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7,1
22.948
8
29 de julio de 2017
29 de julio de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poderosa Afrodita (1995) inicia la acción desde el coro y la escena del antiguo teatro griego, cantando las debilidades de nuestros personajes en el drama que se presenta. Sobre sus griegas piedras Tiresias (Jack Warden), Zeus (Kent Blocher), Layo (David Ogden Stiers), Jocasta (Olimpia Dukakis), Edipo (Jeffrey Kurland), o el Líder del coro (F.Murray Abraham) preconizan la tragedia que se avecina sobre los actores de la comedia a punto de comenzar. Allen explica desde la mordacidad reinventada el entorno de la diosa griega del amor.
Lenny (Woody Allen) es un periodista deportivo al que no le hace ninguna gracia la adopción. La galerista Amanda (Helena Bonham Carter) su mujer, intenta convencerlo para lo contrario. Nada puede contra el instinto maternal. Durante un entretenido momento gastronómico Lenny y Amanda confrontan opiniones sobre el tema con sus amigos Bud (Steven Randazzo) y su Mujer (J. Smith-Cameron) poniendo en entredicho la prioridad entre concepción o adopción.
El asombrado y embobado Lenny ante la visión del adoptado bebé al que le ponen el nombre de Max (Tucker Robin), nos lleva en el tiempo hasta el jovencito Max (Jimmy McQuaid). La inquietud de Lenny por conocer el paradero de la madre biológica de Max, de la que sospecha inteligente y superdotada, dado los buenos resultados durante el crecimiento formativo del niño, crece por momentos. Cuando consigue localizar el apartamento de un grisáceo y discreto edificio, se encuentra cara a cara con la cariñosa y comprensiva prostituta Linda Ash (Mira Sorvino), aspirante a vivir de la interpretación y ser actriz, aunque eso es algo que a otros niveles viene haciendo.
Allen reinventa la ironía haciendo participe al coro con comentarios sobre las flaquezas de los amantes a lo largo de la narración. Los observadores, desde el anfiteatro, permanecen ajenos al devenir de los personajes aunque críticos a sus evoluciones. Por medio de los habituales personajes que de alguna manera salen de su imaginario personal: el neurótico compulsivo, la mujer insegura, el boxeador de sospechosa inteligencia, la prostituta, o el chulo, son personajes a los que Juliet Taylor les puso caras, como en otros tantos metrajes del neoyorquino.
Una serie de desdichadas situaciones volcadas en el rechazo de una y la posible separación del otro, llevan a nuestros protagonistas hacia el lamento primero y la mutua comprensión después. Finalmente nuestra historia deriva en soluciones reales (muy del gusto de Woody): arrepentidos personajes unos, y casuales sorprendidos caídos del cielo otros, con la feliz certificación añadida de la descendencia en un fortuito encuentro entre Lenny y Linda.
Precioso relato que desde la mitología aplicada a la manera de Woody, nos hace pasar deliciosos y emotivos momentos de complicidad, afirmación, implicación y rechazo junto a los diferentes personajes de esta flexible y amable comedia junto a la esplendorosa Mira Sorvino.
Lenny (Woody Allen) es un periodista deportivo al que no le hace ninguna gracia la adopción. La galerista Amanda (Helena Bonham Carter) su mujer, intenta convencerlo para lo contrario. Nada puede contra el instinto maternal. Durante un entretenido momento gastronómico Lenny y Amanda confrontan opiniones sobre el tema con sus amigos Bud (Steven Randazzo) y su Mujer (J. Smith-Cameron) poniendo en entredicho la prioridad entre concepción o adopción.
El asombrado y embobado Lenny ante la visión del adoptado bebé al que le ponen el nombre de Max (Tucker Robin), nos lleva en el tiempo hasta el jovencito Max (Jimmy McQuaid). La inquietud de Lenny por conocer el paradero de la madre biológica de Max, de la que sospecha inteligente y superdotada, dado los buenos resultados durante el crecimiento formativo del niño, crece por momentos. Cuando consigue localizar el apartamento de un grisáceo y discreto edificio, se encuentra cara a cara con la cariñosa y comprensiva prostituta Linda Ash (Mira Sorvino), aspirante a vivir de la interpretación y ser actriz, aunque eso es algo que a otros niveles viene haciendo.
