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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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11 de agosto de 2019 Sé el primero en valorar esta crítica
Con esta segunda película, Armando Bo II se viene afirmando como un excelente director cinematográfico. Ya tuve oportunidad de comentar su anterior producción "El último Elvis" y advierto que ha crecido mucho más desde aquella ocasión y sobresale del conjunto de directores argentinos (que los hay, y buenos, pero en su generalidad tienden a abordar temas localistas y costumbristas y no universales). Él, como coautor también del guión, siempre con Nicolás Giacobone, aborda una cuestión que no es sencilla y poco digerible para el espectador inadvertido: una faceta del tráfico de órganos (no deja de serlo aún cuando aquí se lo instrumente en forma indirecta) que tanto inquieta al mundo en general, especialmente cuando subyace en los países como el nuestro, subdesarrolado o en vías de desarrollo (como mejor quiera catalogárselo). Que existe, existe, por eso hay una ley penal expresa que lo pune y se traduce en un aspecto tabú de nuestra existencia diaria: mejor miremos para otro lado, digamos que consiste en una leyenda urbana e ignoremos la causa del por qué desaparecen periódicamente tantos niños (sobretodo adolescentes) sin dejar rastros y vinculémoslo mejor a algo como la trata de personas, comercio altamente infame pero no tan macabro como nos suena ésto.
Armando sabe calar hondo en asuntos que conmueven y ponen incómodo al espectador. Ya lo demostró en el exterior y con un director de renombre, cuando escribió también en forma conjunta los guiones de "Biutiful" y "Birdman".
Es así que evidencia una técnica poco común en nuestro medio, muy superior y acorde a la evolución del cine del primer mundo.
Para eso apela a una fotografía soberbia, unos efectos harto sugestivos que aparecen en el decorrer utilizando un rojo intenso y a las descollantes actuaciones de los principales intérpretes. Sitúa la acción en lugares que no son los clásicos y reconocibles de los films argentinos, especialmente en la tradicional ciudad balnearia de Mar del Plata, que retratada en una forma que nada tiene que ver con el turismo, bien podría tratarse, de acuerdo a como la refleja, de una playa española, italiana o tal vez croata, por dar algún ejemplo.
La evolución del crescendo también sorprende y angustia, con un sostenido trabajo de Guillermo Francella (lejos de la machietta de un anteriormente no logrado Arquímides Puccio) que últimamente ha decidido volcarse a papeles dramáticos para abandonar el clásico y eficaz comediante al que nos tenía habituados históricamente.
Compone con holgura el rol principal y es secundado por un grupo sólido de actores, entre los que sobresale el joven Federico Salles (una promesa que ojalá siga en desarrollo y no se contamine con la necesidad de papeles para sostener económicamente la vida de un artista). Una revelación, al menos para mí, pues no la conocía, su partenaire en la composición de una pareja lumpen, Mercedes De Santis. Ellos, junto a la credibilidad que transmiten Carla Peterson, Gloria Carrá y Marcelo Subiotto, entre otros, conforman el ambiente para un trhiller que supera incluso a quienes antes intentaron abordar este tema urticante de uno u otro modo: "Huye " o "Get out", "The Clinic" e incluso la recordada "Coma", basada en la novela de Robin Cook, por con su trabajo ha logrado una historia mucho más creíble que éstas realizaciones.
La narración incluye en una única mezcla la diferencia de clases, la lucha sin escrúpulos por la supervivencia y el egoísmo del ser humano cuando se enfrenta a terrible disyuntiva "o él o yo" y la indiferencia hacia su vida del propio sistema.
20 de febrero de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
En principio, sé que el género musical en cine es resistido por un gran número de personas. Me atrevería a decir que una gran mayoría le rehúye o directamente lo detesta.
No es mi caso. He visto y revisto desde las comedias musicales más antiguas, ingenuas y absurdas que hayan invadido las pantallas, hasta los modernos musicales, tanto en el cine como en los teatros.
Contrariamente (presiento que muchos podrán tomar con recelo quizás injustificado esta afirmación) creo que hecho como Dios manda, es un género sublime que en el futuro mediato habrá de ser valorado como hoy lo es la ópera. Antes de pasar a la crítica, debo sincerarme como uno de los pocos sobrevivientes que admira "Los paraguas de Cherburgo" de Jacques Demy, cantada del principio hasta el fin, con la que me he regodeado espiritualmente en infinidad de oportunidadades, siempre con la misma emoción. Presentado. Ahora voy a la película que nos ocupa.

