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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
15 de julio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
“Sherlock Holmes: Juego de sombras” es un entretenimiento muy digno que sabrá saciar a quién busque un espectáculo sin demasiadas complicaciones. El guion cuenta con aspectos reformables -la rapidez con la que Sherlock supera la muerte de su rollo es apasionante-, y se pierde en intrigas políticas que le hacen un flaco favor a los personajes; pero en conjunto sabe gestionar su intensidad y plantearnos situaciones interesantes. Además, el potente carisma de su protagonista es válido para sostener ésta y cien propuestas más, aunque Robert Downey Jr. Ya se encasilla como el nuevo Depp. Su punto más fuerte lo encontramos en su potencia visual, y todos los departamentos relacionados con este tema cuentan con un nivel altísimo. Quizá prefiera entretenimientos más estimulantes como “Kingsman”, pero para saciar el hambre de acción de la bonita, nos basta.
16 de mayo de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Todo el puto mundo ha visto “Jurassic Park” y, joder, todo el puto mundo sabe que es BUENA. Así que vamos a hablar de otras cuestiones que creo que son importantes de conocer.
El ser humano, en ocasiones, es bastante reacio al cambio y al progreso, y no le faltan motivos: cientas son las obras artísticas que no saben comprender los avances tecnológicos, y los acaban utilizando indebidamente. En el caso de VFX, los efectos especiales generados por ordenador, esta problemática es super acusada, pues la padecen la mayor parte de las obras que consumimos de forma masiva hoy día. Pero cada nuevo avance cuenta con un período de madurez que nos regala buenos ejemplos a seguir; y dentro de estos buenos ejemplos, existe un número aun más limitado que hacen de la exploración de las posibilidades narrativas de X tecnología su principal aporte al medio. Estas obras, lejos de mostrarnos cómo de grande la tienen o cuantísimos millones han costado, construyen su propuesta alrededor del nuevo campo a explotar SIN olvidarse de la propuesta en sí misma: el sonido de “El cantante de jazz” o el uso del color en “El mago de Oz” serían un par de muestras de ello. En el caso de los VFX, la gran pionera sería “Jurassic Park”.
Las personas más tiquismiquis me echarán en cara que el film que nos ocupa NO es la primera obra con imágenes CGI, y razón no les faltará; peeeero “El mago de Oz” tampoco fue la primera obra a color, ni “El cantante de jazz”, el primer ejemplo de sonido en el cine. Aquí no estamos hablando de quién llega antes, si no en QUÉ momento se deja de “investigar” y se pasa a “explotar”. En las imágenes por ordenador, tenemos muestras previas en películas como “Tron”, “Abyss” o “Terminator 2” -a Cameron le mola muchísimo esto de las nuevas tecnologías-; pero si fue Spielberg el que supo INTEGRARLAS correctamente y conseguir resucitar especies que llevaban siglos extintas… como cierto personaje de la obra, ¿no?
Bueno, luego seguiré con eso. Primero deberíamos pensar qué nos cuenta la obra en un primer nivel de lectura, sin meternos en rayadas: su protagonista, interpretado por Sam Neill, es un tipo que siente un profundísimo rechazo por “lo nuevo”, incluyendo a los mecanismos de sujeción y a los niños. Ese hombre CAZARÍA su comida si pudiera. Y encontraremos esta dicotomía a lo largo de todo el metraje, encontrándonos a diversos personajes que enfocan la situación desde diversos puntos de vista.
De este modo, Hammond y Nedry quieren aprovecharse de ella, uno con un afán algo más humanista y otro exclusivamente en pos de su propio beneficio. Éste último acaba como acaba, pero en Hammond conviene que frenemos para comentar el mensaje anticapitalista al que Spielberg nos tiene acostumbrados: representa al empresario inmoral que viola las leyes de la naturaleza sin consideración alguna. Por otro lado tenemos al matemático rockero, que se encuentra en contra por un conjunto de rayadas muy chungas relacionadas con el desarrollo natural de las especies y la imposibilidad de predecir su evolución -la vida se abre camino y todo eso-. El punto de vista del cazador del parque es diferente, y lo que hace es sentir hacia los dinosaurios un profundo respeto que casi roza el temor. Y, volviendo con los pro-dinosaurios, el abogado que encarna los aspectos más negativos de Hammond, alejado del matiz sensible de éste. Un conjunto de personalidades bien diferenciadas que funcionan a la perfección y que representan, a grandes rasgos, las diferentes posturas sociales ante los avances científicos.
