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Críticas ordenadas por utilidad
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5,6
2.747
5
16 de noviembre de 2007
16 de noviembre de 2007
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo deliciosamente cruel en la idea de celebrar una fiesta de la alta sociedad mientras unos niñitos enfermos agonizan en la habitación de al lado. Hay algo deliciosamente cruel en torturar, física y psicológicamente, al modelo de infancia Kinder Sorpresa que representan los cuatro hermanos de la película, rubitas faces de anuncio publicitario sufriendo en el caserón de la abuela un poco por propio amor materno. Por supuesto, nos movemos entre líneas por los códigos del cuento (de terror) clásico, por lo que la credibilidad del asunto hay que dejarla en cuarentena (y creedme, en la primera media hora es una tarea muyyyy complicada). Masoquismo y cursilería no terminan de rimar en la primera mitad, pero cuando se va descubriendo el pastel (envenenado) la historia toma tintes oscurísimos que compensan el esfuerzo invertido.
Es una lástima que al frente del proyecto esté la mano más bien impersonal y anodina de Jeffrey Bloom, porque uno imagina este guión desarrollado por, por ejemplo, Tim Burton y se le hace la boca agua. En efecto, la negrura (inmensa) de fondo no casa bien con la claridad y concreción de la forma. Un cuento gótico necesita igualmente de una expresividad gótica para funcionar a pleno pulmón. Entre esto y la escasa definición de ciertos comportamientos (que acercan a la película al peligroso terreno de la comedia involuntaria), Flores en el ático no termina de entusiasmar. Pero merece la pena. ¿Un motivo? Contiene el villano más jodidamente perverso que ha presidido jamás una obra cinematográfica. Y no, no es el que uno imagina en un principio...
Lo mejor: no teme ser demasiado cruel.
Lo peor: yo le hubiera cambiado el final (y quizás añadido alguna explicación pertinente).
Es una lástima que al frente del proyecto esté la mano más bien impersonal y anodina de Jeffrey Bloom, porque uno imagina este guión desarrollado por, por ejemplo, Tim Burton y se le hace la boca agua. En efecto, la negrura (inmensa) de fondo no casa bien con la claridad y concreción de la forma. Un cuento gótico necesita igualmente de una expresividad gótica para funcionar a pleno pulmón. Entre esto y la escasa definición de ciertos comportamientos (que acercan a la película al peligroso terreno de la comedia involuntaria), Flores en el ático no termina de entusiasmar. Pero merece la pena. ¿Un motivo? Contiene el villano más jodidamente perverso que ha presidido jamás una obra cinematográfica. Y no, no es el que uno imagina en un principio...
Lo mejor: no teme ser demasiado cruel.
Lo peor: yo le hubiera cambiado el final (y quizás añadido alguna explicación pertinente).
5 de septiembre de 2007
5 de septiembre de 2007
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cometí el error de ver primero la versión de Marcus Nispel, pero creo que aunque no lo hubiera hecho mi impresión sobre este guía del desfiladero hubiera sido la misma: es una correcta, algo académica cinta de aventuras nórdicas, con ese puntillo de falsa espiritualidad ancestral/tribal que no logra ocultar, sin embargo, que muchos de sus trucos de guión provienen de la fecunda meca de Hollywood (y no me parece mal, ojo). El Conan de John Millius, por ejemplo, me parece una obra mucho más profunda y compleja que esta película que, dicho sea de paso, a ratos funciona con una eficacia demoledora.
Yo prefiero contemplarla así: olvidándome de las parrafadas zen que sueltan los sabios del lugar de vez en cuando y centrándome en el componente puramente aventurero. Persecuciones, emboscadas, montañismo salvaje, etc. La cosa antropológica me parece demasiado superflua y me suena a déjà vu, lo cual ralentiza en exceso el ritmo de un relato bastante bien escrito aunque con poca chicha en su interior. Es esa combinanción europeo-americana lo que con toda probabilidad atrajo a los miembros de la Academia cuando decidieron nominarla al Oscar a la mejor película extranjera, aunque yo hubiera preferido que la influencia no saliera de América. Es una buena película, pero el Pathfinder de Nispel me pareció más vulgarmente entretenida.
Lo mejor: la primera aparición de los invasores y su hermosa fotografía.
Lo peor: el temilla espiritual no cala, y eso resta (en entretenimiento y en todo).
Yo prefiero contemplarla así: olvidándome de las parrafadas zen que sueltan los sabios del lugar de vez en cuando y centrándome en el componente puramente aventurero. Persecuciones, emboscadas, montañismo salvaje, etc. La cosa antropológica me parece demasiado superflua y me suena a déjà vu, lo cual ralentiza en exceso el ritmo de un relato bastante bien escrito aunque con poca chicha en su interior. Es esa combinanción europeo-americana lo que con toda probabilidad atrajo a los miembros de la Academia cuando decidieron nominarla al Oscar a la mejor película extranjera, aunque yo hubiera preferido que la influencia no saliera de América. Es una buena película, pero el Pathfinder de Nispel me pareció más vulgarmente entretenida.