Creo que para apreciar a "Los miserables" en su versión musical debe primero leerse el clásico de Víctor Hugo, donde podrá advertirse que el estilo del gran escritor francés anticipaba lo que muchos pueden considerar en la actualidad como cursilerías o tics que injustamente se le han endilgado a este film.
La conocida novela se compone de varias historias dentro de una historia.
Hay distintos Jean Valjean a través de su recorrido biocronológico, a quien rodean diferentes personajes que se van bifurcando en historias independientes para luego converger dando un sentido al conjunto. Dificilísima de filmar de por sí en su versión prosaica, es de imaginar entonces la tarea titánica que significa reflejarla en la pantalla en un contexto lírico. La narración debe necesariamente resultar apretada y sintética, y de tal compromiso sale airoso Tom Hooper.
También cabe acudir previamente a las innumerables versiones fílmicas que precedieron a la actual porque, como un atrayente imán, la historia sigue fascinando inalterablemente a los espectadores de todas las épocas.
El musical "Los miserables" es magnificente aunque muchas personas de nuestra modernidad puedan no identificarse con el género y su mensaje, pues los realces morales, el estoicismo, el honor, la solidaridad y la justicia pueden significar hoy algo sin mucho sentido y obsoleto frente al escepticismo que parece haber ganado a las generaciones de este siglo 21.

Por eso voy a realzarla y a brindar por el logro, al renovar todo aquello que movía a hacer un mundo más justo, más noble.

Si a la historia le agregamos un condimento musical bellísimo, el resultado va a ser excelente.
Y eso ocurre con "Los Miserables".

Si a la historia con el condimento musical bellísimo le adosamos además grandes actuaciones, el producto final va a ser superlativo.
Y eso ocurre con "Los Miserables".

Hugh Jackman lleva adelante con gran solidez un Jean Valjean como debe serlo. El Rusell Crowe de "Una mente brillante" y "Gladiador", no el de ciertos productos que lo minimizaran como actor, vuelve a renacer en el papel de Javert, el implacable perseguidor que prefiere dar fin a su existencia ante su impoencia de no poder cumplir rígidamente con la ley. Sólo en ciertas versiones anteriores pude apreciar la encarnadura del difícil personaje en Robert Newton (1952); no así en el gran Geoffrey Rush (1998) que pese a su talento no logró dar con la fuerza convictiva del complejo rol. Pero Crowe, la gran sorpresa, lo ha revaluado, aditándole un caudal vocal asombroso y desconocido hasta ahora por nosotros.
Grandes Hanne Hathaway y Amanda Seyfreid con sus dulces voces aunadas a su raza de actrices.
Insuperable Helena Bonham Carter que desopila al lado de Sacha Baron Cohen formando una pareja inigualable.
Todo me ha satisfecho: la dirección de actores, la dirección musical, la dimensión del espectáculo y una digna dirección de Hooper, saliendo airoso del gran desafío.
Para los que todavía conserven un alma sin blindajes, "Los miserables" habrá de atraparlos sin que sientan las casi tres horas acomodados en una poltrona ni se distraigan con el ruido a pochoclo (palomitas de maíz) que consumen los que hoy van al cine a disiparse pero no a introducirse y dejarse llevar por el mágico universo de una sala a oscuras.
También habrá de emocionarlos hasta las lágrimas el heroico final como para luego salir tarareando con nostalgia "I Dreamed a Dream" o la potente marcha con que la culmina esta tremenda obra que alimentará seguramente a los espíritus de los que siguen apreciando el arte por sobre los prejuicios.
25 de abril de 2025 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estuve aguardando con amplia expectativa el estreno de esta formidable producción en las salas de cine. La presumía de calidad por su temática pocas veces ahondada y que merced al despliegue de los recursos humanos y técnicos preanunciados prometía tratarse de una realización singular. No me sentí defraudado; desde el vamos me maravilló, aunque no me viera impulsado a encarar comentario alguno hasta ahora, luego de repasar sus detalles en una plataforma de streaming.

Es que hoy la situación global es distinta. La si bien predecible, pero a la vez inesperada muerte del Papa Francisco coloca ahora a esta historia como centro de atención y mejor posicionada que antes de este infausto acontecimiento. Anteriormente parecía haber pasado desapercibida para el gran público, hoy ha despertado un progresivo interés.

Creo que ello autoriza a presumir fantasiosamente que el autor de la novela original, Robert Harris y luego la eximia adaptación de Peter Straughan (que no en vano recibió el único Oscar por el guion cinematográfico) pueden haber tenido una visión profética del inesperado suceso que se produjera paradójicamente en el fin de la Semana Santa de 2025.

