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7,8
44.598
9
17 de noviembre de 2014
17 de noviembre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia.
Historia.
Un viaje inconcebible sobre un asiento viejo como el culo del valiente. A veinte kilómetros por hora la vida pasa lenta, nos adelantan los caracoles de la memoria y su espiral de recuerdos. Y la mala baba del dolor y el remordimiento. Recorrer tu vida es arrebatador pero muy jodido, si te has atrevido a casi todo; la recapitulación torpe y errática, arrugada y fea. De tan fea, bonita.
Lynch regresa al convencionalismo con un brillo y frescura que eriza la piel del más cabrón. Los paisajes recogidos es una exposición inolvidable de todos los viajes, tanto que el olor se cuela: el de los campos, el de la lluvia, el del aceite y la goma de la cortadora de césped, el del sobaco del viejo...Baladamenti acompañará esos miles de kilómetros sin cansarse de conmover.
Farnsworth. Un actor y dos bastones. Se suicidó poco después de acabar rodaje. Rodaje, de rodar por la vida, de rodar películas. Estaba cansado. Y en ese final y en ese reencuentro con su hermano Dean Stanton, en una casa de madera y chapa al torcer una curva, cuando mira al cielo y Lynch insiste en las estrellas de "El hombre elefante"...me bajé de la película con la hermosa tristeza de los viejos. Sabedores.
Me bajé de la película convencido que era una bellísima y gran mentira. Que era cine. Convencido que rara vez nadie cogería un cortacésped para visitar a ningún hermano. Que no hay sentimientos tan grandes, tan largos, tan lentos. Que tenemos una memoria muy corta y muchos son los kilómetros. Que la gente corre mucho y el remolque vuelca y llegas a Gijón con poca cosa, si no es el puto ansia de contentarte a ti mismo.
Sin embargo, mi crítica no es mentirosa más que ahora, al titularla así. Porque de verdad, qué sencilla y bonita...
Historia.
Historia.
Historia.
Un viaje inconcebible sobre un asiento viejo como el culo del valiente. A veinte kilómetros por hora la vida pasa lenta, nos adelantan los caracoles de la memoria y su espiral de recuerdos. Y la mala baba del dolor y el remordimiento. Recorrer tu vida es arrebatador pero muy jodido, si te has atrevido a casi todo; la recapitulación torpe y errática, arrugada y fea. De tan fea, bonita.
Lynch regresa al convencionalismo con un brillo y frescura que eriza la piel del más cabrón. Los paisajes recogidos es una exposición inolvidable de todos los viajes, tanto que el olor se cuela: el de los campos, el de la lluvia, el del aceite y la goma de la cortadora de césped, el del sobaco del viejo...Baladamenti acompañará esos miles de kilómetros sin cansarse de conmover.
Farnsworth. Un actor y dos bastones. Se suicidó poco después de acabar rodaje. Rodaje, de rodar por la vida, de rodar películas. Estaba cansado. Y en ese final y en ese reencuentro con su hermano Dean Stanton, en una casa de madera y chapa al torcer una curva, cuando mira al cielo y Lynch insiste en las estrellas de "El hombre elefante"...me bajé de la película con la hermosa tristeza de los viejos. Sabedores.
Me bajé de la película convencido que era una bellísima y gran mentira. Que era cine. Convencido que rara vez nadie cogería un cortacésped para visitar a ningún hermano. Que no hay sentimientos tan grandes, tan largos, tan lentos. Que tenemos una memoria muy corta y muchos son los kilómetros. Que la gente corre mucho y el remolque vuelca y llegas a Gijón con poca cosa, si no es el puto ansia de contentarte a ti mismo.
Sin embargo, mi crítica no es mentirosa más que ahora, al titularla así. Porque de verdad, qué sencilla y bonita...
Historia.
Historia.

5,6
10.263
7
1 de mayo de 2014
1 de mayo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la mesa no se habla con la boca llena. Así oirán mejor y el sabor inundará toda la boca.
Oigan el cuchillo tocar el plato al cortar la carne, al tenedor cuando golpea los dientes si hay ansia por comer, ese ruido ahogado y monótono al masticar y después tragar, oigan la puerta de madera de la sastrería abrirse y cerrarse y abrirse de nuevo por la mañana, la tijera rasgando la tela, la tijera rasgando la piel. Los pasos sobre el adoquinado de Granada en Semana Santa. Las muertas.
Oigan el frío de la sierra caer de un golpe seco sobre la nuca de la ciudad, que mueve el silencio.
Los silencios en esta película son elegantes, no discretos, elegantes. A mí me gusta contemplar a ciertas personas cuando comen; el movimiento de sus bocas al masticar, los labios juntos en gesto serio, los ojos concentrados en el placer por la comida...Elegantes. Antonio de la Torre me ha recordado todo eso pues al mirarle he disfrutado de sus gestos y, a su vez, yo también he degustado este plato en silencio y con gesto serio. Thriller al Fincher como entrante, un Truffaut poco hecho después y un interesante pastel sueco de postre, no recuerdo su nombre. Sabroso, ligero, el café rubricó la comida y derritió la nieve.
Tengo que decir, no obstante, que algo me produjo acidez esa noche tras la digestión. Bueno, y también que encontré un vello púbico en el pastel.
Pero eso para un cinéfago es una pepita del mejor chocolate negro.
Oigan el cuchillo tocar el plato al cortar la carne, al tenedor cuando golpea los dientes si hay ansia por comer, ese ruido ahogado y monótono al masticar y después tragar, oigan la puerta de madera de la sastrería abrirse y cerrarse y abrirse de nuevo por la mañana, la tijera rasgando la tela, la tijera rasgando la piel. Los pasos sobre el adoquinado de Granada en Semana Santa. Las muertas.
Oigan el frío de la sierra caer de un golpe seco sobre la nuca de la ciudad, que mueve el silencio.
Los silencios en esta película son elegantes, no discretos, elegantes. A mí me gusta contemplar a ciertas personas cuando comen; el movimiento de sus bocas al masticar, los labios juntos en gesto serio, los ojos concentrados en el placer por la comida...Elegantes. Antonio de la Torre me ha recordado todo eso pues al mirarle he disfrutado de sus gestos y, a su vez, yo también he degustado este plato en silencio y con gesto serio. Thriller al Fincher como entrante, un Truffaut poco hecho después y un interesante pastel sueco de postre, no recuerdo su nombre. Sabroso, ligero, el café rubricó la comida y derritió la nieve.
Tengo que decir, no obstante, que algo me produjo acidez esa noche tras la digestión. Bueno, y también que encontré un vello púbico en el pastel.
Pero eso para un cinéfago es una pepita del mejor chocolate negro.

