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Críticas 175
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2010
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que ya va siendo hora de que asumamos que en el cine español hay hueco para cineastas sensibles, nostálgicos y culturetas sin que sea necesario ponerles la etiqueta de "afrancesados". Tengan claro que si un director inglés, americano o indio parte con los referentes de Éric Rohmer y François Truffaut, será apreciado por ser un cinéfilo, un cahierista o un nouvelle vaguero, pero raramente se le considerará al margen de la cinematografía nacional. El caso de la ópera prima de Jonás Trueba, 'Todas las canciones hablan de mí', es un buen ejemplo a tener en cuenta en ese sentido. Este debutante de 29 años lleva mamando del cine desde el día en que nació, pues su padre es Fernando Trueba. Y aunque tampoco necesite esconderlo, ahora ha sabido distanciarse hábilmente. Empezó como guionista junto a Víctor García León (hijo de José Luis García Sánchez, todo sea dicho y todo quede en familia) con las originales aunque absurdas 'Más pena que gloria' (2001) y 'Vete de mí' (2006), y más tarde junto a su padre y Antonio Skármeta en la adaptación de la insatisfactoria 'El baile de la victoria' (2009). Dirigió un corto en 2000, 'Cero en conciencia' (¿la sombra de Jean Vigo estaba por ahí?). Y nada despreciable, por cierto, su blog sobre cine 'El viento sople donde quiere' en elmundo.es. Pero claro, su primer largo ya es otra cosa, y aunque pueda haber motivos para darle palos por los cuatro costados, el resultado no es que sea convincente, es que es enormemente satisfactorio.

Si digo que hay motivos para desmontar las pretensiones de Jonás Trueba, es porque la propuesta es muy personal y no poco atrevida (se juntan sin reparos melancolía, poesía, matrimonios de conveniencia, amistad, sexualidad…). Pero más que eso, yo diría que la película es, fundamentalmente, sincera. Cada día cuesta más ver películas que destaquen por pertenecer verdaderamente a su autor, con las cinco letras que tiene la palabra: a-u-t-o-r. Y sí, se le podrán achacar muchos detalles a la película, pero 'Todas las canciones hablan de mí' es una película de Jonás Trueba –aunque firme el guión junto a un colega– y jamás lo podría ser de ningún otro. Dato importante. Tiene la valentía de narrarnos con su propia voz en off la película, algo que puede ser discutible. Pero, ¿por qué no?, ¿quién mejor que él para hacerlo? Si se veía con ganas, adelante.

(continúa en el spoiler por falta de espacio...)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El director se sincera ante el público por medio de su personaje protagonista, Ramiro Lastra, un joven confundido tras romper con su novia tras varios años de relación. Es el probable álter ego de Trueba por su innegable carácter despistado a lo Antoine Doinel. Si digo probable es porque no necesito leer la biografía de un director para corroborarlo. Lo que me importa es que las vivencias del personaje y los de su entorno den pie a situaciones reales y creíbles, como aquí lo son. De forma que habrán podido salir de la vida misma de los creadores de la historia o de sus familiares o allegados o de las noticias de sucesos, me es igual.

También va siendo hora de que fijemos los lugares donde acontecen las tramas de nuestras películas. No hace falta rememorar a otros cineastas que lo hacen en Nueva York, París o Londres, cuando uno de los nuestros tiene, no la gran idea, sino el juicio en su sitio, y sitúa la acción de su primer film en Madrid, en su barrio, en sus calles, bancos y parques. Además del director de 'Ópera prima', grandes del cine español como Berlanga, Saura y Patino lo hacían en su día. Esa forma literaria de dividir la película en capítulos puede ser muy rohmeriana, ¿y qué? Me gusta. Tampoco faltan rasgos e incluso gags que recuerdan, pero en ningún caso evocan al cine de Truffaut. Y bienvenidos sean esos planos gratuitos en los que se ve la portada de un libro, que de bustos ya hemos tenido demasiados.

