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10
2 de mayo de 2015
2 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es preciso destacar que, hace ya 50 años, Stan Lee acuñó la máxima norma por la cual todo Marvel se guía, incluso hasta el día de hoy.
Esto es: superhéroes falibles. Personas que tienen la circunstancia de tener habilidades fuera de la norma, pero que derivado de eso, o incluso por eso, tienen enormes problemas. Monstruos, asesinos torturados por su conciencia, personas que lo han perdido todo. Que pierden y les afecta la derrota. Que nunca están más cerca de conquistar sus demonios, sino que puede que ellos mismos los hayan creado.
Y si hay alguien que ha comprendido todo eso a la perfección, y lo ha trasladado al cine, es Joss Whedon.
'Vengadores: La Era de Ultrón' no es la segunda parte estándar y fácil. Cosa que es muy importante destacar, pues perfectamente podrían haberse tumbado a relajarse en su colchón de millones y dejar que todo se escribiese solo.
Pero no, es una segunda parte dura, áspera, que habla del derrotismo superhéroico como parte intrínseca de estos seres, que se permite ser psicodélica y hablar de los Grandes Temas, sin nunca perder de vista que, antes que superhéroes, estas personas son seres humanos, marginados y hasta atormentados por su condición.
Pero que nadie se preocupe, no es una historia experimental ni pretende serlo, pues Whedon mete una escena clave al principio que en seguida nos deja claro que, sí, están atormentados, pero es porque también disfrutan e ironizan con su situación: la escena de fiesta podría ser la primera vez en la Historia del cine en la que vemos a superhéroes cómodos consigo mismos y, como cualquier hijo de vecino, queriendo pasarlo bien de vez en cuando. Que no es poco.
Para cuando se toma la directa, en forma de inteligencia artificial que empieza a ser más lo primero que lo segundo, hay dispuesto un escenario único por sus posibilidades: Tony Stark abre la caja de Pandora. Los miedos más secretos empiezan a aflorar, y uno comprende la utilidad de esa escena de fiesta, el saber que detrás de la máscara todos quieren ser normales, porque han perdido por no serlo.
Sin querer, se escapan secuencias oníricas, sueños que cada uno de los héroes anhelan en lo más profundo de su corazón y, por ser quienes son, ya no los tienen a su alcance. No es solo la mejor manera de conocerles, sino de expresar lo que les corroe, el por qué pegan puñetazos a amenazas mundiales: porque, inconscientemente, están obligados a ello.
Hay que hacer un inciso para Ojo de Halcón: Jeremy Renner se carga momentos de la historia sobre sus hombros sin ningún tipo de flaqueza y logra expresar, quizás mejor que nadie, lo que es ser un Vengador. Ni sacrificio, ni heroísmo, solo es tu trabajo. De golpe, el humano que acompañaba a los héroes más poderosos de la Tierra logra ser algo más que "el de las flechas", y convierte su condición de humano en virtud.
Ultrón, como fuerza imparable, también logra tener una entidad definitoria como villano. O quizás mejor decir, no tanto como villano, sino como propio líder, con sus propias ideas. Sorprende que en sus parlamentos haya apenas algún rasgo de villanía, sino solo lógica y sentido común. Quizás es aún más terrorífico por eso: porque es aquel que puede hacer lo que no nos atrevemos a hacer. Su creación, como la de un monstruo de Frankenstein moderno y digital, contra la oscuridad del caos mundial, no deja lugar a dudas de que es dolor de lo que somos y de lo que no somos capaces de hacer lo que le da (inquietante) vida.
En el otro extremo está probablemente la Visión, también un humanoide creado del caos, pero consciente de ello, y consciente de que podemos utilizarlo para mejorar. Su actitud no es tanto de rencor por ser creado, sino de comprensión por lo que le ha creado: cuando une a los Vengadores en un discurso elocuente contra la batalla de sus vidas no busca admiración, solo expresa el punto de vista más adecuado. Como un niño carente de matiz de grises, solo un blanco y negro que deben coexistir pese a que nos empeñemos que no.
