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Críticas ordenadas por utilidad
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5,5
9.431
6
2 de diciembre de 2010
2 de diciembre de 2010
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atom Egoyan, realizador canadiense nacido en El Cairo, realiza Chloe, drama basado en un film francés de 2003 (Nathalie X de Anne Fontaine) que narra una truculenta historia de celos, infidelidades, traiciones e inseguridades.
El argumento tiene mucho de melodrama televisivo: una mujer, celosa ante la actitud de su marido, que flirtea habitualmente con atractivas jóvenes, decide ponerle una trampa contratando a una prostituta para que lo seduzca.
La protagonista en cuestión es Julianne Moore, que lleva a cabo una interpretación sublime, digna del Oscar que merece desde hace ya bastante tiempo. La actriz es el alma del film, al llevar por completo el peso de la historia, demostrando una encomiable capacidad para otorgar matices a su personaje.
Capaz de dar miedo cuando lanza miradas inquisitivas a su marido, a quien ella cree infiel, también sabe transmitir lástima en momentos de inseguridad en los que roza la depresión, así como el éxtasis sexual cuando da rienda suelta a sus más bajas pasiones. Liam Neeson, en el rol de marido, mantiene bastante bien el tipo, pero la tercera en discordia, Amanda Seyfried, se ve eclipsada por el torrente de sensaciones ofrecido por el personaje principal.
No es habitual que un realizador de la personalidad de Egoyan acepte un remake por encargo, prestándose a un guión más lineal de lo que suele ser habitual en él. Pero todavía es más extraño que se contenga en las posibilidades visuales del relato, en concepto de “capacidad para perturbar al público”, a tenor de lo visto en otros films como Exótica o El liquidador.
Aunque hay contenido de sexo explícito, la narración es lo suficientemente hábil como para transmitir todos los sentimientos de los personajes sin caer en lo vulgar, a lo que también ayuda su preciosista puesta en escena.
El último tercio del metraje es lo peor de la película, al cambiar de estilo y convertirse en un mediocre thriller, que no llega en ningún momento a las mínimas cotas de tensión exigibles por dicho género.
A buen seguro, muchos verán en él una versión lésbica de Atracción fatal, pero conviene recordar que este sobrevalorado film de Adrian Lyne no es sino un torpe plagio de Escalofrío en la noche, primera película de Clint Eastwood tras las cámaras.
Chloe es, pues, un buen estudio acerca de los sentimientos que pueden destrozar una familia, tales como el fin de la pasión, la desconfianza y los celos, perfectamente ligados al miedo que muchas mujeres tienen a envejecer. Su punto más destacable es la brillante interpretación de Julianne Moore y lo peor, desgraciadamente, el final, que no va en consonancia con el resto de la película.
Eso sí, hay que reconocerle un mérito de muy difícil consecución: supera con creces al film original en el que se basa.
El argumento tiene mucho de melodrama televisivo: una mujer, celosa ante la actitud de su marido, que flirtea habitualmente con atractivas jóvenes, decide ponerle una trampa contratando a una prostituta para que lo seduzca.
La protagonista en cuestión es Julianne Moore, que lleva a cabo una interpretación sublime, digna del Oscar que merece desde hace ya bastante tiempo. La actriz es el alma del film, al llevar por completo el peso de la historia, demostrando una encomiable capacidad para otorgar matices a su personaje.
Capaz de dar miedo cuando lanza miradas inquisitivas a su marido, a quien ella cree infiel, también sabe transmitir lástima en momentos de inseguridad en los que roza la depresión, así como el éxtasis sexual cuando da rienda suelta a sus más bajas pasiones. Liam Neeson, en el rol de marido, mantiene bastante bien el tipo, pero la tercera en discordia, Amanda Seyfried, se ve eclipsada por el torrente de sensaciones ofrecido por el personaje principal.
No es habitual que un realizador de la personalidad de Egoyan acepte un remake por encargo, prestándose a un guión más lineal de lo que suele ser habitual en él. Pero todavía es más extraño que se contenga en las posibilidades visuales del relato, en concepto de “capacidad para perturbar al público”, a tenor de lo visto en otros films como Exótica o El liquidador.
Aunque hay contenido de sexo explícito, la narración es lo suficientemente hábil como para transmitir todos los sentimientos de los personajes sin caer en lo vulgar, a lo que también ayuda su preciosista puesta en escena.
