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Críticas 121
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
21 de diciembre de 2010 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los tiempos que corren y con los distintos Festivales de Cine que se celebran a lo largo y ancho del globo, el público general está teniendo acceso a cinematografías distintas de las que suelen inundar nuestras pantallas, principalmente la estadounidense y en menor medida la europea. Así, cada vez es menos extraño tener noticias de directores y producciones japonesas, latinoamericanas o, como el caso de la película que nos ocupa hoy, iraníes. La punta de lanza del cine iraní a día de hoy se llama Abbas Kiarostami, y con su película El sabor de las cerezas logró la Palma de Oro en Cannes en 1997.
El sabor de las cerezas es una reflexión sobre la vida que nos presenta a un hombre (Homayoun Ershadi) que se quiere suicidar y busca alguien que esté dispuesto a enterrarle. A través de las distintas "entrevistas de trabajo" que realiza a los candidatos a enterradores, el hombre va recibiendo diversas razones para no llevar a cabo tan indeseable empresa en una sociead tan fundamentalista como es la iraní.
Kiarostami cuenta una historia bonita e interesante, pero en mi opinión no la cuenta bien, o por lo menos a mí no me ha gustado cómo me la ha contado. Eso de enganchar una cámara al asiento del copiloto enfocando al conductor, poner a Homayoun Ershadi a dar vueltas con el coche y construir la película principalmente a base de los planos que la cámara ha ido tomando, es angustioso, claustrofóbico y puede que hasta mareante. Desagradable en cualquier caso, y lleva a cogerle un poco de tirria a la película.
En esta película también abundan los planos largos en los que no se corta ni a la de tres, y a mí personalmente me gusta este tipo de planos que hacen directores como Angelopoulos o Tarkovski, pero si el paisaje que presentan es entre feo y horrible y la acción carece por completo de interés (como es el caso de El sabor de las cerezas) es difícil que el espectador pueda ver un mínimo de atractivo en ellos.
Del mismo modo, y acorde con lo anterior, pueden llegar a cansar esas tomas exteriores al coche en las que únicamente oímos las voces de los personajes. Obtenemos así un exceso de voz en off que nos lleva a plantearnos si no será ésta una película para escuchar más que para ver.
Tras ver este filme de Kiarostami uno quiere pensar que son esas pequeñas pero agradables cosas las que hacen de la vida algo digno de ser vivido. Todos hemos de encontrar nuestro particular sabor de las cerezas y hallar motivos para tirar hacia delante, a pesar de los palos que vayamos recibiendo por el camino. Como ya digo, la historia no puede ser más bonita, pero lo cierto es que el filme no llega a emocionar ni por asomo, y las cerezas saben a poco.
Toy Story 3
Estados Unidos2010
7,9
117.887
Animación, Voz: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack ...
9
21 de diciembre de 2010 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andy ya no es aquel niño que jugaba con el vaquero Woody y el soldado intergaláctico Buzz Lightyear. Ha crecido, y cuando llega el momento de irse a la Universidad sus juguetes se quedan preocupados por qué va a pasar con ellos. ¿Los tirará a la basura? ¿Los guardará en el desván? Woody (Tom Hanks), Buzz (Tim Allen) y los demás irán a parar a una guardería donde los niños tienen una forma de jugar con los muñecos muy alejada de la cariñosa manera con que Andy les trataba. Los juguetes de Andy vivirán divertidísimas y emocionantes aventuras y conocerán nuevos personajes en su cruzada por escapar de la horrible guardería.
Lo cierto es que de primeras no tenía especiales ganas de verla, pero al coincidir con tanta gente que me decía, no sólo que era buena, sino que era una pasada, y tras ver que en Filmaffinity tiene un 8,5, fui a ver Toy Story 3, y desde luego que ninguna de las personas que me la pusieron por las nubes estaba equivocada. Uno sale de ver Toy Story 3 con una sonrisa de oreja a oreja solo ligeramente eclipsada por la clavada que supone la entrada para verla en 3D (el cual, por cierto, sobra de una manera increíble).
Puedo decir sin ningún tipo de rubor que Toy Story 3 es una de las historias que he visto en la gran pantalla que más me ha emocionado en lo que va de año. Es increíblemente perfecta, te hace reír, te emociona, te mantiene en tensión. Es un guión trabajado con precisión de relojería suiza, cuyo artífice ha sido nada menos que Michael Arndt, guionista de la también exitosa Pequeña Miss Sunshine y cuyo nombre, a partir de ahora, servirá para un servidor como garantía de “película que hay que ver”.
Como ya decimos, la historia atrapa al espectador de una manera asombrosa, lo cual viene ayudado por la facilidad con la que los antagonismos (tanto internos como externos) se identifican y se entremezclan. Además, la cinta dirigida por Lee Unkrich nos regala escenas sobrecogedoras que ponen los pelos de punta. Jamás hubiésemos imaginado que unos juguetes hechos por ordenador pudiesen transmitir tanto.
Obras como esta no sólo se ven; se disfrutan con lágrimas de felicidad en los ojos. En la película no sobra nada, y es preciso que sea degustada de principio a fin, títulos de crédito incluidos. Comedia, acción, sentimientos, todos ellos cumplen su función en esta majestuosa joya cinematográfica de Pixar con la que, diría, es posible que disfruten más los mayores que los niños. Obligatoria.
16 de noviembre de 2010 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de la incomunicación, tan frecuente en el cine de Bergman, vuelve a salir a la palestra en Sonata de otoño, esta vez envolviendo la relación amor-odio entre una hija y su madre, cuyo éxito implica el fracaso de su hija. Esto se hace especialmente patente en el personaje de Helena, incomunicada con el mundo por definición, y además en una situación que no puede ser peor con respecto a la de su madre. Ingmar Bergman nos regala escenas sobrecogedoras donde toda la porquería que Eva estuvo tragando de niña para satisfacer a su egoísta y superficial madre rebosa, y estalla en forma de reproche y odio hacia Charlotte, poniendo al espectador los pelos de punta gracias a la genial interpretación del dúo Ullman-Bergman. Los larguísimos primeros planos cargados de emoción y tensión demuestran el buen hacer de esas dos maestras de la interpretación.
Del mismo modo, son ciertamente espectaculares esos flashbacks en los que aparece entre otras cosas, en una disposición prácticamente teatral, Eva de niña, así como los silencios ensordecedores con los que el director nos obsequia en alguna que otra ocasión (véase la escena del piano).

