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5,1
1.693
3
23 de enero de 2020
23 de enero de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tyler Perry, ahí donde lo ves, se ha hecho de oro con su personaje Madea, que cuenta ya con, agárrense fuerte, una saga de doce películas. Sí, sí, han leído bien, 12 películas.
Ahora, debe ser que cansado de tanta "comedia" (en fin...), Perry prueba suerte con A traición, estrenada directamente en Netflix, y menos mal, porque, honestamente, ¿quién iba a pagar en el cine por ver esto?
A traición es un drama judicial perezoso, muy perezoso, que dura dos horas que se hacen eternas, no tiene un ritmo ágil y además interesa más bien poco. Es un viaje a ninguna parte, con una historia que ya nos han contado mil veces y nos han contado mejor. Es difícil innovar en los dramas judiciales, todo sea dicho, pero Perry no se esfuerza demasiado por crear algo que capte la atención del espectador, ni consigue que se emocione con las vicisitudes de los personajes.
Floja.
Lo mejor: Los actores, que se esfuerzan por dar algo de dignidad al conjunto.
Lo peor: Es larga, pesada y muy poco interesante.
Ahora, debe ser que cansado de tanta "comedia" (en fin...), Perry prueba suerte con A traición, estrenada directamente en Netflix, y menos mal, porque, honestamente, ¿quién iba a pagar en el cine por ver esto?
A traición es un drama judicial perezoso, muy perezoso, que dura dos horas que se hacen eternas, no tiene un ritmo ágil y además interesa más bien poco. Es un viaje a ninguna parte, con una historia que ya nos han contado mil veces y nos han contado mejor. Es difícil innovar en los dramas judiciales, todo sea dicho, pero Perry no se esfuerza demasiado por crear algo que capte la atención del espectador, ni consigue que se emocione con las vicisitudes de los personajes.
Floja.
Lo mejor: Los actores, que se esfuerzan por dar algo de dignidad al conjunto.
Lo peor: Es larga, pesada y muy poco interesante.

5,0
1.116
3
11 de mayo de 2018
11 de mayo de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué difícil parece hacer una buena película de temática lésbica, más allá de adaptaciones de buenas novelas (Carol) o escenas sueltas (Cisne negro).
Below her mouth es simple y llanamente una propuesta muy floja. Aceptable para quienes tengan curiosidad por saber qué hacen las mujeres en la cama, pero poco más. Mucho sexo explícito, pero cero emoción verdadera en su mínima y trilladísima trama.
Las dos actrices tampoco es que sean la repera, básicamente porque Natalie Krill no parece ser Meryl Streep rejuvenecida, y Erika Linder directamente no es actriz, así que poco más puede hacer.
Las comparaciones con La vida de Adèle son odiosas. Allá donde la cinta de Abdellatif Kechiche rezumaba pasión, emoción, amor, inteligencia y talento con una maravillosa historia y dos maravillosas actrices, Below her mouth no tiene nada de eso. Sólo vende carne, pensando más en mujeres que en hombres, obviamente, pero no dista mucho de ser porno mínimamente envuelto en drama romántico. Muy pobre.
Lo mejor: Los implicados hacen lo que pueden
Lo peor: Que se intente vestir de lo que no es
Below her mouth es simple y llanamente una propuesta muy floja. Aceptable para quienes tengan curiosidad por saber qué hacen las mujeres en la cama, pero poco más. Mucho sexo explícito, pero cero emoción verdadera en su mínima y trilladísima trama.
Las dos actrices tampoco es que sean la repera, básicamente porque Natalie Krill no parece ser Meryl Streep rejuvenecida, y Erika Linder directamente no es actriz, así que poco más puede hacer.
Las comparaciones con La vida de Adèle son odiosas. Allá donde la cinta de Abdellatif Kechiche rezumaba pasión, emoción, amor, inteligencia y talento con una maravillosa historia y dos maravillosas actrices, Below her mouth no tiene nada de eso. Sólo vende carne, pensando más en mujeres que en hombres, obviamente, pero no dista mucho de ser porno mínimamente envuelto en drama romántico. Muy pobre.