El último tercio del metraje es lo peor de la película, al cambiar de estilo y convertirse en un mediocre thriller, que no llega en ningún momento a las mínimas cotas de tensión exigibles por dicho género.
A buen seguro, muchos verán en él una versión lésbica de Atracción fatal, pero conviene recordar que este sobrevalorado film de Adrian Lyne no es sino un torpe plagio de Escalofrío en la noche, primera película de Clint Eastwood tras las cámaras.
Chloe es, pues, un buen estudio acerca de los sentimientos que pueden destrozar una familia, tales como el fin de la pasión, la desconfianza y los celos, perfectamente ligados al miedo que muchas mujeres tienen a envejecer. Su punto más destacable es la brillante interpretación de Julianne Moore y lo peor, desgraciadamente, el final, que no va en consonancia con el resto de la película.
Eso sí, hay que reconocerle un mérito de muy difícil consecución: supera con creces al film original en el que se basa.
9
28 de abril de 2009
28 de abril de 2009
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1984 James Cameron filmó la que sería primera de una larga serie de éxitos: Terminator. Se trata de una película excepcional, que toma como referencia de fondo la preocupación que había en los ochenta por una posible guerra nuclear, además del incipiente crecimiento de la tecnología, que se encontraba en los prolegómenos de la inteligencia artificial.
Una de las principales bazas donde radica su éxito es su magnífico guión, capaz de contar una impecable historia de interés humano, protagonizada por personas de a pie que, en cuestión de minutos, dejan de pensar en cómo llegar a fin de mes para centrarse únicamente en sobrevivir.
Es aquí donde destacamos el estupendo trabajo de Cameron con sus intérpretes, sobre todo Linda Hamilton y Michael Biehn, que protagonizan una de las más bellas y reales historias de amor jamás filmada. Luego tenemos al gran Arnold, que comenzaría su exitosa carrera interpretando de forma absolutamente convincente a un robot asesino, casi invulnerable, que no parará hasta llevar a cabo su misión, que no es otra que privar de futuro a la humanidad.
Así pues nos encontramos ante una película que combina hábilmente la acción y el dramatismo, despertando en el espectador sentimientos de inquietud y angustia, provocados por lo catastrófico del relato, una ambientación tétrica y lóbrega de Los Angeles a la que no estamos habituados y un derroche de imaginación propio de ese genio llamado James Cameron, que completó un filme impagable, que se convertiría en referencia absoluta para la ciencia ficción.
Una de las principales bazas donde radica su éxito es su magnífico guión, capaz de contar una impecable historia de interés humano, protagonizada por personas de a pie que, en cuestión de minutos, dejan de pensar en cómo llegar a fin de mes para centrarse únicamente en sobrevivir.
Es aquí donde destacamos el estupendo trabajo de Cameron con sus intérpretes, sobre todo Linda Hamilton y Michael Biehn, que protagonizan una de las más bellas y reales historias de amor jamás filmada. Luego tenemos al gran Arnold, que comenzaría su exitosa carrera interpretando de forma absolutamente convincente a un robot asesino, casi invulnerable, que no parará hasta llevar a cabo su misión, que no es otra que privar de futuro a la humanidad.
Así pues nos encontramos ante una película que combina hábilmente la acción y el dramatismo, despertando en el espectador sentimientos de inquietud y angustia, provocados por lo catastrófico del relato, una ambientación tétrica y lóbrega de Los Angeles a la que no estamos habituados y un derroche de imaginación propio de ese genio llamado James Cameron, que completó un filme impagable, que se convertiría en referencia absoluta para la ciencia ficción.
19 de noviembre de 2010
19 de noviembre de 2010
56 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo reducido de jóvenes lleva un maligno y peligroso objeto colgado del cuello, el cual afecta negativamente a su portador. Deben llevar a cabo una interminable marcha con el fin de destruirlo. ¿Estoy hablando de El señor de los anillos? Pues no. Acabo de contaros cerca del 90% de lo que ocurre en la penúltima entrega cinematográfica de las aventuras de Harry Potter, a la que sólo le ha faltado el pan de lembas para culminar un plagio escandaloso.
