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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
21.558
6
23 de abril de 2016
23 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cien años de perdón” se ha convertido en la película española más taquillera en lo que llevamos de año, dejando un mensaje diáfano: el público español quiere ver cine de género, aunque no sea “made in Hollywood”. Lo curioso del caso es que el filme dirigido por el irregular Daniel Calparsoro y el imprescindible guionista Jorge Guerricaechevarría, es que funde sus raíces en la realidad cotidiana de la sociedad española. Prima hermana de la reciente “El desconocido” (2015), “Cien años de perdón” emplea como “leit motiv” el atraco a un banco para luego desviarse hacia los recovecos de la corrupción política que ha sufrido la Comunidad Valenciana en las últimas décadas. Sin dar nombres reales todos sabemos que se hace referencia a Rita Barberá, Francisco Camps y demás cuchipanda. Sin olvidar los paralelismos con el “corralito” de Argentina, ya que varios atracadores son del país de Evita Perón.
“Cien años de perdón” presenta un arranque contundente (la pertinaz lluvia contribuye a crear la atmósfera adecuada), se atasca a mitad de metraje (como los atracadores que intentan escapar por el túnel subterráneo) y posee un final eficaz. El subgénero de películas de atracos ha alumbrado un ramillete de títulos imprescindibles en la historia del cine como “Atraco perfecto” (1956), “Tarde de perros” (1975) o “Reservoir Dogs” (1991). “Cien años de perdón” no engrosará esa nómina, pero se constituye en una película entretenida, que además tiene el plus de reflexionar de forma amena, sobre nuestra realidad más cercana. No hay que olvidar que España es uno de los países más corruptos del mundo mal que nos pese.
Al margen de la acertada dirección de Calparsoro (que deja atrás el fiasco de “Combustión”, 2013, que se reducía a una sucesión de estéticos spots publicitarios), el mayor acierto es el guion de Guerricaechevarría (colaborador habitual de Daniel Monzón y Álex de La Iglesia), que refleja la historia de un atraco narrado minuto a minuto, en el que se van abriendo varias tramas paralelas. “Cien años de perdón” es un “thriller” en el que los personajes muestran tanto su lado dramático como su sentido del humor (El Loco, encarnado por Joaquín Furriel, ayuda convenientemente a descargar de trama la drama). En la rica galería de personajes de “Cien años de perdón” están presentes roles de todos los ámbitos sociales que acaban construyendo un espejo en el que poder mirarnos. De tal manera que se aúnan, de forma equilibrada, escenas de acción con la cercanía de unos personajes humanos, en medio de un contexto de corruptelas varias.
“Cien años de perdón” presenta un arranque contundente (la pertinaz lluvia contribuye a crear la atmósfera adecuada), se atasca a mitad de metraje (como los atracadores que intentan escapar por el túnel subterráneo) y posee un final eficaz. El subgénero de películas de atracos ha alumbrado un ramillete de títulos imprescindibles en la historia del cine como “Atraco perfecto” (1956), “Tarde de perros” (1975) o “Reservoir Dogs” (1991). “Cien años de perdón” no engrosará esa nómina, pero se constituye en una película entretenida, que además tiene el plus de reflexionar de forma amena, sobre nuestra realidad más cercana. No hay que olvidar que España es uno de los países más corruptos del mundo mal que nos pese.
Al margen de la acertada dirección de Calparsoro (que deja atrás el fiasco de “Combustión”, 2013, que se reducía a una sucesión de estéticos spots publicitarios), el mayor acierto es el guion de Guerricaechevarría (colaborador habitual de Daniel Monzón y Álex de La Iglesia), que refleja la historia de un atraco narrado minuto a minuto, en el que se van abriendo varias tramas paralelas. “Cien años de perdón” es un “thriller” en el que los personajes muestran tanto su lado dramático como su sentido del humor (El Loco, encarnado por Joaquín Furriel, ayuda convenientemente a descargar de trama la drama). En la rica galería de personajes de “Cien años de perdón” están presentes roles de todos los ámbitos sociales que acaban construyendo un espejo en el que poder mirarnos. De tal manera que se aúnan, de forma equilibrada, escenas de acción con la cercanía de unos personajes humanos, en medio de un contexto de corruptelas varias.
