You must be a loged user to know your affinity with antonalva
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,3
4.885
7
11 de diciembre de 2016
11 de diciembre de 2016
67 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque pudiera no parecerlo, es una muy buena tragicomedia española, si bien durante la proyección casi nadie se animara a soltar unas carcajadas, como si fuera improcedente o supusiese una falta de respeto o una afrenta hacia la cinta. Quizás porque lo que vemos nos resulte demasiado familiar y cercano y nos diera pudor reconocer personajes y situaciones que con seguridad hemos encontrado en nuestra propia vida o hemos presenciado en personas cercanas. Estamos ante el retrato de una mujer en su treintena, que ha dedicado la mayor parte de su vida a sustituir a la madre muerta en la adolescencia, ocupánsose de su padre y de sus dos hermanos, los ha cuidado y arropado, dando todo su cariño y atención, se ha desvivido por ellos y su bienestar… hasta que, de repente, recibe un mazazo y se queda suspendida en el vacío el día en que su achacoso padre – al que ha acompañado durante un reciente cáncer del que parece estar recuperándose – anuncia que se va a casar con una de las enfermeras que conoció en el hospital.
Es un pedazo de realidad, incisivo y mordaz, repleto de detalles que configuran un retablo agudo y vivaz que nos emplaza, como ante un espejo brutal, a reconocer las características que conforman una existencia plácida y cotidiana, con sus puntos ciegos y sus sueños, desbordada por la incapacidad de tomar las riendas de tu destino por haber estado más atento a los demás que a uno mismo. Porque de esto va la cinta, de un relato de aprendizaje, de cómo a veces no queda más remedio que pararse, reflexionar y descubrir qué es lo que no está funcionando en nosotros para así poder tomar carrerilla para poder cambiarlo. Y más vale que ocurra si no queremos vegetar, malvivir o agostarnos sin haber sido capaces de apropiarnos de nuestro destino.
Otra de las virtudes de la película – además de su acertado reflejo del microcosmos familiar – es la presencia de Bárbara Lennie. Su físico juega en contra de su personaje, pero consigue poner en pie una de las mejores interpretaciones del año, combinando ingenuidad con altruismo, candidez con malas pulgas, inocencia con rabia, perplejidad con impotencia. Siendo tan atractiva y pareciendo tan fuerte, sin embargo hace creíble todo lo que le acontece y las reacciones que tiene, resultando adorable y encantadora, al tiempo que la compadecemos sin por ello sentir lástima, sino más bien despertando nuestra complicidad y deseando que sepa plantarse y empezar a vivir en libertad.
En resumen, una muy buena película, entre el retablo sociológico y la comedia agridulce, muy bien dialogada e interpretada. Un acierto muy recomendable.
Es un pedazo de realidad, incisivo y mordaz, repleto de detalles que configuran un retablo agudo y vivaz que nos emplaza, como ante un espejo brutal, a reconocer las características que conforman una existencia plácida y cotidiana, con sus puntos ciegos y sus sueños, desbordada por la incapacidad de tomar las riendas de tu destino por haber estado más atento a los demás que a uno mismo. Porque de esto va la cinta, de un relato de aprendizaje, de cómo a veces no queda más remedio que pararse, reflexionar y descubrir qué es lo que no está funcionando en nosotros para así poder tomar carrerilla para poder cambiarlo. Y más vale que ocurra si no queremos vegetar, malvivir o agostarnos sin haber sido capaces de apropiarnos de nuestro destino.
Otra de las virtudes de la película – además de su acertado reflejo del microcosmos familiar – es la presencia de Bárbara Lennie. Su físico juega en contra de su personaje, pero consigue poner en pie una de las mejores interpretaciones del año, combinando ingenuidad con altruismo, candidez con malas pulgas, inocencia con rabia, perplejidad con impotencia. Siendo tan atractiva y pareciendo tan fuerte, sin embargo hace creíble todo lo que le acontece y las reacciones que tiene, resultando adorable y encantadora, al tiempo que la compadecemos sin por ello sentir lástima, sino más bien despertando nuestra complicidad y deseando que sepa plantarse y empezar a vivir en libertad.
En resumen, una muy buena película, entre el retablo sociológico y la comedia agridulce, muy bien dialogada e interpretada. Un acierto muy recomendable.