Si escarbamos en lo profundo, nos encontramos con un Spielberg lanzando un mensaje muy oportuno en un momento en el que el ser humano debía empezar a plantearse si existen límites que la ciencia no debe traspasar: aunque aun no había llegado la oveja Dolly, ME IMAGINO que ya era un proyecto conocido por la sociedad, junto con muchos otros de ética dudosa. En cualquier caso, era una época de cambio en el que convenía replantearse muchas cuestiones, y el cine no quedó exento de ello, pues se acercaba lo digital. Podríamos ver el hecho de utilizar la tecnología para criticar el abuso de la tecnología como algo HIPÓCRITA; pero yo prefiero verlo como un ejemplo de buena praxis. Me gusta verlo como Spielberg lanzando un mensaje directo a la industria, algo así como “guay, tenemos esto y mola mucho, pero no os flipéis demasiado por que puede que os volváis locos y tal”.
¿Qué tenemos ahora, 25 años después? En términos científicos, no veo mucha polémica más allá del testeo de productos de belleza en animales, algo que se está combatiendo correctamente. En términos cinematográficos, sin embargo, tenemos una de cal y otra de arena. Parece que ya hemos superado la etapa del CGI por el CGI, con películas vacías de significado que centraban su espectacularidad en renders. La animación nos está dejando obrazas geniales y todavía existen propuestas que no necesitan de cromas ni mierdas por el estilo. Se puede decir que vamos BIEN.
Sin embargo, vuelvo a mirar “Jurassic Park”. Veo los primeros dinosaurios. El informático debe robar a su propia empresa. Se ha escapado el T-rex, y en el otro coche están los dos niños solos. El coche se va a caer del arbol. Estampida. Hay que saltar la valla, pero en otro punto están a punto de poner en marcha la electricidad… quizá pueda pecar de ser excesivamente fragmentada, pero esta película son situaciones planteadas con maestría, y como los personajes salen de ellas. Derrocha originalidad, imaginación y coherencia por todos lados. Y no olvida la profundidad ni la reflexión. Quizás tan bien, no... Vamos, que no es poco.
8 de mayo de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
No hacen falta grandes presentaciones, pero si daré un par de pinceladas sobre esta peli. “Los odiosos ocho” es el octavo film de Tarantino, y vuelve al género western para, posiblemente, marcarse una especie de “auto-homenaje” fusionando sus rasgos más primitivos con el género que comenzó a abordar en “Django Unchained”, una obra que, personalmente, ni fú ni fá. “Los odiosos ocho” contaba con muchos más elementos con los que simpatizo –los que me vienen leyendo ya sabrán de qué hablo-, por lo que era complicado que no me gustará esta película. Sin embargo, Tarantino es impredecible, y en este caso su director es lo mejor y lo peor de esta película.
Su argumento viene a explorar las posibilidades narrativas de encerrar a –más o menos- ocho tipos del antiguo oeste en un refugio en mitad de una ventisca. No voy a entrar en detalles porque es una de esas historias que merece ser descubierta poco a poco, PERO no me cabe duda alguna de que este guion lo firma Tarantino: unos diálogos majestuosos, personajes rebosantes de carisma y con intenciones muy diferentes entre sí, una trama repleta de giros y cierto gusto por explotar las emociones más primarias del ser humano. Se debe aplaudir como el autor aprovecha las posibilidades de la propuesta, pero quizá ciertos personajes se hayan visto algo mermados en su desarrollo, y quizá contrasten excesivamente con los que sí que sufren una evolución clara y funcional dentro de la obra.
LA COSA es que, incluso teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, “Los odiosos ocho” no deja la sensación de que le falte algo, sino todo lo contrario: a esta película LE SOBRA mucho metraje. Es aquí donde nos encontramos al peor Tarantino; con unos diálogos excesivamente recargados que, en ocasiones, nos dejan la sensación de estar cumpliendo alguna especie de fantasía onanista que perjudica gravemente al conjunto. No voy a decir que se vuelvan pesados o insoportables porque están lejos de ello, pero sí que son densitos y que dejan la sensación de alargar ideas que podrían haber sacrificado el tiempo para otros personajes.
En lo visual, tenemos a otro Tarantino desmedido y alocado, acompañado de su fiel Robert Richardson, que busca hacerle sombra al sibaritismo de Christopher Nolan. “Los odiosos ocho” está rodada como antaño y, aunque no veo una decisión mejor durante los primeros compases de la cinta, NO CREO que en términos de producción haya sido inteligente destinar todos esos medios a una película que se desarrolla en un interior tan limitado como una casucha. Se ve de lujo, sí, pero si yo fuera Harvey Weinstein habría frenado sus delirios de grandeza y habría buscado algo más adecuado para el espacio designado. Y ESTARÍA EN LA CARCEL.