Documental

7,0
2.958
8
23 de abril de 2016
23 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1962 Alfred Hitchcock y François Truffaut se reunieron durante ocho días para alumbrar el libro “El cine según Hitchcock” (1965), escrito por el director de “Los 400 golpes” (1959). 50 años después se ha convertido en la Biblia del cine, que cinéfilos, guionistas o directores de cine tienen subrayado hasta la saciedad. “Hithcock/Truffaut”, que se pudo ver por vez primera en Canarias en el reciente Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, recoge la esencia del libro a través de fotografías y fragmentos de las 50 horas que se grabaron como resultado de las 500 preguntas que formuló Truffaut con la inestimable ayuda de la traductora Helen Scott.
“El cine según Hitchcock”, que desgrana las 53 películas del cineasta de oronda silueta, desde “El jardín de la alegría” (1925) a “La trama” (1976), ha sido traducido a más de 20 idiomas y cambió la opinión del cine de Hitchcock en Estados Unidos, valorándolo a partir de entonces como un director-autor.
Kent Jones, que firma habitualmente en las páginas de la revista “Film Comment”, resume el espíritu de aquel memorable encuentro, combinando hábilmente imágenes de “La ventaba indiscreta” (1954), “Vértigo” (1958) o “Los pájaros” (1966) con las grabaciones sonoras originales y la participación de un selecto grupo de cineastas contemporáneos, que incluyen a David Fincher, Martin Scorsese o Wes Anderson. La película destaca frases de Hitchcock como: “Mi lema es: lo lógico es aburrido”, “los actores son ganado” o “el cine mudo es la forma más pura de cine”, así como revela detalles como que la archiconocida secuencia del acuchillamiento en la bañera de “Psicosis” (1960) se grabó tras 70 tomas y una semana de rodaje o que Hitchcock le pidió a Truffaut en varias ocasiones que apagara la grabadora para hablar “off the record”.
El gozoso encuentro entre Hithcock y Truffaut fue una especie de transmisión del testigo del cine, ya que el primero solo rodaría tres títulos más y el segundo solo había rodado tres largometrajes. Entre los 18 filmes que Truffaut grabó después se encuentran títulos seminales del cine como “La piel suave” (1964), “Fahrenheith 451” (1966) o “La noche americana” (1973). En definitiva, “Hithcock/Truffaut” es un verdadero regalo tanto para los cinéfilos como para el público en general, ya que retrata de forma ágil y amena el encuentro entre dos colosos del cine.
“El cine según Hitchcock”, que desgrana las 53 películas del cineasta de oronda silueta, desde “El jardín de la alegría” (1925) a “La trama” (1976), ha sido traducido a más de 20 idiomas y cambió la opinión del cine de Hitchcock en Estados Unidos, valorándolo a partir de entonces como un director-autor.
Kent Jones, que firma habitualmente en las páginas de la revista “Film Comment”, resume el espíritu de aquel memorable encuentro, combinando hábilmente imágenes de “La ventaba indiscreta” (1954), “Vértigo” (1958) o “Los pájaros” (1966) con las grabaciones sonoras originales y la participación de un selecto grupo de cineastas contemporáneos, que incluyen a David Fincher, Martin Scorsese o Wes Anderson. La película destaca frases de Hitchcock como: “Mi lema es: lo lógico es aburrido”, “los actores son ganado” o “el cine mudo es la forma más pura de cine”, así como revela detalles como que la archiconocida secuencia del acuchillamiento en la bañera de “Psicosis” (1960) se grabó tras 70 tomas y una semana de rodaje o que Hitchcock le pidió a Truffaut en varias ocasiones que apagara la grabadora para hablar “off the record”.
