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Críticas ordenadas por utilidad
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5,5
10.938
5
31 de agosto de 2012
31 de agosto de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La chispa de la vida es una película hija de la su tiempo. Y de ella se aprovecha su director para disparar con bala sobre todas aquellas cosas, que rodean la sociedad, que no le gustan o le molestan soberanamente. En ese sentido, la película se comporta como un mono con dos pistolas, aunque de certera puntería, vaciando su cargador sobre temáticas tan variopintas como: la crisis económica, el desempleo, las corruptelas políticas, los medios informativos, la prensa del corazón, la burocracia, los bancos, los intermediarios y, sobre todas las cosas, de la falta de escrúpulos de sociedad actual. Malos tiempos para la lírica.
El protagonista de la cinta es un publicista en paro que a pesar de recurrir a antiguos contactos y viejos amigos no consigue que nadie del sector le de una nueva oportunidad para trabajar. Después de un día de perros y tras una serie de desgraciados equívocos, el hombre terminará en la inauguración de un teatro y, después de acceder a una zona restringida, acabará precipitándose al vacío desde una altura considerable. No obstante, la caída no le matará, y ya se sabe que lo que no te mata te hace más fuerte. En este caso lo fuerte debería interpretarse como una metáfora de la rotunda barra de hierro que quedará alojada en la parte posterior de su cabeza y que le llegará hasta el cerebro. Como la inauguración del recinto está llena de cámaras y reporteros, la prensa no tarda en hacerse eco de la noticia, asediando al pobre tipo postrado en el suelo.
Quieras que no, tener una barra de hierro que te atraviesa la cabeza es una de esas cosas que suelen comportar cierto riesgo para la vida humana y, tras la visita de un médico, le comunican que no lo pueden trasladar a un hospital porque no sobreviviría el traslado. Es en ese momento que la cabeza de publicista del tipo empezará a trabajar a marchas forzadas (o será un efecto secundario de la barra de hierro, ustedes deciden), pero el protagonista empezará a mover los hilos para aprovechar esta insólita atención mediática.
Lo cierto es que la trama de la película termina pareciendo un cruce entre Tiburón (Steven Spielberg) y El gran carnaval (Billy Wilder). La primera por el comportamiento de los dueños del museo que primero quieren esconder el accidente a los miembros de la prensa y que, una vez la noticia sale a la luz, llegan a poner en una balanza la vida humana y el beneficio económico propio. La segunda, más clara todavía, porque un accidente termina convirtiéndose en noticia de portada y fuente de ingresos, a la vez, convirtiendo las miserias humanas en una lucrativa máquina de generar dinero. El morbo vende, y cuanto más morboso resulte el caso más beneficios generará.
La cinta termina resultando ser una grotesca y mordaz sátira de la sociedad actual, encarnada una vulgar barra de metal. A pesar de ello peca por resultar excesivamente irregular: cuando se pone dramática, no resulta excesivamente profunda; cuando se pone solemne, no logra convencer; cuando se pone irónica, resulta poco sutil; pero cuando se viste de comedia negra, saca a relucir toda su mala leche y su veneno. Además, resulta un proyecto extraño viniendo de Álex de la Iglesia, alguien a quien estamos acostumbrados a ver en proyectos más pomposos y grandilocuentes. Aquí nos encontramos con una cinta que parte de una premisa que podría pertenecer a algún capítulo de una posible serie llamada “historias extraordinarias”. A pesar de todo la película logra lo más importante: aguantar la tensión. Y lo consigue con una trama que empieza dubitativa, que enloquece a raíz del accidente que desencadena los acontecimientos, y que saca lo mejor de sí cuando toda la mierda sale a relucir.
El protagonista de la cinta es un publicista en paro que a pesar de recurrir a antiguos contactos y viejos amigos no consigue que nadie del sector le de una nueva oportunidad para trabajar. Después de un día de perros y tras una serie de desgraciados equívocos, el hombre terminará en la inauguración de un teatro y, después de acceder a una zona restringida, acabará precipitándose al vacío desde una altura considerable. No obstante, la caída no le matará, y ya se sabe que lo que no te mata te hace más fuerte. En este caso lo fuerte debería interpretarse como una metáfora de la rotunda barra de hierro que quedará alojada en la parte posterior de su cabeza y que le llegará hasta el cerebro. Como la inauguración del recinto está llena de cámaras y reporteros, la prensa no tarda en hacerse eco de la noticia, asediando al pobre tipo postrado en el suelo.
