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8
12 de abril de 2024
12 de abril de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, mi amigo lector, lo he pasado en grande viendo esta película. Por muchas razones pero, tal vez, la principal sea su magnífica combinación de comedia-western. ¡Ojo!, no me refiero a la comedia-western del tipo "El gran McLintock" o "El club social de Cheyenne". Me refiero al tipo de western con pinceladas de un cierto humor elegante, irónico y redentor. Y aquí es donde destaca esta notable película como en su día lo hicieran "Dos cabalgan juntos" o la maravillosa "El Dorado" (sin atreverme a compararla con estas dos obras maestras). Humor ante la adversidad. Una sonrisa cuanto todo está en contra. Richard L. Bare ha sido capaz de conseguirlo. Por cierto, un gran director al que le debemos películas como "Flaxi Martin" (1949) y "This side of the law" (1950).
"Shoot-Out at Medicine Bend" comienza de manera frenética, con situaciones muy duras, con sed de venganza, con un objetivo definido pero... los tres soldados duros, camino de Medicine Bend, se quedan en pelotas y a merced de la compasión de un grupo de mormones. El objetivo se va al garete; de momento van a conformarse con algo de ropa. Dejan de ser tres rudos oficiales. Se han convertido en tres mormones de paz, buenos modales y vasos de leche. James Garner y un espléndido Gordon Jones se reservan la parte cómica de la historia. Randolph Scott se deshace de su rostro de pedernal y reparte por igual sensatez y guantazos, siempre con un ligero toque humorístico. Dickinson no pinta nada y Dani Crayne representa muy eficazmente el valor y la picardía. Por cierto, western de interiores. No, si ya digo yo que se trata de una película muy pero que muy especial.
"Shoot-Out at Medicine Bend" comienza de manera frenética, con situaciones muy duras, con sed de venganza, con un objetivo definido pero... los tres soldados duros, camino de Medicine Bend, se quedan en pelotas y a merced de la compasión de un grupo de mormones. El objetivo se va al garete; de momento van a conformarse con algo de ropa. Dejan de ser tres rudos oficiales. Se han convertido en tres mormones de paz, buenos modales y vasos de leche. James Garner y un espléndido Gordon Jones se reservan la parte cómica de la historia. Randolph Scott se deshace de su rostro de pedernal y reparte por igual sensatez y guantazos, siempre con un ligero toque humorístico. Dickinson no pinta nada y Dani Crayne representa muy eficazmente el valor y la picardía. Por cierto, western de interiores. No, si ya digo yo que se trata de una película muy pero que muy especial.

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7
31 de enero de 2024
31 de enero de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un western bueno, bonito y barato. Podría decirse que éste era el lema de Ford Beebe, especialista en cintas de bajo presupuesto y en sacar gran rendimiento a sus escasos medios. Tampoco solía contar con figuras de primer nivel pero conseguía que actores y actrices más bien grises dieran lo mejor de sí mismos en sus interpretaciones. La mayoría añadía "algo" a sus personajes, evitando así las personalidades planas y obtusas. En resumen, a Beebe le daban una piedra y, casi casi, te devolvía un diamante.
A "Wagons West" no le falta de nada: héroe, caravanas, indios, 'malosos', carretas descendiendo por empinadas laderas (escenas muy bien conseguidas), peleas, ataques a la caravana... Y la cinta, a pesar de su corta duración, cumple con la expectativa de tanto frente abierto. Rod Cameron (al que nunca veré como un paradigma de vaquero carismático y solitario) resulta convincente gracias a su imponente figura, su rostro curtido y atezado, y a la gravedad de su voz. Harry Brandon compone un villano de categoría. Y Noah Beery Jr. hace lo de siempre: bordar su papel.