Allen reinventa la ironía haciendo participe al coro con comentarios sobre las flaquezas de los amantes a lo largo de la narración. Los observadores, desde el anfiteatro, permanecen ajenos al devenir de los personajes aunque críticos a sus evoluciones. Por medio de los habituales personajes que de alguna manera salen de su imaginario personal: el neurótico compulsivo, la mujer insegura, el boxeador de sospechosa inteligencia, la prostituta, o el chulo, son personajes a los que Juliet Taylor les puso caras, como en otros tantos metrajes del neoyorquino.
Una serie de desdichadas situaciones volcadas en el rechazo de una y la posible separación del otro, llevan a nuestros protagonistas hacia el lamento primero y la mutua comprensión después. Finalmente nuestra historia deriva en soluciones reales (muy del gusto de Woody): arrepentidos personajes unos, y casuales sorprendidos caídos del cielo otros, con la feliz certificación añadida de la descendencia en un fortuito encuentro entre Lenny y Linda.
Precioso relato que desde la mitología aplicada a la manera de Woody, nos hace pasar deliciosos y emotivos momentos de complicidad, afirmación, implicación y rechazo junto a los diferentes personajes de esta flexible y amable comedia junto a la esplendorosa Mira Sorvino.
7
25 de junio de 2018
25 de junio de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantasma d’amore (Fantasma de amor) (1981), es una película de Dino Risi, un director premiado, reconocido, homenajeado, considerado del grupo de los maestros de la ‘comedia a la italiana’. Algo especial, personal, quizás intransferible, se nos escapa al resto de los mortales cuando en 1981 dio al cine una extraña y temblorosa historia donde la vaguedad de los recuerdos en el olvido, aparecen súbitamente, entre los persistente gritos ahogados de una mujer tratando de alcanzar el autobús, desaliñada, envejecida, con señales de sufrimiento en la mirada, en la piel, en el gesto. Entre dubitativas y temblorosas palabras Anna Brigatti Zighi (Romy Schneider) que, al no disponer de una moneda para pagarse su viaje, uno de los pasajeros: Nino Monti (Marcello Mastroianni) se ofrece a darle la moneda de 100 liras que la cansada viajera necesita para su billete; agradecida lo considera un préstamo.
Risi nos introduce en la cotidiana vida del economista Nino Monti, sin otro objetivo que asistir al ritual diario de llegar a casa, saludar a su esposa Teresa Monti (Eva Maria Meineke), a escuchar sus ideas sobre alimentación y otros aburridos eventos sociales a los que Nino asiste de forma mecánica. En ese estado de cosas el realizador nos introduce de bocajarro en la extraña historia que está a punto de acontecer: la mujer del autobús le ha telefoneado, de forma abrumadora, la vida de Monti da un vuelco absoluto, se trata de su antiguo amor al que no había reconocido después de muchos años sin saber nada de ella. Dos breves flashback nos sitúan en la verdadera relación de ambos, mientras su esposa Teresa le suelta palabras vacías que para Monti no significan nada, ni las escucha, todo su pensamiento está puesto en la inesperada reaparición en su vida de Anna.
Aprovechando la ausencia de su mujer, decide recorrer el barrio donde vivió su amada (nuevo flashback). Entre esquivos callejones Nino escucha su delicada voz que lo llama, hablan de ellos, del tiempo pasado, del envejecimiento del cuerpo de la juventud del alma; entre suplicas, Anna le roba un beso al sorprendido Nino, envuelto entre las confusas brumas de las oscuras calles.
El desarrollo de los acontecimientos atosiga y confunde por momentos a nuestro protagonista cuando escucha las opiniones de sus amigos, la sospecha de su mujer al verlo callado y pensativo más de lo normal, la preocupación del empleado Ressi (Paolo Baroni) por los últimos sucesos aparecidos en la prensa, la aparición de la moneda sobre su mesa de trabajo, los hechos y consecuencias que van minando la propia integridad de Nino, confundido entre dos mundos comienza a creer en los aparecidos como un hecho real, incluso Don Gaspare (Michael Kroecher) con sus opiniones sobre la existencia de los aparecidos y el mensaje visionario que lanza a Nino sobre una futura acción acrecienta sus dudas considerablemente.
Sorprendentemente y como fruto de la casualidad Nino visita la residencia de los Zighi, viendo en esta ocasión a la bella Anna Brigatti tal y como la conoció. Posteriormente suceden una serie de acontecimientos cruciales que volcarán el devenir de las cosas para Nino y para el sorprendido y ofendido Conde Zighi (Wolfgang Preiss), molesto por la confesión de infidelidad con Anna pero sobre todo por (según afirma Nino) haber sucedido recientemente. La reacción del Conde es incontestable. No admite que nadie hable así de su difunta esposa muerta años atrás.