Quieras que no, tener una barra de hierro que te atraviesa la cabeza es una de esas cosas que suelen comportar cierto riesgo para la vida humana y, tras la visita de un médico, le comunican que no lo pueden trasladar a un hospital porque no sobreviviría el traslado. Es en ese momento que la cabeza de publicista del tipo empezará a trabajar a marchas forzadas (o será un efecto secundario de la barra de hierro, ustedes deciden), pero el protagonista empezará a mover los hilos para aprovechar esta insólita atención mediática.
Lo cierto es que la trama de la película termina pareciendo un cruce entre Tiburón (Steven Spielberg) y El gran carnaval (Billy Wilder). La primera por el comportamiento de los dueños del museo que primero quieren esconder el accidente a los miembros de la prensa y que, una vez la noticia sale a la luz, llegan a poner en una balanza la vida humana y el beneficio económico propio. La segunda, más clara todavía, porque un accidente termina convirtiéndose en noticia de portada y fuente de ingresos, a la vez, convirtiendo las miserias humanas en una lucrativa máquina de generar dinero. El morbo vende, y cuanto más morboso resulte el caso más beneficios generará.
La cinta termina resultando ser una grotesca y mordaz sátira de la sociedad actual, encarnada una vulgar barra de metal. A pesar de ello peca por resultar excesivamente irregular: cuando se pone dramática, no resulta excesivamente profunda; cuando se pone solemne, no logra convencer; cuando se pone irónica, resulta poco sutil; pero cuando se viste de comedia negra, saca a relucir toda su mala leche y su veneno. Además, resulta un proyecto extraño viniendo de Álex de la Iglesia, alguien a quien estamos acostumbrados a ver en proyectos más pomposos y grandilocuentes. Aquí nos encontramos con una cinta que parte de una premisa que podría pertenecer a algún capítulo de una posible serie llamada “historias extraordinarias”. A pesar de todo la película logra lo más importante: aguantar la tensión. Y lo consigue con una trama que empieza dubitativa, que enloquece a raíz del accidente que desencadena los acontecimientos, y que saca lo mejor de sí cuando toda la mierda sale a relucir.

7,0
51.723
5
22 de marzo de 2012
22 de marzo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo al perturbado personaje protagonista de la cinta Mientras duermes andando a sus anchas por el apartamento de su víctima, mientras ella todavía no ha llegado del trabajo, preparándole toda una serie de trampas para lograr sacarla de sus casillas, me vino a la mente la tierna Amelie Poulain haciendo algo bastante parecido al tendero de su barrio con la firme intención de darle una buena lección. Lo divertido es que los personajes de César y Amelie no pueden resultar más antagónicos el uno con el otro. Porque mientras ella era todo jovialidad, aquí estamos frente a un personaje protagonista desdichado hasta límites insospechados, cuya única finalidad en esta vida es la de arrastrar a cuantos le rodean hacia su incapacidad para alcanzar la felicidad. Lo habrán notado ya, estamos ante un muy buen personaje protagonista.
Peli dirigida por Jaume Balagueró, el director patrio de género más internacional, que vuelve a la carga con una cinta de terror/thriller psicológico bastante conseguida, con un prota que mola lo suyo y una prota cada día más guapa. Él es Luis Tosar, todo un crack a la hora de meterse dentro de la piel de personajes complejos, que construye un César a medio camino entre un palurdo con pocas luces y un meticuloso y despiadado criminal. Ella es Marta Etura, en el papel de la víctima que empieza desprendiendo luz por cada uno de los poros de su piel, por más cucarachas que la estén rodeando, y que, poco a poco, irá languideciendo ante las circunstancias que le sucederán. Además en la película también encontrarán a Alberto San Juan en el papel de novio despechado.
