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7,8
5.019
9
3 de diciembre de 2024
3 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nostalgia es un pulso al espectador, un reto propio de la filmografía de Tarkovsky, ya que aúna esos conceptos tan filosóficos y los comprime en una experiencia más sensitiva que estrictamente argumental. Estaremos de acuerdo en que, argumentalmente, no es demasiado compleja, pero es la visión del director, su forma de narrar, o de no narrar, la que dota a la cinta de ese enredo mental que logra producirse en el espectador.
Tarkovsky plasma esa desconexión cultural mediante la dualidad entre Rusia e Italia, y en gran parte lo consigue por la dicotomía existente entre los dos protagonistas. Por otro lado, se dan reflexiones profundas propias de la filmografía del ruso, ya sea esa necesidad de trascendencia en busca de un propósito más elevado o incluso el poder de los recuerdos en el retrato del presente, de cómo confeccionan nuestra realidad y nuestros pasos hacia el futuro.
Es en su narrativa visual donde recae todo el peso de la cinta, con una meticulosa composición de planos largos que dan lugar a ese sentimiento reflexivo, sin llegar a caer en lo pretencioso, ya sea por lo que logra transmitir o por la belleza artística. Tarkovsky juega a su antojo con la luz, las sombras y la oscuridad; es capaz de comunicarse mediante ellas, y es por ello que logra evocar esa sensación de alienación, de desconexión emocional. Para finalizar, es importante resaltar el papel que desempeña el entorno en la cinta, ya que el agua, como símbolo de purificación, y los escenarios naturales, como símbolos de desconexión emocional, contribuyen al proceso sensitivo por el que te hace pasar el filme. (El último plano es una obra de arte, podría ser un cuadro).
Nostalgia es una película ardua, no es amable con el espectador, pero a la vez es profundamente universal en los temas que trata; aún así, es difícil de recomendar a menos que estés familiarizado con este tipo de cine. La considero una obra maestra de nicho.
Tarkovsky plasma esa desconexión cultural mediante la dualidad entre Rusia e Italia, y en gran parte lo consigue por la dicotomía existente entre los dos protagonistas. Por otro lado, se dan reflexiones profundas propias de la filmografía del ruso, ya sea esa necesidad de trascendencia en busca de un propósito más elevado o incluso el poder de los recuerdos en el retrato del presente, de cómo confeccionan nuestra realidad y nuestros pasos hacia el futuro.
Es en su narrativa visual donde recae todo el peso de la cinta, con una meticulosa composición de planos largos que dan lugar a ese sentimiento reflexivo, sin llegar a caer en lo pretencioso, ya sea por lo que logra transmitir o por la belleza artística. Tarkovsky juega a su antojo con la luz, las sombras y la oscuridad; es capaz de comunicarse mediante ellas, y es por ello que logra evocar esa sensación de alienación, de desconexión emocional. Para finalizar, es importante resaltar el papel que desempeña el entorno en la cinta, ya que el agua, como símbolo de purificación, y los escenarios naturales, como símbolos de desconexión emocional, contribuyen al proceso sensitivo por el que te hace pasar el filme. (El último plano es una obra de arte, podría ser un cuadro).
Nostalgia es una película ardua, no es amable con el espectador, pero a la vez es profundamente universal en los temas que trata; aún así, es difícil de recomendar a menos que estés familiarizado con este tipo de cine. La considero una obra maestra de nicho.

8,2
150.705
9
1 de diciembre de 2024
1 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años después, vuelvo a revisitar El resplandor, adentrándome de nuevo en los sombríos pasillos del Hotel Overlook, donde el terror psicológico, bifurcado entre lo mental y lo sobrenatural, converge para ofrecernos una obra maestra del género.
Y es Kubrick, en esa búsqueda de la excelencia, quien confecciona un fúnebre retrato sobre el descenso a la locura, fundamentado en el aislamiento, la obsesión y el alcoholismo, aderezado por los conflictos familiares inherentes al contexto que experimentan nuestros protagonistas. Ligado a esto, el estadounidense plasma el componente sobrenatural que une directamente al Hotel Overlook con una influencia malévola que acecha sin distinciones la psique de los personajes.
