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colaborador
Críticas ordenadas por utilidad
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6,7
9.343
7
29 de febrero de 2024
29 de febrero de 2024
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años suele ser habitual que entre las finalistas al Oscar a Mejor Película se cuele un film del tamaño y de las características de “American fiction”. Piénsese en esa película pequeña, de corte más o menos independiente cuya principal baza reside en un guión sólido y bien armado (me estoy acordando de alguna de Alexander Payne), que a veces incluye algún tipo de mensaje social crítico envuelto en sátira o en comedia (me viene a la cabeza así de pronto “No mires arriba”). En el mejor de los casos, estas producciones se llevan precisamente el premio al guión, que como dije para eso es su mejor activo, pero lo normal es que se vayan de vacío de la gran noche de Hollywood. Claro que siempre hay excepciones que confirman la regla, y ahí tenemos por ejemplo el insólito caso de “CODA” que acabó llevándose el premio gordo hace un par de años para sorpresa de todos.
La crítica de “American fiction” apunta hacia la literatura de masas y de consumo rápido, y por extensión a un par de cosas más. Su protagonista, un escritor negro bloqueado que hace tiempo que no logra que le publiquen nada, decide bajar el listón y editar bajo seudónimo un best seller que termina convirtiéndose en todo un fenómeno social. Sin embargo, la intención primera del autor había sido denunciar con su publicación la hipocresía que rodea el mercado editorial literario moderno, con sus rimbombantes campañas de márquetin, sus concursos amañados y su publicidad engañosa. Y no sólo eso; su condición de afroamericano permitía además al escritor constatar la condescendencia con la que el hombre blanco sigue tratando hoy en día a la gente que tiene su mismo color de piel. Lo cual no deja de ser una variante más de racismo en pleno siglo XXI, escondida en la corrección política que nos domina.
Es lícito pensar que el boca a oreja que ha llevado a “American fiction” a convertirse en una de las sorpresas de la temporada cinematográfica radica también en un guión sólido y bien armado. Es mérito del joven Cord Jefferson quien además dirige el film en lo que supone su prometedora opera prima en la gran pantalla. Hay no obstante un par de peros. En “American fiction” conviven dos películas en una: la historia del escritor metido a impostor para denunciar la corrupción del sistema, por una parte; el trasfondo familiar que rodea la vida del protagonista por otra. No siempre el equilibrio entre estas dos bifurcaciones está bien conseguido. Además, se echa de menos más mordiente y a la vez más sutilidad en la sátira que la película pretende ser. Lo que desde luego no admite ningún pero es la sobresaliente interpretación de Jeffrey Wright en el papel principal, definitivamente el alma del film.
Por cierto, no deja de resultar curioso que, al menos en nuestro país, una película como ésta, que en su tercio final lanza también recaditos y dardos hacia la industria cinematográfica, no haya pasado por las salas y se haya estrenado directamente en la plataforma que se encarga de distribuirla internacionalmente.
La crítica de “American fiction” apunta hacia la literatura de masas y de consumo rápido, y por extensión a un par de cosas más. Su protagonista, un escritor negro bloqueado que hace tiempo que no logra que le publiquen nada, decide bajar el listón y editar bajo seudónimo un best seller que termina convirtiéndose en todo un fenómeno social. Sin embargo, la intención primera del autor había sido denunciar con su publicación la hipocresía que rodea el mercado editorial literario moderno, con sus rimbombantes campañas de márquetin, sus concursos amañados y su publicidad engañosa. Y no sólo eso; su condición de afroamericano permitía además al escritor constatar la condescendencia con la que el hombre blanco sigue tratando hoy en día a la gente que tiene su mismo color de piel. Lo cual no deja de ser una variante más de racismo en pleno siglo XXI, escondida en la corrección política que nos domina.