Entre todo eso, hallazgos de genio Whedon, como dejar claro que civiles inocentes no deben exponerse a la ira de Ultrón, convertir el humor en demostración patente de que no existe la oscuridad completa y, lo más importante de todo, tener el valor de acometer cambios importantes y duraderos. En un universo de cómic, en el que normalmente las decisiones más radicales suelen durar poco tiempo, enfocar esta segunda parte en un "rompe y rasga" continuo es de aplauso.
No sé si a mucha gente le quedará tiempo de echarle de menos, dado que cierto titán psicópata galáctico se acerca a la Tierra, pero no habría que pasar, por alto, nunca, la enorme contribución de Joss Whedon a este universo.
Visto así, 'Vengadores: La Era de Ultrón' es otro paso más a contar la historia de un grupo de personas que, armados con sus propios demonios, decidieron ser Vengadores.
Pero justo por eso, no deja de ser otra exploración fascinante de lo que significa colgarte un término como ese, ser defensor del mundo. Podrían sencillamente haber disfrutado de ese término... y lo hacen, pero no se olvidan de lo que implica.
Esto es: superhéroes falibles. Personas que tienen la circunstancia de tener habilidades fuera de la norma, pero que derivado de eso, o incluso por eso, tienen enormes problemas. Monstruos, asesinos torturados por su conciencia, personas que lo han perdido todo. Que pierden y les afecta la derrota. Que nunca están más cerca de conquistar sus demonios, sino que puede que ellos mismos los hayan creado.
Y si hay alguien que ha comprendido todo eso a la perfección, y lo ha trasladado al cine, es Joss Whedon.
'Vengadores: La Era de Ultrón' no es la segunda parte estándar y fácil. Cosa que es muy importante destacar, pues perfectamente podrían haberse tumbado a relajarse en su colchón de millones y dejar que todo se escribiese solo.
Pero no, es una segunda parte dura, áspera, que habla del derrotismo superhéroico como parte intrínseca de estos seres, que se permite ser psicodélica y hablar de los Grandes Temas, sin nunca perder de vista que, antes que superhéroes, estas personas son seres humanos, marginados y hasta atormentados por su condición.
Pero que nadie se preocupe, no es una historia experimental ni pretende serlo, pues Whedon mete una escena clave al principio que en seguida nos deja claro que, sí, están atormentados, pero es porque también disfrutan e ironizan con su situación: la escena de fiesta podría ser la primera vez en la Historia del cine en la que vemos a superhéroes cómodos consigo mismos y, como cualquier hijo de vecino, queriendo pasarlo bien de vez en cuando. Que no es poco.
Para cuando se toma la directa, en forma de inteligencia artificial que empieza a ser más lo primero que lo segundo, hay dispuesto un escenario único por sus posibilidades: Tony Stark abre la caja de Pandora. Los miedos más secretos empiezan a aflorar, y uno comprende la utilidad de esa escena de fiesta, el saber que detrás de la máscara todos quieren ser normales, porque han perdido por no serlo.
Sin querer, se escapan secuencias oníricas, sueños que cada uno de los héroes anhelan en lo más profundo de su corazón y, por ser quienes son, ya no los tienen a su alcance. No es solo la mejor manera de conocerles, sino de expresar lo que les corroe, el por qué pegan puñetazos a amenazas mundiales: porque, inconscientemente, están obligados a ello.
Hay que hacer un inciso para Ojo de Halcón: Jeremy Renner se carga momentos de la historia sobre sus hombros sin ningún tipo de flaqueza y logra expresar, quizás mejor que nadie, lo que es ser un Vengador. Ni sacrificio, ni heroísmo, solo es tu trabajo. De golpe, el humano que acompañaba a los héroes más poderosos de la Tierra logra ser algo más que "el de las flechas", y convierte su condición de humano en virtud.
Ultrón, como fuerza imparable, también logra tener una entidad definitoria como villano. O quizás mejor decir, no tanto como villano, sino como propio líder, con sus propias ideas. Sorprende que en sus parlamentos haya apenas algún rasgo de villanía, sino solo lógica y sentido común. Quizás es aún más terrorífico por eso: porque es aquel que puede hacer lo que no nos atrevemos a hacer. Su creación, como la de un monstruo de Frankenstein moderno y digital, contra la oscuridad del caos mundial, no deja lugar a dudas de que es dolor de lo que somos y de lo que no somos capaces de hacer lo que le da (inquietante) vida.