A "Wagons West" no le falta de nada: héroe, caravanas, indios, 'malosos', carretas descendiendo por empinadas laderas (escenas muy bien conseguidas), peleas, ataques a la caravana... Y la cinta, a pesar de su corta duración, cumple con la expectativa de tanto frente abierto. Rod Cameron (al que nunca veré como un paradigma de vaquero carismático y solitario) resulta convincente gracias a su imponente figura, su rostro curtido y atezado, y a la gravedad de su voz. Harry Brandon compone un villano de categoría. Y Noah Beery Jr. hace lo de siempre: bordar su papel.
8
19 de diciembre de 2023
19 de diciembre de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película magnífica. Una película de diez. Si no lo alcanza es debido a su precipitado y encorsetado final, seguramente impuesto por la productora para seguir los dictados de la sociedad machista que imperaba. Una pena. Pero Alfred E. Green es sagaz como pocos. En sesenta y ocho minutos, dibuja con pulso firme el retrato de un matrimonio de la época; el hombre trabaja fuera por lo que su mujer está obligada a realizar únicamente las tareas del hogar. Pero es en esta dicotomía de personalidades donde el astuto director toma clara y sutilmente partido por la adorable, tenaz, honesta y maravillosa Nan.
Green pone en escena un duelo entre marido y mujer. A Bill le cede el arma de la palabra; éste la desperdicia y la usa peor que un tarugo. A Nan le da las miradas; el inmenso poder de las mismas. Y la exquisita heroína las usa para emocionar al espectador. Nos hipnotiza, flotamos en las vaporosas nubes del mundo de los sueños, de la inocencia, de lo sublime. Ann Dvorak nos conquista de principio a fin. Creo que ella (como mujer con mayúsculas) y su desgarrador y lúcido mensaje eran lo que buscaba Green mostrar, o denunciar, al espectador. En definitiva, una lucha que se extiende a lo largo de los tiempos entre la delicadeza y el despotismo.
A continuación, un ejemplo de dicho duelo entre la estulticia y la sensibilidad:
Bill: "No me pidas que traiga las arandelas. Debes conseguirlas tú porque es la labor del ama de casa."
Nan, mientras se echa suavemente crema en la cara, le da la genial idea de los diez dólares en lugar de cinco.
Bill: "¿Sabes por qué no he conseguido nada hasta ahora? Porque no bebo lo suficiente."
Nan prepara el discurso para convencer a Duprey. Es ella quien lo emborracha para que adquiera valor.
Bill: "No puedo ir a cenar con mis amigas? Eres una ama de casa a la antigua.
Nan le ha entregado su dinero, su vida y su amor.
Green pone en escena un duelo entre marido y mujer. A Bill le cede el arma de la palabra; éste la desperdicia y la usa peor que un tarugo. A Nan le da las miradas; el inmenso poder de las mismas. Y la exquisita heroína las usa para emocionar al espectador. Nos hipnotiza, flotamos en las vaporosas nubes del mundo de los sueños, de la inocencia, de lo sublime. Ann Dvorak nos conquista de principio a fin. Creo que ella (como mujer con mayúsculas) y su desgarrador y lúcido mensaje eran lo que buscaba Green mostrar, o denunciar, al espectador. En definitiva, una lucha que se extiende a lo largo de los tiempos entre la delicadeza y el despotismo.
A continuación, un ejemplo de dicho duelo entre la estulticia y la sensibilidad:
Bill: "No me pidas que traiga las arandelas. Debes conseguirlas tú porque es la labor del ama de casa."
Nan, mientras se echa suavemente crema en la cara, le da la genial idea de los diez dólares en lugar de cinco.
Bill: "¿Sabes por qué no he conseguido nada hasta ahora? Porque no bebo lo suficiente."
Nan prepara el discurso para convencer a Duprey. Es ella quien lo emborracha para que adquiera valor.
Bill: "No puedo ir a cenar con mis amigas? Eres una ama de casa a la antigua.
Nan le ha entregado su dinero, su vida y su amor.