Lo mejor: Los implicados hacen lo que pueden
Lo peor: Que se intente vestir de lo que no es
Documental

6,1
267
10
26 de febrero de 2015
26 de febrero de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Backstreet Boys: Show'em what you're made of no es solo un documental para los fans de la banda formada por Nick Carter, Howie Dorough, Brian Littrell, AJ McLean y Kevin Richardson (que por cierto, gusten o no gusten, le pese a quien le pese, han vendido más de 130 millones de discos alrededor del mundo y además nunca se han separado, cosa que pocas boybands pueden decir... por no decir ninguna).
Stephen Kijak, que ya tiene experiencia en esto de retratar a famosos grupos musicales, consigue un auténtico milagro con esa película, que es lograr un balance prácticamente perfecto entre las reflexiones sobre la fama (obvias, esperadas, pero no por ello menos interesantes), la crónica de los 22 años de historia de BSB y el descubrimiento del lado más íntimo de sus cinco miembros, con visitas a sus lugares de origen y multitud de clips y fotos desconocidos hasta ahora de sus comienzos a principios de los 90. Sorprendentemente lo mejor no son esos momentos más emotivos donde la banda recuerda sus primeros pasos o sus infancias, sino lo sincero, valiente y honesto que es el documental. No hay loa a la banda ni se pretende decir que son los mejores del mundo. No hay doblez ni hay trampa. No se ha dejado fuera ni una sola de las sombras que han perseguido a Backstreet Boys durante su carrera, y sorprende lo francos que se muestran McLean, Dorough, Richardson, Carter y Littrell hablando de las juergas pasadas, la traición de su descubridor Lou Pearlman, la triada de sexo, drogas y rock and roll (especialmente por las adicciones de Carter y McLean) o los problemas vocales de Littrell. No se ocultan ni siquiera las tensiones entre ellos ni los momentos más bajos que han vivido (atención a la bronca entre Littrell y Carter en el proceso de selección de canciones para su último disco). Todo está retratado de forma absolutamente directa, a cara lavada, sin maquillaje de ningún tipo y sin ganas de dorar la píldora a nadie. Realmente, como reza su título, Backstreet Boys muestran de qué pasta están hechos y lo hacen con una sinceridad y una emotividad auténtica que es de aplauso. Todo ello aparece reflejado magistralmente por la cámara de Kijak, con un montaje fantástico que impide el aburrimiento, sin manipular los sentimientos del público y combinando hábilmente todas las piezas del puzzle hasta conformar un documental verdaderamente memorable acerca de un grupo en la cima del mundo, su caída al ostracismo, la vorágine del éxito, el vértigo de la fama y sobre todo las ganas de seguir haciendo música pase lo que pase y le pese a quien le pese. Porque si algo demuestran BSB, aparte de que al final de todo son personas como todas las demás, con sus miedos, sueños, alegrías y penas, es que tienen ganas de seguir dando guerra mucho tiempo.
Verdaderamente fantástico para los fans y para los no tan fans.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Nada
Stephen Kijak, que ya tiene experiencia en esto de retratar a famosos grupos musicales, consigue un auténtico milagro con esa película, que es lograr un balance prácticamente perfecto entre las reflexiones sobre la fama (obvias, esperadas, pero no por ello menos interesantes), la crónica de los 22 años de historia de BSB y el descubrimiento del lado más íntimo de sus cinco miembros, con visitas a sus lugares de origen y multitud de clips y fotos desconocidos hasta ahora de sus comienzos a principios de los 90. Sorprendentemente lo mejor no son esos momentos más emotivos donde la banda recuerda sus primeros pasos o sus infancias, sino lo sincero, valiente y honesto que es el documental. No hay loa a la banda ni se pretende decir que son los mejores del mundo. No hay doblez ni hay trampa. No se ha dejado fuera ni una sola de las sombras que han perseguido a Backstreet Boys durante su carrera, y sorprende lo francos que se muestran McLean, Dorough, Richardson, Carter y Littrell hablando de las juergas pasadas, la traición de su descubridor Lou Pearlman, la triada de sexo, drogas y rock and roll (especialmente por las adicciones de Carter y McLean) o los problemas vocales de Littrell. No se ocultan ni siquiera las tensiones entre ellos ni los momentos más bajos que han vivido (atención a la bronca entre Littrell y Carter en el proceso de selección de canciones para su último disco). Todo está retratado de forma absolutamente directa, a cara lavada, sin maquillaje de ningún tipo y sin ganas de dorar la píldora a nadie. Realmente, como reza su título, Backstreet Boys muestran de qué pasta están hechos y lo hacen con una sinceridad y una emotividad auténtica que es de aplauso. Todo ello aparece reflejado magistralmente por la cámara de Kijak, con un montaje fantástico que impide el aburrimiento, sin manipular los sentimientos del público y combinando hábilmente todas las piezas del puzzle hasta conformar un documental verdaderamente memorable acerca de un grupo en la cima del mundo, su caída al ostracismo, la vorágine del éxito, el vértigo de la fama y sobre todo las ganas de seguir haciendo música pase lo que pase y le pese a quien le pese. Porque si algo demuestran BSB, aparte de que al final de todo son personas como todas las demás, con sus miedos, sueños, alegrías y penas, es que tienen ganas de seguir dando guerra mucho tiempo.
