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Críticas ordenadas por utilidad
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Mediometraje

7,3
3.475
8
21 de abril de 2015
21 de abril de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El valor conceptual de esta considerada obra maestra de la cinematografía firmada por el joven francés Jean Vigo (1905-1934) está muy por encima del resultado final que adolece de un director aún inexperto, un vendaval de ideas e impulsos a veces deslavazados y sobre todo carencia de medios. Su visionado actual puede dejarnos algo desconcertados e insatisfechos si no enfocamos en su justa medida lo que supuso esta cinta en el cine actual.
En su momento fue un fracaso de crítica y público aparte de ser prohibida en Francia por la más que evidente sátira hacia un modelo social y educativo anclado en el siglo XIX que olía ya a descomposición y que en nuestro país se vio prolongado unas cuantas décadas más. Truffaut y el movimiento de la "nouvelle vague" puso en valor la genialidad de Vigo inspirando al cine en general y a obras concretas en particular como "Los cuatrocientos golpes" (1959) del propio Truffaut o "If" ´(Lindsay Anderson / 1968).
En los años 30 del siglo pasado Jean Vigo es un joven enfermo de tuberculosis, marcado por las ideas anarquistas de un padre asesinado en la cárcel, una infancia y juventud de internado, una esponja ante las nuevas vanguardias, sobre todo el surrealismo y una pasión donde dar cauce a todo ello: el cine. A través del cine-club que crea en Niza: "Les Amis du Cinéma" accede a películas de calidad sobre todo rusas y junto con el director de fotografía Boris Kaufman que llegó a triunfar en USA, se lanza a proyectar sus inquietudes, donde se condensan y sintetizan acertadamente, a mi juicio, los experimentos surrealistas y vanguardistas de pioneros como Buñuel o Germaine Dulac dando lugar al llamado "realismo poético" que abre nuevas puertas expresivas al invento de los Lumiere.
Así pues, "Cero en conducta" es una encrucijada donde se dan cita las experiencias de infancia y juventud del propio Vigo, su espíritu anarquista y libertario concretado en el único estado del hombre donde aún pueden tener cabida, la sátira social, el simbolismo, el cine silente y su iconos junto al nuevo "cine verité" y la experimentación fílmica tanto en el fondo como en la forma.
Es famosa la escena de la pelea de almohadas, quizás hoy menos efectiva, como referente poético, estético y simbólico y otras como la final con connotaciones evidentes. Sin embargo me quedo con ese genial comienzo en que dos chavales se reencuentran en un tren después del periodo veraniego y se ponen al día de sus nuevos avances en el mundo de las cosas que apenas tienen importancia pero que nos hacen reír y soñar. En frente un hombre adulto impasible parece dormir, o puede que en realidad este muerto.
En su momento fue un fracaso de crítica y público aparte de ser prohibida en Francia por la más que evidente sátira hacia un modelo social y educativo anclado en el siglo XIX que olía ya a descomposición y que en nuestro país se vio prolongado unas cuantas décadas más. Truffaut y el movimiento de la "nouvelle vague" puso en valor la genialidad de Vigo inspirando al cine en general y a obras concretas en particular como "Los cuatrocientos golpes" (1959) del propio Truffaut o "If" ´(Lindsay Anderson / 1968).
En los años 30 del siglo pasado Jean Vigo es un joven enfermo de tuberculosis, marcado por las ideas anarquistas de un padre asesinado en la cárcel, una infancia y juventud de internado, una esponja ante las nuevas vanguardias, sobre todo el surrealismo y una pasión donde dar cauce a todo ello: el cine. A través del cine-club que crea en Niza: "Les Amis du Cinéma" accede a películas de calidad sobre todo rusas y junto con el director de fotografía Boris Kaufman que llegó a triunfar en USA, se lanza a proyectar sus inquietudes, donde se condensan y sintetizan acertadamente, a mi juicio, los experimentos surrealistas y vanguardistas de pioneros como Buñuel o Germaine Dulac dando lugar al llamado "realismo poético" que abre nuevas puertas expresivas al invento de los Lumiere.
Así pues, "Cero en conducta" es una encrucijada donde se dan cita las experiencias de infancia y juventud del propio Vigo, su espíritu anarquista y libertario concretado en el único estado del hombre donde aún pueden tener cabida, la sátira social, el simbolismo, el cine silente y su iconos junto al nuevo "cine verité" y la experimentación fílmica tanto en el fondo como en la forma.