Si bien la historia no versa acerca de los detalles del deceso de un Sumo Pontífice, ni de su obra ni de sus exequias, el espíritu subyacente de su contenido nos sorprende con la presentación de un escenario donde las pasiones, la ambición, las dudas existenciales, la lábil naturaleza humana y hasta las miserias de los seres que poblamos esta tierra predominando sobre otras especies, quedan expuestas a flor de piel durante la preparación y el desarrollo del cónclave que habrá de elegir al sucesor de San Pedro. Esa es la esencia de la narración.

Quien concurra a verla para procurar una emulación de los frenéticos relatos de Dan Brown podría quedar decepcionado, pues esta realización trasciende los límites de lo políticamente correcto o lo inverosímil para exhibirnos la encarnadura lastimosa de las luchas del poder que puede contaminar todos los ámbitos, incluso los considerados virtuosos.

Tal sensación subyace en toda la trama de la historia, hay que adivinarla y convencerse luego de verla más de una vez para llegar a comprender su alcance. Como se dijo, los eventuales avatares reales de un relevo papal inesperado le otorgan hoy un tremendo relieve para pensar y repensar.

El Oscar, actualmente devaluado en su credibilidad y mérito, ha sido otra vez esquivo, como en otras ocasiones en que situara la calidad artística por detrás de las conveniencias políticas conforme las épocas, para con los galardones que merecía esta impecable creación.

Por otra parte, el director Edward Berger, quien lograra una ambientación titánica del agobiante y claustrofóbico entorno que caracteriza a estas reuniones crípticas y plagadas de ceremonias y antiquísimos rituales como los que encierra la compleja e intrincada elección de la suprema jerarquía católica, merecía un reconocimiento similar al que se le brindara en la edición de 2022 con “Sin novedad en el frente”, pero esta vez concretado en los hechos. Sin embargo, no ocurrió.

La misma recompensa ameritaban las actuaciones de Ralph Fiennes (quien ya fuera ninguneado anteriormente por los responsables del galardón más relevante para la industria cinematográfica), como también la inmensa composición de Isabella Rosellini. Aunque igual debe reconocerse que, en general, todo el elenco principal ha logrado desempeños actorales soberbios. Así se destacan, tomando en serio sus roles, Stanley Tucci, Sergio Castellito y John Lithgow.

Vaya igualmente una mención al excelso vestuario, la fiel reproducción de la Santa Sede, el minucioso casting que abarca hasta el último de los extras, y la creciente dosificación del suspense que culmina en un giro inesperado casi al final de su exhibición, cuando ya creemos que la tensión constante se ha disipado.

Es probable que la atmósfera de esta intriga vaticana no logre quizás ser superada en lo venidero. Sin embargo, nada impide que esta película pueda ser parangonada con otras dos que abordaron con mucha dignidad esta difícil temática, tal el caso de “Habemus Papam” (una comedia que exhibe con cierto fondo amargo la carga de la responsabilidad que implica el poder) o “Los dos Papas”, otra obra más que recomendable para rever y conocer mejor la personalidad del extinto Francisco, aunque aquí en "Cónclave" se advierte por momentos, merced al personaje del cardenal Aldo Bellini -asumido por un magnífico y sarcástico Stanley Tucci- que pareciera hacer un guiño de alusión a las ideas del primer Papa latinoamericano. Por lo menos, eso aparentan reflejar sus imperdibles diálogos de contenido reformista con el decano Lawrence (Ralph Fiennes)