7,0
3.992
8
3 de abril de 2016
3 de abril de 2016
66 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Bendito sea el maestro Yasujirô Ozu y bendita sea la fértil y acogedora sombra que aún nos reconforta! Quizás esta vez al director Hirokazu Kore-eda se le haya ido algo la mano con la sacarina y resulte autoindulgente y demasiado autocomplaciente con la historia que se trae entre manos, pero la verdad es que funciona no sólo como una pieza de cámara admirable, llena de sensibilidad y ternura, sino que tiene además la fragancia a los clásicos perdurables por su simplicidad, delicadeza y calidez. Es un relato sobre tres hermanas que devienen en cuatro, pero también es el relato de una orfandad y también es el relato de una reconciliación familiar o el relato de cómo los lazos entre unas hermanas puede darle sentido a la vida.
La cámara parece ser una más de la familia. Quizás a alguno se le ocurriría decir que estamos ante una familia desestructurada, pero si algo fluye en ella – aunque a veces se haya quedado estancado – es amor. Y eso le da sentido a todo lo que vemos, espiamos, compartimos y admiramos. La abnegación – a veces limítrofe con la obcecación – o la ceguera forman parte de este microcosmos que presenciamos, que deambula entre la muerte, los desamores, la pérdida, los reencuentros, las cenas o comidas, las lluvias torrenciales, los paisajes añorados, los recuerdos compartidos o los secretos revelados. Todo lo mínimo y trivial tiene cabida en esta obra sin argumento aparente, sin trama reconocible más allá de lo anecdótico y fugaz que configuran el devenir cotidiano de cualquier ser humano.
Capturar lo poético no es tarea fácil cuando de lo que se habla es de lo prosaico de la vida, del encadenado de jornadas cotidianas sin otro fulgor ni otro sobresalto que los desayunos, comidas y cenas insignificantes, de las jornadas laborales o escolares que llenan nuestros cobraderos de cabeza y que en su monotonía parece carecer de relevancia o de trascendencia, de las visitas a los bares o restaurantes que habitamos desde siempre sin saberlo, de los ritos cotidianos de cualquier familia de cualquier parte del mundo, independiente de su religión, creencia, latitud, laxitud o problemas. Extraer la poesía de unos kimonos recobrados, exprimir todo el aroma y el gusto a un licor afanosamente elaborado y conservado… parece tarea sencilla pero demuestra la mirada y el temple de un maestro que ama a sus personajes y sus fluctuaciones.
La sencillez de una obra de arte emotiva, noble, sincera y perdurable. Pudiera parecer poca cosa pero lo contiene todo. Gracias.
La cámara parece ser una más de la familia. Quizás a alguno se le ocurriría decir que estamos ante una familia desestructurada, pero si algo fluye en ella – aunque a veces se haya quedado estancado – es amor. Y eso le da sentido a todo lo que vemos, espiamos, compartimos y admiramos. La abnegación – a veces limítrofe con la obcecación – o la ceguera forman parte de este microcosmos que presenciamos, que deambula entre la muerte, los desamores, la pérdida, los reencuentros, las cenas o comidas, las lluvias torrenciales, los paisajes añorados, los recuerdos compartidos o los secretos revelados. Todo lo mínimo y trivial tiene cabida en esta obra sin argumento aparente, sin trama reconocible más allá de lo anecdótico y fugaz que configuran el devenir cotidiano de cualquier ser humano.
Capturar lo poético no es tarea fácil cuando de lo que se habla es de lo prosaico de la vida, del encadenado de jornadas cotidianas sin otro fulgor ni otro sobresalto que los desayunos, comidas y cenas insignificantes, de las jornadas laborales o escolares que llenan nuestros cobraderos de cabeza y que en su monotonía parece carecer de relevancia o de trascendencia, de las visitas a los bares o restaurantes que habitamos desde siempre sin saberlo, de los ritos cotidianos de cualquier familia de cualquier parte del mundo, independiente de su religión, creencia, latitud, laxitud o problemas. Extraer la poesía de unos kimonos recobrados, exprimir todo el aroma y el gusto a un licor afanosamente elaborado y conservado… parece tarea sencilla pero demuestra la mirada y el temple de un maestro que ama a sus personajes y sus fluctuaciones.
La sencillez de una obra de arte emotiva, noble, sincera y perdurable. Pudiera parecer poca cosa pero lo contiene todo. Gracias.