Verdaderamente fantástico para los fans y para los no tan fans.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Nada
Miniserie

7,0
5.151
10
28 de febrero de 2014
28 de febrero de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente la mejor versión que se ha hecho nunca de la vida y muerte de Jesucristo. Se sea creyente o ateo, musulmán o budista, judío o chiripitifláutico, la de Zefirelli es una producción que no hay que perderse porque es pura magia cinematográfica (aunque se estrenara en televisión). Un reparto de lujo al servicio de la historia más grande jamás contada y un Robert Powell a la cabeza de dicho casting que se convirtió en un rostro icónico de las representaciones artísticas de Jesús.
Lo dicho: hay que verla.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Nada (la duración no cuenta porque nunca estuvo pensada para verla de una sola vez)
Lo dicho: hay que verla.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Nada (la duración no cuenta porque nunca estuvo pensada para verla de una sola vez)

6,5
15.789
5
27 de enero de 2013
27 de enero de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bestias del sur salvaje no va a ser la película más premiada del año, pero lo que desde luego nadie va a disputarle es el puesto número uno como rareza más grande de los pasados doce meses.
Porque lo que ha rodado Behn Zeitlin es una película inclasificable, y ahí radica el secreto de por qué ha encantado y horrorizado a partes iguales. Hay entrega e ilusión, que es más de lo que muchas películas pueden decir, contiene muchos momentos poderosos (la tormenta, o el episodio en el hospital, sin duda el mejor de la cinta) y se beneficia de una música compuesta por Dan Romer y el propio Zeitlin que es una auténtica maravilla.
Pero, como se decía antes, la película es rara, muy rara, muy del gusto de Sundance y firme militante de las filas del cine independiente más arriesgado, de ahí su aspecto dejado, su consciente "suciedad" visual y esa cámara en mano que se mueve incesantemente. Todo ésto no es un problema (y menos aún para los que no tenemos nada en contra del cine independiente), pero lo que sí es grave es que el guión no sabe hacia dónde ir. Cuando acaba la historia de Hushpuppy, no queda claro qué nos ha intentado contar el realizador: una fábula ecologista, una historia de una pequeña heroína con su particular reino, un retrato de una muy deprimida zona de EEUU, una aventura de fantasía... imágenes como las de los uros (sobre todo en su aparición final) desconciertan y no casan con el hasta entonces descarnado realismo de la cámara de Zeitlin, que, éso sí, se las arregla la mar de bien para extraer olores y sabores de las imágenes. Sin duda, es su mejor virtud como realizador, porque aunque la nominación al Oscar le queda grandísima (sobre todo si pensamos que desplaza a Ben Affleck y Kathryn Bigelow... sin comentarios), es gracias a él que la película no deja indiferente y provoca sentimientos y reacciones en el espectador, ya sean éstas de pena, asco o alegría. Pero la historia desconcierta, deja cosas por el camino sin explicar (la extraña enfermedad inicial de Wink, el incendio en medio del bayou, al que curiosamente nadie presta la menor atención) y no emociona como debería.
¿Y Quvenzhané Wallis? Pues no cabe duda de que la chiquilla es encantadora y presenta una naturalidad apabullante. Incluso cabe reconocerle momentos de mucha brillantez (ver la secuencia del hospital, el final, la discusión con Wink después del incidente en la presa, o su mirada capaz de parar un tren justo antes de provocar dicho incidente). Pero el Oscar, igual que a Zeitlin, le queda muy grande, sobre todo si tenemos en cuenta que el 80% de sus frases son en off, y en gran parte de las escenas se ve a la legua que apenas era consciente de lo que hacía (el trabajo cinematográfico con niños suele planteárseles a los pequeños como un juego). Resulta sorprenderse que, por el desparpajo de Wallis, se esté olvidando el trabajazo de Dwight Henry, maravilloso en la piel del padre de Hushpuppy, que borda cada una de los claroscuros del personaje, odioso al principio y poco a poco objeto de la empatía del espectador tanto o más que la protagonista.