En el otro extremo está probablemente la Visión, también un humanoide creado del caos, pero consciente de ello, y consciente de que podemos utilizarlo para mejorar. Su actitud no es tanto de rencor por ser creado, sino de comprensión por lo que le ha creado: cuando une a los Vengadores en un discurso elocuente contra la batalla de sus vidas no busca admiración, solo expresa el punto de vista más adecuado. Como un niño carente de matiz de grises, solo un blanco y negro que deben coexistir pese a que nos empeñemos que no.
Entre todo eso, hallazgos de genio Whedon, como dejar claro que civiles inocentes no deben exponerse a la ira de Ultrón, convertir el humor en demostración patente de que no existe la oscuridad completa y, lo más importante de todo, tener el valor de acometer cambios importantes y duraderos. En un universo de cómic, en el que normalmente las decisiones más radicales suelen durar poco tiempo, enfocar esta segunda parte en un "rompe y rasga" continuo es de aplauso.
No sé si a mucha gente le quedará tiempo de echarle de menos, dado que cierto titán psicópata galáctico se acerca a la Tierra, pero no habría que pasar, por alto, nunca, la enorme contribución de Joss Whedon a este universo.
Visto así, 'Vengadores: La Era de Ultrón' es otro paso más a contar la historia de un grupo de personas que, armados con sus propios demonios, decidieron ser Vengadores.
Pero justo por eso, no deja de ser otra exploración fascinante de lo que significa colgarte un término como ese, ser defensor del mundo. Podrían sencillamente haber disfrutado de ese término... y lo hacen, pero no se olvidan de lo que implica.
23 de abril de 2015
23 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces no importa tanto sufrir dolor, como saber aguantarlo.
En esta vida, imperfecta y tremendamente frágil, nos exponemos a ser vulnerables, y sufrir demasiado, por demasiado tiempo. No es agradable ni que se quiera, pero simplemente pasa, por el simple hecho de vivir.
En la adolescencia es el mejor caldo de cultivo para ese dolor: hecha raíces y se queda a vivir en nuestro interior como inquilino al que le hemos hecho una habitación sin darnos cuenta.
Son todos esos jóvenes que habitan en Short Term 12 los que están en la misma situación, y lamentablemente no son los únicos. ¿Short Term 12? ¿significa que habrá Short Term 8, 9,.... y quizás también Short Term 13, 14? ¿todos esos sitios se conciben como un lugar de paso nada más (la traducción de "short term"?
Pero existen superheroínas como Grace.
Gente que solo desea el bien de los demás, gente abierta y comunicativa, hasta puede que con un puntito de indolencia. Tiene que no dolerte para poder aguantarlo todo, pero aparte mantener siempre la sonrisa ante según qué situaciones está más en la línea de un superpoder que de una persona extraordinaria.
Como bien dice ella, esos chicos sufren, y no eres ni su padre ni su mejor amigo, pero siempre puedes hacerles la vida más fácil.
Quizá lo que más diferencia a 'Short Term 12' de cualquier propuesta similar es que concibe la vida como algo cruel. Algo complicado y casi penoso, que muchas veces es más complicada de vivir, y no tanto de soportar.
Pero, a la vez, también se permite recrearse en los pequeños detalles: un beso, una conversación, una fiesta de cumpleaños improvisada... es una vida dura, si no fuera por esas pequeñas victorias. Promesas de que el mañana podría ser mejor.
Ni siquiera los que deberían cuidar de los que están "mal" están "bien". No hay nadie que tenga la fórmula mágica de cómo arreglar las cosas, de eso uno se acaba dando cuenta.
Pero, paso a paso, entre todos, siempre podemos sostenernos unos a otros. Y es una solución maravillosa contra el dolor.
En esta vida, imperfecta y tremendamente frágil, nos exponemos a ser vulnerables, y sufrir demasiado, por demasiado tiempo. No es agradable ni que se quiera, pero simplemente pasa, por el simple hecho de vivir.
En la adolescencia es el mejor caldo de cultivo para ese dolor: hecha raíces y se queda a vivir en nuestro interior como inquilino al que le hemos hecho una habitación sin darnos cuenta.