Es lícito pensar que el boca a oreja que ha llevado a “American fiction” a convertirse en una de las sorpresas de la temporada cinematográfica radica también en un guión sólido y bien armado. Es mérito del joven Cord Jefferson quien además dirige el film en lo que supone su prometedora opera prima en la gran pantalla. Hay no obstante un par de peros. En “American fiction” conviven dos películas en una: la historia del escritor metido a impostor para denunciar la corrupción del sistema, por una parte; el trasfondo familiar que rodea la vida del protagonista por otra. No siempre el equilibrio entre estas dos bifurcaciones está bien conseguido. Además, se echa de menos más mordiente y a la vez más sutilidad en la sátira que la película pretende ser. Lo que desde luego no admite ningún pero es la sobresaliente interpretación de Jeffrey Wright en el papel principal, definitivamente el alma del film.
Por cierto, no deja de resultar curioso que, al menos en nuestro país, una película como ésta, que en su tercio final lanza también recaditos y dardos hacia la industria cinematográfica, no haya pasado por las salas y se haya estrenado directamente en la plataforma que se encarga de distribuirla internacionalmente.

6,6
1.510
8
5 de septiembre de 2016
5 de septiembre de 2016
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de comenzar la crítica de esta película, me he tomado un tiempo para repasar la filmografía completa de su director, Richard Brooks. ¡Caray, menuda filmografía ¡ Casi había olvidado de que estamos hablando del responsable de “La gata sobre el tejado del cinc” o “Los profesionales” por no citar “El fuego y la palabra”, “El cuarto poder” o esa prodigiosa – y dificilísima- adaptación de la novela de Truman Capote “A sangre fría”. Si este hombre no merece un hueco entre las vacas sagradas del cine americano, entre la Champions League del Hollywood más clásico junto a los Ford, Wilder y compañía que venga Dios y lo vea.
Hay una tendencia a despreciar títulos como “Muerde la bala” por el simple hecho de estar rodadas en una época en la que el western, el género con el que mejor puede asociarse, estaba ya de capa caída, con derivas difíciles de entender a veces. Desde luego, Brooks era de esos que no daba puntada sin hilo y eso se nota en una película como la que nos ocupa. El bueno de Richard regresa a los escenarios que ya había recorrido unos años antes en la magistral y ya citada “Los profesionales”; también retoma el espíritu de ésta. “Muerde la bala” es otra historia que apela a la amistad y a la camaradería entre compañeros que por así decirlo están condenados a entenderse. Es por ello que la película desarrolla un sentido épico muy especial. Aquí, Brooks apuesta por la aventura, el entretenimiento y el espectáculo con un formato que no puede ser más acertado. No obstante también hay espacio para el intimismo, con diálogos brillantísimos y actores que saben muy bien cómo declamarlos. También hay sitio para la ironía y el humor, no tan chabacano como el de los “spaguetti western” o del que se estilaba en los westerns paródicos de la época. Con Hackman y Coburn mano a mano, casi nada. Poco más se le puede pedir a un western de mitad de los 70, desde luego.
Hay una tendencia a despreciar títulos como “Muerde la bala” por el simple hecho de estar rodadas en una época en la que el western, el género con el que mejor puede asociarse, estaba ya de capa caída, con derivas difíciles de entender a veces. Desde luego, Brooks era de esos que no daba puntada sin hilo y eso se nota en una película como la que nos ocupa. El bueno de Richard regresa a los escenarios que ya había recorrido unos años antes en la magistral y ya citada “Los profesionales”; también retoma el espíritu de ésta. “Muerde la bala” es otra historia que apela a la amistad y a la camaradería entre compañeros que por así decirlo están condenados a entenderse. Es por ello que la película desarrolla un sentido épico muy especial. Aquí, Brooks apuesta por la aventura, el entretenimiento y el espectáculo con un formato que no puede ser más acertado. No obstante también hay espacio para el intimismo, con diálogos brillantísimos y actores que saben muy bien cómo declamarlos. También hay sitio para la ironía y el humor, no tan chabacano como el de los “spaguetti western” o del que se estilaba en los westerns paródicos de la época. Con Hackman y Coburn mano a mano, casi nada. Poco más se le puede pedir a un western de mitad de los 70, desde luego.