En definitiva, una película que no es que sea mala (de hecho, seguramente es mejor de lo que aquí se ha expresado), pero resulta tan desconcertante y bizarra que aquí y ahora a quien ésto escribe le resulta imposible subir la nota.
Lo mejor: La habilidad de Behn Zeitlin para provocar emociones y sensaciones en el espectador, y la presencia de Dwight Henry.
Lo peor: Apunta a todas partes, no siempre acierta y cuando lo hace tampoco es nada del otro jueves.
Porque lo que ha rodado Behn Zeitlin es una película inclasificable, y ahí radica el secreto de por qué ha encantado y horrorizado a partes iguales. Hay entrega e ilusión, que es más de lo que muchas películas pueden decir, contiene muchos momentos poderosos (la tormenta, o el episodio en el hospital, sin duda el mejor de la cinta) y se beneficia de una música compuesta por Dan Romer y el propio Zeitlin que es una auténtica maravilla.
Pero, como se decía antes, la película es rara, muy rara, muy del gusto de Sundance y firme militante de las filas del cine independiente más arriesgado, de ahí su aspecto dejado, su consciente "suciedad" visual y esa cámara en mano que se mueve incesantemente. Todo ésto no es un problema (y menos aún para los que no tenemos nada en contra del cine independiente), pero lo que sí es grave es que el guión no sabe hacia dónde ir. Cuando acaba la historia de Hushpuppy, no queda claro qué nos ha intentado contar el realizador: una fábula ecologista, una historia de una pequeña heroína con su particular reino, un retrato de una muy deprimida zona de EEUU, una aventura de fantasía... imágenes como las de los uros (sobre todo en su aparición final) desconciertan y no casan con el hasta entonces descarnado realismo de la cámara de Zeitlin, que, éso sí, se las arregla la mar de bien para extraer olores y sabores de las imágenes. Sin duda, es su mejor virtud como realizador, porque aunque la nominación al Oscar le queda grandísima (sobre todo si pensamos que desplaza a Ben Affleck y Kathryn Bigelow... sin comentarios), es gracias a él que la película no deja indiferente y provoca sentimientos y reacciones en el espectador, ya sean éstas de pena, asco o alegría. Pero la historia desconcierta, deja cosas por el camino sin explicar (la extraña enfermedad inicial de Wink, el incendio en medio del bayou, al que curiosamente nadie presta la menor atención) y no emociona como debería.
¿Y Quvenzhané Wallis? Pues no cabe duda de que la chiquilla es encantadora y presenta una naturalidad apabullante. Incluso cabe reconocerle momentos de mucha brillantez (ver la secuencia del hospital, el final, la discusión con Wink después del incidente en la presa, o su mirada capaz de parar un tren justo antes de provocar dicho incidente). Pero el Oscar, igual que a Zeitlin, le queda muy grande, sobre todo si tenemos en cuenta que el 80% de sus frases son en off, y en gran parte de las escenas se ve a la legua que apenas era consciente de lo que hacía (el trabajo cinematográfico con niños suele planteárseles a los pequeños como un juego). Resulta sorprenderse que, por el desparpajo de Wallis, se esté olvidando el trabajazo de Dwight Henry, maravilloso en la piel del padre de Hushpuppy, que borda cada una de los claroscuros del personaje, odioso al principio y poco a poco objeto de la empatía del espectador tanto o más que la protagonista.
En definitiva, una película que no es que sea mala (de hecho, seguramente es mejor de lo que aquí se ha expresado), pero resulta tan desconcertante y bizarra que aquí y ahora a quien ésto escribe le resulta imposible subir la nota.
Lo mejor: La habilidad de Behn Zeitlin para provocar emociones y sensaciones en el espectador, y la presencia de Dwight Henry.
Lo peor: Apunta a todas partes, no siempre acierta y cuando lo hace tampoco es nada del otro jueves.
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