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Críticas ordenadas por utilidad
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8
1 de marzo de 2014
1 de marzo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he tomado la licencia de utilizar este término empleado en sistemas operativos para ordenadores, que a estas alturas me niego a explicar. Porque el ordenador que tiene el protagonista no es que sea "friendly user", sino más bien "lovely user": su computadora no solo es capaz de arreglarle la vida laboral, sino también la familiar, social... e incluso sentimental. Vamos, el sueño de cualquier enganchado a los ordenadores, pero hecho realidad. Pero cuidado, que a veces los sueños no son lo que parecen ser...
Los amores y desamores entre máquinas y humanos han marcado la historia del cine, y si no que se lo digan a Rotwang cuando inventó a la bellísima androide de "Metrópolis" o al Blade Runner que rompió su ética policial al enrrollarse con una replicante (que la verdad, lo merecía). Por supuesto, sin olvidar al Dr. Dave Bowman y a su pobre y neurótico ordenador HAL 9000, que necesitaba un psicoanálisis como el comer... Y además, por qué no decirlo, estos amores molan: imagínese programar lo que uno quiere, diseñar una personalidad, una forma de sentir... no digamos ya un cuerpo: a ver, póngame los ojos de Nicole Kidman, la boca de Monica Bellucci, las piernas de Charlize Theron. La utopía hecha realidad. Pero ¿realmente podríamos controlar esa inteligencia artificial? ¿hacia dónde iría una relación entre un humano y una entidad con capacidad de memoria ilimitada y razonamiento intelectual/emocional en constante aprendizaje?
Bueno, pues eso es lo que ha planteado con mucha inteligencia y prospección de futuro el rey de los gafapastas de todo el mundo, el cineasta más sobrevalorado del planeta, es decir, Spike Jonze. Un señor que consigue inexplicablemente financiación para sus películas, además de enrrolar a las mejores y más rentables estrellas de Hollywood para sus pajas mentales. Pero tengo que morderme los labios, porque "Her", su última película... me ha encantado. Si, es verdad que el ritmo narrativo (y contemplativo, como no podía ser de otra forma) es demasiado lento, aburrido incluso a veces. Y también es verdad que parece que estemos viendo un anuncio de Apple de los noventa (no ya por la tecnología, sino por la estética). Pero hay que reconocer que la historia funciona, y que le han puesto imaginación al asunto: como social media manager y persona muy apegada a la tecnología de toda clase, confieso que me ha sorprendido bastante la evolución argumental de la historia, que comienza con un solitario hombre recién separado que se compra un nuevo sistema operativo para sus dispositivos que es capaz de aprender de sí mismo y los demás. El primer sistema operativo dotado de inteligencia artificial, vamos.
Desde luego, contar con Joaquin Phoenix y la encantadora voz de Scarlett Johansson (por favor, vedla en original, que merece la pena) son dos alicientes notables del film, que ubica una de las más preciosas (que no preciosistas) historias de amor que hemos visto en los últimos tiempos. Y lo que es mejor, ubicada en un plausible futuro muy despersonalizado de emociones, empatía, sentimientos y... amor. Esta denostada palabra en esa distopía es precisamente el eje y centro del film. Lo que significa en toda su extensión, en cuanto tiene que ver con la confianza, con la entrega y con la libertad individual. Brillante es además la manera en que Jonze va añadiendo factores a la ecuación principal de un hombre y su computadora: una ex esposa, una amiga de toda la vida, compañeros de trabajo, la red global que va abriendo y expandiendo el intelecto del ordenador, foros de opinión, dispositivos móviles que conectan al hombre y al ordenador con el resto del planeta, parejas que comparten experiencias... y cuando parece que no se pueden añadir más cosas, va el tío pedante este -que, todo hay que decirlo, en esta película no lo es- y mete más todavía. Cómo odio tener que reconocer que me ha encantado esta película, Dios...