13 de septiembre de 2011
13 de septiembre de 2011
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que el desafortunado título que se le dio en castellano haya contribuido al general desconocimiento que se tiene hoy en día de esta película al menos en nuestro país (lo corrobora el dato de que en el momento de escribir estas líneas sólo 74 personas se habían acercado a esta página para votarla y que, de hecho, la mía vaya a ser la primera crítica que se cuelgue de ella.) En realidad, se trata de la primera de las adaptaciones cinematográficas del clásico del Nobel de Literatura norteamericano John Steinbeck “De ratones y de hombres”, rodada pocos años después de su publicación por el ucraniano de nacimiento Lewis Milestone. Parece mentira que pueda haber caído tan en el olvido una producción, cosecha del 39, que incluso llegó a colarse entre las finalistas al Oscar a mejor película en la mítica edición de aquel año.
Mi admiración por John Steinbeck viene de muy atrás. “Al este del Edén” es una de esas lecturas que le marcan a uno para toda la vida de jovencito. A través de sus páginas descubrí aquella prosa deslumbrante, y me quedé enganchado a ella para siempre. Vendrían después otras lecturas en las que poco a poco fui descubriendo a aquel narrador que describía con inmejorable sentido épico los paisajes de la América profunda que le tocó vivir y se hacía eco al mismo tiempo de la dura realidad social de su clase trabajadora. No sólo eso. En esos mismos textos coexistía un Steinbeck más lírico capaz de adentrarse en esos otros paisajes más íntimos que pueblan el alma de los seres humanos.
Cabe destacar que la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de los textos de Steinbeck suelen estar a la altura de los originales literarios, algo extremadamente difícil, además tratándose de un autor de su categoría y complejidad. Hágase notar que en el peor de los casos estamos hablando de títulos míticos de la historia del cine (“Al este del Edén”, “La perla”) y en el mejor de auténticas obras maestras (“Las uvas de la ira” cuyo guión fue incluso supervisado por el propio novelista.)
La adaptación que nos ocupa no se encuentra al nivel de las citadas, ni siquiera al de aquella otra que dirigió e interpretó junto a John Malkovich el actor Gary Sinise (el teniente Dan de “Forrest Gump”) a comienzos de los 90., Si bien no lo hace con la profundidad que alcanzaron Ford o Kazan, Milestone consigue trasladar a la pantalla el espíritu de la novela y del mundo de su autor. El retrato de personajes es acertado y el espectador puede ver en todo momento la esperanza brillando en los ojos de todos ellos. No juega a favor del resultado final una puesta en escena demasiado teatral y afectada que quizá venga propiciada de raíz por la escasez de personajes y de escenarios en el material original. Afectada es asimismo la intervención de algunos intérpretes anclados en los mohines y el histrionismo del aún cercano periodo mudo.
Mi admiración por John Steinbeck viene de muy atrás. “Al este del Edén” es una de esas lecturas que le marcan a uno para toda la vida de jovencito. A través de sus páginas descubrí aquella prosa deslumbrante, y me quedé enganchado a ella para siempre. Vendrían después otras lecturas en las que poco a poco fui descubriendo a aquel narrador que describía con inmejorable sentido épico los paisajes de la América profunda que le tocó vivir y se hacía eco al mismo tiempo de la dura realidad social de su clase trabajadora. No sólo eso. En esos mismos textos coexistía un Steinbeck más lírico capaz de adentrarse en esos otros paisajes más íntimos que pueblan el alma de los seres humanos.
Cabe destacar que la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de los textos de Steinbeck suelen estar a la altura de los originales literarios, algo extremadamente difícil, además tratándose de un autor de su categoría y complejidad. Hágase notar que en el peor de los casos estamos hablando de títulos míticos de la historia del cine (“Al este del Edén”, “La perla”) y en el mejor de auténticas obras maestras (“Las uvas de la ira” cuyo guión fue incluso supervisado por el propio novelista.)