Y continuando con los excesos, debo decir que me ofende un pelín el nivel de gore de esta película. Creo que su director ha caído en el estereotipo que le han impuesto de “cineasta sin escrúpulos que roza la serie B” y se entrega a un gore exagerado, descontextualizado e incoherente. En “Kill Bill” mantenía la intencionalidad de cada escena, siendo por momentos espectacular y por momentos BELLO; en “Pulp Fiction” era intencionalmente cómico y en “Malditos bastardos”, absurdamente vengativo. En “Los odiosos ocho” es sucio, excesivo y desagradable, y no considero que sea un tono adecuado para la obra. Ni tan siquiera me escandaliza: únicamente me avergüenza desintencionadamente.
Y luego está el tema central de la obra. “Los odiosos ocho” parece querer centrarse en el racismo, y lo ridiculiza y lo soluciona con muchos de sus personajes. Agradezco una intención y sé que es un tema que aún debe ser criticado, sobretodo en los curiosos Estados Unidos, pero considero reiterativo que Tarantino lo trate tras su anterior obra, que ya lo desarrollaba todavía más a fondo que la que nos ocupa. Tendría que parar a analizar en detalle las dos propuestas para poder percatarme de los matices en sus discursos, pero a grandes rasgos los veo muy similares y, en “Los odiosos ocho”, siento un profundo retroceso pues se concatena con otros temas: el machismo, la fidelidad…
Vale, creo que le he dado durísimo a la pobre… en verdad, disfruté bastante el visionado y tengo claro que lo repetiría. Es una obra que sabe desarrollar a sus personajes principales, que gestiona de maravilla el suspense y que, aunque se encuentra algo más comedida en cuanto al potencial recursivo de su creador, vuelve a demostrar que domina el medio y todas las posibilidades a su alcance. El problema es que “Los odiosos ocho” es LA OCTAVA OBRA DE TARANTINO, y que ese mecanismo publicitario ha sido llevado a sus máximas consecuencias y, en muchos puntos, ha salido perjudicada. Me da la sensación de que el artista se ha conformado con ser él mismo, y a día de hoy, sinceramente, yo le exijo UN POQUITO más.
5 de mayo de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Vengo con una joyita algo desconocida que seguro que le encantará a las personas amantes del séptimo arte que vayan buscando algo diferente: “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”. Esta obra de 1989 está dirigida por Peter Greenaway, y nos habla del curioso Albert, un personajazo donde los haya que es dueño del restaurante en el que se sucede la acción. La historia pone el foco en él y en las personas que le rodean, con un elegante tono cómico a la par que sádico que se puede incluir dentro de sus peculiaridades. Quiero avisar que hay una ligera dosis de spoilers, por lo que os animo a fiaros de mi opinión y a ver la peli lo antes posible.
La obra construye, sin compasión alguna por los espectadores, un odio visceral hacia este personaje, maravillosamente interpretado por Michael Gambon –sí, el segundo Dumbledore-. Este odio se compone de su carácter tiránico, de sus castigos desmedidos y desagradables, de su profunda hipocresía y de muchos otros elementos que conseguirán que le deseemos el peor de los males. No se me puede olvidar el maltrato físico y psicológico al que se ve expuesta su mujer, el personaje de Helen Mirren, y que irá ganando protagonismo conforme avanza la narración. Es cierto que su evolución puede parecer un pelín forzada, pero en su defensa es importante marcar que no es una muestra de superación individual la que quiere tratar la obra: esta obra no nos habla de Helen Mirrer, nos habla de la sociedad, del colectivo, aguantando los ataques de un ególatra y rebelándose contra él.
Su narrativa es uno de los puntos fuertes de la propuesta, pero la obra no utiliza demasiados elementos del lenguaje audiovisual. La cámara se limita a dar armoniosos paseos por el espacio escénico, dirigiendo la mirada del espectador de forma natural y parsimoniosa. Es el resto de elementos los que nos dictan la intención del autor, y nos deja con ello un ejercicio fascinante: los espacios están divididos por colores y estéticas, como si de un teatro se tratara -la película no lo oculta, abriendo y cerrando con dos grandes telones-. Cuando he dicho fascinante no exageraba un ápice, es una locura ver como todo cambia de uno a otro con intersecciones que denotan un trabajo de color que no se ha vuelto a repetir hasta ahora. Explicarlo en palabras es complejo y no seré yo quién lo haga; solo diré que es algo que todo el mundo debería disfrutar en su vida.
De todo esto se pueden sacar cientos de conclusiones, y no me cabe duda de que se ha hecho. Greenaway abre su propuesta a la interpretación y a lo abstracto, y aunque algunas teorías pueden resultar simplistas siempre es un gusto que también quepan en ella, que puedan existir con coherencia dentro de su curioso universo. Pocas obras abren tanto la imaginación sin necesidad de sacrificar con ello lo tangible, resultando gratificante cualquier lectura que queramos hacer de ella.