Aturdido por los acontecimientos nuestro protagonista se siente cada vez más aislado con sus pensamientos, confuso entre realidad y ensueño cosa que lo confirma una serie de escenas finales en las que Dino Risi nos proporciona un final abierto, lógico para los agnósticos mortales y de absoluto ensueño para quienes viven en el imperecedero limbo del recuerdo, agarrado a él como único y volátil recurso de vida sin importar el tiempo ni el lugar.
Risi nos introduce en la cotidiana vida del economista Nino Monti, sin otro objetivo que asistir al ritual diario de llegar a casa, saludar a su esposa Teresa Monti (Eva Maria Meineke), a escuchar sus ideas sobre alimentación y otros aburridos eventos sociales a los que Nino asiste de forma mecánica. En ese estado de cosas el realizador nos introduce de bocajarro en la extraña historia que está a punto de acontecer: la mujer del autobús le ha telefoneado, de forma abrumadora, la vida de Monti da un vuelco absoluto, se trata de su antiguo amor al que no había reconocido después de muchos años sin saber nada de ella. Dos breves flashback nos sitúan en la verdadera relación de ambos, mientras su esposa Teresa le suelta palabras vacías que para Monti no significan nada, ni las escucha, todo su pensamiento está puesto en la inesperada reaparición en su vida de Anna.
Aprovechando la ausencia de su mujer, decide recorrer el barrio donde vivió su amada (nuevo flashback). Entre esquivos callejones Nino escucha su delicada voz que lo llama, hablan de ellos, del tiempo pasado, del envejecimiento del cuerpo de la juventud del alma; entre suplicas, Anna le roba un beso al sorprendido Nino, envuelto entre las confusas brumas de las oscuras calles.
El desarrollo de los acontecimientos atosiga y confunde por momentos a nuestro protagonista cuando escucha las opiniones de sus amigos, la sospecha de su mujer al verlo callado y pensativo más de lo normal, la preocupación del empleado Ressi (Paolo Baroni) por los últimos sucesos aparecidos en la prensa, la aparición de la moneda sobre su mesa de trabajo, los hechos y consecuencias que van minando la propia integridad de Nino, confundido entre dos mundos comienza a creer en los aparecidos como un hecho real, incluso Don Gaspare (Michael Kroecher) con sus opiniones sobre la existencia de los aparecidos y el mensaje visionario que lanza a Nino sobre una futura acción acrecienta sus dudas considerablemente.
Sorprendentemente y como fruto de la casualidad Nino visita la residencia de los Zighi, viendo en esta ocasión a la bella Anna Brigatti tal y como la conoció. Posteriormente suceden una serie de acontecimientos cruciales que volcarán el devenir de las cosas para Nino y para el sorprendido y ofendido Conde Zighi (Wolfgang Preiss), molesto por la confesión de infidelidad con Anna pero sobre todo por (según afirma Nino) haber sucedido recientemente. La reacción del Conde es incontestable. No admite que nadie hable así de su difunta esposa muerta años atrás.
Aturdido por los acontecimientos nuestro protagonista se siente cada vez más aislado con sus pensamientos, confuso entre realidad y ensueño cosa que lo confirma una serie de escenas finales en las que Dino Risi nos proporciona un final abierto, lógico para los agnósticos mortales y de absoluto ensueño para quienes viven en el imperecedero limbo del recuerdo, agarrado a él como único y volátil recurso de vida sin importar el tiempo ni el lugar.

6,0
222
8
7 de septiembre de 2020
7 de septiembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ditirambo es una película dirigida y guionizada de Gonzalo Suárez en 1969, música de Lou Bennett y los hermanos Doggio fotografía de Juan Amorós. El origen de nuestro personaje está en la novela que el ovetense escribió en 1966 ‘Rocabruno bate a Ditirambo’ donde la realidad y la ficción sitúa a nuestro personaje en delicadas arriesgadas situaciones. En la película que dirigió tres años más tarde Ditirambo, un investigador aséptico en apariencia, generoso en la escucha, discreto en el gesto, endiabladamente activo y persistente en su trabajo se enfrenta a un delicado reto.