Son todos esos jóvenes que habitan en Short Term 12 los que están en la misma situación, y lamentablemente no son los únicos. ¿Short Term 12? ¿significa que habrá Short Term 8, 9,.... y quizás también Short Term 13, 14? ¿todos esos sitios se conciben como un lugar de paso nada más (la traducción de "short term"?
Pero existen superheroínas como Grace.
Gente que solo desea el bien de los demás, gente abierta y comunicativa, hasta puede que con un puntito de indolencia. Tiene que no dolerte para poder aguantarlo todo, pero aparte mantener siempre la sonrisa ante según qué situaciones está más en la línea de un superpoder que de una persona extraordinaria.
Como bien dice ella, esos chicos sufren, y no eres ni su padre ni su mejor amigo, pero siempre puedes hacerles la vida más fácil.
Quizá lo que más diferencia a 'Short Term 12' de cualquier propuesta similar es que concibe la vida como algo cruel. Algo complicado y casi penoso, que muchas veces es más complicada de vivir, y no tanto de soportar.
Pero, a la vez, también se permite recrearse en los pequeños detalles: un beso, una conversación, una fiesta de cumpleaños improvisada... es una vida dura, si no fuera por esas pequeñas victorias. Promesas de que el mañana podría ser mejor.
Ni siquiera los que deberían cuidar de los que están "mal" están "bien". No hay nadie que tenga la fórmula mágica de cómo arreglar las cosas, de eso uno se acaba dando cuenta.
Pero, paso a paso, entre todos, siempre podemos sostenernos unos a otros. Y es una solución maravillosa contra el dolor.

7,4
60.299
7
15 de marzo de 2015
15 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cronenberg es especialista en sacar la anormalidad a lo normal. Sus historias de terrores corporales que salen a la luz en lo que hasta entonces era una pacífica existencia ya son historia.
Y sin embargo, muchos insisten en que pasado el tiempo se ha domesticado, "academizado", dicen, en tono despectivo.
'Promesas del Este' no es una historia de terrores corporales, pero sí es una historia de terror, y de cuerpos, sin duda. Una historia de gente machacada, que no tienen salida, pero aguantan estoicamente todas y cada una de las situaciones que el hoy les trae, soñando por un mañana mejor.
No hay diferencia entre dos Cronenbergs.
De igual manera, en esta historia de repente, bajo la normalidad, surge una anomalía, un submundo de perdición, de almas descarriadas que no encuentran su sitio y pagan su lugar en otro con sangre.
Anna vive una existencia pacífica trayendo nueva vida al mundo en un hospital, y es en uno de esos raros casos de madrugada, una madre joven y sin referencias, dónde podrá atisbar, por primera vez, una sociedad que ella no había imaginado que existía hasta ahora.
Va a parar a un restaurante descrito en el diario de la madre, donde se encuentra al patrón, el tranquilo Seymon, en un ambiente familiar y cálido, tranquilamente cotidiano, agradablemente tranquilo.
Los verdaderos monstruos, los más terroríficos, casi nunca tienen un aspecto feroz, y así es como Seymon rápidamente establece un lazo de confianza con Anna. Uno suave y generoso, que sin embargo oculta una leve punzada envenenada, muy sutil para realmente preocuparse por ella.
También conoce al hijo de Seymon, Kirill, y Nikolai, el conductor y hombre de confianza de la familia, que esconde su gesto tranquilo más resignación de la que parece.
Son las formas clásicas las que envuelven 'Promesas del Este' y la transforman en un relato sobre la inevitabilidad lo que la hace aún más valiosa.
La sensación de 'crescendo' se va haciendo cada vez más patente a medida que Anna va enturbiando cada vez más su entorno y su familia con la sociedad rusa de Seymon, que tras una cara de respetabilidad esconde toda una saga familiar dedicada al negocio de las exportaciones ilegales, y personales.
Cuando Nikolai se ve forzado a tener sexo con una joven prostituta, y en sus ojos solo ve una niña tratando de sobrevivir, se ve cual es la verdadera cara del horror. No la de un anciano adinerado y con influencias, sino un rostro inocente que solo buscaba una vida mejor en las promesas que le concedían.