Es famosa la escena de la pelea de almohadas, quizás hoy menos efectiva, como referente poético, estético y simbólico y otras como la final con connotaciones evidentes. Sin embargo me quedo con ese genial comienzo en que dos chavales se reencuentran en un tren después del periodo veraniego y se ponen al día de sus nuevos avances en el mundo de las cosas que apenas tienen importancia pero que nos hacen reír y soñar. En frente un hombre adulto impasible parece dormir, o puede que en realidad este muerto.
8
17 de marzo de 2015
17 de marzo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que el director de origen Armenio Mamoulian estaba muy lúcido por esta época, acababa de apuntarse un buen tanto con su versión de Jeckill y Hyde y ya había dejado claro con "Aplauso" (1929) que entendía muy bien como tenían que ser los musicales, genero que explotó con el sonoro y que cinco años después estaba cogiendo poso de calidad.
En sus manos una fabula de opereta basada en la obra teatral "Tailor en the château" de Paul Armont y Leopold Marchant, adquirió brío fílmico y se convirtió en una coqueta y encantadora comedia musical con unas cuantas escenas magistrales para el recuerdo. Incluso su buena mano con la dirección de actores hace que Chevalier no resulte tan empalagoso como de costumbre.
La reputada soprano Jeanette McDonald que se había tomado un año de gira musical por Europa vuelve a la Paramount, la compañía de sus inicios para reencontrase con su pareja francesa, que había ensamblado artísticamente Lubitsch, con la que rueda ese mismo año"Una hora contigo".
Así pues todos en la cumbre, felices y contentos transmitiendo su alegría a este sastre parisino que enamora a una princesa mientras todos cantan tonadas pegadizas en trenes, salones palaciegos y cacerías incruentas de ciervos, sin olvidar el humor y un toque de pícara sensualidad europea aprovechando que el aprobado código Hays aún no se aplicaba.
Está considerado como uno de los mejores musicales. El paso del tiempo lógicamente reduce las expectativas.
En sus manos una fabula de opereta basada en la obra teatral "Tailor en the château" de Paul Armont y Leopold Marchant, adquirió brío fílmico y se convirtió en una coqueta y encantadora comedia musical con unas cuantas escenas magistrales para el recuerdo. Incluso su buena mano con la dirección de actores hace que Chevalier no resulte tan empalagoso como de costumbre.
La reputada soprano Jeanette McDonald que se había tomado un año de gira musical por Europa vuelve a la Paramount, la compañía de sus inicios para reencontrase con su pareja francesa, que había ensamblado artísticamente Lubitsch, con la que rueda ese mismo año"Una hora contigo".
Así pues todos en la cumbre, felices y contentos transmitiendo su alegría a este sastre parisino que enamora a una princesa mientras todos cantan tonadas pegadizas en trenes, salones palaciegos y cacerías incruentas de ciervos, sin olvidar el humor y un toque de pícara sensualidad europea aprovechando que el aprobado código Hays aún no se aplicaba.
Está considerado como uno de los mejores musicales. El paso del tiempo lógicamente reduce las expectativas.
9
6 de marzo de 2015
6 de marzo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una joya muy personal de un director apasionado por su oficio con una afán de expresar sus inquietudes artísticas y experimentar las posibilidades del arte que maneja al servicio de un deseo de comunicar no tanto el contenido de cualquier historia sino las sensaciones que la forma de presentarla pueden hacernos sentir. En este aspecto comparar la cinta que nos ocupa con, por ejemplo, el "Drácula" realizado para la Universal por Tod Browning el año anterior, con temática similar, es un estupendo ejemplo de las dos concepciones antagónicas y sin embargo complementarias del uso y disfrute de séptimo arte, de los presupuestos comerciales y facilidad narrativa de los grandes estudios que crean industria y ese otro cine llamado de autor, más dependiente de la financiación privada y en la mayoría de los casos de más difícil comprensión y aceptación por parte de un público mayoritario. Personalmente puedo estar más a favor de uno o de otro pero no quiero renunciar a ninguno de ellos.
El director danés acaba de triunfar con su Juana de Arco y cuando se le aparece el barón ruso, como a Buñuel los vizcondes de Noalles y le financia lo que quiera con máxima libertad creativa, Dreyer no deja escapar la ocasión aunque para ello tenga que poner a dicho barón como protagonista y conseguir como uno más de sus logros en la cinta que encaje en ella a pesar de sus nulas aptitudes para la actuación.