Como es habitual en las películas del genio sueco, nos volvemos a encontrar con el mismo elenco de actores que en otras películas suyas, como es el caso de Erland Josephson (en el papel del padre de Eva) y Gunnar Björnstrand (como el agente de Charlotte), si bien su participación apenas se reduce a unos minutos. Del mismo modo, vuelve a estar al mando de la fotografía Sven Nykvist, quien ya se había estrenado en el color con Bergman en Pasión, y que al igual que entonces realiza un majestuoso trabajo de iluminación, especialmente en las escenas de la cama de hospital sobre la que Leonardo reposa.

Sabiendo que Sonata de otoño pertenecía a la última etapa de la filmografía de Ingmar Bergman, me dispuse a ver la película con la guardia alerta, especialmente tras haberle echado un vistazo a Gritos y susurros y Secretos de un matrimonio, películas también de esta etapa que más de uno podría tildar de coñazo insufrible. Cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con esta preciosidad que atrapa y toca en lo más profundo del corazón, especialmente si uno conoce en su propia existencia casos similares o parecidos al que se plantea en Sonata de otoño.
20 de diciembre de 2010
11 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plan diabólico, de John Frankenheimer, cuenta la historia de un hombre (Rock Hudson) descontento con su vida, a la cual decide poner fin haciéndose una espectacular operación de cirugía estética que cambia su identidad por completo.

Aunque "oficialmente" no esté reconocida como tal, la película pertenece claramente al género de la ciencia-ficción, cuyas películas ponían en tela de juicio los avances científicos que la sociedad salida de la Segunda Guerra Mundial desarrollaba, dado que se estaban comprobando sus efectos devastadores en la Guerra Fría.