Porque aunque parezca que tiene una pose de intelectualidad, de afectación, en realidad no es así y te conmueve hasta los centros: lógicamente buena parte de culpa de esta conmoción la tiene Phoenix, que se merece todos los premios habidos y por haber. Ya sabíamos que era uno de los mejores actores que existen en el mundo (a pesar de sus excentricidades) pero aquí demuestra que con un simple gesto, una subida de su labio leporino (ahora camuflado con un bigotón que le queda muy bien) o esa tierna mirada azul (que puede tornarse en frío acero en un milisegundo) es capaz de conseguir cautivarte.
El caso es que Spike Jonze, el listorro de turno que es capaz de armar los más inverosímiles proyectos y liar a Nicolas Cage, a Meryl Streep, a Mark Ruffalo, a Cameron Diaz, ¡¡Hasta al mismísimo John Malkovich!! (usando además su nombre para el título de una película) ahora ha hecho su mejor film con diferencia, destilando lo mejor de su discurso y simplificándolo para tocarte en el corazoncito sutilmente, y no a cañonazos como hasta ahora había hecho.
Si consigues superar el rechazo inicial por su imagen y pose de "enterao" y moderneras -algo así como una suerte de Santiago Segura (en cuanto a genio comercial), pero en plan exquisito y yanqui- estoy convencido que "Her" terminará enganchándote, tanto por su demoledora simpleza (¿quién dijo que la informática y la robótica tenía que ser compleja?¿Pero es que todavía no conoces el término "friendly user"? (¡venga, a googlearlo! -bueno, pues esto es la quintaesencia del "friendly user"-) como por el planteamiento de las más elevadas emociones humanas... y cibernéticas.
Los amores y desamores entre máquinas y humanos han marcado la historia del cine, y si no que se lo digan a Rotwang cuando inventó a la bellísima androide de "Metrópolis" o al Blade Runner que rompió su ética policial al enrrollarse con una replicante (que la verdad, lo merecía). Por supuesto, sin olvidar al Dr. Dave Bowman y a su pobre y neurótico ordenador HAL 9000, que necesitaba un psicoanálisis como el comer... Y además, por qué no decirlo, estos amores molan: imagínese programar lo que uno quiere, diseñar una personalidad, una forma de sentir... no digamos ya un cuerpo: a ver, póngame los ojos de Nicole Kidman, la boca de Monica Bellucci, las piernas de Charlize Theron. La utopía hecha realidad. Pero ¿realmente podríamos controlar esa inteligencia artificial? ¿hacia dónde iría una relación entre un humano y una entidad con capacidad de memoria ilimitada y razonamiento intelectual/emocional en constante aprendizaje?
Bueno, pues eso es lo que ha planteado con mucha inteligencia y prospección de futuro el rey de los gafapastas de todo el mundo, el cineasta más sobrevalorado del planeta, es decir, Spike Jonze. Un señor que consigue inexplicablemente financiación para sus películas, además de enrrolar a las mejores y más rentables estrellas de Hollywood para sus pajas mentales. Pero tengo que morderme los labios, porque "Her", su última película... me ha encantado. Si, es verdad que el ritmo narrativo (y contemplativo, como no podía ser de otra forma) es demasiado lento, aburrido incluso a veces. Y también es verdad que parece que estemos viendo un anuncio de Apple de los noventa (no ya por la tecnología, sino por la estética). Pero hay que reconocer que la historia funciona, y que le han puesto imaginación al asunto: como social media manager y persona muy apegada a la tecnología de toda clase, confieso que me ha sorprendido bastante la evolución argumental de la historia, que comienza con un solitario hombre recién separado que se compra un nuevo sistema operativo para sus dispositivos que es capaz de aprender de sí mismo y los demás. El primer sistema operativo dotado de inteligencia artificial, vamos.