De psicópatas con ganas de liarla parda los hay a patadas (únicamente tienen que coger los periódicos). Pero el verdadero punto fuerte de la cinta es que en lugar de colocar al espectador del lado de las víctimas, con la sospecha de que algo o alguien se esconde en las sombras, cuyo máximo objetivo sea el de descubrir a tiempo al culpable e intentar lograr que deje de amargarnos la existencia, la peli lo que hace es colocarse del lado del acosador. Para que nos entendamos, es como si en La semilla del diablo, en lugar de que la protagonista hubiera sido Mia Farrow, fueran sus vecinos. De este modo el espectador cuando más sufre no es cuando el portero entra en casa de los vecinos sin permiso, al contrario, es cuando el tipo está a punto de ser descubierto.
A pesar de que alguna de las cosas que ocurren en el film resulten un poco cogidas con pinzas, lo cierto es que termina resultando ser una buena cinta, con una gran secuencia de suspense y una sencillez estructural que termina resultando ser todo un punto a favor en lugar de jugar en su contra, como podría ser de esperar. Personalmente le eché en falta un punto más de maldad, ya que no termina de resultar una película todo lo insana, sórdida y enfermiza que se podría llegar a intuir en su arranque.
Peli dirigida por Jaume Balagueró, el director patrio de género más internacional, que vuelve a la carga con una cinta de terror/thriller psicológico bastante conseguida, con un prota que mola lo suyo y una prota cada día más guapa. Él es Luis Tosar, todo un crack a la hora de meterse dentro de la piel de personajes complejos, que construye un César a medio camino entre un palurdo con pocas luces y un meticuloso y despiadado criminal. Ella es Marta Etura, en el papel de la víctima que empieza desprendiendo luz por cada uno de los poros de su piel, por más cucarachas que la estén rodeando, y que, poco a poco, irá languideciendo ante las circunstancias que le sucederán. Además en la película también encontrarán a Alberto San Juan en el papel de novio despechado.
De psicópatas con ganas de liarla parda los hay a patadas (únicamente tienen que coger los periódicos). Pero el verdadero punto fuerte de la cinta es que en lugar de colocar al espectador del lado de las víctimas, con la sospecha de que algo o alguien se esconde en las sombras, cuyo máximo objetivo sea el de descubrir a tiempo al culpable e intentar lograr que deje de amargarnos la existencia, la peli lo que hace es colocarse del lado del acosador. Para que nos entendamos, es como si en La semilla del diablo, en lugar de que la protagonista hubiera sido Mia Farrow, fueran sus vecinos. De este modo el espectador cuando más sufre no es cuando el portero entra en casa de los vecinos sin permiso, al contrario, es cuando el tipo está a punto de ser descubierto.
A pesar de que alguna de las cosas que ocurren en el film resulten un poco cogidas con pinzas, lo cierto es que termina resultando ser una buena cinta, con una gran secuencia de suspense y una sencillez estructural que termina resultando ser todo un punto a favor en lugar de jugar en su contra, como podría ser de esperar. Personalmente le eché en falta un punto más de maldad, ya que no termina de resultar una película todo lo insana, sórdida y enfermiza que se podría llegar a intuir en su arranque.

5,8
14.123
3
16 de febrero de 2012
16 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Meryl Streep está increíble, super convincente, su caracterización es espectacular (especialmente cuando aparece de anciana), que los responsables del maquillaje han realizado un trabajo espléndido y que, especialmente, recomiendo que vayan a ver la película en versión original porque el trabajo de dicción de la actriz es mayúsculo. Si, ya se que no estoy diciendo nada nuevo pero es que Meryl Streep vuelve a demostrar, una vez más, que es una de las mejores actrices de su generación, y que lo mismo te clava una comedia, que un drama, que un musical, que lo que sea. Lamentablemente, la película de Phyllida Lloyd (quién anteriormente ya había dirigido a Meryl Streep en ¡Mamma Mía!), con la única excepción de la elección de la actriz protagonista, falla calamitosamente en todo lo demás.