Plan diabólico, pésima traducción de Seconds, el título original; es una película acerca de segundas oportunidades, que, aunque en un principio puede parecer interesante lo cierto es que acaba por hacerse terriblemente aburrida. Empieza sin explicar nada, el espectador siempre tiene ganas de conocer más y más. La película, ya avanzada, sigue sin dejar claro qué diablos está pasando aquí y por qué, y así hasta que acaba, dejándonos con cara de idiotas. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué algo que ha empezado tan bien ha acabado por decepcionar de esta manera tan horrible?

El problema reside, básicamente, en que la historia no está bien contada. La escena en que Hamilton se reúne con el jefe de la empresa para pedir el cambio de cara nunca da la sensación de que ser un cambio realmente querido por Hamilton, sino más bien todo lo contrario. Parece como si le fuesen a hacer la cirugía contra su voluntad por no se sabe qué oscuro motivo. Es aquí cuando uno empieza a elucubrar en vano: ¿le va a contratar la CIA para una misión especial? Eso es lo que pensé yo, que por fortuna o por desgracia tengo demasiada imaginación, y por eso me llevé la decepción que me llevé.

Además, la película cuenta con escenas, para más inri demasiado largas, que no vienen especialmente a cuento. Me refiero a la bacanal, ¿qué diablos pinta ahí? ¿por qué dura tanto?

Sí hay que reconocerle al director su impecable realización, que genera la atmósfera idónea para que padezcamos con el pobre hombre al cual Rock Hudson da vida de forma aceptable. Ya la película, desde el momento en que empiezan los créditos, nos introduce en lo que vamos a ver a lo largo de las casi dos horas de metraje, haciéndonos un recorrido por un misterioso rostro. Luego llegan los planos de cámara fija al cuerpo, las deformaciones de la imagen a través de planos aberrantes y las secuencias oníricas de tono surrealista que acompañan magistralmente la historia que se nos quiere contar.

Una lástima que se haga tan aburrida.
16 de noviembre de 2010
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza en una batalla donde uno de los soldados encuentra un manuscrito que se queda leyendo antes de que sus enemigos le hagan preso. La película cuenta la historia contenida en el manuscrito, que a su vez está formada por historias que cuentan sus personajes, que a su vez cuentan otras historias, quedando así el filme con una estructura parecida a una serie de muñecas rusas, lo cual hace que la película sea, cuando no aburrida, difícil de entender.
Basada en la novela del mismo nombre de Jan Potocki, El manuscrito encontrado en Zaragoza es la primera película de Wojciech Jerzy Has que veo y, aunque en su puesta en escena y su realización no es mala, se hace bastante aburrida, los personajes apenas son interesantes y la historia no logra enganchar.
Acorde con lo que estaba sucediendo en Europa y en el cine europeo en los años 60’, Has aprovecha el relato de Potocki para cargarse el lenguaje clásico y su estructura lineal, pasando mediante su curiosa estructura de un protagonista a otro y dividiendo el filme en dos partes. La cinta, además, posee determinantes elementos de surrealismo y fantasía que encajan a la perfección con las nuevas olas que estaban asediando el panorama cinematográfico europeo de entonces.
Ya se comentó en este blog La kermesse heroica de Jacques Feyder, película donde cobra importancia una etapa tan concreta de la Historia de España como es la de su esplendor imperial. Del mismo modo que en la película del director belga, El manuscrito encontrado en Zaragoza, que es, por cierto, una de las películas favoritas de Luis Buñuel, lo español vuelve a estar presente, aunque esta vez la historia está ambientada a principios del siglo XVIII.
Al hecho de que las historias se hagan pesadas y aburridas se incorpora el detalle de que el filme dura la friolera de tres horas, con lo cual contaba antes de sentarme a verla, pero en ningún caso llegué a imaginarme que esas tres horas podían hacerse tan largas hasta el punto de parecer seis.
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