Como en las mejores historias sobre la inevitabilidad, todo el mundo acaba anhelando aquello que no puede tener.
Quizá sea el precio a pagar por las promesas. Las que se hacen, a otros y a uno mismo, pero sobre todo las que nos vemos forzados a aceptar.
Y sin embargo, muchos insisten en que pasado el tiempo se ha domesticado, "academizado", dicen, en tono despectivo.
'Promesas del Este' no es una historia de terrores corporales, pero sí es una historia de terror, y de cuerpos, sin duda. Una historia de gente machacada, que no tienen salida, pero aguantan estoicamente todas y cada una de las situaciones que el hoy les trae, soñando por un mañana mejor.
No hay diferencia entre dos Cronenbergs.
De igual manera, en esta historia de repente, bajo la normalidad, surge una anomalía, un submundo de perdición, de almas descarriadas que no encuentran su sitio y pagan su lugar en otro con sangre.
Anna vive una existencia pacífica trayendo nueva vida al mundo en un hospital, y es en uno de esos raros casos de madrugada, una madre joven y sin referencias, dónde podrá atisbar, por primera vez, una sociedad que ella no había imaginado que existía hasta ahora.
Va a parar a un restaurante descrito en el diario de la madre, donde se encuentra al patrón, el tranquilo Seymon, en un ambiente familiar y cálido, tranquilamente cotidiano, agradablemente tranquilo.
Los verdaderos monstruos, los más terroríficos, casi nunca tienen un aspecto feroz, y así es como Seymon rápidamente establece un lazo de confianza con Anna. Uno suave y generoso, que sin embargo oculta una leve punzada envenenada, muy sutil para realmente preocuparse por ella.
También conoce al hijo de Seymon, Kirill, y Nikolai, el conductor y hombre de confianza de la familia, que esconde su gesto tranquilo más resignación de la que parece.
Son las formas clásicas las que envuelven 'Promesas del Este' y la transforman en un relato sobre la inevitabilidad lo que la hace aún más valiosa.
La sensación de 'crescendo' se va haciendo cada vez más patente a medida que Anna va enturbiando cada vez más su entorno y su familia con la sociedad rusa de Seymon, que tras una cara de respetabilidad esconde toda una saga familiar dedicada al negocio de las exportaciones ilegales, y personales.
Cuando Nikolai se ve forzado a tener sexo con una joven prostituta, y en sus ojos solo ve una niña tratando de sobrevivir, se ve cual es la verdadera cara del horror. No la de un anciano adinerado y con influencias, sino un rostro inocente que solo buscaba una vida mejor en las promesas que le concedían.
Como en las mejores historias sobre la inevitabilidad, todo el mundo acaba anhelando aquello que no puede tener.
Quizá sea el precio a pagar por las promesas. Las que se hacen, a otros y a uno mismo, pero sobre todo las que nos vemos forzados a aceptar.

6,5
11.849
7
23 de febrero de 2015
23 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El feroz desencanto. Motivado por la no menos amarga espera, espera a que lo que queda se desmorone.
Si se ve 'Solo los Amantes Sobreviven' como solo un relato entre dos seres sobrenaturales se pierde la melancolía que impregna cada uno de sus fotogramas.
Estamos viviendo en las ruinas de un mundo que fue maravilloso, y solo con el paso del tiempo podemos darnos cuenta, un tiempo fugaz para la mente humana, apenas unas cuántas centurias para los ojos del vampiro.
Adán y Eva son los dos amantes del título, separados muy probablemente por su propia inmortalidad (cuando has visto caer reinos e imperios pasar años lejos de tu pareja debe ser como irse de fin de semana), ambos viviendo en dos ciudades tan bellas en sus detalles como ocultas a plena vista: Detroit y Tánger.
Si tienen en común algo, es su mutuo amor por los clásicos, y la frágil supervivencia de una especie como la suya: matar a alguien en plena era moderna puede meterte en muchos problemas.
La idea de la muerte sobrevuela los pensamientos de estas criaturas de la noche, como inevitable destino, pero también como estado de ánimo. Llaman a los humanos "zombies", incapaces de pensar, incapaces de ver, incapacitados para todo.
