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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
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Críticas 1.293
Críticas ordenadas por utilidad
4
27 de abril de 2018
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me he mantenido prudentemente alejado del cine de Emir Kusturica. No sé cómo explicarlo, todo lo que leía sobre él me daba mala espina. La única vez que di el paso fue con El sueño de Arizona, por aquello del lujoso reparto, y salí escaldado. Una película nefasta, ridícula y pretenciosa. Por culpa de Monica Bellucci, me ha vuelto a suceder.
Los primeros diez minutos de En la Vía Láctea son premonitorios de lo que se avecina, una especie de ballet animalesco que te espolea a abandonar la butaca cuanto antes y tomar las de Villadiego. Pero no, yo quería ver a Monica, y perseveré en mi error. Recibí, a cambio de mi morbosa curiosidad, una ración de folclor balcánico, de filosofía balcánica, de chorradas balcánicas, de un humor chapucero que se pretende negro cuando no es más que carente de inspiración, una serie de gansadas monumentales, a los acordes de canciones imposibles, llevadas a cabo por el actor/realizador como a bote pronto, lo primero que se le ocurría en el momento, de una zafia y falsa poesía. La inacabable persecución de los tres soldados pone a prueba los nervios de los espectadores más avezados.
Francamente, creo que Kusturica rodó esta película para poder tocarle las tetas a Monica Bellucci. Un objetivo encomiable, lo confieso con atroz envidia, pero no hacía falta martirizarnos con dos larguísimas horas de mamarrachadas que no llevan a ningún sitio. Monica, estupenda, eso sí. Y el descubrimiento de una hermosa morena que responde al nombre imposible de Sloboda Micalovic. Un cuerpazo (otro).
Eduardo
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4
25 de marzo de 2015
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Landrú es una película irritante, grotesca y definitivamente fallida. Entre el pretencioso guión de la entonces en boga Françoise Sagan, la desaliñada dirección de Chabrol y la estrambótica interpretación de Charles Denner (sin duda a instancias del director), llega un momento en que te dan ganas de tirar el DVD por la ventana y acabar de una vez. Los diálogos son pomposos y anticinematográficos, y ni siquiera las vacas sagradas del cine francés (Darrieux, Morgan, Audran) consiguen levantar la función. No soplaban buenos vientos para Chabrol en aquella época. Por suerte, Audran se lo llevó al huerto al año siguiente y empezó su primer período de grandes obras, Le Boucher, Juste avant la nuit La femme infidèle... Landrú no pertenece a esta categoría, ni muchísimo menos. Fea fotografía de Jean Rabier y espesa banda sonora de Pierre Jansen. Un fiasco, vamos.
Eduardo
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5
13 de julio de 2012
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama es confusa. No siempre sabemos hacia dónde nos quiere conducir el director, que intenta un retrato de Euskadi en los años más duros de ETA, mezclado con una historia de corrupción y mafia, se enmaraña y no acaba de desatar los nudos. Eduard Fernández es un pobre desgraciado, corto de entendederas, que bebe los vientos por su jefe (de Almeida), un tipejo impresentable, al tiempo que es follado por la hija de éste, una Silvia Abascal que está de toma pan y moja, y que no se ha prodigado tanto como uno desearía (dejando aparte el desafortunado ictus). Imanol borda su papel de comisario de policía, pero insisto, el guión no se decide ni por el relato criminal ni por la crónica social, de modo que su interés se va apagando poco a poco. Una pena.
Eduardo
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4
4 de diciembre de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oro es una de esas tonterías de los años 70 que despreciaste en aquel momento, y al cabo de unas décadas la grabas por el reparto. Gira en torno a unos malvadísimos capitalistas que quieren inundar una lucrativa mina de oro sudafricana con el fin de perjudicar la producción de oro, y de esta forma manipular su precio en bolsa. Ni que decir tiene que los héroes de turno les aguarán la fiesta. Dirige sin brillo ni inspiración Peter Hunt, montador de los tres primeros Bond y director del sexto. Obediente funcionario y poco más. La música de Elmer Bernstein no pasará a la historia, debía tener el día espeso, y la trama es predecible. Los malos son sir John Gielgud, recién salido de la sauna, relajadito y tal, Bradford Dillman, uno de mis secundarios favoritos, y Ray Milland y su peluco, entocinado en echar a perder su prestigio (¡qué bueno era de joven el muy tontaina!), y embarcado en un carrerón que le condujo a infamias como Serpiente de mar o Un par de zapatos del 32. Mejor olvidarlo. El héroe es, cómo no, Roger Moore, guapo, alto y simpático (exhibe torso). Mirad, ya sé que no fue nunca un gran actor, sino una presencia eficaz, pero yo me siento muy agradecido con él por alegrar mi adolescencia con la serie El Santo. Que me cae bien, vamos. Dejo para el final a la fascinante Susannah York, cuyos ojos de miel y boca húmeda hechizaban mis fantasías de ayer, de hoy y de siempre. Por supuesto, aquí se limita a pasear modelitos, pero qué señora... No hay más cera que la que arde.
Eduardo
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6
7 de marzo de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algún día... Algún día las Historias del Cine colocarán a Godard en el puesto que merece, desmontarán el mito del cineasta rebelde, y dejarán desnudo al cretino que se oculta tras una cámara (basta ver la escena de Rostros y lugares en que el "genio" deja colgada a su amiga de toda la vida, Agnès Varda). Hace poco revisé Le mépris/El desprecio, y me pareció pretenciosa, grotesca y tronada. Sus únicos valores vigentes son la aparición del gran Fritz Lang, un caballero a la antigua usanza, y el sublime culo de Brigitte Bardot. Antes ya había revisado Alphaville, donde el "genio" pretendía dinamitar el binomio Eddie Constantine/Lemmy Caution, con resultados harto penosos. Se aguantan a día de hoy À bout de souffle y Bande à part, sobre todo gracias a la belleza y carisma de Jean Seberg y Anna Karina, respectivamente. Yo he visto cosas de Godard... que no le perdonaría ni a mi padre. Rey Lear, un despropósito; Weekend, un delirio; Deux ou trois choses que je sais d'elle, un sufrimiento; La chinoise, una tabarra; Tout va bien, una pesadilla. Por no hablar de Vent de l'est o Vladimir et Rosa.
En 1967, Godard dirige La chinoise con una actriz jovencísima, Anne Wiazemsky, nieta de François Mauriac. La muy ingenua comete el tremendo error de enamorarse del esperpéntico burgués que no quería ser burgués, y así le lució el pelo. Aguantó un año, que más tarde describió en su obra Un an après, un año al lado del "genio". Si es cierto que le estaba practicando un cunnilingus, y lo interrumpió para ponerse a perorar sobre el cine y la revolución, ese hombre merecería una castración limpia y definitiva. ¡Cretino! La película de Hazanavicious retoma la obra de Wiazemsky, muy bien interpretada por Stacy Martin, en una película que bascula entre la comedia y el drama sin decidirse por ninguno, aunque nos acerca al personaje en cuestión, un auténtico gilipollas según los autores, capaz de insultar y escarnecer a sus mejores amigos sin ni siquiera inmutarse. El propio Godard ha definido esta película como "muy estúpida", supongo que para curarse en salud. Visto el resultado final, se trata de una cinta irregular, lo cual me lleva a pensar que en The Artist sonó la flauta por casualidad.
Ideal para haters del realizador suizo.
Eduardo
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