La adaptación que nos ocupa no se encuentra al nivel de las citadas, ni siquiera al de aquella otra que dirigió e interpretó junto a John Malkovich el actor Gary Sinise (el teniente Dan de “Forrest Gump”) a comienzos de los 90., Si bien no lo hace con la profundidad que alcanzaron Ford o Kazan, Milestone consigue trasladar a la pantalla el espíritu de la novela y del mundo de su autor. El retrato de personajes es acertado y el espectador puede ver en todo momento la esperanza brillando en los ojos de todos ellos. No juega a favor del resultado final una puesta en escena demasiado teatral y afectada que quizá venga propiciada de raíz por la escasez de personajes y de escenarios en el material original. Afectada es asimismo la intervención de algunos intérpretes anclados en los mohines y el histrionismo del aún cercano periodo mudo.

5,8
95
8
9 de abril de 2010
9 de abril de 2010
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que parecen estar construidas más desde la emoción que desde la razón y que haciendo de la necesidad virtud son capaces de traspasar fronteras y calar en lo más profundo del corazón. Eban y Charley es claramente una de esas películas.
La ternura y el mimo con los que está tratada desde el primer momento esta preciosa historia de amor entre un adolescente quinceañero y un joven vecino recién llegado a su pueblo que le dobla la edad suple cualquier posible carencia de tipo técnico o artístico. Al final, dentro de esta historia, el tema de la pedofilia aparece casi como una nota a pie de página y lo que realmente se subraya es el rechazo social que genera la condición y la relación de los protagonistas, más allá incluso de su diferencia de edad.
Así pues quien intente acercarse a esta película en busca de morbo y de carnaza ya puede ir olvidándose del tema. Y eso que los limitados recursos del film y el soporte en el que está rodado, más cercano casi al porno amateur que a otra cosa, pudieran tal vez ofrecer una idea equivocada. Y sin embargo, repito, lo único que nos encontramos aquí es una bella historia de amor plena de sentido y cargada de sensibilidad.
Y hablando de Ang Lee, hay en esta historia algo de lo que había también en aquella otra que se desarrollaba al pie de las montañas de Brokeback. Amar en plenitud se convierte en prácticamente imposible cuando el deseo se da de bruces contra el muro de las leyes de una sociedad injusta que decide de antemano lo que está bien y lo que no. Leyes únicamente basadas en prejuicios que utilizan cualquier atajo – la pedofilia por ejemplo- para condenar lo que no se considera correcto. Una sociedad que prejuzga y que se toma tan a la ligera el comportamiento de los demás no puede ser más que una sociedad enferma. Quienes la hemos padecido de alguna manera y en alguna situación parecida sabemos que una historia como ésta sólo podía nacer de las vísceras y tejerse con los mimbres de la pura emoción.
La ternura y el mimo con los que está tratada desde el primer momento esta preciosa historia de amor entre un adolescente quinceañero y un joven vecino recién llegado a su pueblo que le dobla la edad suple cualquier posible carencia de tipo técnico o artístico. Al final, dentro de esta historia, el tema de la pedofilia aparece casi como una nota a pie de página y lo que realmente se subraya es el rechazo social que genera la condición y la relación de los protagonistas, más allá incluso de su diferencia de edad.
Así pues quien intente acercarse a esta película en busca de morbo y de carnaza ya puede ir olvidándose del tema. Y eso que los limitados recursos del film y el soporte en el que está rodado, más cercano casi al porno amateur que a otra cosa, pudieran tal vez ofrecer una idea equivocada. Y sin embargo, repito, lo único que nos encontramos aquí es una bella historia de amor plena de sentido y cargada de sensibilidad.
