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Críticas 206
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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28 de julio de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo voy casi siempre sola al cine. Me cuesta encontrar a alguien que vaya a una sala a experimentar emociones, incluso a sufrir, a escuchar historias y a reconocerse en personas (no podría llamarles personajes)… Es decir, a sentirse menos sola. Porque yo me siento en mi butaca, hasta sin palomitas, y salgo acompañada de sensaciones y de imágenes muy parecidas o muy diferentes a mí, pero tan vivas que me parece que la vuelta a casa y a la rutina es lo falso, la ficción y, desde luego, la soledad. En el cine me siento arropada, como también me pasa en la literatura. Me veo y leo en muchos espejos. Reconozco mi complejidad en la de muchos hasta parecerme cotidiana y transitable. Nunca voy sola al cine y, desde luego, nunca salgo sola.
Paterson ha sido un descubrimiento total. Paterson es mi vecino con el que me gustaría echar una conversación todas las tardes, así como haciendo un poema sobre las nubes que pasan o el viento que ese martes mueve la ropa tendida. Con Paterson sería fácil. Paterson tiene un cuaderno para anotar esas cosas rutinarias que toman la categoría de bomba poética cuando se escriben con un lápiz, cuando se leen en voz alta como si se cantara, buscando un ritmo propio o una canción que solo tú cantaras. Paterson sabe que eso es fácil, como ir solo al cine y salir acompañado. Paterson hace poemas a los dibujos de una caja de cerillas y cuando los escuchas sabes que era necesario que alguien se diera cuenta que tenían forma de megáfono. Paterson tiene suerte, porque vive con una chica que ve megáfonos en los dibujos de las letras, poemas en el cuaderno de Paterson y posibilidades en todo lo que ve, toca y piensa. La chica de Paterson es sorprendente. Abrumadora. Hace falta ser un poeta, como Paterson, para transitar por esa casa, cambiante cada día, en un blanco y negro portentoso, múltiple, disparatado. Ella no trabaja el color, se lo pone difícil, lucha con el blanco y negro de la vida y le da formas únicas en un trabajo creativo que solo el poeta que lucha con el blanco y negro de la vida podría apreciar. Y yo también.
Con Paterson me he sentido poeta, me he comprado un cuaderno de poemas, he apañado una cortina a la manera de su chica y he buscado un bar de camarero filósofo para ir a tomarme una cerveza todas las noches. Y, sobre todo, no me he sentido sola. Paterson y su chica se tienen el uno al otro para amarse, contarse sus locuras, impregnarse de la tierna paciencia de amar la extravagancia y la diferencia de otras personas, pero yo no. Por eso me gusta ir al cine. Para ampliar mi círculo de amigos. Para creerme que la poesía funciona y circula y junta a las personas. Que puedes ser un conductor del autobús y pillar al vuelo conversaciones con la esencia de la vida, encontrar en una esquina una niña con una poesía preciosa, descubrir la ciudad llena de gemelos que se parecen a los que has soñado la noche anterior y un japonés que te regala el cuaderno con hojas en blanco que necesitas cuando el perro se ha comido tus poemas… La vida es así. Pero la gente no lo sabe. Está llena de magia, de cerillas sorprendentes y de belleza para capturar en el cuaderno de tu bolsillo pero no tienes a quién contárselo. Y te dejan sola en el cine porque no creen en esas magias que te buscas en la butaca de una sala oscura. Peor para ellos. Ellos sí que están solos. Los pobres…
17 de septiembre de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé qué pueda ser el paraíso en la ciudad helada donde viven Nikander e Ilona. A lo mejor, es una lavandería para limpiar el uniforme del supermercado de ella, o, quizás, el mono de basurero de él. También puede que sea el bar donde van todas las tardes para tomar unas cervezas o pelearse con el dueño, hasta que los echen a golpes. O la disco cutre donde uno se emborracha hasta caerse, casi siempre solo o sola. O, seguramente, es el restaurante lujoso, caro y selecto, donde nunca les dejarán pasar.