A partir de aquí el maestro juega con su arte y nos da un recital de imaginación y recursos al servicio de los sentidos en un viaje onírico y surrealista, empapado de misterio, donde las fuerzas del mal deambulan entre nosotros en formas y maneras que se escapan a nuestra comprensión. El "protagonista" se convierte junto con nosotros en viajeros espectadores asombrados que giran en el carrusel que Dreyer hace girar en todas direcciones. La fotografía del gran Rudolph Maté con quien ya había trabajado aporta esa mirada a través de una realidad velada y límbica. Adelantada a su tiempo en muchas de sus magistrales escenas, algunas de ellas actuales, recoge todo el espíritu en diferentes momentos del cuento gótico, de Lovecraft, de Poe, de Maupassant...
Rodada en escenarios naturales, muda originalmente a la que se le añadió escasos diálogos a posteriori, se basó en el libro de relatos "Una copa oscura" del irlandés del XIX J. S. Le Fanu del que toma elementos para acercarse en concreto a "Carmilla" uno de ellos, donde el tema del vampirismo, en este caso femenino se anticipa un cuarto de siglo al "Drácula" de Stoker.
El fracaso comercial del personal proyecto, hizo que Dreyer, supongo que también por otros motivos, aparcase la dirección de películas durante 12 años para desgracia del arte. La copia original se perdió y se pudo recomponer a base de fragmentos de las versiones francesas y alemanas que se conservaban.
El director danés acaba de triunfar con su Juana de Arco y cuando se le aparece el barón ruso, como a Buñuel los vizcondes de Noalles y le financia lo que quiera con máxima libertad creativa, Dreyer no deja escapar la ocasión aunque para ello tenga que poner a dicho barón como protagonista y conseguir como uno más de sus logros en la cinta que encaje en ella a pesar de sus nulas aptitudes para la actuación.
A partir de aquí el maestro juega con su arte y nos da un recital de imaginación y recursos al servicio de los sentidos en un viaje onírico y surrealista, empapado de misterio, donde las fuerzas del mal deambulan entre nosotros en formas y maneras que se escapan a nuestra comprensión. El "protagonista" se convierte junto con nosotros en viajeros espectadores asombrados que giran en el carrusel que Dreyer hace girar en todas direcciones. La fotografía del gran Rudolph Maté con quien ya había trabajado aporta esa mirada a través de una realidad velada y límbica. Adelantada a su tiempo en muchas de sus magistrales escenas, algunas de ellas actuales, recoge todo el espíritu en diferentes momentos del cuento gótico, de Lovecraft, de Poe, de Maupassant...
Rodada en escenarios naturales, muda originalmente a la que se le añadió escasos diálogos a posteriori, se basó en el libro de relatos "Una copa oscura" del irlandés del XIX J. S. Le Fanu del que toma elementos para acercarse en concreto a "Carmilla" uno de ellos, donde el tema del vampirismo, en este caso femenino se anticipa un cuarto de siglo al "Drácula" de Stoker.
El fracaso comercial del personal proyecto, hizo que Dreyer, supongo que también por otros motivos, aparcase la dirección de películas durante 12 años para desgracia del arte. La copia original se perdió y se pudo recomponer a base de fragmentos de las versiones francesas y alemanas que se conservaban.

8,3
22.355
7
23 de febrero de 2015
23 de febrero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Penúltima película alemana de Lang en colaboración con su esposa antes de que Goebbels intentara reclutarle para la causa nazi ofreciéndole la dirección de los estudios UFA. Como es sabido el director salió por piernas dejándose en el camino a su esposa-guionista a la cual los nazis le caían más simpáticos.
Los crímenes y los monstruos se estaban poniendo de moda en la Alemania de estas fechas y Lang tuvo que plegarse dejando a un lado sus macro producciones por algo más "sencillito" y sobre todo barato, centrándose en el auge del recién estrenado sonoro. La idea original iba sobre el tema de misteriosos anónimos, cuando un articulo periodístico sacó a colación al asesino de la década de los 20 Peter Kürten que mató, entre otros, a varios niños en Düseldorff y que además le daba por beber sangre de sus víctimas. El juicio y su posterior condena coincidieron con el estreno de la película. Así pues cada cual que elija entre oportunismo, crónica social de la época o ambas.
El caso es que los 7 excelsos primeros minutos quedaran grabados indelebles para la posteridad fílmica. La utilización del sonido a través de la tonada (fragmento "En la gruta del rey de la montaña" de Edvard Grieg para la obra de Ibsen Peter Gynt) que silba el personaje de Lorre (por cierto doblado por el propio Lang), que no banda sonora, como leimotiv, las elipses narrativas de gran simbolismo, amén de la utilización de las sombras herederas del expresionismo, el picado del ciego de los globos, la espera de la madre..., constituyen un recital de un director en estado de gracia.