Desde luego, contar con Joaquin Phoenix y la encantadora voz de Scarlett Johansson (por favor, vedla en original, que merece la pena) son dos alicientes notables del film, que ubica una de las más preciosas (que no preciosistas) historias de amor que hemos visto en los últimos tiempos. Y lo que es mejor, ubicada en un plausible futuro muy despersonalizado de emociones, empatía, sentimientos y... amor. Esta denostada palabra en esa distopía es precisamente el eje y centro del film. Lo que significa en toda su extensión, en cuanto tiene que ver con la confianza, con la entrega y con la libertad individual. Brillante es además la manera en que Jonze va añadiendo factores a la ecuación principal de un hombre y su computadora: una ex esposa, una amiga de toda la vida, compañeros de trabajo, la red global que va abriendo y expandiendo el intelecto del ordenador, foros de opinión, dispositivos móviles que conectan al hombre y al ordenador con el resto del planeta, parejas que comparten experiencias... y cuando parece que no se pueden añadir más cosas, va el tío pedante este -que, todo hay que decirlo, en esta película no lo es- y mete más todavía. Cómo odio tener que reconocer que me ha encantado esta película, Dios...
Porque aunque parezca que tiene una pose de intelectualidad, de afectación, en realidad no es así y te conmueve hasta los centros: lógicamente buena parte de culpa de esta conmoción la tiene Phoenix, que se merece todos los premios habidos y por haber. Ya sabíamos que era uno de los mejores actores que existen en el mundo (a pesar de sus excentricidades) pero aquí demuestra que con un simple gesto, una subida de su labio leporino (ahora camuflado con un bigotón que le queda muy bien) o esa tierna mirada azul (que puede tornarse en frío acero en un milisegundo) es capaz de conseguir cautivarte.
El caso es que Spike Jonze, el listorro de turno que es capaz de armar los más inverosímiles proyectos y liar a Nicolas Cage, a Meryl Streep, a Mark Ruffalo, a Cameron Diaz, ¡¡Hasta al mismísimo John Malkovich!! (usando además su nombre para el título de una película) ahora ha hecho su mejor film con diferencia, destilando lo mejor de su discurso y simplificándolo para tocarte en el corazoncito sutilmente, y no a cañonazos como hasta ahora había hecho.
Si consigues superar el rechazo inicial por su imagen y pose de "enterao" y moderneras -algo así como una suerte de Santiago Segura (en cuanto a genio comercial), pero en plan exquisito y yanqui- estoy convencido que "Her" terminará enganchándote, tanto por su demoledora simpleza (¿quién dijo que la informática y la robótica tenía que ser compleja?¿Pero es que todavía no conoces el término "friendly user"? (¡venga, a googlearlo! -bueno, pues esto es la quintaesencia del "friendly user"-) como por el planteamiento de las más elevadas emociones humanas... y cibernéticas.
9
4 de octubre de 2013
4 de octubre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno lleva tantos años haciendo crítica de cine, termina por desarrollar un cierto olfato para las películas, y por supuesto para los directores. Sobre todo cuando no han cometido ningún despropósito en su carrera, y ésta ha ido de manera ascendente. Cuarón no solo no la fastidiado nunca, sino que con sus pocas películas, nos ha mostrado una forma de entender el cine que es capaz de unir espectáculo con mensaje. O sea, que ha sido capaz, en mayor o menor medida, de cargarse todas las teorías de muchos sesudos gafapasta que creen que una película con grandes estrellas y gran producción no puede tener calidad, calado y profundidad. Después de dar una lección del género de ciencia ficción -ahí queda eso- con "Hijos de los hombres" (plagado además de estrellazas como Clive Owen, Julianne Moore y hasta el mismísimo Michael Caine...), Cuarón ha dado un triple salto mortal con este film, que nunca mejor dicho, desafía la gravedad y con los pilares de otras dos estrellas como George Clooney y una recuperada e inesperadamente lúcida Sandra Bullock, logra crear la más original cinta ambientada en el espacio desde "2001, una odisea del espacio".
Vamos a ver, y no nos volvamos locos: no me refiero a que Cuarón vaya a enmendarle la plana al maestro de maestros Kubrick. A lo que me refiero es que el mejicano ha sido capaz de convertir al espacio en el antagonista perfecto de los protagonistas, creando un personaje tan deslumbrantemente bello como amenazador. Tan terrible como fascinante. Tan naturalmente precioso como brutalmente implacable. Y como pasaba con el film de Kubrick, se convierte en el escenario perfecto para entender a la perfección la psicología del ser humano, que es capaz de sobreponerse ante las vicisitudes más imposibles para sacar aquello que precisamente nos ha hecho prevalecer ante otras especies: el instinto de supervivencia.
