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Críticas 1.746
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
23 de noviembre de 2008
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no se hacen series de dibujos animados así. Tiendo a mirar atrás con esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor, al menos en cuanto a la calidad de la programación infantil de la televisión.
O tal vez será que ya he perdido aquel velo de divina inocencia, aunque aún trato de conservar algún rescoldo.
Ahora, cuando me da por mirar algo en la tele, sólo encuentro Shin Chans, dibujos manga violentos, y pocas cosas verdaderamente imaginativas y transmisoras de verdaderos valores.
Será que la época culminante de la televisión infantil hace mucho que cedió el paso y fue anulada por los programas basura, el sensacionalismo, los realities, el corazoneo y todo lo que aumenta las audiencias a cualquier precio, sin parar mientes en la calidad.
¿Dónde quedaron todas aquellas tardes en las que los niños éramos los líderes de la tele?
Aquellos dibujos de entonces yo los absorbí como una esponja absorbe el agua.
D'artacán y sus amigos, además de hacerme conocer el famoso libro de Alejandro Dumas padre, me ayudaron a crecer más feliz.
Yo era aquel perro-hombrecito valiente y honrado que soñaba con labrarse su futuro en la corte francesa como mosqueperro o integrante de la guardia del rey, y que tras muchos descalabros terminaba ganándose la firme amistad de tres de los mejores mosqueperros, así como el amor de Juliette, una de las damas de la reina. Y también la enemistad del intrigante y ambicioso cardenal Richelieu y sus sicarios.
Siguiendo capítulo a capítulo esta adaptación de la novela, aprendí un poco sobre unos tiempos concretos en Francia, entramados políticos y luchas de poder y de intereses que incumbían a reinos enteros.
Y también aprendí que la amistad y el trabajo en grupo hacen fuerte a la gente, y que el honor es una virtud rara y escasamente respetada... Excepto por quienes lo han interiorizado como un código de vida.
7 de julio de 2009
32 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Requisitos para rodar una película que más bien da dentera, basada en una novela que se me han quitado las ganas de leer:

-El papel principal es el de una chica que está como una cabra en un garaje, porque arrastra traumas infantiles, pobrecita. ¿Debería darme pena?

-La chica no da ni golpe y saca pasta permitiendo que tíos ricachones o que fingen serlo la inviten a cenar, le den un dineral para el tocador (¿es que en los restaurantes caros de Nueva York había que pagar para ir al tocador? Como yo no soy muy pija y no frecuento los restaurantes de postín, pues no conozco las normas de etiqueta en esos sitios). Ah, por supuesto, también les saca a los tíos lo que éstos le dan para el taxi. Total, que los tíos esperan mojar, le dan dinero, la invitan y después ella los deja plantados. Qué estilo de vida tan interesante (menudos pardillos estúpidos y menuda pájara).

-Estábamos en que los ingresos de la muchacha consisten en lo que les saca a los pardillos de turno. Pues bien, como ella tiene esos traumas y no sabe lo que quiere, se refugia bajo vestidos de Givenchy, kilos de maquillaje, cigarrillos con boquilla de un metro, y se va todos los días a desayunar delante de la joyería Tiffany's. Jo, qué súper interesante de la muerte la vida de esta chica, oye.

-Añadamos que se busca un montón de amiguetes panolis borrachines y pijos entre los que siempre espera encontrar un filón al que echar la zarpa (ella se conoce de memoria la lista de los 100 tíos más ricos de América, menuda lumbrera).

-Por supuesto, como es más bien ligerita de cascos, bastante inaguantable y tiene más pájaros en la cabeza que pelos, todo acaba por salirle de culo.

-Ah, pero le sale un amigo de verdad, su vecino de arriba, que está como un queso pero tiene un gran defectillo: que no está en la lista de los ricos de América. Pobre infeliz. El único que adecenta un poco la película, a mi juicio.

-Para completar el cuadro, coloquemos a otro vecino, pero que es más feo que una multa, tonto del bote y, por supuesto, oriental y con voz de pito (un oriental no puede ser un galán en una peli hollywoodiense, claro, por eso vamos a poner a este menda como un adefesio). Ah, y también meteremos al reputadísimo ¿actor? José Luis de Vilallonga, seductor de momias, para hacer de galán latino. Qué nivelazo.