Jack Nicholson consigue ser memorable con una de las actuaciones más icónicas del cine de terror, basándose en una expresividad aterradora que perfora las barreras del espectador. En su contraparte, tenemos a una Shelley Duvall que encarna esa vulnerabilidad emocional angustiante que contrasta con la creciente amenaza de su marido.
Es imposible no mencionar una fotografía que es una de las mayores virtudes de la cinta. John Alcott juega con los encuadres y la simetría, logrando transmitir esa sensación de aislamiento y claustrofobia. Además, existe una fuerte carga simbólica, una iconografía representada en elementos comunes, como la máquina de escribir o el laberinto, piezas clave de la perdición y obsesión.
Estamos ante el referente del terror moderno, una película agotadora en el mejor de los sentidos, que posee la virtud de un genio loco en busca de la perfección. Una marca indeleble en la mente de los espectadores.
Y es Kubrick, en esa búsqueda de la excelencia, quien confecciona un fúnebre retrato sobre el descenso a la locura, fundamentado en el aislamiento, la obsesión y el alcoholismo, aderezado por los conflictos familiares inherentes al contexto que experimentan nuestros protagonistas. Ligado a esto, el estadounidense plasma el componente sobrenatural que une directamente al Hotel Overlook con una influencia malévola que acecha sin distinciones la psique de los personajes.
Jack Nicholson consigue ser memorable con una de las actuaciones más icónicas del cine de terror, basándose en una expresividad aterradora que perfora las barreras del espectador. En su contraparte, tenemos a una Shelley Duvall que encarna esa vulnerabilidad emocional angustiante que contrasta con la creciente amenaza de su marido.
Es imposible no mencionar una fotografía que es una de las mayores virtudes de la cinta. John Alcott juega con los encuadres y la simetría, logrando transmitir esa sensación de aislamiento y claustrofobia. Además, existe una fuerte carga simbólica, una iconografía representada en elementos comunes, como la máquina de escribir o el laberinto, piezas clave de la perdición y obsesión.
Estamos ante el referente del terror moderno, una película agotadora en el mejor de los sentidos, que posee la virtud de un genio loco en busca de la perfección. Una marca indeleble en la mente de los espectadores.
29 de noviembre de 2024
29 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato de una mujer en llamas nos sitúa en la historia de dos mujeres en un contexto plagado de limitaciones sociales propias de la época, donde intentan mantener una conexión emocional, buscando, en última instancia, experimentar la autenticidad de los sentimientos.
Céline Sciamma moldea esa autenticidad por medio de la sutileza, del tacto; en definitiva, dota a la cinta de sensibilidad, de un refinamiento basado en el significado de las miradas, de los roces, de lo interpretable más que de lo tangible, elevando así las sensaciones del espectador a algo más que lo meramente sexual.
El trabajo artístico es notable, con ideas preciosas dirigidas al espectador, involucrándolo en el romance prohibido de las dos protagonistas. Más que complejidad, la cinta desprende gusto y sobriedad, haciéndola profundamente elegante.
Para finalizar, cabe alabar el esfuerzo interpretativo de ambas protagonistas, quienes resultan tan enigmáticas como creíbles.
Estamos ante un trabajo notable. Sus virtudes se imponen a sus defectos, logrando una cinta llena de matices y detalles, altamente recomendable.
Céline Sciamma moldea esa autenticidad por medio de la sutileza, del tacto; en definitiva, dota a la cinta de sensibilidad, de un refinamiento basado en el significado de las miradas, de los roces, de lo interpretable más que de lo tangible, elevando así las sensaciones del espectador a algo más que lo meramente sexual.
El trabajo artístico es notable, con ideas preciosas dirigidas al espectador, involucrándolo en el romance prohibido de las dos protagonistas. Más que complejidad, la cinta desprende gusto y sobriedad, haciéndola profundamente elegante.
Para finalizar, cabe alabar el esfuerzo interpretativo de ambas protagonistas, quienes resultan tan enigmáticas como creíbles.
Estamos ante un trabajo notable. Sus virtudes se imponen a sus defectos, logrando una cinta llena de matices y detalles, altamente recomendable.