Argumentalmente, la cinta parece no ser nada especial. Es más: prácticamente todo el argumento puede resumirse en el trailer. Pero es que eso no es todo, ya que el argumento se fusiona a la perfección con una sinfonía de imágenes que dotan a la historia de una personalidad propia, de una -nunca mejor dicho- atmósfera única probablemente en la historia del cine. Merece la pena señalar que a nivel de realización, éste film es un verdadero prodigio: el uso del plano secuencia, haciendo girar caprichosamente la cámara casi en órbita -otra vez, nunca mejor dicho- de los protagonistas consigue situarnos no solo en los momentos críticos de los personajes, sino también en su psicología, en sus emociones, sentimientos, percepciones...
Es una experiencia tan sobrecogedora como fascinante, y lo que es más alucinante es cómo Cuarón consigue ponernos en nuestro sitio dentro del universo: no somos nada. Ni siquiera una minúscula mota de polvo o basura espacial. Nada de nada. Y a partir de ahí, que cada uno empiece a pensar el lugar que tiene, de donde viene y a donde va. Este discurso, aunque resulte pretencioso, está articulado con tal sencillez, con tal maestría, que te envuelve sutilmente y se queda lastrado en un argumento absolutamente trepidante, que te agarra sin preámbulos desde el inicio y que no te suelta, literalmente, hasta el último plano del film.
Con gran dominio no solo de la narrativa, sino también de la realización, el film oscila entre varios géneros -como sucedía en anteriores filmes de Cuarón- con una facilidad que te deja realmente sorprendido, tocando las teclas justas y necesarias como para encajarse y mezclarse con la misma facilidad que la vida misma, que a la vez puede ser terrorífica, poética, lírica, amable, divertida, brutal, compasiva e inmisericorde. Tan real, preciosa y cruel... como la misma naturaleza. Esa que es capaz de hacer florecer la más preciosa flor y a la vez acabar con todo un ecosistema.
(SIGUE EN SPOILER SIN SPOILER POR FALTA DE ESPACIO)
Vamos a ver, y no nos volvamos locos: no me refiero a que Cuarón vaya a enmendarle la plana al maestro de maestros Kubrick. A lo que me refiero es que el mejicano ha sido capaz de convertir al espacio en el antagonista perfecto de los protagonistas, creando un personaje tan deslumbrantemente bello como amenazador. Tan terrible como fascinante. Tan naturalmente precioso como brutalmente implacable. Y como pasaba con el film de Kubrick, se convierte en el escenario perfecto para entender a la perfección la psicología del ser humano, que es capaz de sobreponerse ante las vicisitudes más imposibles para sacar aquello que precisamente nos ha hecho prevalecer ante otras especies: el instinto de supervivencia.
Argumentalmente, la cinta parece no ser nada especial. Es más: prácticamente todo el argumento puede resumirse en el trailer. Pero es que eso no es todo, ya que el argumento se fusiona a la perfección con una sinfonía de imágenes que dotan a la historia de una personalidad propia, de una -nunca mejor dicho- atmósfera única probablemente en la historia del cine. Merece la pena señalar que a nivel de realización, éste film es un verdadero prodigio: el uso del plano secuencia, haciendo girar caprichosamente la cámara casi en órbita -otra vez, nunca mejor dicho- de los protagonistas consigue situarnos no solo en los momentos críticos de los personajes, sino también en su psicología, en sus emociones, sentimientos, percepciones...
Es una experiencia tan sobrecogedora como fascinante, y lo que es más alucinante es cómo Cuarón consigue ponernos en nuestro sitio dentro del universo: no somos nada. Ni siquiera una minúscula mota de polvo o basura espacial. Nada de nada. Y a partir de ahí, que cada uno empiece a pensar el lugar que tiene, de donde viene y a donde va. Este discurso, aunque resulte pretencioso, está articulado con tal sencillez, con tal maestría, que te envuelve sutilmente y se queda lastrado en un argumento absolutamente trepidante, que te agarra sin preámbulos desde el inicio y que no te suelta, literalmente, hasta el último plano del film.