Y hablando de Ang Lee, hay en esta historia algo de lo que había también en aquella otra que se desarrollaba al pie de las montañas de Brokeback. Amar en plenitud se convierte en prácticamente imposible cuando el deseo se da de bruces contra el muro de las leyes de una sociedad injusta que decide de antemano lo que está bien y lo que no. Leyes únicamente basadas en prejuicios que utilizan cualquier atajo – la pedofilia por ejemplo- para condenar lo que no se considera correcto. Una sociedad que prejuzga y que se toma tan a la ligera el comportamiento de los demás no puede ser más que una sociedad enferma. Quienes la hemos padecido de alguna manera y en alguna situación parecida sabemos que una historia como ésta sólo podía nacer de las vísceras y tejerse con los mimbres de la pura emoción.

6,4
10.328
3
10 de noviembre de 2015
10 de noviembre de 2015
25 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo odio a esta familia. Tan rubitos, tan guapos, tan aseaditos, tan suecos ellos. No me importa nada lo que les pueda pasar en esas idílicas vacaciones que se montan a todo trapo en los Alpes suizos. Seguro que el viaje es además una tapadera para hacer una visita al banco. Seguro que el nombre del padre está en la lista Falcianni. Bah, se merecen todo lo que les pasa y más.
Que sí, que sí, que lo de la avalancha de nieve que desencadena una avalancha emocional está muy bien como metáfora y tal, pero no me digas a mí que da para una película de dos horas (¡¡ dos ¡¡). En todo caso da para un corto del Notodofilm, y ni siquiera de los más brillantes además.
Un mal día lo tiene cualquiera, pero lo de esta tipa tiene tela. Hay que ver cómo se pone cuando llega la avalancha de marras (lo mejor de la película sin duda). Hecha una fiera. Que serán muy europeos y todo que quieras, pero esas no son formas. Que el hombre se puso nervioso y en un momento de pánico le dio por meterse al bar, eso lo hubiésemos hecho cualquiera. Y luego nada, ella erre que erre, que sí que te escapaste y me dejaste allí sola con los dos críos, mal padre más que mal padre. Y runrún, y runrún, y vuelta la burra al trigal, hija, que pareces de Calatayud más que de Malmoe. Y encima te sales al pasillo a hablarlo para que se entere todo el hotel. Y, claro, al final, el otro se rinde y se derrumba, sí yo en el fondo te comprendo, chaval, si es que tienes para todo.
Estas cosas no pasan en una familia medio normal. Y si pasan, no pasan en un hotel de los Alpes sino en la casa de los abuelos en el pueblo. Como mucho en el apartamento de Salou.
Que sí, que sí, que lo de la avalancha de nieve que desencadena una avalancha emocional está muy bien como metáfora y tal, pero no me digas a mí que da para una película de dos horas (¡¡ dos ¡¡). En todo caso da para un corto del Notodofilm, y ni siquiera de los más brillantes además.
Un mal día lo tiene cualquiera, pero lo de esta tipa tiene tela. Hay que ver cómo se pone cuando llega la avalancha de marras (lo mejor de la película sin duda). Hecha una fiera. Que serán muy europeos y todo que quieras, pero esas no son formas. Que el hombre se puso nervioso y en un momento de pánico le dio por meterse al bar, eso lo hubiésemos hecho cualquiera. Y luego nada, ella erre que erre, que sí que te escapaste y me dejaste allí sola con los dos críos, mal padre más que mal padre. Y runrún, y runrún, y vuelta la burra al trigal, hija, que pareces de Calatayud más que de Malmoe. Y encima te sales al pasillo a hablarlo para que se entere todo el hotel. Y, claro, al final, el otro se rinde y se derrumba, sí yo en el fondo te comprendo, chaval, si es que tienes para todo.
Estas cosas no pasan en una familia medio normal. Y si pasan, no pasan en un hotel de los Alpes sino en la casa de los abuelos en el pueblo. Como mucho en el apartamento de Salou.
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