15 de enero de 2017
15 de enero de 2017
77 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine como fábrica de sueños… Se nos olvida esta premisa básica y fundamental pero cuando acierta y da en la diana, se convierte en una experiencia imperecedera y memorable que nos arrastra hasta dónde quiera llevarnos sin que ofrezcamos ni la mínima resistencia ni alberguemos reticencia alguna a la propuesta que se despliega ante nuestros arrebatados ojos. Pero hay demasiados cineastas que arrinconan no sólo su afán de narrar una historia simple y diáfana, sino que desconocen la tradición de los clásicos de cualquier género, tratando de inventar la rueda cuando ya todo está inventado y de lo que se trata es de combinar lo conocido y reconocible hasta hacerlo parecer novedoso y singular. Y éste es el gran acierto del joven Damien Chazelle: el no pretender ser original sino en contentarse con desplegar todo su ingenio para poner en pie un mundo fascinante.
Y para ello cuenta con la complicidad de dos actores en estado de gracias, que no son ni bailarines ni cantantes pero que hacen parecer fluido e innato, elegante y arrebatador la impostura de lanzarse a ejecutar canciones rumbosas y coreografías estilosas como si fuera lo más normal y cotidiano, sin un atisbo de incredulidad en su mirada, sin un gramo de titubeo en su cuerpo. Pura dinamita y ligereza, pura genialidad travestida de naturalidad. Hacer parecer sencillo y espontáneo el artificio del musical es una arte que nada tiene que ver con artificio, sino con maña y soltura, con la destreza de hacernos suspender cualquier recelo o duda y nos entreguemos por completo a los encantos del fingimiento. Ryan Gosling y Emma Stone están soberbios y seductores, fogosos e inolvidables, pero quizás se la deba coronar a ella como la reina de la función. Extraordinaria.
La historia es de una sencillez exquisita. Chica conoce chico, se enamoran, se enriquecen y complementan, comparten sueños e ilusiones, se entusiasman y se dan alas para anhelar e intentar convertir en realidad lo imposible, lo codiciado, lo inalcanzable, se quieren y se desean, se buscan y se encuentran, se agradecen y compadecen, se pelean y se reconcilian, se separan y se atormentan. El juego de la vida entre ardores musicales y sinsabores jazzísticos. La frase ‘te querré siempre’ se encarna y se convierte no sólo en un lema, en un mantra, en un capricho, sino que cobra sentido y se hace realidad en este recorrido multicolor por los entresijos del ensueño amartelado.
Hay algún leve desfallecimiento del ritmo y del norte, pero se reconduce de inmediato. Uno sale de la sala agradecido, con el alma ligera, la sonrisa desplegada y la certeza de haber compartido la esencia del cine. Épico.
Y para ello cuenta con la complicidad de dos actores en estado de gracias, que no son ni bailarines ni cantantes pero que hacen parecer fluido e innato, elegante y arrebatador la impostura de lanzarse a ejecutar canciones rumbosas y coreografías estilosas como si fuera lo más normal y cotidiano, sin un atisbo de incredulidad en su mirada, sin un gramo de titubeo en su cuerpo. Pura dinamita y ligereza, pura genialidad travestida de naturalidad. Hacer parecer sencillo y espontáneo el artificio del musical es una arte que nada tiene que ver con artificio, sino con maña y soltura, con la destreza de hacernos suspender cualquier recelo o duda y nos entreguemos por completo a los encantos del fingimiento. Ryan Gosling y Emma Stone están soberbios y seductores, fogosos e inolvidables, pero quizás se la deba coronar a ella como la reina de la función. Extraordinaria.
La historia es de una sencillez exquisita. Chica conoce chico, se enamoran, se enriquecen y complementan, comparten sueños e ilusiones, se entusiasman y se dan alas para anhelar e intentar convertir en realidad lo imposible, lo codiciado, lo inalcanzable, se quieren y se desean, se buscan y se encuentran, se agradecen y compadecen, se pelean y se reconcilian, se separan y se atormentan. El juego de la vida entre ardores musicales y sinsabores jazzísticos. La frase ‘te querré siempre’ se encarna y se convierte no sólo en un lema, en un mantra, en un capricho, sino que cobra sentido y se hace realidad en este recorrido multicolor por los entresijos del ensueño amartelado.