Con gran dominio no solo de la narrativa, sino también de la realización, el film oscila entre varios géneros -como sucedía en anteriores filmes de Cuarón- con una facilidad que te deja realmente sorprendido, tocando las teclas justas y necesarias como para encajarse y mezclarse con la misma facilidad que la vida misma, que a la vez puede ser terrorífica, poética, lírica, amable, divertida, brutal, compasiva e inmisericorde. Tan real, preciosa y cruel... como la misma naturaleza. Esa que es capaz de hacer florecer la más preciosa flor y a la vez acabar con todo un ecosistema.
(SIGUE EN SPOILER SIN SPOILER POR FALTA DE ESPACIO)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero lo más fascinante, es comprobar que un artista es capaz de contar una historia con tan pocos personajes. Igual que Goya conseguía transmitir toda la grandeza del alma humana con una simple cabeza de perro, los grandes cineastas no necesitan de grandes repartos ni recursos para conseguir estremecer al espectador: en el film únicamente tenemos tres pilares, tres. George Clooney, Sandra Bullock y el espacio. Punto final. Y tampoco hace falta más, mire vd., porque Cuarón los ha manejado con tal perfección, ha sabido sacar tanto de ellos, que nos basta y nos sobra para entender la ejemplarmente lúcida reflexión que se trasluce en toda la obra de este director, y que viene a decir que con toda la complejidad, tribulaciones y problemas de los seres humanos, somos de las cosas más insignificantes del universo. Toda la lucha, todos los problemas quedan al final amortiguados ante la inmensidad del nado de Maribel Verdú en "Y tu mamá también", ante el llanto del recién nacido en "Hijos de los Hombres" y ante la inmensidad interestelar de la órbita terrestre. No somos nada, y a la vez lo somos todo. Y aunque "Gravity" tiene unos efectos visuales impresionantes, y una perfección técnica pocas veces vista -especial mención tiene una banda sonora minimalista pero absolutamente rotunda- lo mejor de la película está en su argumento, en sus personajes -repito, el espacio es uno de ellos- y en el conflicto de los mismos. Esto es el cine, señores y así es como se hace.
He leído que James Cameron alucinó cuando vio la película, y que incluso llegó a decir que "ha esperado años para ver una película como ésta". Y yo estoy completamente de acuerdo con él: es realmente fascinante cómo el film toma partido y a la vez se distancia de los protagonistas, llegando a empatizar hasta el tuétano en algunos momentos, para posteriormente situarte en la óptica de un microscopio. La grandeza y la pequeñez de la raza humana, ésa a la que todos pertenecemos y que en su compleja dualidad y conflicto permanente, es capaz de lo más sublime y lo más podrido, de lo más excelso y lo más ruin... de lo más grande y de lo más pequeño. Para mí, "Gravity" ya se ha convertido en un clásico, siendo probablemente la primera película que he visto en mi vida donde he podido sentir la gravedad (o mejor dicho, la aantigravedad) como algo realmente físico. Y encima ha conseguido mitigar un fantasma que he tenido desde pequeño, ya que siempre quise ser astronauta. Después de ver "Gravity", ni de coña...
He leído que James Cameron alucinó cuando vio la película, y que incluso llegó a decir que "ha esperado años para ver una película como ésta". Y yo estoy completamente de acuerdo con él: es realmente fascinante cómo el film toma partido y a la vez se distancia de los protagonistas, llegando a empatizar hasta el tuétano en algunos momentos, para posteriormente situarte en la óptica de un microscopio. La grandeza y la pequeñez de la raza humana, ésa a la que todos pertenecemos y que en su compleja dualidad y conflicto permanente, es capaz de lo más sublime y lo más podrido, de lo más excelso y lo más ruin... de lo más grande y de lo más pequeño. Para mí, "Gravity" ya se ha convertido en un clásico, siendo probablemente la primera película que he visto en mi vida donde he podido sentir la gravedad (o mejor dicho, la aantigravedad) como algo realmente físico. Y encima ha conseguido mitigar un fantasma que he tenido desde pequeño, ya que siempre quise ser astronauta. Después de ver "Gravity", ni de coña...