La película está contada en formato de flash-backs continuados. De esta forma la historia transcurre entre dos tiempos: el presente, donde nos encontramos con una anciana Margaret Thatcher semi-recluida en su propia vivienda, a la que se le empieza a ir la cabeza y no puede evitar (por más que lo intenta) dejar de ver a su esposo fallecido; y el pasado, donde hacemos un repaso a toda su carrera política y personal, desde que sus inicios, como hija de un comerciante, hasta la cumbre de su carrera, como primer ministro de Inglaterra, pasando por la su relación familiar con su marido y sus dos hijos. El problema es como acaba distribuyendo el tiempo la cinta para contarnos la historia. Por ejemplo, de pequeño recuerdo ver a la Thatcher siempre al lado del presidente americano Ronald Reagan. Pues bien, en la peli le dedican tanto tiempo a Reagan, cinco segundos, como a Nelson Mandela con quien las relaciones no fueron, precisamente, tan fluidas.
Recuerdo la película El desafío: Frost contra Nixon. Se trataba de un film claramente político, basado en hechos reales, que se centraba en un acontecimiento histórico en concreto: una entrevista televisiva concedida por Nixon que acabó provocando su caída política. Se trataba de una buena película, interesante y bien contada. La dama de hierro es todo lo contrario. En lugar de centrarse en algún capítulo de la vida de la primer ministro, deciden contárnoslo todo, intentando resumir más de quince años en menos de dos horas, lo que acaba provocando que: a) no acaben de quedar claros algunos de los acontecimientos que nos pretende contar la película (hay un momento en el que una joven Margaret Thatcher asume que jamás podrá ser primer ministro de Inglaterra para, diez minutos más tarde, ya estar ejerciendo como tal, sin que el espectador acabe de tener del todo claro qué es lo que ha pasado); y b) se terminen desaprovechando algunos elementos que, mejor tratados, hubieran dado mucho juego (el auténtico punto fuerte de la trama es el hecho de que la protagonista sea una mujer en un mundo de hombres, tema sobre el que sobrevuela la cinta en diversas ocasiones, sin terminar de profundizar todo lo que hubiera sido deseable).
La película está contada en formato de flash-backs continuados. De esta forma la historia transcurre entre dos tiempos: el presente, donde nos encontramos con una anciana Margaret Thatcher semi-recluida en su propia vivienda, a la que se le empieza a ir la cabeza y no puede evitar (por más que lo intenta) dejar de ver a su esposo fallecido; y el pasado, donde hacemos un repaso a toda su carrera política y personal, desde que sus inicios, como hija de un comerciante, hasta la cumbre de su carrera, como primer ministro de Inglaterra, pasando por la su relación familiar con su marido y sus dos hijos. El problema es como acaba distribuyendo el tiempo la cinta para contarnos la historia. Por ejemplo, de pequeño recuerdo ver a la Thatcher siempre al lado del presidente americano Ronald Reagan. Pues bien, en la peli le dedican tanto tiempo a Reagan, cinco segundos, como a Nelson Mandela con quien las relaciones no fueron, precisamente, tan fluidas.
Recuerdo la película El desafío: Frost contra Nixon. Se trataba de un film claramente político, basado en hechos reales, que se centraba en un acontecimiento histórico en concreto: una entrevista televisiva concedida por Nixon que acabó provocando su caída política. Se trataba de una buena película, interesante y bien contada. La dama de hierro es todo lo contrario. En lugar de centrarse en algún capítulo de la vida de la primer ministro, deciden contárnoslo todo, intentando resumir más de quince años en menos de dos horas, lo que acaba provocando que: a) no acaben de quedar claros algunos de los acontecimientos que nos pretende contar la película (hay un momento en el que una joven Margaret Thatcher asume que jamás podrá ser primer ministro de Inglaterra para, diez minutos más tarde, ya estar ejerciendo como tal, sin que el espectador acabe de tener del todo claro qué es lo que ha pasado); y b) se terminen desaprovechando algunos elementos que, mejor tratados, hubieran dado mucho juego (el auténtico punto fuerte de la trama es el hecho de que la protagonista sea una mujer en un mundo de hombres, tema sobre el que sobrevuela la cinta en diversas ocasiones, sin terminar de profundizar todo lo que hubiera sido deseable).