Por todo ello, 'Todas las canciones hablan de mí', además de ser una magnífica e íntima declaración de intenciones de su director, cumple su función de primera obra con creces. El que podamos situarla de una forma más o menos elevada dependerá, más que de si la vida de Ramiro Lastra (o Lastre) pase a ser la saga de Jonás Trueba, de que este consiga fraguar un estilo –que no una historia– aún más personal, con el paso de los años.
16 de julio de 2010
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de catapultar al estrellato a Brigitte Bardot, el revuelo causado por la irregular ópera prima de Roger Vadim sirvió para mostrar al mundo una nueva y refrescante imagen de la juventud francesa, a través del aspecto de una joven irremediablemente atractiva, emancipada y desinhibida.
Y aunque la película se haya convertido en objeto de culto con el paso de los años, cinematográficamente no aporta grandes innovaciones que puedan incluirla, ni mucho menos, dentro del grupo de la “nouvelle vague”, por aquel entonces maldiciendo el cine de “qualité” de la época desde “Cahiers du cinéma” . Sin embargo, la agitación que produjo la cinta allá en 1956, y es reconocido por historiadores del cine (en concreto por Michel Marie en su libro “Nouvelle vague”), fue uno de los detonantes del surgimiento de una nueva imagen de la joven francesa, exportable al resto del mundo. Lo cual dio pie a una encuesta sociológica sobre los fenómenos generacionales, lanzada y popularizada por una serie de artículos de Françoise Giroud publicados en el semanario “L’Express”, en 1957. Ahí se habla de un nuevo tipo de juventud, de los futuros médicos, abogados e ingenieros y de un nuevo tipo de prensa. Entre octubre y diciembre de ese año se publicaron los resultados bajo el eslogan: « ¡La nouvelle vague llega ! », representado por el rostro de una joven que sonríe. Ésa será la primera vez que aparezca el término en los medios para referirse a un movimiento de ruptura y a la modernidad en la sociedad. Y fue a raíz de ese eslogan, que fue bien exprimido por el semanario, cómo las películas de la nueva generación de cineastas franceses que irrumpieron con fuerza en Cannes dos años después (“Los 400 golpes” e “Hiroshima, mon amour”), fueron prácticamente de primeras encasilladas con ese nombre por estar en sintonía con las tesis que se argumentaban en los artículos de “L’Express”.
Por ello, algo se le debe a la primera película de Roger Vadim de cara a la aparición, no ya sólo del término “nouvelle vague”, sino también en cuanto a los planteamientos estético generacionales que se establecieron a lo largo de los años 60’. Pese a que las instancias católicas de Lake Placid, Nueva York, se ocuparan en su día de comprar todas las entradas de los cines y de amenazar con excomulgar a quien viera la película. Si más de medio siglo después estoy hablando de todo esto, creo que no hace falta decir que los esfuerzos fueron en vano.
28 de marzo de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia italiana en los 70’ ya había alcanzado una madurez importante gracias al aluvión de películas memorables y divertidas que nos han concedido autores como Fellini, Monicelli, Risi o el mismo Comencini. “Sembrando ilusiones” (vaya con las traducciones de los títulos), cuenta con un reparto excepcional e internacional, incluso se comenta que Joseph Cotten tuvo problemas con el director italiano por su “secundaria presencia” en pantalla. Además, encontramos un planteamiento cuanto menos pintoresco, con una Bette Davis haciendo de excéntrica ricachona, obsesionada con apostar a las cartas frente a un desdichado matrimonio, genialmente representado por Alberto Sordi y Silvia Mangano. En la cinta salen a relucir no sólo dos formas de vida contrapuestas, cuya sátira resalta con el enfrentamiento entre el estrambótico comportamiento del cuarteto principal. Sino que también se acompaña gratamente con unos secundarios muy bien expuestos, como es el revoltoso grupo de niños que destaca entre la multitud del pueblo que aguarda entusiasmada el resultado de las partidas de cartas más disparatadas que se recuerdan.
4 de noviembre de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una semana después del estreno de 'Los ojos de Julia' llega a los cines otro thriller "made in Spain", sin el sello directo de Guillermo del Toro, pero con el de Telecinco Cine. 'Agnosia' es una propuesta arriesgada por la complejidad de su planteamiento: en la Barcelona de finales del siglo XIX, una joven padece una extraña enfermedad llamada agnosia, que es una especie de amnesia del reconocimiento. Su percepción está afectada de tal forma que tiene serias dificultades para distinguir personas, formas y sonidos. Pero esto no es más que una excusa para poner en marcha una conspiración que consiste en obtener un secreto industrial que solamente conoce por su padre la joven Joana Prats, personaje que interpreta Bárbara Goenaga.

De esta forma, se da lugar a intrigas, confabulaciones y amoríos a través de un triángulo amoroso. Este se compone por la joven y su prometido, un anti galán Eduardo Noriega presa de una serie de acontecimientos en su contra, y por Félix Gómez, el héroe -aunque también víctima- de esta historia. Representa a un criado de la acaudalada familia Prats, que se enamora al instante y perdidamente de la bella muchacha, que ni siente ni padece. Todo es posible.

A medida que avanza la película, la enfermedad de la joven parece irse suavizando hasta convertirse en una miopía galopante, y lo que prevalece es el thriller romántico. El director Eugenio Mira, que hasta el momento solo había dirigido 'The Birthday' (2004), reconoce los aires de Conan Doyle y Edgar Allan Poe en el film y no anda del todo desencaminado. Puesto que la ambientación es de la Barcelona del Romanticismo, oscura y tenebrosa, con mansiones y burdeles incluidos.