6,8
59.555
9
6 de febrero de 2011
6 de febrero de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente no había un mejor director que Danny Boyle para hacer esta película. Lo digo porque desde su primer film, todas sus cintas hablan en mayor o menor medida de la vida y de cómo la supervivencia termina imponiéndose a todas las contingencias que aparezcan, por difíciles que éstas sean: ya sea uno yonki en Edimburgo (“Trainspotting”), un turista americano ávido de aventuras en una paradisíaca isla de Asia (“La Isla”), un mensajero de un Londres asolado por zombies (“28 días”), un científico que tiene la misión de reactivar el sol con una bomba atómica para que la raza humana entera sobreviva (“Sunshine”), o un pordiosero de las calles de Nueva Delhi que se ve metido en un concurso televisivo (“Slumdog Millionaire”), todos ellos luchan por sobrevivir. Y por supuesto, llegamos a su mejor y más claro superviviente, Aron Ralston, un montañero que se quedó atascado en una garganta con su brazo apresado y su irrefrenable deseo de sobrevivir le permitió no solo salir adelante durante 127 casi sin agua ni comida, sino que además tuvo que amputarse parte del brazo derecho para salir de allí. Todas las filigranas visuales de Boyle están al servicio de una ágil narración, quizás demasiado frívola y heredera de la generación MTV para un tema tan brutalmente dramático. Hablando de un film como “Buried” (Enterrado), donde también se juega con la claustrofobia, Rodrigo Cortés tuvo un planteamiento mucho más sobrio, menos videoclipero para mostrar la angustia vital de alguien que se ve atrapado en un espacio físico y tiene que sobrevivir como sea. Pero siendo justos, Boyle hace gala de una capacidad superlativa a la hora de contar una historia en imágenes, convirtiéndose, junto a Winterbottom y Lars Von Trier, en uno de los cineastas más rompedores visualmente, y más originales a la hora de vertebrar una historia sólidamente, con las dosis justas de tensión y con unas poderosísimas imágenes que cautivan ya desde el arranque del film. La piedra angular del film es James Franco, un actor que por fin ha visto el momento de mostrar su enorme capacidad interpretativa en un papel hecho a su medida: un joven aventurero, ávido de nuevas sensaciones y que, literalmente “va por libre” por encima de sus muchas novias, sus padres, sus hermanos…y el planeta entero. (SIGUE EN SPOILER)
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spoiler:
Resulta irónico que sea ese mismo planeta que tanto le gusta explorar el que le gaste una broma de muy mal gusto, dejándolo encallado entre piedras, y lo obligue a replantearse su vida. Basada en un caso real que deslumbró al mundo entero, la historia de este montañero sirve además para que Boyle repase –otra vez- el sentido de la vida en la sociedad anglosajona contemporánea, en la que las libertades individuales están por encima absolutamente de todo, incluso de uno mismo y de sus propios sentimientos. Este planteamiento rayano en el egoísmo más salvaje –es de hecho buena parte de la filosofía vital de occidente en la actualidad, en el que impera el “sálvese quien pueda”, y con la crisis ahora más que nunca…- también se pone en tela de juicio cuando simplificamos todos los factores de la existencia de alguien, y nos quedamos (como diría Maslow) con las necesidades primarias ante la inmensidad de la naturaleza, dándonos cuenta que somos tan insignificantes que toda muestra de vanidad resulta completamente ridícula. El mensaje que el director lanza con gran habilidad y lucidez, por muy envuelto en imágenes virgueras, llega incólume al espectador, que tiene tiempo de saborearlo con toda la untuosidad de una sinfonía visual propia de los videojuegos: todos necesitamos a alguien, por chulos, autosuficientes y duros que seamos; el hombre es un ser social y más allá del riesgo, del vértigo por vivir, del goce de la superación ante la adversidad, está el amor. All you need is love, parafraseando a Lennon. Así plantea Boyle esta nueva antología de la supervivencia, que se merece todos los premios habidos y por haber, tanto por la innovación visual y el montaje (otra vez) como por el calado y profundidad de su mensaje. Y en cuanto a la polémica suscitada por la literalidad de sus imágenes en el momento crítico de la amputación, no estoy de acuerdo en que sea excesivamente cruel. Alejada de lo que podría ser el clásico docudrama de una biografía famosa, “127 horas” es una brillante y refrescante apuesta que deslumbra en todo momento.