La película es una soberana tomadura de pelo, pero no por la continua sensación de ya visto con respecto a parte de la obra de Tolkien, sino por cómo unos productores ávidos de dinero han sabido aprovecharse de todos nosotros, dividiendo el último libro de J.K. Rowling en dos partes: una primera de transición en la que no sucede prácticamente nada y una segunda en la que nos contarán de qué va el libro (al menos así lo espero). O lo que es lo mismo: una forma tan deleznable como irrespetuosa con el gran público de ganar pasta.
Ya lo dije analizando las anteriores películas: el fichaje de David Yates corresponde a un realizador sin personalidad al servicio de los productores. Ellos ordenan y Yates cumple. Y claro, ahí está el bajón de calidad en una saga que contó con tres primeras buenas películas, firmadas por Chris Columbus (las dos primeras) y Alfonso Cuarón (la suya, El prisionero de Azkaban, es con mucho la mejor de toda la serie) seguidas por, de momento, cuatro auténticos desastres, de los que tres han sido dirigidos por el señor Yates.
El film es una auténtica tortura, similar a la que padecimos en The Road de John Hillcoat, con la diferencia de que aquella duraba tres cuartos de hora menos. Aquí son 146 minutos y apenas pasa nada. He mirado tanto el reloj que me atrevería a decir que, durante unas dos horas de ese tiempo, hemos visto a los tres protagonistas vagar por diferentes parajes, mientras montaban su tienda de campaña, se hacían té y tenían una bronca infantil. ¿Película de transición? Que no la hagan, porque para narrar la fábula de Las reliquias de la muerte (lo hacen en apenas un par de minutos) y contarnos los planes de Voldemort (como si no los supiéramos ya) no hacen falta casi dos horas y media.
¿Qué ocurre en el resto del film? Pues vamos a ver, siendo generosos vamos a concederle cerca de media hora, a la que hay que restar diez minutos en concepto de títulos de crédito. En ese espacio hemos visto un par de persecuciones (nada que ver, por cierto, con la fabulosa secuencia por autopista de Matrix 2), una infiltración con demasiadas licencias en el Ministerio de la Magia (me ha venido a la cabeza lo que hizo Tom Cruise para colarse en Pre-Crimen en Minority Report y me ha dado la risa por lo diametralmente opuesto del resultado), tonterías varias como, en el colmo de la estupidez, que Harry bucea con las gafas puestas y un combate final bastante descafeinado. Entenderéis, pues, el porqué de mi indignación.
La película es una soberana tomadura de pelo, pero no por la continua sensación de ya visto con respecto a parte de la obra de Tolkien, sino por cómo unos productores ávidos de dinero han sabido aprovecharse de todos nosotros, dividiendo el último libro de J.K. Rowling en dos partes: una primera de transición en la que no sucede prácticamente nada y una segunda en la que nos contarán de qué va el libro (al menos así lo espero). O lo que es lo mismo: una forma tan deleznable como irrespetuosa con el gran público de ganar pasta.
Ya lo dije analizando las anteriores películas: el fichaje de David Yates corresponde a un realizador sin personalidad al servicio de los productores. Ellos ordenan y Yates cumple. Y claro, ahí está el bajón de calidad en una saga que contó con tres primeras buenas películas, firmadas por Chris Columbus (las dos primeras) y Alfonso Cuarón (la suya, El prisionero de Azkaban, es con mucho la mejor de toda la serie) seguidas por, de momento, cuatro auténticos desastres, de los que tres han sido dirigidos por el señor Yates.
El film es una auténtica tortura, similar a la que padecimos en The Road de John Hillcoat, con la diferencia de que aquella duraba tres cuartos de hora menos. Aquí son 146 minutos y apenas pasa nada. He mirado tanto el reloj que me atrevería a decir que, durante unas dos horas de ese tiempo, hemos visto a los tres protagonistas vagar por diferentes parajes, mientras montaban su tienda de campaña, se hacían té y tenían una bronca infantil. ¿Película de transición? Que no la hagan, porque para narrar la fábula de Las reliquias de la muerte (lo hacen en apenas un par de minutos) y contarnos los planes de Voldemort (como si no los supiéramos ya) no hacen falta casi dos horas y media.
