine ensalza cada una de sus obras. Y “La cosa” está considerada su obra maestra. Veamos el porqué.
“La cosa” toma coma base literaria el relato corto “Who Goes There”, de John W. Campbell y muestra su desinterés por ejecutar un remake del mencionado filme “El enigma de otro mundo”. Carpenter también tuvo muy presente a Lovecraft, ya que el tema central de “La cosa” es el miedo del ser humano a perder su identidad.
Uno de los aspectos fundamentales de “La cosa” es el maquillaje y los efectos especiales, en cuyos créditos figura Rob Bottin, que había alcanzado la notoriedad gracias a “Aullidos”. Suya es, junto a Stan Winston, la concepción de la escena de la perrera, una de las más recordadas de la película.
Protagonizada por su actor fetiche Kurt Russell (“Elvis”, “Golpe en la pequeña China”, “1997: Rescate en Nueva York”), presenta un certero perfil psicológico de un grupo humano aislado en la Antártida en el que se pone de relieve la desconfianza que sentimos los seres humanos ante nuestro congéneres en una situación límite. “No sé en quién confiar”. “Hoy en día es difícil saber en quién confiar”, es un diálogo que mantienen en un momento dado dos personajes.
La cosa del título es un ser que presenta la peculiaridad de que puede imitar cualquier forma de vida, de tal manera que el horror se introduce disfrazado de familiaridad (un perro) y no deja cadáveres sino que asimila la forma de otros seres vivos, sin dejar rastro de su desaparición.
El paisaje también juega un papel importante: la inquietante serenidad de la Antártida oculta terrores soterrados bajo su hielo, que brotan de forma inopinada. El conjunto se remata con la música de Ennio Morricone, que se aleja de la estridencia. Afortunadamente, “La cosa” ha superado el desprecio crítico que tuvo en su estreno y se ha convertido, por derecho propio, en una película de culto.
“La cosa” toma coma base literaria el relato corto “Who Goes There”, de John W. Campbell y muestra su desinterés por ejecutar un remake del mencionado filme “El enigma de otro mundo”. Carpenter también tuvo muy presente a Lovecraft, ya que el tema central de “La cosa” es el miedo del ser humano a perder su identidad.
Uno de los aspectos fundamentales de “La cosa” es el maquillaje y los efectos especiales, en cuyos créditos figura Rob Bottin, que había alcanzado la notoriedad gracias a “Aullidos”. Suya es, junto a Stan Winston, la concepción de la escena de la perrera, una de las más recordadas de la película.
Protagonizada por su actor fetiche Kurt Russell (“Elvis”, “Golpe en la pequeña China”, “1997: Rescate en Nueva York”), presenta un certero perfil psicológico de un grupo humano aislado en la Antártida en el que se pone de relieve la desconfianza que sentimos los seres humanos ante nuestro congéneres en una situación límite. “No sé en quién confiar”. “Hoy en día es difícil saber en quién confiar”, es un diálogo que mantienen en un momento dado dos personajes.
La cosa del título es un ser que presenta la peculiaridad de que puede imitar cualquier forma de vida, de tal manera que el horror se introduce disfrazado de familiaridad (un perro) y no deja cadáveres sino que asimila la forma de otros seres vivos, sin dejar rastro de su desaparición.
El paisaje también juega un papel importante: la inquietante serenidad de la Antártida oculta terrores soterrados bajo su hielo, que brotan de forma inopinada. El conjunto se remata con la música de Ennio Morricone, que se aleja de la estridencia. Afortunadamente, “La cosa” ha superado el desprecio crítico que tuvo en su estreno y se ha convertido, por derecho propio, en una película de culto.
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