Hay algún leve desfallecimiento del ritmo y del norte, pero se reconduce de inmediato. Uno sale de la sala agradecido, con el alma ligera, la sonrisa desplegada y la certeza de haber compartido la esencia del cine. Épico.

6,4
24.664
6
4 de septiembre de 2016
4 de septiembre de 2016
74 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
El persistente desencanto que me han causado casi todas las últimas películas de Woody Allen se ha visto interrumpido con esta cinta encantadora, que si bien adolece de algunas de las características de su cine más reciente – diálogos superficiales y ayunos de garra, personajes sin interés ni enjundia, tramas ñoñas y deslavazadas, dirección garbancera y adocenada – alcanza algo muy digno de alabanza: crear un tono crepuscular y melancólico que seduce sin apenas esfuerzo aparente. Y además casi todos los actores elegidos (sobre todo, Jesse Eisenberg y Kristen Stewart) transmiten convicción y entusiasmo en sus respectivos cometidos. No hay nada novedoso ni reseñable, pero el conjunto se deja ver con simpatía y agradecida complicidad. Todos sus tics resultan disculpables, como si estuviéramos visitando a un familiar añoso al que le perdonamos que nos cuente siempre – con ligeras variaciones – las mismas batallitas.
Además, la atractiva fotografía del maestro Vittorio Storaro añade potentes dosis de embrujo y ensoñación al proyecto y si bien no es nada realista – tampoco lo pretende – saca el máximo partido tanto a las localizaciones como a los personajes, bañando todo en un halo seductor de calidez que se vuelve irresistible. Pocas veces han sido los años treinta del siglo pasado retratados con tanta belleza y nostalgia que uno desearía haber vivido aquel mágico momento por lo plástico y atractivo de la recreación lograda. Se le puede excusar a Allen su arraigada languidez y sus obstinadas repeticiones (de personajes, temas y tramas) por la adorable factura que consigue. Es más una experiencia estética que no una narración exigente – que bascula entre el romanticismo y el desengaño – aunque los atisbos de tristeza que impregnan la historia resulten atrayentes.
Para los fans irreductibles del director, seguro que es un festín sin parangón. Pero para los que dejamos de serlo hace ya unos veinte años, se trata más bien de una amable recuperación de ciertas fragancias inequívocas que nos remiten al Allen de antaño, aunque no alcance – quizás por una excesiva complacencia o simplicidad – a convertirse en algo más que un agradable entremés burbujeante, entretenido y simpático, bien elaborado pero sin demasiada originalidad ni calado. Resulta muy ameno de ver – sobre todo por el buen hacer del elenco y la radiante fotografía – pero se antoja un producto demasiado artificioso y relamido, con aciertos parciales innegables pero que no acaban de cuajar en una obra perdurable.
Además, la atractiva fotografía del maestro Vittorio Storaro añade potentes dosis de embrujo y ensoñación al proyecto y si bien no es nada realista – tampoco lo pretende – saca el máximo partido tanto a las localizaciones como a los personajes, bañando todo en un halo seductor de calidez que se vuelve irresistible. Pocas veces han sido los años treinta del siglo pasado retratados con tanta belleza y nostalgia que uno desearía haber vivido aquel mágico momento por lo plástico y atractivo de la recreación lograda. Se le puede excusar a Allen su arraigada languidez y sus obstinadas repeticiones (de personajes, temas y tramas) por la adorable factura que consigue. Es más una experiencia estética que no una narración exigente – que bascula entre el romanticismo y el desengaño – aunque los atisbos de tristeza que impregnan la historia resulten atrayentes.
Para los fans irreductibles del director, seguro que es un festín sin parangón. Pero para los que dejamos de serlo hace ya unos veinte años, se trata más bien de una amable recuperación de ciertas fragancias inequívocas que nos remiten al Allen de antaño, aunque no alcance – quizás por una excesiva complacencia o simplicidad – a convertirse en algo más que un agradable entremés burbujeante, entretenido y simpático, bien elaborado pero sin demasiada originalidad ni calado. Resulta muy ameno de ver – sobre todo por el buen hacer del elenco y la radiante fotografía – pero se antoja un producto demasiado artificioso y relamido, con aciertos parciales innegables pero que no acaban de cuajar en una obra perdurable.