El realizador retrata un personaje con cierta vida interior, irreverente cuando es necesario, próximo cuando la situación lo requiere. Los problemas de su cliente la viuda de Urdiales (Yelena Samarina) le encarga la delicada misión de dar con el paradero de Ana Carmona (Charo López), y una maleta para enmendar un asunto pendiente por encargo del moribundo Julio Urdiales (Jaume Picas). Durante la búsqueda conoce un tal Dalmás (Ángel Carmona) personaje inquietante, visionario y desconfiado que no deja indiferente a Ditirambo.
No cabe la duda cuando al contemplar la creación de Gonzalo Suárez podemos ver y admirar un tipo de cine basado en la vitalidad, la intuición y la irrefrenable curiosidad de los personajes reflejado en Ditirambo enlazando nuevas pistas con la información esencial de un personaje (Luis Ciges) creando el vínculo que lo lleva hasta un tal Pack Spack (Francesc Català Roca) amigo de Ana, un peligroso personaje con muchos enemigos Jaime Normando (José María Prada) que junto a Bill (Bill Dickes) oscuro y frio personaje Ditirambo no tardará en ubicarlos .
El arrojo en Ditirambo descoloca a Normando y sorprende a Ana pudiendo estar más cerca de solucionar la situación que no deja indiferente a los malhechores, Bill tratará de solucionarlo de la única manera que sabe hacerlo. La enmarañada situación hace que Normando solo encuentre una salida a su angustioso estado, al tiempo que Bill, Dalmás y Ditirambo tras algunos incidentes violentos resuelvan sus diferencias encontrándose nuestro sesudo protagonista más cerca de cumplir los encargos del moribundo y la viuda.
La gran evolución de Gonzalo Suárez como escritor se complementa con su apasionado amor por el cine, por rodar acompañado con los personajes de sus películas, por vivir la intensidad emocional que acompaña a cada uno de los momentos creativos de su obra cinematográfica iniciada con la impactante Ditirambo. Para Julio Cortázar se trata de un creador nato cuando en su día se refería al asturiano en los siguientes términos: "¿Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vivas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal”.
El realizador retrata un personaje con cierta vida interior, irreverente cuando es necesario, próximo cuando la situación lo requiere. Los problemas de su cliente la viuda de Urdiales (Yelena Samarina) le encarga la delicada misión de dar con el paradero de Ana Carmona (Charo López), y una maleta para enmendar un asunto pendiente por encargo del moribundo Julio Urdiales (Jaume Picas). Durante la búsqueda conoce un tal Dalmás (Ángel Carmona) personaje inquietante, visionario y desconfiado que no deja indiferente a Ditirambo.
No cabe la duda cuando al contemplar la creación de Gonzalo Suárez podemos ver y admirar un tipo de cine basado en la vitalidad, la intuición y la irrefrenable curiosidad de los personajes reflejado en Ditirambo enlazando nuevas pistas con la información esencial de un personaje (Luis Ciges) creando el vínculo que lo lleva hasta un tal Pack Spack (Francesc Català Roca) amigo de Ana, un peligroso personaje con muchos enemigos Jaime Normando (José María Prada) que junto a Bill (Bill Dickes) oscuro y frio personaje Ditirambo no tardará en ubicarlos .
El arrojo en Ditirambo descoloca a Normando y sorprende a Ana pudiendo estar más cerca de solucionar la situación que no deja indiferente a los malhechores, Bill tratará de solucionarlo de la única manera que sabe hacerlo. La enmarañada situación hace que Normando solo encuentre una salida a su angustioso estado, al tiempo que Bill, Dalmás y Ditirambo tras algunos incidentes violentos resuelvan sus diferencias encontrándose nuestro sesudo protagonista más cerca de cumplir los encargos del moribundo y la viuda.
La gran evolución de Gonzalo Suárez como escritor se complementa con su apasionado amor por el cine, por rodar acompañado con los personajes de sus películas, por vivir la intensidad emocional que acompaña a cada uno de los momentos creativos de su obra cinematográfica iniciada con la impactante Ditirambo. Para Julio Cortázar se trata de un creador nato cuando en su día se refería al asturiano en los siguientes términos: "¿Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vivas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal”.

5,2
1.900
6
15 de julio de 2020
15 de julio de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haunted honey moon (Terrorífica luna de miel), es una película dirigida y guionizada de Gene Wilder en el año 1986 con Terence Marsh como coguionista. Predecir lo que sucederá en esta película es imposible, como imposible es separar la ficción de la realidad narrada gracias a la interacción de secuencias que colocan a nuestros protagonistas entre micrófonos y efectos especiales en la estremecedora radionovela Terrorífica luna de miel y los problemas personales del protagonista.