5,0
16.129
3
17 de enero de 2012
17 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues parece ser que ya tenemos aquí nuestra dosis habitual de invasión alienígena en pantalla grande. De hecho creo que si tuviera diez euros por cada película que se haya estrenado con extraterrestres con ganas de eliminar la raza humana, ahora mismo podría estar tomándome un café y un cruasan con Mark Zuckerberg charlando de nuestras inversiones. Entrando ya en materia, cabe decir que existen dos grandes grupos claramente diferenciados de este tipo de productos: a) las invasiones alienígenas protagonizadas por civiles en el bando humano (aquí recordaremos la reciente adaptación de La guerra de los mundos con un Tom Cruise dejándose el culo por intentar poner a buen recaudo a sus retoños); y b) las invasiones alienígenas protagonizadas por militares en el bando humano (cómo por ejemplo ese Independence day con un Will Smith cargándose a los marcianos a puñetazo limpio). Invasión a la tierra (Battle: Los Angeles) pertenece claramente a este segundo grupo.
Empieza la película y nos encontramos que una de las productoras de la película lleva por nombre "Original film". Y no puedo evitar soltar una sonora carcajada. A continuación, el espectador podrá asistir al día a día de un equipo de marines en sus tareas habituales, que se terminarán convirtiendo en los protagonistas del film obligados a luchar contra los aliens. Tal grupo humano estará formado, entre otros, por: 1) un soldado al que apenas le quedaba un día para jubilarse; 2) un soldado que estaba a punto de contraer matrimonio con su novia de toda la vida; y 3) un soldado al que le quedaban tan solo días para poder asistir al nacimiento de su hijo ("Original Fim", to-ca-me-las-pe-lo-tas).
A pesar del punto de partida de la cinta, de la colonización alienígena y todas esas mandangas, lo cierto es que la película se deja caer más hacia el género bélico que hacia el de la ciencia ficción. El problema, no obstante, como cinta bélica es que le falta garra y una mayor profundidad en los personajes protagonistas, que vale que sean marines, pero es que he conocido cactus con una mayor personalidad. De hecho los malos son extraterrestres como excusa para que el film termine resultando mucho más grandilocuente y espectacular y pueda desplegar todo su poderío de efectos especiales (bastante conseguidos, por cierto) mostrándonos las gigantescas naves espaciales acechando unas ciudades devastadas y medio en ruinas. Quitando esto, lo que nos queda es una trama sobre un comando militar que debe internarse en territorio hostil con la finalidad de rescatar a un grupo de los suyos, capitaneados por un soldado al que le gusta sobremanera hacerse el héroe. Maldita sea, creo que estamos frente al argumento de más de la mitad de las películas que forman la filmografía de Chuck Norris.
Empieza la película y nos encontramos que una de las productoras de la película lleva por nombre "Original film". Y no puedo evitar soltar una sonora carcajada. A continuación, el espectador podrá asistir al día a día de un equipo de marines en sus tareas habituales, que se terminarán convirtiendo en los protagonistas del film obligados a luchar contra los aliens. Tal grupo humano estará formado, entre otros, por: 1) un soldado al que apenas le quedaba un día para jubilarse; 2) un soldado que estaba a punto de contraer matrimonio con su novia de toda la vida; y 3) un soldado al que le quedaban tan solo días para poder asistir al nacimiento de su hijo ("Original Fim", to-ca-me-las-pe-lo-tas).
A pesar del punto de partida de la cinta, de la colonización alienígena y todas esas mandangas, lo cierto es que la película se deja caer más hacia el género bélico que hacia el de la ciencia ficción. El problema, no obstante, como cinta bélica es que le falta garra y una mayor profundidad en los personajes protagonistas, que vale que sean marines, pero es que he conocido cactus con una mayor personalidad. De hecho los malos son extraterrestres como excusa para que el film termine resultando mucho más grandilocuente y espectacular y pueda desplegar todo su poderío de efectos especiales (bastante conseguidos, por cierto) mostrándonos las gigantescas naves espaciales acechando unas ciudades devastadas y medio en ruinas. Quitando esto, lo que nos queda es una trama sobre un comando militar que debe internarse en territorio hostil con la finalidad de rescatar a un grupo de los suyos, capitaneados por un soldado al que le gusta sobremanera hacerse el héroe. Maldita sea, creo que estamos frente al argumento de más de la mitad de las películas que forman la filmografía de Chuck Norris.