6,2
4.984
8
3 de mayo de 2011
3 de mayo de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Citarte con Huck a tomar una cerveza es la mejor de las ideas. Que se me ocurran ahora, hoy. Llevo encima unas malas temporadas con la cabeza a reventar de aire, las embolias amenazándome, y verme con Bukoswki me aliviará al son de las latas y botellas hasta la tarde que se hace noche. Una buena cogorza y después a la cama. Sin más pensar, que se desinfle el cráneo.
Gracias Huck.
Chinaski. Gracias.
Unas buenas horas también, aunque prefiero Marisa a la Taylor. Y la botellas a los caballos. Pero cada uno es cada uno. Que el fracaso lo gestione uno en paz, libertad y en calzones. Así de claro. Y el careto del Dillon le va, sí, le va. Ya digo, unas buenas horas frente a la tele viendo las correrías de un mamón avispado, mamón como yo que no soy tan avispado.
Son otras épocas. Bukoswki vivió con la Generación Perdida y con los beats y con la psicodelia. Vivió con el continuo afán de meter el dedo. (No, Chinaski no, ya lo sé) Pero me gusta imaginar aquella época y citarme con Charles y así volverme más avispado e hijoputa y, sobretodo, disfrutar de alguna mujer que él me pasase junto a una birra.
Pero...Aquí, hoy, en malas temporadas de mala época, tecleando para Fimaffinity en el socorrido acto de hablar de "Factotum".
Mierda, Huck.
P.S: Léanse "La máquina de follar". Pero ya.
Gracias Huck.
Chinaski. Gracias.
Unas buenas horas también, aunque prefiero Marisa a la Taylor. Y la botellas a los caballos. Pero cada uno es cada uno. Que el fracaso lo gestione uno en paz, libertad y en calzones. Así de claro. Y el careto del Dillon le va, sí, le va. Ya digo, unas buenas horas frente a la tele viendo las correrías de un mamón avispado, mamón como yo que no soy tan avispado.
Son otras épocas. Bukoswki vivió con la Generación Perdida y con los beats y con la psicodelia. Vivió con el continuo afán de meter el dedo. (No, Chinaski no, ya lo sé) Pero me gusta imaginar aquella época y citarme con Charles y así volverme más avispado e hijoputa y, sobretodo, disfrutar de alguna mujer que él me pasase junto a una birra.
Pero...Aquí, hoy, en malas temporadas de mala época, tecleando para Fimaffinity en el socorrido acto de hablar de "Factotum".
Mierda, Huck.
P.S: Léanse "La máquina de follar". Pero ya.

8,1
32.921
9
11 de agosto de 2005
11 de agosto de 2005
17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que la ví quise ayudar a esos críos desde mi butacón de onanista y sentar a Mitchum junto a la Winters allá abajo, en el río. En la segunda ocasión me dediqué a admirar el ofensivo y distante talento de ese detestable artista que es Laughton. Y tras la última vez que me la regalé, hecho ya una m... digo un hombre, corrí a tatuarme las falanges pero me dí cuenta que no tenía el dinero suficiente. Y los dedos muy flacos. Y observé la peligrosa influencia de estas obras de arte en sus pobres admiradores. Me cambié de casa.

7,6
6.701
10
11 de agosto de 2005
11 de agosto de 2005
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la convicción, de esas pocas que sabes que tienes, de que los delincuentes y los perros tienen la ingenuidad típica de los cabrones, aquélla que no es sino premeditada, una especie de pasatiempo personal que busca la simpatía del otro. Pueden estar así horas, días y más y más vueltas de reloj hasta que alcanzan lo esperado. O hasta que se cansan. Entonces muerden o disparan y huyen a todo trapo. Hasta que se cansan.
Tengo otra convicción. Bogart jamás se ha dejado ganar con tanta condescendencia, con tanta exasperación, con tanta ingenuidad, la ingenuidad los niños, los que la tienen. Bogart, nadie, gustará tanto al decepcionar con la franqueza absoluta, sin buscar nada si no es su último refugio.
Sí, guardo otra convicción más, la mayor si cabe. Las mujeres han debido ver mucho cine negro.
Y Boggie ¡acaba de una vez con ese perro!
Tengo otra convicción. Bogart jamás se ha dejado ganar con tanta condescendencia, con tanta exasperación, con tanta ingenuidad, la ingenuidad los niños, los que la tienen. Bogart, nadie, gustará tanto al decepcionar con la franqueza absoluta, sin buscar nada si no es su último refugio.
Sí, guardo otra convicción más, la mayor si cabe. Las mujeres han debido ver mucho cine negro.
Y Boggie ¡acaba de una vez con ese perro!
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