Lo mejor: la primera aparición de los invasores y su hermosa fotografía.
Lo peor: el temilla espiritual no cala, y eso resta (en entretenimiento y en todo).
Mediometraje

7,8
12.207
8
26 de julio de 2007
26 de julio de 2007
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Jetée es un poema visual, como ya se ha comentado por aquí, pero por favor, que ello no nos impida ver lo mucho que tiene de ciencia-ficción pura y de juego conceptual en torno a la vida y la muerte, a la realidad y el deseo. En él hay una post-guerra, una sociedad post-apocalíptica y subterránea, científicos desquiciados (o quizás demasiado cuerdos) y un deseo común: recuperar el mundo tal como fue antes del advenimiento de la III Guerra Mundial con vistas a insertarlo en el futuro que ya no es. La clave es: ¿recuperarlo tal como fue o tal como nos hubiera gustado que fuera?
Todo es muy complejo, pues Marker siempre se mueve entre conceptos e ideas, pero a la vez se comprende con relativa sencillez. Las dudas que surgen durante su breve metraje son las mismas que le asaltarán al protagonista, no hay lugar para la arbitrariedad. La trama es Lem porque apela a sentimientos humanos muy profundos con absoluta frialdad y porque en ella todo está calculado al dedillo. Es fascinante por lo que cuenta y por cómo lo cuenta: sus fotografías esconden una fuerza poética inusual. Y todavía no he dicho que el centro neurálgico que activa el relato es el amor. Sí, era un poema de amor. Y, como todo buen ejemplo de ciencia-ficción sobre viajes temporales (¿soñados o reales?) y paradojas del espacio-tiempo, los conceptos de "inevitabilidad" y "destino" cobrarán una importancia esencial en el desenlace. Se cerró el círculo con matemática perfección, para nuestro asombro y deleite.
Lo mejor: la maestría con que está construida.
Lo peor: para lo corta que es, aburre un poco en algún momento.
Todo es muy complejo, pues Marker siempre se mueve entre conceptos e ideas, pero a la vez se comprende con relativa sencillez. Las dudas que surgen durante su breve metraje son las mismas que le asaltarán al protagonista, no hay lugar para la arbitrariedad. La trama es Lem porque apela a sentimientos humanos muy profundos con absoluta frialdad y porque en ella todo está calculado al dedillo. Es fascinante por lo que cuenta y por cómo lo cuenta: sus fotografías esconden una fuerza poética inusual. Y todavía no he dicho que el centro neurálgico que activa el relato es el amor. Sí, era un poema de amor. Y, como todo buen ejemplo de ciencia-ficción sobre viajes temporales (¿soñados o reales?) y paradojas del espacio-tiempo, los conceptos de "inevitabilidad" y "destino" cobrarán una importancia esencial en el desenlace. Se cerró el círculo con matemática perfección, para nuestro asombro y deleite.
Lo mejor: la maestría con que está construida.
Lo peor: para lo corta que es, aburre un poco en algún momento.
7
12 de agosto de 2009
12 de agosto de 2009
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horror Hotel, delicioso cuento gótico sobre brujería y pactos satánicos, es fruto del encuentro de dos talentos hoy casi olvidados: el del director argentino John Llewellyn Moxey, fogueado a lo largo de su carrera en célebres series del calibre de Misión: Imposible, El Santo o Se ha escrito un crimen, y el del guionista George Baxt, uno de los más sabios cultivadores del cine de terror que prestó sus servicios a profesionales del género como Terence Fisher, Sidney Hayers o John Gilling. De ello surge un film subyugante y equilibrado, perfecto ejemplo de elegancia narrativa al más puro estilo Tourneur que logra estremecer al respetable sin necesidad de buscar el impacto fácil e inmediato, simplemente volcando su atención en una puesta en escena refinada que funciona a la suma perfección (me encanta la artificiosidad de la niebla).
Dentro de las muchas series B que aportó el género en aquellos años, Horror Hotel destaca sobre las demás porque sigue manteniendo intacta su capacidad de dar miedo. Mucha de la culpa proviene del soberbio guión de Baxt, clásico cuando tiene que serlo, pero sin excesos y yendo al grano en el momento justo, demostrando ser todo un prodigio de tensión narrativa y control dramático (y sin necesidad de mostrar ni una gota de sangre). Christopher Lee sale (menos de lo esperado) y perturba, mientras el resto del desconocido reparto cumple correctamente su cometido e incluso va un paso más allá (la soberbia Patricia Jessel). Todo ello, más algunos detalles que a mí me siguen fascinando (las apariciones de Valentine Dyall, los encapuchados), hacen del film de Moxey una de las joyas más reivindicables (y cultas, que habla con propiedad) de todas las de su estilo y temática.