7
5 de febrero de 2013
5 de febrero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argo no deja de ser un nombre extraño para lo que en verdad es un thriller clásico de los de toda la vida. Exactamente la película pertenece a ese particular subgénero del thriller que es conocido con el nombre de: “huy, casi, por poco”. De seguro sabrán ustedes de lo que estoy hablando. Se trata de esos films en los que de forma continuada parece que van a suceder cosas pero “huy, casi, por poco”. Ejemplos: Que el malo está a punto de disparar al héroe pero en el último momento éste se agacha, el villano termina fallando y el espectador suelta un “huy, casi, por poco”; que faltan pocos segundos para que estalle la bomba y el prota logra detener el reloj cortando el cable adecuado cuando apenas restaba un segundo para hacer detonación y su cara denota un “huy, casi, por poco”; que la voluptuosa actriz protagonista está desnuda en la cama con el espía de turno y hace un ademán de incorporarse pero justo antes de hacerlo se cubre con las sábanas... “huy, casi, por poco”. Además, la cinta ha logrado una gran acogida entre crítica y público, convirtiéndose en una de las pelis más destacadas del año pasado, lo que lleva a preguntarnos: ¿Es Argo una gran película? Huy, casi, por poco.
La peli está basada en un hecho real que sucedió a finales de la década de los setenta. En Irán se respiraban aires de revuelta y un grupo de civiles terminará ocupando la embajada de Estados Unidos en Teherán y capturando como rehenes a todos los que allí se encontraban. Pero seis trabajadores de la embajada lograrán escapar refugiándose en la casa del embajador de Canadá. En el caso de que sean encontrados lo más seguro es que terminen acusados de espionaje y sean ejecutados, previa tortura varia. Cabe decir que la película pasa bastante de puntillas por los acontecimientos históricos que derivan en esa situación, resumiéndolo de forma bastante rápida en un prólogo de apenas un par de minutos y unos bonitos dibujitos. Así que mejor no entrar en quien son los buenos o los malos o quien tenía más o menos razón. La peli ni va de eso, ni busca respuestas a lo sucedido, no vaya a ser que nos pongamos demasiado serios ni profundos.
Pero el problema está en que esos seis trabajadores hay que sacarlos del país como sea sin que sean capturados o de lo contrario habrá un importante conflicto internacional (mayor, suponemos, al hecho de que te invadan una embajada entera y secuestren a más de cincuenta personas). Total que los de la CIA, que son así de espabilados, no se les ocurre mejor idea que hacerlos pasar por empleados de una productora de cine canadiense, desplazada hasta Irán para buscar localizaciones con el fin de grabar una peli de ciencia-ficción de nombre: Argo.
Nueva peli como director de Ben Affeck. Y a la tercera va la vencida. Después de la buena acogida de sus dos anteriores trabajos, con Argo, el bueno de Ben, por quien nadie daba ni un duro hace poco más de cinco años (entre los que, por supuesto, me incluyó), ha logrado el reconocimiento mayoritario de crítica y público. O lo que viene a ser lo mismo: los premios. Además Affeck se reserva para sí el papel principal, una especie de agente secreto experto en rescates y con cara de palo. Pero hay que reconocer que el hombre sabe rodearse debidamente de la gente que le conviene (y no, no nos referimos a sus conquistas amorosas) y para el film ha contado con dos secundarios de lujo que es un gustazo ver en pantalla: John Goodman y Alan Arkin, quienes funcionan perfectamente como contrapunto cómico de la cinta y de la cara de palo de Affleck.
Bien, estamos frente a a una cinta que es un thriller, basado en hechos reales, ambientada en los setenta, que aborda el tema del conflicto oriente-occidente (con la correspondiente imagen de una bandera americana en llamas nada más empezar la peli), con toques de intriga, de drama pero también con muchos elementos de comedia, de política, espionaje e, incluso, de cine dentro de cine. Podría parecer algo cargante todo el conjunto, pero el gran acierto de Affleck es dotar a la trama de un dinamismo endiablado. Son dos horas exactas de metraje que, a pesar de abordar temas tan espinosos, pasan volando.
