Inicialmente, pensé que se trataba de una obra de campus, es decir una narración en la que la universidad y las intrigas habituales entre sus miembros era el común denominador. La protagonista, la investigadora Ivonne Carmichael (Emily Watson) es la que lleva la pasión en múltiples dimensiones y quien nos predispone acerca de lo que será el desarrollo de la serie (adaptación de la novela del mismo nombre). Nos adentramos en el amor y la seducción pero sabiendo, desde el comienzo mismo, que el desenlace no será tan agradable para ninguno. Bueno, ya sabemos que hay mucho en juego cuando los narradores nos advierten con flashforwards lo que ocurrirá y que mucho puede pasar entre un punto y otro de la historia.
Lo que siempre resulta muy digno de ver es a una actriz como Emily Watson en tan increíble nivel actoral. Puede que la historia deje cierto sinsabor, pero Emily no, jamás desentona.

Hay que advertir que esta película, siendo altamente manipuladora, es un ejercicio narrativo interesante en el que vemos cómo se despliega en distintos grados un drama familiar ligado al autismo y a la genialidad. La interpretación de Angela Schijf hace que rápidamente nos sintamos empujados a seguirla en toda su investigación y, con ella, asistimos al revelamiento de un oscuro secreto familiar del que nadie quería volver a saber mucho.
Lo mejor de este filme es que logra integrar los elementos del misterio y del suspenso en muy buenos personajes, muy novelescos, por supuesto. En esa integración el espectador no querrá perder de vista lo que pueda ir revelándose minuto a minuto en este muy buen trabajo holandés.

Como en la obra de Gabriel García Márquez, el retrato de este pueblo, el camboyano, a través de figuras de barro y de madera es una muestra de la eminente soledad en la que los pobres del mundo viven su miseria. De cuenta de la misma pobreza, los camboyanos cayeron hipnotizados en el discurso de Pol Pot, como animales de granja ante un cerdo liberador; y de cuenta de esa hipnosis colectiva, gradualmente se fueron matando unos a otros.
Este es un gran documental, bello en su esencia artesanal, vivo en el registro de las víctimas y de los oprobios, noble por la virtud de conmovernos sin mancillar nuestra indiferencia, la misma que ha hecho que los dolores de los demás estén atados a sus soledades.

Lo mejor de esta película es que uno no espera que sea tan fluida y que sus personajes logren despertar tanta admiración y ternura. Las tres mujeres relatadas enfrentan una época en la que las discriminaciones llegaban a tal punto que hasta el uso de una cafetera podía generar distorsiones en el ambiente. La película, de todas maneras, no exagera, sino que se sostiene en el relato de la carrera espacial y los egos desatados que aquella inspiraba.
Tres momentos destacan para cada una de las mujeres. Taraji P. Henson vive el suyo cuando en su interpretación hace frente a una vida cotidiana llena de fastidiosos detalles. Completamente empapada por la lluvia enfrenta a su equipo de trabajo para reivindicar su legitimidad. Buen momento.
Octavia Spencer también vive un maravilloso momento cuando interpreta la decisión de cambiar su vida y la de su entorno dándose a la tarea de aprender a programar las legendarias y gigantescas IBM de los sesenta. Y, por último, Janelle Monáe, ante un juez, encara el futuro de la formación en un momento brillante de claridad sobre lo que significa hacer algo por primera vez.
Un filme, en general, muy entretenido que, con inmenso placer nos narra un instante en las peripecias de la NASA.

Llegamos a muchas series porque hay personas que nos dicen que debemos verlas. Así llegué a ver esta propuesta de Zal Batmanglij, uno de esos directores que empieza a posicionarse como parte de los nuevos herederos de la ciencia ficción y la fantasía. El balance es bueno. Hay unas ideas interesantes en el desarrollo de esta historia en la que todo parece atravesado por la trascendencia. Si bien el guion se ampara en la mente de la chica OA, quedan muchas preguntas sin resolver que, a mi parecer, han dejado a muchos espectadores bastante insatisfechos. Sí, lo confieso, al final he quedado también con una mueca de descontento tras una maravillosa emoción en los tramos finales de la temporada 1. Sin embargo, la apertura a una segunda temporada da pie a una funcionalidad y a una expectativas aún mayores que el descontento por el que muchos atravesamos. Personajes por profundizar, universos (paralelos, oníricos) por resolver, misiones por explorar. Todo está dado para la continuidad porque hubiera sido una pena que todo se hubiese reducido a una primera temporada simplemente buena.