7,8
36.932
10
24 de noviembre de 2024
24 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente me siento más atraído por un tipo de cine que se dirige más a la simpleza de la vida que a la artificiosa complejidad que solemos darle. Es con esas obras tan auténticamente humanas que logro entender el sino del cine. Y Paris, Texas es un pilar en ese sentimiento de comprender la magia del cine.
Wim Wenders logra traspasar cualquier tipo de barrera ante la sensibilidad, confeccionando una obra profundamente sensorial, tanto en lo sentimental como en lo material. Da la sensación de que cada plano es un lamento vital encerrado en celuloide. El alemán toca con virtuosismo temas como la paternidad, la redención, la soledad, e incluso el amor perdido y la reconciliación con ese lamento que es inherente al paso del tiempo.
En lo técnico, Wenders y Robby Müller crean un lenguaje visual que no es más que el reflejo de lo emocional, una iconografía tan llena de belleza como de significado.
Una obra maestra a todas luces, no puedo reprocharle nada, quizá solo que se acabe. Pero así es la vida: como comienza, se termina. Lo que también está claro es que tú deberías comenzar a ver Paris, Texas.
Wim Wenders logra traspasar cualquier tipo de barrera ante la sensibilidad, confeccionando una obra profundamente sensorial, tanto en lo sentimental como en lo material. Da la sensación de que cada plano es un lamento vital encerrado en celuloide. El alemán toca con virtuosismo temas como la paternidad, la redención, la soledad, e incluso el amor perdido y la reconciliación con ese lamento que es inherente al paso del tiempo.
En lo técnico, Wenders y Robby Müller crean un lenguaje visual que no es más que el reflejo de lo emocional, una iconografía tan llena de belleza como de significado.
Una obra maestra a todas luces, no puedo reprocharle nada, quizá solo que se acabe. Pero así es la vida: como comienza, se termina. Lo que también está claro es que tú deberías comenzar a ver Paris, Texas.

8,3
113.154
8
23 de noviembre de 2024
23 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien voló sobre el nido del cuco se mantiene fresca en su mayoría, sigue tratando las enfermedades mentales con respeto y con una valentía sorprendente para su contexto. Y este es el punto clave que la consolidó como un clásico dentro del séptimo arte.
Y es que Milos Forman consigue equilibrar la balanza cómica con la dramática y reflexiva, logrando ser ambivalente en una temática más que compleja, plagada de minas y de vértices puntiagudos. El checoslovaco proyecta una serie de conceptos enfrentados que funcionan francamente bien: la autoridad médica contra esa libertad sin barreras, el conformismo médico contra esa rebeldía en busca de algo más. Un juego de roles que desemboca en una palpable, pero elegante, crítica a la estigmatización de la época y al añejo sistema de salud mental estadounidense.
Antes de finalizar, es clave mencionar el gran papel de un Jack Nicholson que se deja llevar por los impulsos de su personaje, así como a un elenco que se retroalimenta a sí mismo para configurar una experiencia colectiva satisfactoria.
Es un clásico atemporal del cine, de visionado obligatorio. Milos Forman logra hacer reír, conmover y reflexionar. No te equivocarás con esta obra.
Y es que Milos Forman consigue equilibrar la balanza cómica con la dramática y reflexiva, logrando ser ambivalente en una temática más que compleja, plagada de minas y de vértices puntiagudos. El checoslovaco proyecta una serie de conceptos enfrentados que funcionan francamente bien: la autoridad médica contra esa libertad sin barreras, el conformismo médico contra esa rebeldía en busca de algo más. Un juego de roles que desemboca en una palpable, pero elegante, crítica a la estigmatización de la época y al añejo sistema de salud mental estadounidense.
Antes de finalizar, es clave mencionar el gran papel de un Jack Nicholson que se deja llevar por los impulsos de su personaje, así como a un elenco que se retroalimenta a sí mismo para configurar una experiencia colectiva satisfactoria.
Es un clásico atemporal del cine, de visionado obligatorio. Milos Forman logra hacer reír, conmover y reflexionar. No te equivocarás con esta obra.
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