De cualquier forma, Nikander e Ilona parecen seres expulsados del paraíso, si es que eso es un lugar lleno de luz, esperanza y promesas, porque ellos son solo sombras oscuras en una ciudad fría... Ilona y Nikander son dos personas solitarias y abrumadas por esa soledad y por la rutina de una vida rutinaria, triste y sin esperanza, en un lugar tan gris, helado y plomizo que parece muy fácil perder la ilusión o la esperanza, si es que alguna vez la tuvieron.

Nikander parece que no. Es un hombre despojado de todo, incluso de nombre, y huele a tabaco rancio, a cerveza barata, a trabajo sucio y a vida aburrida. No tiene nada que ofrecer a Ilona, que es una mujer desencantada y amargada por mejorar una vida que va de mal en peor.

Hasta aquí es una historia vulgar, narrada en el fin del mundo, como indica su nombre, pero que parece tan cercana como si vivieras a unos pasos de ellos y a mil kilómetros del paraíso. Pero lo extraordinario es que, más allá de esa historia triste de vidas tristes de personas tristes, por las que no apostarías nada, hay esperanza y luz. Y amor. Y, debajo de esos adoquines tan helados y negros, está la playa, o el puerto, o el horizonte... no sé... un lugar, sin reservas de admisión, donde las personas tengan esperanza a pesar de todo y se enamoren estupidamente, sin motivo para nada de todo ello... a lo mejor incluso eso es el auténtico paraíso...
30 de abril de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo también lo hubiera reconocido enseguida, Linda-Katherine, linda. En cualquier lugar que lo hubiera visto, sabría que Cary-Johny, cari, es un hombre especial. Lo tiene todo: es guapo, simpático, alegre, inteligente y tiene ganas de vivir, de encontrar sentido a su vida y de disfrutarla. De gozar.

Vale que es el novio de tu hermana, y que eso no está muy bien visto, pero tu sabes, y él lo descubrirá pronto, que en realidad ha nacido para ser el cuñado de tu hermana. Ya sabemos que ella lo vio primero, pero tu fuiste la que lo descubrió y lo supo mirar en lo que valía. Y no hablamos de dinero, que de eso saben más los otros que tu. Y que él. Sois dos loquitos por vivir. El solo existe cuando está contigo en tu refugio, en la habitación de los niños, en el único sitio de ese panteón helado donde hay una chimenea calentita, un sofá para hacer confidencias, recuerdos, historias, calor y una alfombra enorme para dar volteretas. Un lugar donde reunir a los amigos. Donde reír, charlar y vivir. Y gozar.

¿Tú crees que cambiará todo eso por el dinero? ¿Por tu hermana? ¿Pero tú te has mirado? Si hasta te lo ha dicho tu hermano borrachito en perfecto estado de ebriedad. Eres mucho más guapa y lista. Y tienes ganas de vivir. Y de gozar. Y estáis igual de locos. Solo tú, Johny, cari, serías capaz de rechazar una oferta como la de tu novia rica. "Tu no sabes lo divertido que puede ser hacer dinero". Y lo dijo tan seria, la tía. Y solo tú, Kate, linda, podrías dejar a Papá Gilito con sus millones para irte con el hombre más guapo, listo y divertido del mundo.

Ya te digo, dos locos de atar. Cambiar "business" por "holidays", o sea vivir para trabajar o vivir para gozar... porque tú lo has visto primero, que si no...
28 de abril de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la palabra que se me ocurre. Una palabra que no gusta a los teóricos de la literatura. Como si escribir "bonito" fuera un delito, pero las palabras, y los conceptos, no deben desvalorizarse. Algunas palabras, y conceptos, son eternos. Si desaparecen, se pierde algo irreemplazable. Yo creo que esta película va un poco de eso. La belleza. La ópera china. El teatro. La armonía de una puesta en escena perfecta, con la dificultad y el sobresalto de la perfección. Con su dificultad y su trabajo imaginado para llegar hasta allí. Lo podemos imaginar porque vemos desde el principio, desde la infancia, cómo se consigue. Con la crueldad de la entrega incondicional por una causa. La disciplina de los pequeños niños flexibilizando su cuerpo y su mente hasta lo inimaginable. Tan duro como te lo imaginabas, o más.