-Como clave para el éxito total, pongamos a Audrey con su elegancia (porque no muchas ostentaban tanto glamour natural) luciendo modelitos y peinados y representando el típico y tópico papel de lo que se supone que es el gran sueño femenino: vestidos de diseño, joyas y soñar con casarse con un millonario.
Precisamente en la película que la encumbró como la reina de la elegancia, es donde ella me provoca más bien ganas de rechinar los dientes. Pero la culpa la tiene sobre todo Edwards, y la novela de Capote.
3 de agosto de 2007
26 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película de todas en las que intervino la pareja protagonista formada por Katharine Hepburn y Spencer Tracy. Ambos poseían en la pantalla una química inigualable, bastante realista y conseguida debido probablemente a la relación sentimental que mantenían en su vida privada.
Una de las más brillantes películas jamás rodadas sobre la guerra de sexos. Toda la aparente armonía y felicidad de un matrimonio moderno en el que ambos son abogados de éxito se altera en cuanto se enfrentan al mismo caso, basado en la acusación y la defensa de una mujer que ha cometido un intento de crimen pasional.
Toda la supuesta igualdad de géneros se pone en entredicho y se demuestra que la "tolerancia" masculina encubre un machismo solapado que en el fondo no admite que las mujeres tengan los mismos derechos, igualdad de oportunidades y éxito laboral que los hombres, pues ello se considera como un ataque a la hombría y un desmoronamiento de la sociedad patriarcal que con tanto celo se defiende todavía en muchas culturas.
Un Spencer Tracy magnífico, irónico, tremendamente divertido; una Katherine Hepburn llena de vitalidad y seguridad en sí misma, que destapa el machismo dentro de su propio hogar; las secuencias de los juicios, hilarantes; el vecino libre de complejos que hace la corte descaradamente a Amanda, causando los celos disimulados del marido, quien se creía tan ecuánime; la presión a la que la prensa somete a la pareja, poniendo en evidencia sus enfrentamientos... Por supuesto, la vida conyugal del matrimonio se resiente y da lugar a uno de los duelos interpretativos más sagaces y sensacionales que se puedan observar en una película.
Realmente merece la pena verla alguna vez en la vida.
29 de agosto de 2008
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha investigado y especulado acerca del reinado de una de las más poderosas soberanas de la historia de las islas británicas. Desde las polémicas circunstancias de su llegada al mundo, hasta su muerte a la longeva edad de casi setenta años (lo cual era bastante excepcional en una familia real marcada por los fallecimientos prematuros), Elizabeth I Tudor se ganó su puesto en la historia de los poderosos de todos los tiempos.
Hija del turbulento, enamoradizo, despiadado, batallador y sanguinario Henry VIII, quien por asuntos de faldas y por soberbia personal fundó la Iglesia Anglicana Protestante, escindida de la Iglesia Católica de Roma; e hija de Anne Boleyn, antigua dama de Catalina de Aragón y segunda esposa del rey... Elizabeth parecía predestinada al rechazo y al olvido. Segundona hija de un rey obsesionado con descendencia masculina, fue relegada en la indiferencia e incluso declarada ilegítima cuando ejecutaron a su madre.
Criada en un lugar apartado, y posteriormente tutelada por la última esposa de Henry VIII, la compasiva Catherine Parr, Elizabeth recibió una esmerada educación y muy pronto su inteligencia se hizo manifiesta.
Tras el fallecimiento de su padre, continuó a la sombra durante los reinados de sus medio hermanos Edward VI y Mary I, y su vida peligró por su manifiesto protestantismo frente al catolicismo de su hermana.
Pero el destino pareció confabularse para mantenerla con vida en unos tiempos en los que los baños de sangre convertían Inglaterra en un río rojo. El trono que Elizabeth ocupó en 1558, a los veinticinco años, estaba manchado por las estelas sanguinarias de sus predecesores.
Shekhar Kapur se centra en el advenimiento al poder de la joven Elizabeth y los primeros y difíciles años de su reinado. Las fuertes convulsiones de diferencias religiosas que sacudían el país, la enemistad con el Papa, las tensiones europeas, las presiones para establecer alianzas políticas mediante el matrimonio (que ella siempre rechazó) y los complots para asesinarla transformaron sus primeros pasos en un zarzal de espinos. Pero ella demostró con creces que poseía la inteligencia, el temple y la energía necesarias para gobernar entre las fieras, y supo rodearse de fieles que la ayudaron a consolidar y elevar su maltrecha posición.
También es mucho lo que se ha rumoreado acerca de sus múltiples romances con sus favoritos de la corte y de su agitada vida sentimental. Lo que está claro es que, para la época en la que empezó a ser llamada "La reina virgen" (debido a su posición como cabeza de la Iglesia Anglicana, lo que tal vez le confería cierta vinculación "mística" con la figura de la Virgen María) se había asegurado de no llegar virgen a la tumba.
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Shekhar Kapur conduce este drama histórico que sigue la línea de las superproducciones del género, con una espectacular puesta en escena, una ambientación cuidada y un desarrollo narrativo ágil que combina lo grandilocuente y lo intimista, las retorcidas intrigas del poder y la personalidad de Elizabeth, quien se enfrenta a graves dilemas y que al mismo tiempo goza de sus privilegios y de las distracciones que éstos le proporcionan. La figura pública y la figura privada de una reina que endureció su corazón y aclaró su mente durante el cruel recorrido hacia un reinado cuya influencia se dejó sentir en gran parte del planeta.