12 de octubre de 2010
12 de octubre de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo esta película, me acuerdo de un aforismo lanzado por Heráclito hace muchos, muchos siglos: todo cambia, nada permanece. Es precisamente la reflexión que realiza Oliver Stone en un film que intenta (quizás demasiado) desesperadamente explicar la situación económica mundial en occidente, con la crisis económica lacerando la sociedad, y con la burbuja inmobiliaria a punto de explotar (no en vano la acción se desarrolla en 2008, es decir, justo cuando explotó). Lo que antes fue, ahora ya no es. Es lo que le ha pasado al protagonista de nuestra historia, Gordon Gekko (aunque en la película original no fuera él, sino su pupilo Bud Fox), que sale de la cárcel después de cumplir condena muchos años por manejo de información privilegiada y llega a un mundo que poco tiene que ver con los 80: ahora la forma de enriquecerse ha cambiado tanto, y se ha hecho tan sutil, que las fronteras entre lo legal, lo ilegal, lo moralmente cuestionable y lo moralmente reprobable se han difuminado no solo en el terreno moral, sino también en el oficial. En ese mundo, Gekko intenta sobrevivir escribiendo un libro y dando conferencia por las universidades, mientras que su hija está a punto de casarse con su novio, un convencido activista de las energías alternativas, que además también es un bróker de Wall Street. Este neo tiburón “new age” de la bolsa, se empeña en conocer a su futuro suegro para que le ayude en una vendetta personal contra un malvadísimo multimillonario que ha propiciado que la empresa en que trabajaba se hundiera, así como el dueño de la misma. En esa carrera para implantar justicia, el joven delfín utilizará todas las artimañas más refinadas para conseguir sus planes, con la misma e implacable determinación con que el mismísimo Gekko tenía para ganar dinero… Todo esto suena muy bien, y es realmente interesante cómo el guión retoma con gran habilidad todos los personajes de la primera parte (incluido el mismísimo Bud Fox –es decir, el exitoso Charlie Sheen, que arrasa en la televisión con su serie-) y su reflexión sobre la avaricia, que ahora aparece disfrazada con muchos factores que la hacen más indetectable. Pero el problema no está en la historia, sino en el pulso de la realización, en la dirección: empeñado en apabullar al espectador, Stone utiliza trucos visuales absolutamente pasados de moda, y el ritmo del film es demasiado lento para lo que debiera ser una apasionante historia que nos desentrañe las motivaciones económicas de la nueva era. (SIGUE EN SPOILER)
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Ese punto de condescendencia es también algo irritante que está presente en todo el guión, y que intenta sentar cátedra desde el principio a fin: creo que tampoco hacía falta hacer un tratado pedagógico al estilo de Leopoldo Abadía para que el espectador entendiera lo que ya ha visto hasta la saciedad en la televisión, la prensa, internet y la madre que lo parió. Estamos ya un poquito hasta las narices de que nos hayan explicado que si la crisis, que si Madoff, que si la caída de las inmobiliarias… para que ahora una película siente cátedra de lo mismo. Stone ha perdido el norte, y lo que es peor, se le ha pasado el arroz. Ya no es el joven combativo que examinaba (y diseccionaba) la sociedad norteamericana contemporánea con furia y acierto. Ahora es un hombre de sesenta y cuatro años que mira los toros desde la barrera y en muchos casos, parece hablar de oídas, cuando en su trayectoria como (brillante) cineasta se implicaba mucho más directamente en sus historias (ahí tenemos su trilogía de Vietnam –“Platoon”, “Nacido el cuatro de Julio”, “El cielo y la tierra”-, “Asesinos Natos” –con guión de Quentin Tarantino-, la genial “JFK” e incluso una tardía “Un domingo cualquiera”…). Probablemente, su coqueteo con el documental (con productos cada vez menos interesantes como “Comandante”, “Looking for Fidel” o “Al sur de la Frontera”) le ha restado buena parte de su pulso narrativo, ya que sus últimos films de ficción “W”, sobre la vida de George W. Bush, “World Trade Center” o “Alejandro Magno” dejaban claro que había perdido buena parte de la pasión, de la fuerza de antaño, y se le había pasado el arroz. En esta nueva visión de Wall Street y sus entresijos, se ha quedado demasiado parado. Eso sí, solo por el nivel de la interpretación del film, merece la pena, ya que hacía mucho, muchísimo tiempo que no veíamos una dirección de actores tan impecable: Josh Brolin, Michael Douglas y sobre todo Shia LaBeouf están realmente esplendorosos, impecables.