Lo que resta es otra cosa mucho más convencional. El ritmo se eterniza y la síntesis desaparece en la parte central con las alternancias entre las disquisiciones de la policía, sus modernos metodos y los miembros del hampa, la utilización de la grua se repite en exceso, el contrapicado al jefe de policía en su despacho sorprende por su mal gusto, la repetición de tomas de las distintas estancias de la fábrica...
El tramo final se ve redimido por la fotografía de Fritz Arno, el debate social sobre la justicia, el Lang amante de la arquitectura que asoma en la decoración de los escaparates y la pelín sobreactuada pero genial actuación de un Peter Lorre que le abrió las puertas de Hollywood y dió volumen psicológico a muchos futuros malvados de la pantalla.
Los crímenes y los monstruos se estaban poniendo de moda en la Alemania de estas fechas y Lang tuvo que plegarse dejando a un lado sus macro producciones por algo más "sencillito" y sobre todo barato, centrándose en el auge del recién estrenado sonoro. La idea original iba sobre el tema de misteriosos anónimos, cuando un articulo periodístico sacó a colación al asesino de la década de los 20 Peter Kürten que mató, entre otros, a varios niños en Düseldorff y que además le daba por beber sangre de sus víctimas. El juicio y su posterior condena coincidieron con el estreno de la película. Así pues cada cual que elija entre oportunismo, crónica social de la época o ambas.
El caso es que los 7 excelsos primeros minutos quedaran grabados indelebles para la posteridad fílmica. La utilización del sonido a través de la tonada (fragmento "En la gruta del rey de la montaña" de Edvard Grieg para la obra de Ibsen Peter Gynt) que silba el personaje de Lorre (por cierto doblado por el propio Lang), que no banda sonora, como leimotiv, las elipses narrativas de gran simbolismo, amén de la utilización de las sombras herederas del expresionismo, el picado del ciego de los globos, la espera de la madre..., constituyen un recital de un director en estado de gracia.
Lo que resta es otra cosa mucho más convencional. El ritmo se eterniza y la síntesis desaparece en la parte central con las alternancias entre las disquisiciones de la policía, sus modernos metodos y los miembros del hampa, la utilización de la grua se repite en exceso, el contrapicado al jefe de policía en su despacho sorprende por su mal gusto, la repetición de tomas de las distintas estancias de la fábrica...
El tramo final se ve redimido por la fotografía de Fritz Arno, el debate social sobre la justicia, el Lang amante de la arquitectura que asoma en la decoración de los escaparates y la pelín sobreactuada pero genial actuación de un Peter Lorre que le abrió las puertas de Hollywood y dió volumen psicológico a muchos futuros malvados de la pantalla.
25 de enero de 2015
25 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada elegante y cruda de esta directora en su cuarto trabajo, siempre dentro de las fronteras de Dinamarca, se agradece ante un tema tan sobado y recurrente. La figura de una solitaria y desarraigada estrella de la canción, con pasado traumático, siempre de hotel en hotel, con una hija y un nieto con el que no se relaciona y sustentado por su música y las dos mujeres que se encargan de lo divino y humano de su vida, está apuntalada por la enorme presencia actoral de Mikael Persbrandt que canta, sin playback los acertados temas que jalonan la cinta. El buen hacer del resto del elenco consiguen que la historia posea credibilidad ante lo previsible de su desenlace.
No obstante Pernille logra ir sorteando tópicos del género y no se lo pone fácil a sus protagonistas, porque no existen las soluciones mágicas en este tipo de conflictos donde aflora la emotividad en momentos puntuales, pero la vida sigue y no se puede vivir solo de ellos. Thomas Jacob y su nieto descubren que no queda otra que caminar juntos si quieren encontrar su lugar en el mundo.
Gusto por sus paisajes y tacto con los sentimientos sobrevuelan el metraje a pesar de que en los últimos segundos de la cinta sucumba al estandard más trillado.
No obstante Pernille logra ir sorteando tópicos del género y no se lo pone fácil a sus protagonistas, porque no existen las soluciones mágicas en este tipo de conflictos donde aflora la emotividad en momentos puntuales, pero la vida sigue y no se puede vivir solo de ellos. Thomas Jacob y su nieto descubren que no queda otra que caminar juntos si quieren encontrar su lugar en el mundo.
Gusto por sus paisajes y tacto con los sentimientos sobrevuelan el metraje a pesar de que en los últimos segundos de la cinta sucumba al estandard más trillado.
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