La película está dividida en dos partes bastante marcadas. En la primera asistimos a la preparación del plan para sacar a los seis fugados y vemos como va cogiendo forma la alocada idea de fingir una película falsa, para lo cual el protagonista deberá viajar a Hollywood y codearse con la gente del mundillo. Son los minutos más divertidos del film, con frases tronchantes, estando especialmente sembrado el personaje de Alan Arkin. En la segunda parte volamos con el prota hasta Irán y somos testigos de la operación de rescate. Esta segunda mitad es más de thriller puro y duro, con los comentados momentos de “Huy, casi, por poco” que de tan repetitivos finalmente acaban cansando y provocando en el espectador una cierta sensación de trampa.
www.quesitorosa.com
La peli está basada en un hecho real que sucedió a finales de la década de los setenta. En Irán se respiraban aires de revuelta y un grupo de civiles terminará ocupando la embajada de Estados Unidos en Teherán y capturando como rehenes a todos los que allí se encontraban. Pero seis trabajadores de la embajada lograrán escapar refugiándose en la casa del embajador de Canadá. En el caso de que sean encontrados lo más seguro es que terminen acusados de espionaje y sean ejecutados, previa tortura varia. Cabe decir que la película pasa bastante de puntillas por los acontecimientos históricos que derivan en esa situación, resumiéndolo de forma bastante rápida en un prólogo de apenas un par de minutos y unos bonitos dibujitos. Así que mejor no entrar en quien son los buenos o los malos o quien tenía más o menos razón. La peli ni va de eso, ni busca respuestas a lo sucedido, no vaya a ser que nos pongamos demasiado serios ni profundos.
Pero el problema está en que esos seis trabajadores hay que sacarlos del país como sea sin que sean capturados o de lo contrario habrá un importante conflicto internacional (mayor, suponemos, al hecho de que te invadan una embajada entera y secuestren a más de cincuenta personas). Total que los de la CIA, que son así de espabilados, no se les ocurre mejor idea que hacerlos pasar por empleados de una productora de cine canadiense, desplazada hasta Irán para buscar localizaciones con el fin de grabar una peli de ciencia-ficción de nombre: Argo.
Nueva peli como director de Ben Affeck. Y a la tercera va la vencida. Después de la buena acogida de sus dos anteriores trabajos, con Argo, el bueno de Ben, por quien nadie daba ni un duro hace poco más de cinco años (entre los que, por supuesto, me incluyó), ha logrado el reconocimiento mayoritario de crítica y público. O lo que viene a ser lo mismo: los premios. Además Affeck se reserva para sí el papel principal, una especie de agente secreto experto en rescates y con cara de palo. Pero hay que reconocer que el hombre sabe rodearse debidamente de la gente que le conviene (y no, no nos referimos a sus conquistas amorosas) y para el film ha contado con dos secundarios de lujo que es un gustazo ver en pantalla: John Goodman y Alan Arkin, quienes funcionan perfectamente como contrapunto cómico de la cinta y de la cara de palo de Affleck.
Bien, estamos frente a a una cinta que es un thriller, basado en hechos reales, ambientada en los setenta, que aborda el tema del conflicto oriente-occidente (con la correspondiente imagen de una bandera americana en llamas nada más empezar la peli), con toques de intriga, de drama pero también con muchos elementos de comedia, de política, espionaje e, incluso, de cine dentro de cine. Podría parecer algo cargante todo el conjunto, pero el gran acierto de Affleck es dotar a la trama de un dinamismo endiablado. Son dos horas exactas de metraje que, a pesar de abordar temas tan espinosos, pasan volando.
La película está dividida en dos partes bastante marcadas. En la primera asistimos a la preparación del plan para sacar a los seis fugados y vemos como va cogiendo forma la alocada idea de fingir una película falsa, para lo cual el protagonista deberá viajar a Hollywood y codearse con la gente del mundillo. Son los minutos más divertidos del film, con frases tronchantes, estando especialmente sembrado el personaje de Alan Arkin. En la segunda parte volamos con el prota hasta Irán y somos testigos de la operación de rescate. Esta segunda mitad es más de thriller puro y duro, con los comentados momentos de “Huy, casi, por poco” que de tan repetitivos finalmente acaban cansando y provocando en el espectador una cierta sensación de trampa.
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