El amplio elenco de intérpretes radiofónicos por medio del arte en el salto temporal nos sitúa en los exteriores de una mansión a la que se dirigen Larry Abbot (Gene Wilder) y Vickie Pearle (Gilda Radner) acompañados por la lóbrega y amenazante música de John Morris advirtiéndonos por su tono trágico sobre lo que les espera a lo largo de un lento y amenazante travelling de aproximación preciosamente fotografiado por Fred Schuler acercándonos hasta una de los ventanales exteriores donde un personaje en graves circunstancias nos previene de la verdadera situación del lugar.
Los prometidos con motivo de su compromiso matrimonial deciden pasar un fin de semana en Stormville la mansión de la tía abuela Kate (Dom DeLuise) acompañados por algunos parientes cercanos protagonistas de los graves incidentes que podría beneficiar o perjudicar la inseguridad y el temor cuasi congénito que arrastra Larry desde su infancia, algo que debe solucionar de cara a su futuro, pero hay algo más: el interés por el testamento que tía Kate está redactando por el que tienen especial interés Francis Abbot tío de Larry y su hijo Francis Jr. (Roger Asthon-Griffiths), Montego (Jim Carter), un oscuro mago esposo de Susan Abbot (Jo Ross) tía de Larry, a los que tenemos que añadir a Charles primo de Larry e hijo del doctor Paul Abbot comprometido a solucionar el problema psicológico de Larry Abbot.
Tanto enredo familiar no tendría ningún sentido sin la participación de un buen puñado de personajes a cual más excéntrico como el mayordomo Pfister (Bryan Pringle), su esposa la doncella Rachel (Ann Way) o Silvia la ninfómana casamentera acompañante de Charles, además de un sospechoso hombre lobo (Will Kenton) y la ineludible presencia del canino Scampi de vital importancia para el futuro de Larry que junto a la pareja de policías ( Billy J. Mitchell y R. J. Bell) que rozan la incompetencia, conforman un cuadro de auténticos despropósitos llevando al límite las situaciones creadas entre lo absurdo y el terror en una farsa que roza lo esperpéntico.
Como si de un gran salto elíptico se tratase el realizador retoma la escena radiofónica inicial con el mismo dialogo que nuestros protagonistas han vivido en la mansión, lo que nos hace pensar que no podría ser otra cosa que la representación de los personajes radiofónicos han dramatizado durante el metraje en la mansión; de otra forma se hace difícil entender la estructura argumental de un guión que dificulta separar o diferenciar entre radionovela y los problemas de Larry Abbot vividos durante el fin de semana. En cualquier caso el resultado final es una película donde el humor y el terror absurdo se dan la mano para hacernos pasar un rato agradablemente entretenido.
El amplio elenco de intérpretes radiofónicos por medio del arte en el salto temporal nos sitúa en los exteriores de una mansión a la que se dirigen Larry Abbot (Gene Wilder) y Vickie Pearle (Gilda Radner) acompañados por la lóbrega y amenazante música de John Morris advirtiéndonos por su tono trágico sobre lo que les espera a lo largo de un lento y amenazante travelling de aproximación preciosamente fotografiado por Fred Schuler acercándonos hasta una de los ventanales exteriores donde un personaje en graves circunstancias nos previene de la verdadera situación del lugar.
Los prometidos con motivo de su compromiso matrimonial deciden pasar un fin de semana en Stormville la mansión de la tía abuela Kate (Dom DeLuise) acompañados por algunos parientes cercanos protagonistas de los graves incidentes que podría beneficiar o perjudicar la inseguridad y el temor cuasi congénito que arrastra Larry desde su infancia, algo que debe solucionar de cara a su futuro, pero hay algo más: el interés por el testamento que tía Kate está redactando por el que tienen especial interés Francis Abbot tío de Larry y su hijo Francis Jr. (Roger Asthon-Griffiths), Montego (Jim Carter), un oscuro mago esposo de Susan Abbot (Jo Ross) tía de Larry, a los que tenemos que añadir a Charles primo de Larry e hijo del doctor Paul Abbot comprometido a solucionar el problema psicológico de Larry Abbot.