Son náufragos en una sociedad que les repugna, y como tales viven en los márgenes donde hay menos suciedad (figurativa): las interminables carreteras nocturnas del Detroit industrial, y los palacios que olvidaron su función conformándose con ser aparcamientos.
Probablemente sienten simpatía: son reliquias, viviendo en reliquias. La inmortalidad nunca acaba, pero si acaba su propósito.
¿Para qué (sobre)vivir cuando los motivos se agotan? ¿Para qué mancharse las manos si la recompensa se diluye entre las mareas del tiempo, y solo acaba siendo otro olvido en el rincón?
Hay, sin duda, una mirada cruel a la vida y su propósito, a ratos solo mitigada por las palabras, canciones o películas que otros han dedicado a desentrañar sus misterios. Probablemente se llegue a la conclusión de que necesitamos un fin, todo debe acabar, pero hasta para eso somos demasiado orgullosos, queremos ver como acaba.
Adán y Eva, despojados de sus ataduras, al borde de un mundo que se desmorona, pero todavía no desolado de maravillas, casi esperan el amanecer que les traerá paz, al eterno nihilista y a la imperturbable cariñosa.
Casi.
Porque si existe un motivo para la vida, eterna o no, puede ser compartirla con alguien que sepa que antes todo era diferente. Y a lo mejor el día de mañana puede ser igual.
Esa supervivencia a la que nos aferramos, pese a todo y a todos, y sin embargo a causa de ese alguien.
Si se ve 'Solo los Amantes Sobreviven' como solo un relato entre dos seres sobrenaturales se pierde la melancolía que impregna cada uno de sus fotogramas.
Estamos viviendo en las ruinas de un mundo que fue maravilloso, y solo con el paso del tiempo podemos darnos cuenta, un tiempo fugaz para la mente humana, apenas unas cuántas centurias para los ojos del vampiro.
Adán y Eva son los dos amantes del título, separados muy probablemente por su propia inmortalidad (cuando has visto caer reinos e imperios pasar años lejos de tu pareja debe ser como irse de fin de semana), ambos viviendo en dos ciudades tan bellas en sus detalles como ocultas a plena vista: Detroit y Tánger.
Si tienen en común algo, es su mutuo amor por los clásicos, y la frágil supervivencia de una especie como la suya: matar a alguien en plena era moderna puede meterte en muchos problemas.
La idea de la muerte sobrevuela los pensamientos de estas criaturas de la noche, como inevitable destino, pero también como estado de ánimo. Llaman a los humanos "zombies", incapaces de pensar, incapaces de ver, incapacitados para todo.
Son náufragos en una sociedad que les repugna, y como tales viven en los márgenes donde hay menos suciedad (figurativa): las interminables carreteras nocturnas del Detroit industrial, y los palacios que olvidaron su función conformándose con ser aparcamientos.
Probablemente sienten simpatía: son reliquias, viviendo en reliquias. La inmortalidad nunca acaba, pero si acaba su propósito.
¿Para qué (sobre)vivir cuando los motivos se agotan? ¿Para qué mancharse las manos si la recompensa se diluye entre las mareas del tiempo, y solo acaba siendo otro olvido en el rincón?
Hay, sin duda, una mirada cruel a la vida y su propósito, a ratos solo mitigada por las palabras, canciones o películas que otros han dedicado a desentrañar sus misterios. Probablemente se llegue a la conclusión de que necesitamos un fin, todo debe acabar, pero hasta para eso somos demasiado orgullosos, queremos ver como acaba.
Adán y Eva, despojados de sus ataduras, al borde de un mundo que se desmorona, pero todavía no desolado de maravillas, casi esperan el amanecer que les traerá paz, al eterno nihilista y a la imperturbable cariñosa.
Casi.
Porque si existe un motivo para la vida, eterna o no, puede ser compartirla con alguien que sepa que antes todo era diferente. Y a lo mejor el día de mañana puede ser igual.
Esa supervivencia a la que nos aferramos, pese a todo y a todos, y sin embargo a causa de ese alguien.

6,0
3.414
6
22 de febrero de 2015
22 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Borgman' puede ser el perfecto equivalente cinematográfico a adentrarse en un bosque desconocido de noche.