¿Qué ocurre en el resto del film? Pues vamos a ver, siendo generosos vamos a concederle cerca de media hora, a la que hay que restar diez minutos en concepto de títulos de crédito. En ese espacio hemos visto un par de persecuciones (nada que ver, por cierto, con la fabulosa secuencia por autopista de Matrix 2), una infiltración con demasiadas licencias en el Ministerio de la Magia (me ha venido a la cabeza lo que hizo Tom Cruise para colarse en Pre-Crimen en Minority Report y me ha dado la risa por lo diametralmente opuesto del resultado), tonterías varias como, en el colmo de la estupidez, que Harry bucea con las gafas puestas y un combate final bastante descafeinado. Entenderéis, pues, el porqué de mi indignación.

6,0
94.423
10
25 de mayo de 2006
25 de mayo de 2006
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente historia de vampiros de la mano de Stephen Norrington, que antes de este film, lo más destacado que había hecho era su intervención en la creación de efectos especiales en "Aliens" y "El secreto de la pirámide". Haber participado en ambas películas ha influido en los efectos de "Blade", sobre todo en las espectaculares desintegraciones de vampiros al ser destruidos. David S. Goyer, escritor de "Dark city" y posteriormente de "Batman Begins" elabora un magnífico guión que nos muestra el potencial y las carencias de un ser nacido mitad hombre, mitad vampiro, con todo lo que ello implica, dotando al personaje principal de una oscuridad tal que lo convierte en uno de los anihéroes por excelencia, en contínua lucha contra el mal, pero destinado a sufrir por siempre. Wesley Snipes está soberbio en su papel de este héroe de cómic, mostrando, por un lado, su elasticidad y capacidad para rodar difíciles secuencias de acción y lucha y por otro, su gran calidad interpretativa a la hora de mostrar el sufrimiento del personaje. El villano tras el cual sigue la pista Blade es Stephen Dorff, impresionante en su rol de malvado vampiro que no tiene ninguna consideración por la humanidad, a la que considera simple alimento para su raza, lo que le traerá problemas con otros vampiros que pretenden seguir en el anonimato. Ritmo trepidante, banda sonora espectacular, duelos a espada, persecuciones a gran velocidad y un sugerente sentido del humor insertado sabiamente en ciertos momentos del relato, hacen de este film una historia muy entretenida y divertida, que unida a su impecable guión, sus magníficas interpretaciones y la buena dirección nos deja un film de altísima calidad. Si tenemos en cuenta que Stephen Norrington ha sabido dotar esta producción de originalidad, dando una nueva y fresca versión de las películas de vampiros que ya ha sido copiada en numerosos trabajos posteriores, podemos afirmar con absoluta certeza, que estamos ante una de las películas referencia del género y, por lo tanto, de imprescindible visionado.

6,0
81.019
3
23 de abril de 2010
23 de abril de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil criticar a Tim Burton, ya que enseguida se te echa encima su amplia legión de incondicionales, pero Alicia en el País de las Maravillas confirma un hecho que se lleva cumpliendo en sus últimas películas: una abismal diferencia entre la inventiva visual y el interés por la trama.
Siendo honestos, si Burton ha cosechado esa colección de fieles es por la gran calidad que atesoran muchas de sus películas. Conviene recordar que entre su filmografía se encuentran joyas como Eduardo Manostijeras, Ed Wood o mi favorita, Batman. Pero desde que en 2001 rodó una penosa versión de El planeta de los simios, se diría que Burton ha entrado en barrena.
Siempre se alude a su imaginación y a su puesta en escena. De lo segundo, atendiendo sólo a los efectos visuales, estoy de acuerdo. Pero jamás podría tildarse de imaginativa una película que, a imitación de lo que Spielberg hizo en Hook, versiona un cuento infantil desde el punto de vista de un adulto que ya ha olvidado sus peripecias de la infancia. Y el resultado es similar, pues si el gran Spielberg fracasó con un Peter Pan adulto en el film mencionado, a Burton le sucede lo mismo con una Alicia que huye de sus obligaciones sociales como mujer en edad casadera, para volver al País de las Maravillas en busca de nuevas aventuras.
En cuanto al espíritu del libro y a la fidelidad del libreto, podríamos decir que es una historia tan poco fiel como lo fue en su día Sleepy Hollow. Entiendo que se nos puede acusar, a quienes nos gustó esta leyenda (hablo de la novela escrita), de ser excesivamente críticos con Burton en aquella ocasión, pero lo que es indudablemente cierto es que no respetó en absoluto el relato de Washington Irving.