5,5
3.760
6
14 de marzo de 2016
14 de marzo de 2016
73 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la proyección me viene a la memoria un remoto poema de Manuel Machado titulado Castilla (‘El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas…’). Y me pregunto: ¿para qué y para quién hacer, a día de hoy, una película religiosa a la vieja usanza? ¿Tendrá público, habrá mercado, alguien podrá sentir el más mínimo interés por una narración mil veces vista y mil veces ensalzada o pisoteada durante las últimas décadas? ¿Tiene algún sentido volver sobre lo ya sabido sin que quede claro si estamos ante una hagiografía o un relato de aventuras o el empeño ciego de un obstinado cineasta? Yo no sé responder a estas preguntas, sólo puedo describir lo que he visto, sentido y pensado de esta cinta.
Quizás lo más destacable sea el punto de vista elegido: como si de una obra policiaca se tratase, le encargan a un centurión romano encontrar el cuerpo desaparecido del nazareno, ya que Poncio Pilato teme que este hecho pueda provocar revueltas judías y disturbar la precaria paz palestina del momento. Y vemos todo el desarrollo desde los ojos de este militar ambicioso y eficiente que anhela la paz y el sosiego de un retiro en el campo, merecido pago por su ardor guerrero y por su eficacia en las batallas entabladas. A través de su mirada vemos desfilar la crónica del inicio del cristianismo, desde su firme escepticismo inicial (un buen romano es politeísta por naturaleza) hasta su reticente despertar espiritual del último tercio.
El resto es predecible y parece destinado al consumo masivo por aquellos fervorosos creyentes de Norteamérica conocidos como el cinturón de la biblia, o bien servir de adecuado relleno televisivo a la programación de semana santa de cualquier país mínimamente cristiano. Es innegable que el tono policiaco proporciona un ritmo nuevo y un agradable dinamismo al relato, que la recreación histórica es meritoria, que la estética resulta convincente sin ser cursi o empalagosa, es decir, en general es bastante entretenida pese a la nula sorpresa del meollo central de la historia. No parece tanto un apolillado martirologio al uso como un interesante intento por renovar y actualizar algo que parecía perdido para el gran público, manteniendo lo esencial sin recurrir a los tópicos más estomagantes.
Es una película sólo destinada a gente que no sea rabiosamente antirreligiosa y que al menos sienta un mínimo de interés por el cristianismo o tenga curiosidad por ver cómo puede enfocarse la experiencia religiosa en el siglo XXI. Elocuente en su previsibilidad, sin logros reseñables pero satisfactoria dentro de sus limitaciones.
Quizás lo más destacable sea el punto de vista elegido: como si de una obra policiaca se tratase, le encargan a un centurión romano encontrar el cuerpo desaparecido del nazareno, ya que Poncio Pilato teme que este hecho pueda provocar revueltas judías y disturbar la precaria paz palestina del momento. Y vemos todo el desarrollo desde los ojos de este militar ambicioso y eficiente que anhela la paz y el sosiego de un retiro en el campo, merecido pago por su ardor guerrero y por su eficacia en las batallas entabladas. A través de su mirada vemos desfilar la crónica del inicio del cristianismo, desde su firme escepticismo inicial (un buen romano es politeísta por naturaleza) hasta su reticente despertar espiritual del último tercio.
El resto es predecible y parece destinado al consumo masivo por aquellos fervorosos creyentes de Norteamérica conocidos como el cinturón de la biblia, o bien servir de adecuado relleno televisivo a la programación de semana santa de cualquier país mínimamente cristiano. Es innegable que el tono policiaco proporciona un ritmo nuevo y un agradable dinamismo al relato, que la recreación histórica es meritoria, que la estética resulta convincente sin ser cursi o empalagosa, es decir, en general es bastante entretenida pese a la nula sorpresa del meollo central de la historia. No parece tanto un apolillado martirologio al uso como un interesante intento por renovar y actualizar algo que parecía perdido para el gran público, manteniendo lo esencial sin recurrir a los tópicos más estomagantes.
Es una película sólo destinada a gente que no sea rabiosamente antirreligiosa y que al menos sienta un mínimo de interés por el cristianismo o tenga curiosidad por ver cómo puede enfocarse la experiencia religiosa en el siglo XXI. Elocuente en su previsibilidad, sin logros reseñables pero satisfactoria dentro de sus limitaciones.
Más sobre antonalva
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here