A ciegas, y sin saber a dónde te va a llevar, pero consciente de que ahí... ahí hay algo.
En un agujero en el suelo vivía un hombre. Cuando fueron a cazarle, fue a avisar a dos hombres más. Y juntos, se dirigieron a la civilización occidental.
La caída de la civilización occidental, esa perfectamente aseada, cuidada y a salvo en sus magníficas casas de hormigón y hierro, es el tema central de la historia. Borgman y sus compañeros son unos desarrapados, olvidados y perseguidos, pero no pierden oportunidad de demostrar, de manera muy simple, que pueden llevar la sartén por el mango.
Poco a poco, y con la principal ayuda de la esposa de su víctima, van hundiendo todos y cada uno de los puntos de seguridad de la familia elegida, con el matrimonio como gran pilar a batir.
Primero la ocupación indebida, después el trato con los menores, y más tarde la cordialidad y amabilidad que lo convierten todo en una "invasión educada"... nadie sabe cómo lo hacen, y probablemente sea mejor así (una de las niñas cree ver "un mago" asomándose por la puerta... detalle maestro).
Y aunque hay cosas que no acaben de encajar, el espectador entra en el juego: leves detalles, momentos que se desgajan de una realidad y parecen formar parte de cierta materia mitológica.
No sabemos si Camiel Borgman y los suyos son dioses o demonios.
Solo sabemos que prueban, en apenas unos cuántos días, cuán frágiles son los nexos de nuestros pequeños, ricos mundos y la fascinación por el riesgo y lo prohibido que arrastramos.
Es esa fascinación, la inesperada picadura que se sale de la rutina, la puerta de entrada de Borgman.
Al final, solo puede quedar el silencio.
Borgman y los suyos duermen bajo el suelo.
A la espera de volver a despertar e invadir nuestros pequeños santuarios.
A ciegas, y sin saber a dónde te va a llevar, pero consciente de que ahí... ahí hay algo.
En un agujero en el suelo vivía un hombre. Cuando fueron a cazarle, fue a avisar a dos hombres más. Y juntos, se dirigieron a la civilización occidental.
La caída de la civilización occidental, esa perfectamente aseada, cuidada y a salvo en sus magníficas casas de hormigón y hierro, es el tema central de la historia. Borgman y sus compañeros son unos desarrapados, olvidados y perseguidos, pero no pierden oportunidad de demostrar, de manera muy simple, que pueden llevar la sartén por el mango.
Poco a poco, y con la principal ayuda de la esposa de su víctima, van hundiendo todos y cada uno de los puntos de seguridad de la familia elegida, con el matrimonio como gran pilar a batir.
Primero la ocupación indebida, después el trato con los menores, y más tarde la cordialidad y amabilidad que lo convierten todo en una "invasión educada"... nadie sabe cómo lo hacen, y probablemente sea mejor así (una de las niñas cree ver "un mago" asomándose por la puerta... detalle maestro).
Y aunque hay cosas que no acaben de encajar, el espectador entra en el juego: leves detalles, momentos que se desgajan de una realidad y parecen formar parte de cierta materia mitológica.
No sabemos si Camiel Borgman y los suyos son dioses o demonios.
Solo sabemos que prueban, en apenas unos cuántos días, cuán frágiles son los nexos de nuestros pequeños, ricos mundos y la fascinación por el riesgo y lo prohibido que arrastramos.
Es esa fascinación, la inesperada picadura que se sale de la rutina, la puerta de entrada de Borgman.
Al final, solo puede quedar el silencio.
Borgman y los suyos duermen bajo el suelo.
A la espera de volver a despertar e invadir nuestros pequeños santuarios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La manera en la que el jardín es destrozado, socavado y cambiado en su geografía, todo bajo el consentimiento de la familia... representa un hecho muy claro lo sencillo que es cambiar cosas hasta dejarlas irreconocibles.
Por otro lado, es un gran detalle que Camiel Borgman no sienta fascinación sexual ninguna por la madre de la familia... solo es otro obstáculo más, para el asexual y místico invasor.
Por otro lado, es un gran detalle que Camiel Borgman no sienta fascinación sexual ninguna por la madre de la familia... solo es otro obstáculo más, para el asexual y místico invasor.
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