Una cinta de serie b con un presupuesto muy ajustado, lo cual se nota bastante a nivel de imagen en todo momento, aunque la mayor parte de la acción transcurra en un espacio cerrado.

Un millonario invita a su casa a un grupo de personas con el pretexto de ayudarlas, pero solo a una, a modo de competición, desde los primeros compases es obvio y lineal todo lo que va a suceder a continuación.

Es completamente imposible pensar en algún contexto, subtexto o idea subyacente de lo que nos quieren transmitir, ya que su única virtud/defecto es que es más simple que una piedra, y su director, pretende tirartela a la cara, aunque su ausencia total de originalidad, talento, e ideas le impiden que cause mucho impacto.

Su gore es escaso y deficiente, sus giros inexistentes, y la mayoría del reparto son muy de serie b, amateurs (como Sasha Grey), o directamente de serie z, como es el caso de Jeffrey Combs. Tan solo Enver Gjokaj, Brittany Snow o Larry Gilliard Jr pueden elevar mínimamente el nivel pero para que te preguntes que hacen allí.

Toda su premisa se basa en su crueldad, como un juego macabro, pero hecho con un mal gusto notable debido a la falta de talento no por tener un discurso o ideas, cosa que evita a toda costa, y ejecutado con una gran falta de inteligencia.

Una cinta con una buena premisa sobre el mundo de los superhéroes, una realidad en que existen personas con poderes especiales pero la combinación que los produce hace que todas ellas sean sociopatas. Un material que podría servir para hacer una buena obra al estilo de “The Boys” o “Invencible”.

Pero esta película no va de eso, eso es solo la premisa, y se trata de una comedia familiar para todos los públicos donde el humor es el típico del personaje de Melissa McCarthy, es decir bastante vulgar y escatologico y un tanto bizarro por momentos. Lo bizarro y lo paródico es lo que predomina al tratar el tema heroico, siendo la mayoría de chistes sobre burlarse de elementos como que el malo elimine esbirros, verborrea fusionando elementos mundanos y demás.

El tema central es la amistad entre los personajes de Melissa McCarthy y Octavia Spencer, que empezó de niñas y poco a poco fueron distanciándose, ya que el personaje de Octavia emplea todo su tiempo en encontrar la manera de conseguir poderes para gente como ella y acabar así con los villanos que mataron a su familia.
Con un punto nostálgico y buenista se sabe el desarrollo completo de la trama desde el primer minuto, y no es tan graciosa ni entretenida como debiera, aún así, los personajes de Jason Bateman, Bobby Cannavale y Pom Klementieff ofrecen cosas positivas y es más o menos lo que cabía esperar de inicio.

Curiosa y original comedia con un estilo propio de los 70s en la que los mejores chefs van cayendo uno a uno de formas tan pintorescas como satíricas a manos de un misterioso asesino en una película que mezcla con acierto el humor negro y una trama detectivesca.

Un muy buen trío protagonista y casi todos los gags posibles sobre el mundillo de la alta cocina y más concretamente sobre los inflados egos de sus grandes chefs intercalados como si nada uno tras otro y con un buen toque de mala leche pero sin dejar de ser simpática y graciosa, casi todo funciona bien en esta película.

Una película de serie b, o más bien z, que sigue la fórmula del slasher, con actuaciones amateurs y donde el mayor gasto es el de la casa rural alquilada para el fin de semana.

En este caso el asesino en cuestión es un policía maniaco que rinde culto al diablo y con antecedentes psiquiátricos y una doble identidad.

Tomándola en serio la cinta es muy pobre y bastante mala, pero como comedia involuntaria, debido sobretodo al guion, los diálogos y los personajes estereotipados de los 80s, puede resultar mínimamente entretenida si se ve con ojos amables.

Una extraña mezcla de fantasía, comedia y cine negro, en parte sueño y en parte pesadilla. Nos sitúa en un futuro cercano distópico, en una realidad burocrática, asfixiante, espeluznante y totalmente deshumanizada de la que el protagonista procura alejarse todo lo posible, evadiéndose mediante sus ensoñaciones y buscando el amor, sin lograr escapar jamás.

Se trata de una obra larga, excesiva, barroca y reiterativa, pero su mensaje es necesario, valiente, y sin duda merece la pena. Además cada detalle cumple una función, incluso lo desagradable, para ofrecer la visión de un mañana sin esperanza que aún no ha llegado, pero al que en muchas ocasiones parecemos dirigirnos, una crítica social mordaz de un mañana que aún puede cambiar.
El apartado estético es absolutamente brillante y todo un paseo por la imaginativa mente de Terry Gilliam.