Aunque, seguramente para no caer en convencionalismos, se ha optado por no fijar un camino concreto, y la historia no termina de cuajar. Y es que ‘Agnosia’ es una mezcolanza de géneros sustentada por el reparto y una cuidada ambientación. Quizá demasiados elementos a la vez, estéticamente más que aceptables, pero muy limitados a la hora de conmover al espectador. La estratagema del complot es evidente, con un juego de identidades bien planteado pero sin sorpresa ni suspense alguno. Y una vez se agota el misterio, no hay más película. Tan solo hay cabida para un final en una escalera con pretensiones de antológico. Creo que no hace falta recordar que finales y escenas antológicas en escaleras ya hemos tenido suficientes.
16 de diciembre de 2010
21 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuanto a producciones históricas en España se refiere, conviene recalcar que normalmente el cine está por encima de la televisión en términos de rigor. Lo está porque cuenta, en primer lugar, con más tiempo para la preparación de tan dificultosos proyectos. La fotografía y los efectos especiales en 'Bruc. El desafío', son buena prueba de ello. Pero la diferencia se hace más patente a día de hoy, cuando cada semana en televisión, una serie como 'Hispania' deja en evidencia las penurias y carencias de las producciones españolas que se remontan a épocas pasadas. Por ello, el segundo largometraje de Daniel Benmayor ('Paintball', 2009), al menos en ese aspecto, puede presumir de una moderación y prudencia considerables. Siempre que la vean en su versión original, claro. Recordemos además, que en el cine español ya hay dos versiones de esta historia: 'El tambor del Bruch' (Ignacio F.Inquino, 1948) y 'La leyenda del tambor' (Jorge Grau, 1981).

A simple vista, muchos podrán pensar que se trata de una película bélica sobre las batallas de las tropas españolas contra las de Napoleón, pero no es así. La trama de 'Bruc. El desafío' se centra en la heroica figura de Bruc, un carbonero al que le apodan así, gracias -entre otras cosas- a que el sonido de su tambor consiguió desconcertar por completo a las tropas francesas en la batalla que tuvo lugar en la localidad de Bruch, y propiciar así su derrota. Ese es el pasado reciente a partir del cual se desarrolla la trama. Lo que vienen a contarnos es la persecución y las represalias que emprenden un grupo de soldados franceses contra este joven héroe al que interpreta Juan José Ballesta. De forma que, con el paso de los minutos, la cinta llegue a estar más cerca del subgénero de persecuciones, tipo 'El fugitivo' (1993), y de venganza, al más puro estilo 'Rambo' (1982). Aunque, para no caer en trivialidades del género de acción y por tratarse de una producción mucho más minimalista que los lejanos referentes mencionados, la historia parece no querer caer en un ritmo vertiginoso. La persecución se prolonga tal vez demasiado, ya que va pausándose por medio de las intervenciones de los personajes secundarios. De Bruc, conocemos sus proezas, pero de estos poco sabemos. La bellísima actriz francesa Astrid Berges-Frisbey es la prometida del protagonista de la misma forma que podía ser su amiga, hermana o prima. Los soldados galos están algo más conseguidos. Encabezados por Vincent Pérez, su única y -parece que- última pretensión en la vida es ir al acecho y cortarle la cabeza a ese tamborilero escurridizo que se esconde en el monte. No me pregunten por qué, pero Santi Millán va con los gabachos. Mercenarios los ha habido desde siempre, de eso no hay duda. Y otro aspecto que frena el ritmo de la acción son los continuos planos aéreos del paisaje. Sin menospreciar su belleza, en este tipo de película lo que hacen es más distraer que atraer.

(continúa en el spoiler por falta de espacio...)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y muchos se preguntarán: ¿Y qué pinta el amigo Ballesta en esta historia? A lo que uno responde: –Pues afrancesarse. Creo que es una de las cosas que necesita este actor si quiere salir del barrio y triunfar de verdad en el cine. Si en 'Entrelobos' no suelta prenda, ahora lo hace tan solo en contadas ocasiones. Nos concede unas cuantas poses bien agresivas e incluso le favorece el carboncillo restregado por todo el cuerpo. Y nada mejor que una novia francesa para adulzar un poco esa personalidad delictiva que lleva fraguando en la gran pantalla desde 'El Bola'. Sabe cargar con el papel de héroe a sus espaldas, pero no hay duda de que le falta mucho camino por recorrer para trabajar en Hollywood, a donde recientemente ha dicho que llegará si se lo propone. Tiempo al tiempo.
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