Ahora hace lo propio con la obra de Lewis Carroll. No es que una versión cinematográfica tenga que ser exactamente igual que un libro, pero al menos ha de mantenerse fiel al espíritu, como tan bien supo recrear Peter Jackson con la primera parte de El señor de los anillos. Curiosamente dicha trilogía sirve para ilustrar el poco respeto de Burton por los originales en que se basa, ya que es similar a lo cometido por Jackson contra la inolvidable obra de J.R.R. Tolkien en las partes segunda y tercera.
Después tenemos la elección del reparto, con una protagonista, Mia Wasikowska (En terapia) incapaz de transmitir absolutamente nada. ¡Cuánto habría ganado la película con Dakota Fanning (El fuego de la venganza, Push) en el papel principal! Y, cómo no, Johnny Depp (que parece hacer siempre el mismo papel con Burton) y Helena Bonham Carter como parte del elenco, como si no existiesen más actores en el panorama hollywoodiense.
(Sigo en spoiler por falta de espacio)
Siendo honestos, si Burton ha cosechado esa colección de fieles es por la gran calidad que atesoran muchas de sus películas. Conviene recordar que entre su filmografía se encuentran joyas como Eduardo Manostijeras, Ed Wood o mi favorita, Batman. Pero desde que en 2001 rodó una penosa versión de El planeta de los simios, se diría que Burton ha entrado en barrena.
Siempre se alude a su imaginación y a su puesta en escena. De lo segundo, atendiendo sólo a los efectos visuales, estoy de acuerdo. Pero jamás podría tildarse de imaginativa una película que, a imitación de lo que Spielberg hizo en Hook, versiona un cuento infantil desde el punto de vista de un adulto que ya ha olvidado sus peripecias de la infancia. Y el resultado es similar, pues si el gran Spielberg fracasó con un Peter Pan adulto en el film mencionado, a Burton le sucede lo mismo con una Alicia que huye de sus obligaciones sociales como mujer en edad casadera, para volver al País de las Maravillas en busca de nuevas aventuras.
En cuanto al espíritu del libro y a la fidelidad del libreto, podríamos decir que es una historia tan poco fiel como lo fue en su día Sleepy Hollow. Entiendo que se nos puede acusar, a quienes nos gustó esta leyenda (hablo de la novela escrita), de ser excesivamente críticos con Burton en aquella ocasión, pero lo que es indudablemente cierto es que no respetó en absoluto el relato de Washington Irving.
Ahora hace lo propio con la obra de Lewis Carroll. No es que una versión cinematográfica tenga que ser exactamente igual que un libro, pero al menos ha de mantenerse fiel al espíritu, como tan bien supo recrear Peter Jackson con la primera parte de El señor de los anillos. Curiosamente dicha trilogía sirve para ilustrar el poco respeto de Burton por los originales en que se basa, ya que es similar a lo cometido por Jackson contra la inolvidable obra de J.R.R. Tolkien en las partes segunda y tercera.
Después tenemos la elección del reparto, con una protagonista, Mia Wasikowska (En terapia) incapaz de transmitir absolutamente nada. ¡Cuánto habría ganado la película con Dakota Fanning (El fuego de la venganza, Push) en el papel principal! Y, cómo no, Johnny Depp (que parece hacer siempre el mismo papel con Burton) y Helena Bonham Carter como parte del elenco, como si no existiesen más actores en el panorama hollywoodiense.
(Sigo en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando los seguidores de Burton lean esto, supongo que me crucificarán. Sin embargo, al rato, cuando dejen de tomárselo como algo personal (nunca he entendido por qué la gente se enfada con las opiniones cinéfilas, pero así es) no podrán por menos que reconocer que estamos ante una película muy inferior a las capacidades de este director, con un guión aburrido y nada original (la responsable es la escritora de La bella y la bestia y El rey león, Linda Woolverton) y una concepción claramente comercial, orientada a obtener grandes beneficios a costa del 3D. Por cierto, ya que estamos, sobre esta tecnología el único que por el momento le ha dado un buen uso es James Cameron, por mucho que la envidia haga que algunos se empeñen en pensar lo contrario.
¿Volverá Burton a sus orígenes o seguirá sin esforzarse lo más mínimo en filmar una buena historia? El tiempo y el dinero recaudado nos lo dirán.
¿Volverá Burton a sus orígenes o seguirá sin esforzarse lo más mínimo en filmar una buena historia? El tiempo y el dinero recaudado nos lo dirán.
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