6,1
189
7
1 de octubre de 2023
1 de octubre de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, amigos. Otro "Pim, pam, pum, americano" como suelo decir. Sí, una hora y seis minutos. Los buenos no necesitan más. De un lado, la ágil direccción de Lewis Seiler alentada por unos punzantes diálogos a lo Chandler o Hammett, y su insolente capacidad de enmarcar la historia en una notable puesta en escena. Y, de otro, la espléndida interpretación de un Bogart que marca el ritmo de la película. ¡Y vaya si lo marca! Lengua afilada, gestos abruptos, mirada de loco, reacciones explosivas. Espeta las órdenes como el general a sus subordinados. Ya lo dice Joe Gurney: "Soy igual que Napoleón".
¡Ah!, pero Seiler, además de sumergirnos en siniestras calles mojadas, pueblecitos aparentemente cándidos y viejos caserones, añade sarcásticos toques de humor, como la irreverente escena en la que Carole llama retrasado a Joe o la casi hilarante escena de la redada final. Seiler-Boggie, ¡menuda dupla! Los más rápidos al oeste del Pecos.
¡Ah!, pero Seiler, además de sumergirnos en siniestras calles mojadas, pueblecitos aparentemente cándidos y viejos caserones, añade sarcásticos toques de humor, como la irreverente escena en la que Carole llama retrasado a Joe o la casi hilarante escena de la redada final. Seiler-Boggie, ¡menuda dupla! Los más rápidos al oeste del Pecos.

5,3
42
7
13 de octubre de 2021
13 de octubre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada que ver con el resto de la serie "Road to...", la cuales son entretenidillas, aunque tiene que gustarte el particular humor de Hope, las canciones de Crosby y los papeles de florero de la pobre Dorothy Lamour. "Road to Zanzibar" es diferente. Funciona como una agradable comedia, con unos diálogos estupendos y, si uno se deja llevar (o sea, no dar demasiada importancia a los decorados "made in plató"), hasta se puede imaginar durmiendo en los cómodos catres de tijera instalados en las tiendas del safari.
La dupla de guionistas (Butler-Hartman) estaba, sin duda, en estado de gracia, lo que permite al espectador pasar de la mera sonrisa a la franca y abierta carcajada. El diálogo en torno a la caja del pulpo no tiene desperdicio:
Chuck: Solo tienes que encerrarte con el pulpo y luchar con él.
"Intrépido": (con el brazo en cabestrillo). Ni hablar, además ese bicho tiene ocho brazos y yo solo uno y medio.
Chuck: Pues le cortamos dos o tres al pulpo.
"Intrépido": No, ya te he dicho que ni hablar. Además echa tinta.
Chuck: Mejor, así mientras peleas con él puedes escribir una carta.
Gracias a estos diálogos y a los bailes que se marcan Hope y Crosby con los mazos de los tambores, pasamos un rato francamente divertido. Y, por cierto, Dorothy Lamour (sencilla y sin color) está más guapa que nunca.
La dupla de guionistas (Butler-Hartman) estaba, sin duda, en estado de gracia, lo que permite al espectador pasar de la mera sonrisa a la franca y abierta carcajada. El diálogo en torno a la caja del pulpo no tiene desperdicio:
Chuck: Solo tienes que encerrarte con el pulpo y luchar con él.
"Intrépido": (con el brazo en cabestrillo). Ni hablar, además ese bicho tiene ocho brazos y yo solo uno y medio.
Chuck: Pues le cortamos dos o tres al pulpo.
"Intrépido": No, ya te he dicho que ni hablar. Además echa tinta.
Chuck: Mejor, así mientras peleas con él puedes escribir una carta.
Gracias a estos diálogos y a los bailes que se marcan Hope y Crosby con los mazos de los tambores, pasamos un rato francamente divertido. Y, por cierto, Dorothy Lamour (sencilla y sin color) está más guapa que nunca.
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