Y quiero cerrar diciendo que “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” no es una película, pero tampoco es un teatro. Es una opera que cuenta con una banda sonora a la altura, introducida con sabiduría y gracia. Recomiendo a todo el mundo que se sumerja durante unos segundos en el universo que plantea, y saldrán con al menos un motivo por el que la han disfrutado.
18 de abril de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Todo el mundo la conocerá ya, pero “Drive” es una película de 2011 dirigida por Nicolas Winding y protagonizada por Ryan Gosling. Alcanzó con mucha facilidad el -ambiguo- título de “película de culto”, y se mantiene como una joyita dentro de esa extraña categoría que es el cine independiente de gran presupuesto.
La propuesta a nivel argumental es muy simple: el protagonista (que no tiene ni nombre, por lo que lo llamaré “el personaje más soso de la historia”) es un hombre que aprovecha sus habilidades al volante en diferentes trabajillos, algunos más legales que otros. PARA VARIAR, su vida dará un giro cuando conozca a su vecina; y poco a poco los acontecimientos le irán llevando por un conjunto de situaciones peliagudas que le pondrán a prueba tanto dentro como fuera de su vehículo. La cosa no es tan simple como la he explicado, pero tampoco estamos ante una trama que requiera demasiada atención por nuestra parte.
Los personajes si que han recibido el cariño adecuado y, salvo el personaje más soso de la historia, cuentan con mucho carisma; llegando a sostener el relato por su personalidad o por sus interacciones. Además, todos se encuentran perfectamente interpretados, y conforman un reparto de lo más gratificante. Me gustaría destacar la actuación de Oscar Isaac -sí, el que hace de Poe en “Star Wars”-, capaz de transmitirnos los muchísimos matices de su personaje en las diferentes situaciones que enfrenta: molesto pero agradecido, incómodo pero seguro… por otro lado, aplaudir la decisión de dejar al personaje más soso de la historia al actor más soso de la historia.
Sin embargo, reitero que el guion es muy secundario. “Drive” reluce por su ejecución, y nos regala una obra que derrocha personalidad y que ha sabido influenciar a muchísimas propuestas posteriores. Su estética ochentera, desenfadada y repleta de color, contrasta con sus crudas dosis de violencia y con el absoluto protagonismo, sobre todo en el tramo final, de la noche de Los Ángeles. Los departamentos artísticos de esta cinta se encuentran a un nivel altísimo y consiguen que entre con rapidez por los ojos, acompañados de una fotografía impoluta.
Por otro lado, su director culmina el trabajo con una muestra de estilo que, sin resultar excesivamente rimbombante, si que denota una intencionalidad muy marcada y un dominio total de los personajes. Hablo de un uso del plano muy adecuado que traspasa lo visual para introducirnos en la psique del personaje más soso de la historia; y de un manejo de la intensidad que funciona como el mejor de los motores: capaz de ponernos de 0 a 100 en cinco segundos. NO QUIERO decir que ésta sea una obra frenética, ya que ni lo es ni quiere serlo, pero si es muy consciente de cuándo debe pisar el acelerón.
Es obligatorio mencionar también la banda sonora, compuesta por Cliff Martínez. Los sonidos electrónicos son predominantes, evocando -como no- a aquellos maravillosos ochenta con un aire melancólico y entristecido, AUNQUE tienen muchísima más variedad que otras incursiones en la época. Me gusta especialmente que tenga momentos en los que la música se vuelve protagonista absoluta, rozando el estilo de un videoclip: estamos acostumbrados a que la banda sonora sea un elemento de fondo, acompañante, más que principal.
Y por último, me gustaría dedicarle unas palabras al personaje/actor más soso de la historia: a la vista está que Ryan Gosling no destaca por contar con una variedad de registros muy extensa -ejemBLADERUNNERejem-, pero en “Drive” esta actitud está muy justificada. Solo la decisión de omitir su nombre ya remarca su actitud impersonal y lo mantiene a cierta distancia del espectador, tal y como él se mantiene de sus clientes. Sin entrar en spoilers, es fundamental tener en cuenta este detalle para entender la evolución del personaje, el mensaje de la obra y la interpretación del actor.
En resumen, “Drive” es una propuesta muy sólida y muy disfrutable. Pero además de ello, ha sido la encargada de poner en valor un género tan clásico como el cine negro, ignorado en la primera década del siglo XXI; además de aquella época tan mágica que fueron los años 80. Si miramos el tiempo que hay entre su estreno y la actualidad, son muchas las propuestas que beben de ella; y dado el poco tiempo transcurrido y la sobre explotación a la que estamos expuestos, eso es muy meritorio.
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