Las minas antipersona son unas de las armas mas diabólicas creadas para la guerra, son absolutamente traicioneras por estar deliberadamente escondidas y tristemente su efecto es permanente hasta que sean desenterradas, no duran solo una guerra, también siguen ahí en el periodo de paz.

Martin Zandvliet dirigió de forma impecable esta película bélica cargada de realismo, la desmoralización de una tropa alemana que perdió la guerra pasó miedo al tener que encargarse de retirar las minas que ellos mismos colocaron.

El mar siempre entraña peligro, el ir a bordo de un submarino de combate en la II Guerra Mundial mucho más aún, la disciplina y el coraje de la tripulación al completo de cualquier submarino, aliado o alemán resultaban imprescindibles para lanzarse a mar abierto en busca de completar una misión.

Jonathan Mostow nos presenta con toda precisión la vida y la muerte el interior de uno de estos sarcófagos acuáticos de metal con un realismo espeluznante.

Magnífico Matthew McConaughey en su papel estelar como tripulante de uno de estos submarinos demostrando que es uno de los actores más polifacéticos de la historia del cine.

Buena película para no olvidar durante dos horas todo lo que se pudo vivir en una guerra en el mar.

La montaña no es solo el reflejo de un bonito paisaje es también un poderoso imán que atrae con fuerza a todos los amantes de la naturaleza, el aire puro, la libertad de movimientos y el desafío que supone el alcanzar cotas más altas suponen claros alicientes para todos aquellos que no temen el esfuerzo que supone alcanzar sus cimas.

Edward Dmytryk nos ubica en el fascinante entorno de los Alpes franceses para disfrute de todas sus panorámicas y nos presenta un pulso entre dos hermanos con caracteres y formas de ser diametralmente opuestas.

Magnífico Spencer Tracy con un personaje humano y próximo al que sabe adaptarse como si de un guante se tratara.

Buen aporte de las escenas de escalada que mantienen al espectador en tensión sin necesidad de moverse de su asiento.

Magnífica película de Russell Crowe que en una excelente labor de dirección nos relata de forma original una historia bélica novelada en la que él mismo interpreta al protagonista, un auténtico maestro del agua con puños de hierro y con una mirada diáfana y sincera que transmite el profundo dolor de un padre que no solo encontró agua sino también el sufrimiento más doloroso y terrible.

Belleza auténtica con letras mayúsculas en la mirada de Olga Kurylenko en la que se entremezclan el sufrimiento de una madre y esposa y la pasión de una mujer.

El Far West vivía a golpe de gatillo, con vaqueros pendencieros, borrachos, jugadores taimados y delincuentes había un margen muy estrecho para alcanzar la paz y el orden.

Fred Zinnemann consiguió en su obra pulir un brillante mas para el joyero de las mejores producciones cinematográficas, con una puesta en escena impecable, unos primeros planos maravillosos, una calidad de imagen excelente y un control sublime de los tiempos de la proyección.

La tensa espera, un reloj cuyas manecillas cortaban el aire como navajas, el valor de un hombre ante el miedo de todos los demás conforman una película especial, ese western mítico en el que Gary Cooper representa a la perfección el valor, el sentido del deber y el empeño de la palabra dada, esa que envuelta sin adornos resuena firme entre el honor y la dignidad.

Una obra maestra que siempre el tiempo recordará.