Destaco en especial las actuaciones de Cate Blanchett (aunque su papel resulta un poco plano y no obtiene de esta veterana actriz sus muchos registros), la de un comedido, taimado y atrayente Geoffrey Rush, y la del venerable Richard Attenborough. El resto del ilustre reparto cumple con la corrección exigida, exceptuando quizás a un sobreactuado Joseph Fiennes, que no sé por qué me causa un poco de dentera en esta película. Creo que se debe a que parece un calco de su interpretación en "Shakespeare in love", que si bien en esa película tuvo su mérito, sin embargo la fórmula en ésta se repite como el ajo.
Y contando, por supuesto, con una banda sonora digna y propia de estas superproducciones.
Un buen trabajo de Kapur para reflejar una época revuelta que afianzó el poder de Inglaterra en el mundo.
7 de junio de 2008
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy muy ducha en esto del western, ni se trata de mi género favorito. No sé gran cosa acerca de los considerados grandes (ni pequeños) directores de cine sobre esa legendaria parte de la Historia referida al salvaje Oeste o Far West americano.
Por ello vosotros, los que llevéis este género en la sangre, los que vibréis mientras montáis en un caballo avezado, los que lleváis agarrado a los pulmones el polvo de los desiertos, los que vestís ropas ajadas de correrías, los que camináis con el chasquido de las espuelas embarradas, los que fumáis un cigarro tras otro entre las barbas sucias, los que lleváis en el rostro las marcas de la intemperie, los que habéis aprendido a agudizar los sentidos para sobrevivir, los que no conocéis más ley que la de vuestro revólver, los que habéis aprendido que para vivir hay que ser más rápido que los demás... Pues bien, a todos vosotros os pido disculpas por mi ignorancia.
Desde los tiempos en que yo jugaba a indios y vaqueros, mi interés por el western no ha mejorado gran cosa, aunque sí es cierto que he comprendido que quizás el western no es sólo una parcela de la ficción cinematográfica. Quizás en la vida hay distintos tipos de westerns, que no implican solamente ir vestido a lo cowboy montando un caballo y llevando un revólver al cinto.
Quizás, cuando se vive al borde, en la frontera entre tu pellejo y la tumba, donde la vida humana vale mucho menos que un buen caballo o un puñado de oro, quizás entonces comienza el auténtico western.
El italiano Sergio Leone entiende bastante de esa filosofía de la supervivencia en condiciones extremas. Cuando no hay leyes que te protejan ni justicia institucionalizada, cuando habitas en un terreno de serpientes venenosas que atacan al olor de la sangre y cuya forma de vida consiste en ir eliminando al resto para evitar ser eliminadas, y cuya máxima aspiración consiste en atesorar la víctima más sabrosa y saborear los placeres más primarios de la naturaleza, entonces no existen lujos como la conciencia, la moral, los remordimientos, ni la compasión.
Cuando empezó la conquista del extenso oeste de los Estados Unidos, masacrando a los indios nativos e instalándose en sus territorios, imponiendo cada cual su ley y malviviendo en unas rudas condiciones en las que sólo tenían alguna posibilidad los más fuertes, los más listos, los más rápidos y los que tuviesen menos escrúpulos, dio a su vez comienzo una era que daría para kilómetros y kilómetros de celuloide apenas unas décadas más tarde.
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Entre aquellos territorios rudos y lejanos surgían pistoleros que se movían siguiendo el rastro de los dólares. Joe es uno de ellos. Antiguo soldado de la Unión, se ha echado a la vida mercenaria para cumplir su único objetivo: hacerse rico.
Listo como un lobo, sabe que una frontera es una ocasión única para enriquecerse. De modo que se dirige hacia la frontera entre Estados Unidos y México, llegando a un pueblecito cuyos amos y señores son dos familias enfrentadas: los Rojo y los Baxter. Unos, controlan el tráfico de alcohol. Los otros, el tráfico de armas. Es decir, los dos grandes pilares del hampa que existían antes de que las drogas se sumaran al tráfico ilegal.
Joe, con su ojo experimentado, detecta rápidamente la manera de sacar tajada de la situación y aprovecharse de los dos bandos. Situarse en medio, haciendo creer a cada rival que él está de su parte y en contra de los otros. Se infiltra, observa sus fechorías e idea un plan para hacerse con el botín.
Pero si hay algo que pueda interponerse en su camino, no se trata de una falta de inteligencia, de habilidad o de seguridad en sí mismo (en el oeste los tipos duros y chulos tienen más papeletas para durar un poco más). Se trata de que, cuando uno menos se los espera, salta algo que duele. Algo que se ha aprendido a acallar desde que se tenía fuerza suficiente para sostener un revólver. Y ese algo se llama corazón, o algo que se le parece un poco.
Y Joe, a su pesar, lo tiene.
Buen guión, un Eastwood como siempre a la altura y un Morricone de mandolinas que plantean que, pese a todo, los seres humanos, por duros que sean, también tienen sus flaquezas.
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