Parece que Blake Edwards se divertía y no veía motivo de matar a la gallina de los huevos de oro tan rápida. Incluso, como atinadamente apuntan críticas previa, si había que pasarse la continuidad de Dreyfus por el arco del triunfo se hacía sin mayores complicaciones. No obstante, todo valía para disfrutar del talento de Peter Sellers en el el que acabó siendo su personaje más emblemático.

La adorable Pantera Rosa solamente está como dibujos en los maravillosos títulos de crédito del inicio y en nombre de esta entrega, ya que el maestro de la comedia lleva a Jacques a medirse contra la mafia, incluyendo un viaje a Hong-Kong con algunos momentos desternillantes, inspirados gags... y muy poco hilo conductor, la verdad.

Los indicionales de la saga la paladearán, aunque es absolutamente prescindible, más allá del protagonista de siempre y esa maravillosa réplica que le daba Herbert Lom, uno de los grandes fichajes de la franquicia.

La mafia va a por el inspector... no saben en el lío que se han metido.

Bien podría definirse así parte de la estrategia del juego con los palos del protagonista interpretado por Kevin Costner; o, incluso, a la propuesta desarrollado por Ron Shelton, aquí empeñado en realizar con su equipo el clásico molde de la comedia romántica y el espíritu de superación deportiva, prácticamente, a cualquier precio.

Kevin Costner encarna a un adorable (o al menos, eso es lo que intentan hacernos creer) perdedor y antiguo jugador profesional acabado, a quien su malísimo antiguo rival contrata para que imparta clases a su novia, que tiene la belleza de Rene Russo y, pese al clásico choque de personalidades inicial, está a un tiro de piedra de ser infiel a su pareja y dejarse seducir por el viejo truhán que tampoco pondrá muchos reparos morales.

Tal vez el deporte del golf tenga demasiadas desventajas para quedar bien en la gran pantalla. Es un juego sosegado y demasiado tranquilo, además de llevar aparejada la carga de que se trata de una disciplina orientada a un tipo de deportista adinerado en un bonito y alejado campo de golf.

"Tin cup" consigue algo sorprendente, que la pareja protagonista no caiga especialmente bien y que la cabezonería tenga su recompensa... vivir para ver.

Hay que saber gestionar las expectativas. Uno no tiene nada personal contra Ken Kwapis ni ningún miembro de su equipo, pero sumergirse en "Hasta que el cura nos separe" es viajar a lo peor y más terrible que pueda ofrecer la comedia moderna. No creo que sea un problema de género, pero si de lo trillado que esta el camino y la falta de empeño de Hollywood de buscar algo digno, aunque no se renuncie a la comercialidad.

Robin Williams, que puede ser un tipo divertido y un actor interesante dentro de su heterodoxa filmografía de calidad heterogénea, campa a sus anchas (con niño sabelotodo incluido) en el mundo de las bodas y los cursillos pre-matrimoniales. Honestamente, incluso los más fans del intérprete desearán en muchos casos que acabe este film donde la hipérbole está a la orden del día.

John Krasinski y Mandy Moore tienen la papeleta de sus vidas con dos personajes bastante planos y, uno aguarda el final feliz... porque por lo menos podamos alejarnos un poco de la moralina mal contada que se nos ha mostrado con gags muy forzados.

Que rectifiquen en la próxima y no remaken para siempre. Oh, my god...

Resulta muy complicado animarse a hacer una crítica de esta película teniendo en cuenta la excelente reseña que le dedica en esta misma página el usuario Hartman, la cual debo recomendar encarecidamente por cómo muy atinadamente disecciona los puntos débiles de esta película, sin oscurecer sus virtudes.

Sin embargo, en el vano intento, afirmar que, como él muy bien afirma, "El manantial" es un film que, si bien está muy bien montado y construido en cuanto a narración, resulta cargante en sus diálogos, cuando no pretencioso, cae en una fuerte carga ideológica con un aire de irrebatible que no deja de resultar irritante.

Tony Soprano definía a Gary Cooper como "aquel tipo fuerte y callado", pero, realmente, el extraordinario actor rara vez ha hablado más, en una ópera de egos donde resulta difícil identificarse con el ego de un artista descomunal y su triángulo amoroso con los personajes de Patricia Neal y un Raymond Massey. Buenos intérpretes pero que tienen unos personajes un poco acartonados, donde no hay dudas y los malos son malísimos y los buenos otro tanto, aunque hagan explotar un edificio.

King Vidor rueda con eficiencia y, mientras, uno se pregunta si no será la arquitectura una profesión de alto riesgo. La metáfora de lo que propone "El manantial" (que la sociedad no debe ahogar el genio creativo), termina por ser un panfleto bien montado pero que acaba aburriendo. Si bien la dorada mediocridad de la que hablaban los maestros latinos es muy cuestionable, cuesta empatizar con la altivez de un protagonista al que solamente el talento de Cooper salva.

Cesa el telón y hay escepticismo ante el edificio erigido.

Debo reconocer que con algún ilustre precedente ("La condesa descalza", "Eva al desnudo", "Ciudadano Kane"...), asociar una película a la presencia de Mankiewicz, me hace poner una sonrisa de seguridad en la calidad del producto. Cuando un buen amigo me invitó a ver este clásico film, bien sabía que me encomendaba a un estupendo director, experto, como es el caso de esta tragedia, en usar los flasbacks con pericia de cirujano.

No obstante, "Odio entre hermanos", sin ser en ningún momento, una mala película, ni mucho menos, aún no tiene algunos de los elementos que hacen a este director uno de los más apreciados de este momento de ebullición de la filmografía norteamericana. Sobresaliendo Edward G. Robinson en todo momento dentro de un correcto reparto, se nos cuenta la clásica perversión del sueño americano, con estilo amargo que recuerda poderosamente a esa obra maestra llamada "Muerte de un viajante".

Pese a ello, hay muchos más cosas previsibles que en otros relatos de este excelente artista y una mayor linealidad de conceptos, quedando algunos personajes (especialmente los hermanos de Max), como figuras de un retablo, inmóviles y tópicas, cumpliendo eficazmente su función desde el punto de vista de lo que requiere el argumento, pero sin que lleguemos a meternos.

O quizás sea deformación profesional, ¿qué hubiera opinado de haber pillado "Odio entre hermanos" en la televisión sin conocer la firma? Probablemente hubiera alabado sin cesar el carisma de Robinson, mientras que elogiaba el buen pulso de su tempo para contar una historia.

Mankiewicz sin estar en su mejor momento... ¿Resultado? Notable. Por eso era un genio.