Lo mejor: la sutileza de Moxey.
Lo peor: algunas reiteraciones innecesarias.
Dentro de las muchas series B que aportó el género en aquellos años, Horror Hotel destaca sobre las demás porque sigue manteniendo intacta su capacidad de dar miedo. Mucha de la culpa proviene del soberbio guión de Baxt, clásico cuando tiene que serlo, pero sin excesos y yendo al grano en el momento justo, demostrando ser todo un prodigio de tensión narrativa y control dramático (y sin necesidad de mostrar ni una gota de sangre). Christopher Lee sale (menos de lo esperado) y perturba, mientras el resto del desconocido reparto cumple correctamente su cometido e incluso va un paso más allá (la soberbia Patricia Jessel). Todo ello, más algunos detalles que a mí me siguen fascinando (las apariciones de Valentine Dyall, los encapuchados), hacen del film de Moxey una de las joyas más reivindicables (y cultas, que habla con propiedad) de todas las de su estilo y temática.
Lo mejor: la sutileza de Moxey.
Lo peor: algunas reiteraciones innecesarias.

2,8
162
3
24 de enero de 2010
24 de enero de 2010
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El humor de esta descerebrada comedia argentina se sitúa en unos niveles de vulgaridad tan abismales que hasta los guiones de la saga American Pie parecen a su lado perfectos ejemplos de elegancia y alta cultura. Intentaba preguntarme a mí mismo si lo que ha cambiado de 30 años a esta parte es el gusto del pueblo o el propio pueblo en sí. ¿Antes eran tan cazurros como para encontrar divertida una cosa tan chabacana e infantil? ¿O acaso es una cuestión cultural, de abertura moral al modo de nuestra denostada época del destape? Sea lo que sea, Las colegiales es algo lamentable, una calentura hecha verbo e imagen que podría haber sido imaginada por un chaval de 13 años con las hormonas disparadas, una ceporra sucesión de chistes de pedos, pollas y mariquitas que, eliminados por fin la mayoría de tabúes sexuales de antaño, dudo que interesen o diviertan más que a una panda de preadolescentes sin muchas pretensiones.
Si queremos encontrar algo que rescatar de este subproducto, quedémonos sin duda con los desnudos. Carnales y lascivas adolescentes comparten pechuga con una (falsa) inspectora escolar que está de toma pan y moja y un cuerpo magisterial deseoso de sucumbir a los placeres sexuales que depara la juventud. Esto contado entre anécdotas, porque llamar a lo que han escrito Alberto Alejandro y José Dominiani guión es faltar a la verdad: sólo es un conjunto de coñas inconexas, incoherentes y mal ejecutadas, puestas en solfa por un puñado de caricaturas toscas y predecibles. La mayoría de las situaciones, para entendernos, producen vergüenza ajena (el consolador en el coche autodirigido, las intervenciones del julai, el epílogo…). Total, un Porky’s a la argentina chapucero y subnormal pero que para darle a la sardina un rato puede pasar. Eso sí, si la escuela en la que transcurre la película existe y sigue abierta, ¡¡¡por favor, ingresadme en ella ya!!! Pago la matrícula que haga falta.
Lo mejor: los profesores dejándose pervertir (y los desnudos).
Lo peor: su casposo sentido del humor, su patético guión, etc.
Si queremos encontrar algo que rescatar de este subproducto, quedémonos sin duda con los desnudos. Carnales y lascivas adolescentes comparten pechuga con una (falsa) inspectora escolar que está de toma pan y moja y un cuerpo magisterial deseoso de sucumbir a los placeres sexuales que depara la juventud. Esto contado entre anécdotas, porque llamar a lo que han escrito Alberto Alejandro y José Dominiani guión es faltar a la verdad: sólo es un conjunto de coñas inconexas, incoherentes y mal ejecutadas, puestas en solfa por un puñado de caricaturas toscas y predecibles. La mayoría de las situaciones, para entendernos, producen vergüenza ajena (el consolador en el coche autodirigido, las intervenciones del julai, el epílogo…). Total, un Porky’s a la argentina chapucero y subnormal pero que para darle a la sardina un rato puede pasar. Eso sí, si la escuela en la que transcurre la película existe y sigue abierta, ¡¡¡por favor, ingresadme en ella ya!!! Pago la matrícula que haga falta.
Lo mejor: los profesores dejándose pervertir (y los desnudos).
Lo peor: su casposo sentido del humor, su patético guión, etc.
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