5,4
39.656
7
20 de agosto de 2010
20 de agosto de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso es precisamente lo que parece que haya gritado Stallone a la hora de dirigir, en vez del clásico “luces, cámara y acción”, porque en este “revival” de viejas glorias de acción de los ochenta, todo rezuma colegueo de machotes, caras deformadas por Botox (Schwarzenegger, Stallone, Rourke, Lundgrend, Jet Li…) y mucha acción. Esa acción es directa heredera de la más salvaje que ya vimos en la reciente “John Rambo”, una inusitadamente lúcida revisión de uno de los dos personajes que hiciera famoso a Stallone. Ahora también hay tiros, pero multiplicados por 100. ¿Que también molan las explosiones? Pues nada, a multiplicarlas también por 100. ¿Y las motos? Pues hale, todo el mundo montado en choppers de exposición. Venga, todo es “cool”, y todos somos más machotes que nadie. En realidad, Stallone es fiel a lo que promete con este canto del cisne del cine de acción, una especie de evocación friki de lo que fuera este tipo de películas en los años ochenta y noventa, y encima reuniendo a casi todos los que fueron ídolos en aquellas fechas. Un guión nada elaborado, pero con la suficiente efectividad como para mostrar las más espectaculares secuencias y una galería de personajes totalmente maniqueos (que parecen más bien sacados de un cuento Disney, con un malo malvadísimo, una chica guapísima y muy valiente, etc.) hacen de este film un producto de entretenimiento predecible y absolutamente tópico… pero para qué nos vamos a engañar, muy disfrutable. (SIGUE EN SPOILER)
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Sobre todo porque uno se encuentra justo lo que espera. Stallone, encima, utiliza la famosa fórmula de “Los Siete Magníficos” (o “Los Siete Samuráis”, como queramos) en la que un grupo de destacados guerreros son contratados para poner justicia en un lugar donde los malosos campan a sus anchas. Y no hay más vuelta de hoja. Es cierto que frente a un “action heroes” actuales como puede ser Jason Statham (que vuelve a demostrar su espectacular forma física, y sus dotes de luchador) o Jet Li (un verdadero atleta y artista marcial capaz de dejar al mismísimo Bruce Lee en pañales) la vieja guardia queda bastante relegada (de hecho, los únicos que tienen secuencias de lucha y acción de verdad son Stallone y Lundgren, ya que el resto hace apariciones poco menos que episódicas y con muy poco movimiento) y algo ridícula a la hora de seguir demostrando que tiene capacidad de pelea. Pero, ante todo, seamos justos: Stallone nos ha dado una ración de la clásica película espectacular de tiros de toda la vida. Una revisión algo apolillada, sí, pero no por ello menos efectiva. De hecho, hay una secuencia que resume visualmente a la perfección lo que puede ser esta película: mientras que hay un ejército de chavales jóvenes armados con el más moderno armamento, ellos son capaces de cargárselos con un viejo hidroavión de grandes hélices, unas cuantas balas, y unos bidones de gasolina. Toma ya, así son los tíos con un par, que se afeitan con su machete y sin espuma de afeitar (por no hablar de los tatuajes…). En fin, un divertimento entretenido, que tendrá en los nostálgicos de los ochenta y noventa su público más objetivo, pero que tiene los ingredientes necesarios para que lo pasemos razonablemente bien con un refresco y un buen paquetón de palomitas. Nada más. Ni tampoco nada menos: Testosterona, Anabolizantes, Botox y acción.
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