Y el amor. La renuncia hasta a la propia identidad si él te lo pide. Otra disciplina, otro sacrificio, otra renuncia. Flexibilidad hasta el vacío. Hasta que no queda nada de ti mismo porque lo has entregado a otro.

Y la traición.

Y la fuerza de un enemigo que se parece tanto a ti que es la única persona que puede acompañarte plenamente.

Y el arte sagrado que quieren matar los nuevos tiempos. La modernidad. Lo práctico. Lo feo. La fuerza. La violencia. Y tú, vosotros, solo sois la belleza, la pasión y la perfección. Un mundo de seda, color, música y armonía recortado contra una pared gris y sucia... Solo queda morir, como el niño que ha llegado a su límite de frustración, la mujer que nunca conseguirá ser amada, la belleza eterna en medio de la revolución y la concubina que ha recuperado su nombre y su esencia en boca de su rey amado. Lo siento si la palabra, o el concepto, no se "llevan", pero ha sido todo tan bonito...
22 de diciembre de 2011
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que ví esta película hace muchísimo tiempo la tenía en mi lista de preferidas intocables y sagradas. Y ahora me la han regalado con una advertencia: "Ya no te gustará tanto. Ha envejecido mal".

No me lo creí, claro. Para empezar, porque odio las frases hechas y prefiero cocinarme las mías aunque salgan a medio cocer, y esta vez tampoco tenían razón. Acabo de verla y me ha parecido tan estupenda y deliciosa como en mis recuerdos. O tal vez será pasión personal porque nada me resultaría más atractivo que tener a William Holden a mi disposición un par de horitas. Aunque sea en el barracón del campo de prisioneros donde le dejé hace mil años. Ahí seguía, sin envejecer, con su chupa de cuero, el puro en la boca, la mirada seductora y cachonda, la palabra justa y sarcástica, el humor negro e inteligente... El tipo más listo, guapo, práctico y escurridizo de la pandilla. El superviviente nato. El tío capaz de conseguir todo en un lugar donde no hay nada. El zorro astuto entre el rebaño de ovejas asustadas. Inconfundible.

Bueno, tal vez si esperas ver "una de guerra" al uso, no te gustará. Pero en los primeros minutos, el narrador ya te dice que no es una película bélica sino que trata sobre las cosas que pasan cuando tienen que convivir obligadamente varios hombres juntos en un espacio pequeño y hostil como un campo de prisioneros. Los hombres en cuestión son sargentos y los hay de todo tipo, condición y carácter. Y las situaciones son también muy variadas, desde las trágicas o dramáticas, hasta las cómicas o disparatadas. Un pellizco amargo por aquí, una historia de violencia por acá, una carcajada, una sorpresa, un misterio por resolver, una pantomima, un toque épico o patriótico, chistes, reflexiones profundas… Muchas cosas para estar ambientada en el pequeño barracón de un cenagoso campo de prisioneros perdido en algún sitio. Y todas caben y están perfectamente ensambladas y te saben a poco. Aunque a lo mejor si te fijas y quisieras sacarle punta podrías ver algún signo de envejecimiento. Esa pareja de graciosos cansinos agotadores, por ejemplo, bajarían la moral de la tropa, el tono de la película y la paciencia de espectador, si el resto de ella no fuera tan magistral, interesante, estupenda y deliciosa. Cosas de Billy Wilder que era un genio con sentido del humor. Y que, como esta película, no tiene más edad que la que tienen los clásicos. O sea, inmortales…
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