Que Sigourney Weaver es una actriz versátil, consagrada y que, la simple mención de su nombre, garantiza un producto de calidad las más de las veces, es algo que no podemos poner en duda. Que Holly Hunter la acompañe, es de agradecer.
En este caso, las vemos enfrentadas en un tour- de- force interpretativo, guarecido por un argumento ciértamente tópico, cuya escasa originalidad reside en las características del asesino en cuestión, a saber: mata emulando a célebres sádicos modernos.
La cinta, deudora de la estética vigente en los noventa, exprime las posibilidades del thriller psicológico a medio gas. Por un lado resulta solvente en su dirección y fotografía ( quizás demasiado esteticista), música y demás apartados técnicos. Igualmente las interpretaciones principales del duo protagonista están muy logradas.
Por otra parte, a pesar de ser entretenida y ligera, el guión tropieza en numerosas ocasiones, embarrándose en disquisiciones amorosas o filosóficas, cuando no extrañamente artificiales. Deja un regusto atropellado en su resolución, y su visionado completo nos supone una sensación de "dèja vu", de haber visto la mayoria de situaciones en otros filmes anteriores.
Aun con todo, es una película divertida, se sigue con atención...y ahí mismo radica su mayor defecto: debería angustiar, y no entretener sin más al personal.

EL británico RIDLEY SCOTT tiene cierta fama de oportunista, comercialoide y esteticista.
En parte, esa mala prensa viene dada por su propia mano, fruto de una carrera a la sombra de dos grandes clásicos modernos, como son "ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO" y "BLADE RUNNER".
Sin embargo, jamás se le podrá negar una elegancia artesanal para los planos, casi siempre en grandes decorados y escenas de pura acción, cargadas de filigranas pirotécnicas y fotografía impecable.
No se trata de un autor personal con un reconocible discurso propio. No. Scott es un gran maestro de la cámara al servicio del guión, el relato de encargo, que embellece hasta límites que sí distinguen su filmografía.
Amante de los mundos oníricos y de leyenda, manchados de claroscuros, el realizador maneja en este título que nos ocupa una historia que bebe de la mitología nórdica, eslava y de las culturas forestales antiguas, en las que la naturaleza cobra vida y los espíritus amenazan con la destrucción.
Partiendo de esa premisa de cuento, el guión elabora una sencilla historieta en la que abundan los escenarios típicos en el cine de fantasía, en la línea de LA HISTORIA INTERMINABLE o EXCALIBUR. No obstante, el esbozado relato se ornamenta sobremanera gracias a la labor musical del maestro JERRY GOLDSMITH ("Alien","Instinto básico","La profecía"), la cinematografía de ALEX THOMSON ("Excalibur","Alien 3") y el buenhacer esteticista de Mr. Scott, como decíamos.
En definitiva, una narración infantil, poco trabajada y simplista que, a pesar de esto, adquiere cierto empaque adulto debido a la excelencia técnica con la que cuenta, trascendiendo incluso al público al que va destinada.
Entretenida y bellísima.

Y, de repente, un día Bárbara encontró a Sheba.
Así, de forma tan simple, podríamos empezar el comentario argumental de esta cinta.
Y es que la vida se vuelve patas arriba con un simple comienzo, una simple visión. Una profesora que muestra constántemente su desprecio por el género humano ve peligrar su integridad revulsiva con la llegada de otra docente, apetecible a sus instintos y presa fácil de toda clase de maquinaciones.
Nadie es perfecto, y más que nunca RICHARD EYRE y PATRICK MARBER (el guionista de otra joya del cine "políticamente incorrecto" como CLOSER) lo muestran con su autopsia minuciosa de las pasiones llevadas al límite que vertebran este título. JUDI DENCH y CATE BLANCHETT soportan el peso de una historia que gira en torno a sus miradas, reacciones, alegrías, tristezas...y, como no, su relación interpersonal.
En definitiva, una película de las que hacen falta, alegato contra la soledad, que plasma magistralmente las consecuencias nacidas del rencor y el aislamiento emocional.
Con una dirección briosa, una música omnipresente, intimista y angustiosa (fruto del buenhacer del un tanto repetitivo PHILLIP GLASS) y, como olvidar, un elenco y una narración en estado de gracia, esta DIARIO DE UN ESCÁNDALO se alza como una de las últimas simbiosis de buen cine y catarsis interpretativa que nos han llegado a la gran pantalla.
Toda una lección de arte y moral al servicio del personal.

Heladora película que únicamente un artesano con las horas y el oficio que tiene Spielberg podía hacer.
Empezando por su sobrecogedor comienzo, nos adentramos inexorablemente en el universo descarnado de las guerras ideológicas que tan en boga se encuentran hoy, y,en vista de los acontecimientos, siempre.
Interpretaciones soberbias, sin estereotipos, nos van situando en su día a día, mostrando sus motivaciones y solicitando nuestra connivencia en los acontecimientos. Spielberg es cuidadoso a la hora de inclinarse ante algún bando, prestando sus armas fílmicas al servicio de un cine de corte clásico, épico, sin concesiones al sentimentalismo (novedad en su filmografía) y siempre brioso, en el más puro estilo documental y descarnado.
El arquetipo del infiel terrorista y armado, así como el del "civilizado" hijo de las ¿democracias? se difuminan en la cinta, en beneficio de la narración, en todo momento ágil, apabullante e inusitadamente ambigua.
Un soplo de aire ante tanto argumento pretencioso y maniqueo. Este es cine del que sabe fuerte, con solera. Imprescindible.

Stephen King, ese autor que escribe libros como churros bajo las bóvedas de su castillo pseudogótico de Maine, podría darse con un canto al contar con una adaptación como esta de una de sus novelas.
El maestro Kubrick coge un libro con excelente historia y mal escrito y realiza un ejercicio envidiable de sabiduría cinematográfica, con todos los elementos del terror más clásico combinados, a su vez, con una puesta en escena de lo más innovadora: y encima el asunto es que funciona.
Como todas las obras del neoyorquino menos américano del cine, este título discurre ensamblando todos sus aciertos a modo de maquinaria de relojería perfecta. ¿Qué no le gustó a King? ¿Que la cinta tergiverse el final literario y convierta el relato en puro nervio?
Yo puedo entender al señor Stephen King, es que la película cambia los supuestos "hallazgos" del libro hasta alejarse bastante del espiritu en que se basa.
Pero reinterpretando al estilo Kubrick, la historia gana en intensidad, angustia,terror...Los actores están bárbaros, los detalles (¿quién no recuerda el triciclo rodando por los pasillos interminables del Overlook, dando de paso uso a una entonces novedosa STEADY CAM?) perfectamente simétricos y cuidados, la dirección artística minimalista, propia de las pelis de este genio de la pantalla, es llanamente claustrofóbica y asombrosamente acertada.
En fin, ya quisieramos que todas las obras de terror fueran la mitad de briosas que ésta.