Con el debido respeto a las opiniones de la crítica especializada que desde ya superan largamente en profundidad mi comentario, no sería justo resumirla sólo como un thriller, aun cuando se logra hacer crecer un suspenso sostenido durante su transcurso describiendo los entretelones de un ritual presumiblemente anodino y extraño al mundo laico. Creo estamos ante la auténtica recreación de todo un procedimiento inveterado e incógnito que nos develan magníficamente sus realizadores: la elección de un nuevo Papa precedida de secretas componendas y antagonismos ideológicos. Muy propicia para interpretar en la realidad el incierto rumbo que se avecina para la Iglesia Católica en cuanto a la continuidad de las reformas progresistas o el giro hacia el conservadurismo.
21 de abril de 2013 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este regio filme refleja una tendencia creciente en cuanto a la proliferación de denuncias por abuso infantil (con ésto estimo que no incurro en ningún "spoiler"). En mi país, al menos, los tribunales están atiborrados de estos muchas veces presuntos hechos que pueden llegar a no comprobarse fehacientemente o, como ocurre con los imputados por este execrable tipo de acciones, los someten a la solitaria opinión de un perito psicólogo que establece si el relato del niño abusado es verosímil, lo que generalmente ocurre (en el guión se ha incluido la antiguna afirmación de que "un niño nunca miente" y hasta una sugerida inducción al relato como deformación profesional). En todo lo demás, como los delitos de esta índole se producen generalmente en la intimidad, son de dificultosa y en muchas oportunidades forzada comprobación.
Este es el centro del tema donde gira la película. Son los casos donde un hombre queda a merced de un injusto repudio colectivo y Vinterberg retrata con gran maestría y una narración "in crescendo" que va inquietándonos y alineándonos con el padecimiento de un impagable Mads Mikkelsen, cada vez más trascendente, más reconocido y más universal. Su perfil adecuado a personajes difíciles y rechazados, converge ahora en una espontánea actitud de misericordia que despierta la piedad en el espectador hacia alguien a quien se le ha arruinado su vida para siempre.
La reacción de sociedades como las escandinavas, donde la comunicación es una rareza entre vecinos aislados por su propia idiosincrasia, se concreta en la visión acertada del director hasta la escena final que, lejos del "happy end" insinuado engañosamente en un desenlace sorpresivo, despierta a la realidad con un brutal golpe efectista que cala hondo. Mensaje subliminal: aún en un "sistema social de bienestar", las injusticias puede corporizarse como en cualquier otro lugar del mundo, pues el hombre, al decir de Hobbes, "es lobo del hombre". Excelentes interpretaciones de los restantes actores, incluida la del personaje infantil, generalmente asumidos por niños poco creíbles y esterotipados, con honrosas excepciones, en el cine universal. Muy recomendable y de visión obligatoria.
30 de octubre de 2020
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ví de a dos capítulos por día hasta llegar al impar del desenlace, pero podría haberlo hecho tipo "maratón" sin lugar a dudas.
Voy a resumir mi humilde opinión imaginando hipotécamente que una miniserie llegara a competir por el Oscar y me encomendaran adjudicarle los premios:
-Mejor película
-Mejor director
-Mejor producción
-Mejor guión adaptado
-Mejor fotografía
-Mejor música incidental
-Mejor actriz (Anya Taylor-Joy)
-Mejor actor de reparto o secundario (difícil de distribuir entre tantos talentos). Pero sugiero: ¿Bill Camp? (el conserje del instituto) ¿Harry Melling? (un extraño personaje que insinúa intenciones aviesas y nos engaña) ¿Marcing Dorosinsky? (un pétreo y perfecto jugador ruso que permite - apoyando a la protagonista principal- arribar a inauditas escenas de suspenso con su aparente inexpresividad) ¿Thomas Brodie-Sangster? (aún con su porte infantil, nadando como un pez en el agua en su inicial soberbia)
-Mejor actriz de reparto. También difícil, pero me inclino por Marielle Heller (la madre adoptiva de Beth); Isla Johnston (Beth Harmon niña, una revelación)
-Mejor vestuario
-Mejor reconstrucción de época (en todo mínimo detalle)
-Mejor fotografía
-Mejor maquillaje
Mejor todo. Una obra impresionante. No tiene un punto flojo que deje un resquicio para reprocharle. Con un tema aparentemente tan árido y quizás poco atrayente para el gran público como puede ser el hilo argumental de un juego de ajedrez trepando paulatinamente a gran escala, hasta las personas que no conocen siquiera el nombre de las piezas que lo componen pueden verse atrapadas desde el comienzo en un sutil suspenso que muchas veces sofoca. Una tensión constante hasta ver el descenlace de una historia que capta al espectador desde su inicio. ¿Cómo pudieron lograr que a través de un deporte de menor cantidad de seguidores superar los clásicos ticks del protagonista que se esfuerza para lograr un título mundial con vueltas remanidas donde uno sabe siempre qué va a ocurrir?. No. Esta producción es inclasificable y no entra en ninguno de los cánones consabidos.
Nadie puede predecir el final (impecable por cierto). Ví retratados, por cuestiones generacionales, situaciones y pormenores que quizás no llamen la atención a los más jóvenes, las minucias de una época textual de la que fui testigo. Vi a mi padre jugando entre los jubilados en una plaza de cualquier rincón del mundo. Me emocionó demasiado y quizás por eso me muestre tan entusiasta.
Pero en lo profundo de su elaboración tiene y debe llegar al cualquier espectador, al desnudar descarnada pero finamente el alma y la psiquis de sus protagonistas mostrándonos sus frustraciones, dolores y fracasos, propios de los seres humanos.
Geniales actuaciones. Excelente casting que abarca a todos los que intervienen en el film sin excepciones. Va a costar superarla, pero puede entreverse como las plataformas como Netflix, sobretodo en el contexto de esta triste pandemia con cierre de salas, van ocupando el lugar de los grandes sellos cinematográficos clásicos que quedarán reservados a producir películas para el público consumidor de palomitas de maíz (pock-horn) y más afecto al cine como pasatiempo (sin ánimo alguno de ofensa).
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