Tanto enredo familiar no tendría ningún sentido sin la participación de un buen puñado de personajes a cual más excéntrico como el mayordomo Pfister (Bryan Pringle), su esposa la doncella Rachel (Ann Way) o Silvia la ninfómana casamentera acompañante de Charles, además de un sospechoso hombre lobo (Will Kenton) y la ineludible presencia del canino Scampi de vital importancia para el futuro de Larry que junto a la pareja de policías ( Billy J. Mitchell y R. J. Bell) que rozan la incompetencia, conforman un cuadro de auténticos despropósitos llevando al límite las situaciones creadas entre lo absurdo y el terror en una farsa que roza lo esperpéntico.
Como si de un gran salto elíptico se tratase el realizador retoma la escena radiofónica inicial con el mismo dialogo que nuestros protagonistas han vivido en la mansión, lo que nos hace pensar que no podría ser otra cosa que la representación de los personajes radiofónicos han dramatizado durante el metraje en la mansión; de otra forma se hace difícil entender la estructura argumental de un guión que dificulta separar o diferenciar entre radionovela y los problemas de Larry Abbot vividos durante el fin de semana. En cualquier caso el resultado final es una película donde el humor y el terror absurdo se dan la mano para hacernos pasar un rato agradablemente entretenido.

6,6
1.760
8
5 de abril de 2020
5 de abril de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Educating Rita (Educando a Rita), es una película de Lewis Gilbert realizada en 1983, guionizada por Willy Russell sobre su propia obra teatral. Recuperar este maravilloso ejercicio para advocar a favor de la cultura de la mano de Lewis Gilbert supone un acto de fe al conocimiento humano y al modo de llegar hasta él por medio del rescate y la madurez con el reencuentro cultural de lo que un día en la niñez fue un ilusionado comienzo.
El evidente paralelismo entre el contenido de Educating Rita, la obra de teatro (de gran éxito en su momento) y la vida personal del guionista se convierte en algo inseparable, tanto, que la evolución personal de Willy Russell tiene un paralelismo similar al de la evolución de Rita (Julie Waters) una de nuestras protagonistas que junto al Dr. en literatura Frank Bryant (Michael Caine) aparente desmotivado, desengañado y anodino poeta convencido, forman un tándem interpretativo de primer orden.
Así pues, tenemos una historia de superación personal que nos cuenta el realizador y, que no tendría sentido si no contara con la otra parte llamada ignorancia reflejada en personajes y actitudes que por dejadez, acomodo de largo recorrido, o instinto primario de supervivencia costumbrista, no entiende ni razona sobre las posibilidades de libertad mental que la educación otorga a quienes se acercan a ella.
Un grupo de brillantes intérpretes encabezados por Malcolm Douglas en el papel del insustancial Denny, fiel reflejo del conformismo tradicionalista de quien no sabe, ni pretende, ni mucho menos quiere, ver más allá de su propio entorno social, nos da una interesantísima lección sobre la bondad entendida según convencionalismos aplicada en el reconocimiento emocional del otro por encima de cualquier presión impuesta. Educating Rita es más que un interesante metraje adaptable en su contenido a cualquier tiempo y edad; verla es un placer, disfrutarla también.
El evidente paralelismo entre el contenido de Educating Rita, la obra de teatro (de gran éxito en su momento) y la vida personal del guionista se convierte en algo inseparable, tanto, que la evolución personal de Willy Russell tiene un paralelismo similar al de la evolución de Rita (Julie Waters) una de nuestras protagonistas que junto al Dr. en literatura Frank Bryant (Michael Caine) aparente desmotivado, desengañado y anodino poeta convencido, forman un tándem interpretativo de primer orden.
Así pues, tenemos una historia de superación personal que nos cuenta el realizador y, que no tendría sentido si no contara con la otra parte llamada ignorancia reflejada en personajes y actitudes que por dejadez, acomodo de largo recorrido, o instinto primario de supervivencia costumbrista, no entiende ni razona sobre las posibilidades de libertad mental que la educación otorga a quienes se acercan a ella.
Un grupo de brillantes intérpretes encabezados por Malcolm Douglas en el papel del insustancial Denny, fiel reflejo del conformismo tradicionalista de quien no sabe, ni pretende, ni mucho menos quiere, ver más allá de su propio entorno social, nos da una interesantísima lección sobre la bondad entendida según convencionalismos aplicada en el reconocimiento emocional del otro por encima de cualquier presión impuesta. Educating Rita es más que un interesante metraje adaptable en su contenido a cualquier tiempo y edad; verla es un placer, disfrutarla también.
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