El gozoso encuentro entre Hithcock y Truffaut fue una especie de transmisión del testigo del cine, ya que el primero solo rodaría tres títulos más y el segundo solo había rodado tres largometrajes. Entre los 18 filmes que Truffaut grabó después se encuentran títulos seminales del cine como “La piel suave” (1964), “Fahrenheith 451” (1966) o “La noche americana” (1973). En definitiva, “Hithcock/Truffaut” es un verdadero regalo tanto para los cinéfilos como para el público en general, ya que retrata de forma ágil y amena el encuentro entre dos colosos del cine.

6,8
56.801
5
13 de marzo de 2016
13 de marzo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La lista de películas sobre superhéroes de la última década es interminable y destacar sobre el resto de títulos es harto difícil. Si por algo será recordada “Deadpool” es porque es una película vertical (de esas que juegan con el bagaje de imágenes que ha visto el espectador), en la línea de “Kick Ass” (2010), y que apuesta descaradamente por el sentido del humor auto paródico, y que se atreve a hacer chanza, incluso, de una enfermedad devastadora como lo es el cáncer y salir airosa.
“Deadpool” desvela sus intenciones desde los iniciales títulos de créditos en los que aparecen descripciones como “personaje hecho por ordenador”, “tía buena” o “británico haciendo de villano”. La ópera prima de Tim Miller no deja títere sin cabeza y se mofa de los estereotipos de los superhéroes, de iconos cinematográficos, del sexo y hasta de la propia Marvel, que produce la cinta, para terminar riéndose de los espectadores por haber aguantado hasta el último rótulo esperando una escena final.
La trama (la búsqueda del tipo que le dejó la cara a Deadpool como un émulo de Freddy Krueger tras un experimento científico) es una mero pretexto argumental para mostrar una sucesión de escenas de acción (que sigue los esquemas clásicos de este tipo de cine) y humor macarra, trufado de diálogos chisporroteantes.
Detrás del anti-héroe de traje rojo (color escogido para que los “malos” no le vean la sangre”) se encuentra Ryan Reynolds, que ya interpretó un Deadpool mudo y episódico en “X-Men Orígenes: Lobezno” (2009), y se ríe tanto de esta actuación como la de “Linterna verde” (2011).
“Deadpool” ofrece acción y humor a raudales y el público que busca una mera evasión de la cotidianidad de su existencia lo agradece. Las risotadas de los espectadores los delatan. Su sentido del humor irreverente está calando en el público –ya lleva recaudados cerca de 500 millones de dólares- de tal manera que existe una petición de firmas en change.org en la que piden a Lorne Michael, creador y alma máter de “Saturday Night Live”, que el mercenario bocazas Deadpool sea el presentador de uno de los programas del veterano programa televisivo.
“Deadpool” desvela sus intenciones desde los iniciales títulos de créditos en los que aparecen descripciones como “personaje hecho por ordenador”, “tía buena” o “británico haciendo de villano”. La ópera prima de Tim Miller no deja títere sin cabeza y se mofa de los estereotipos de los superhéroes, de iconos cinematográficos, del sexo y hasta de la propia Marvel, que produce la cinta, para terminar riéndose de los espectadores por haber aguantado hasta el último rótulo esperando una escena final.
La trama (la búsqueda del tipo que le dejó la cara a Deadpool como un émulo de Freddy Krueger tras un experimento científico) es una mero pretexto argumental para mostrar una sucesión de escenas de acción (que sigue los esquemas clásicos de este tipo de cine) y humor macarra, trufado de diálogos chisporroteantes.
Detrás del anti-héroe de traje rojo (color escogido para que los “malos” no le vean la sangre”) se encuentra Ryan Reynolds, que ya interpretó un Deadpool mudo y episódico en “X-Men Orígenes: Lobezno” (2009), y se ríe tanto de esta actuación como la de “Linterna verde” (2011).
“Deadpool” ofrece acción y humor a raudales y el público que busca una mera evasión de la cotidianidad de su existencia lo agradece. Las risotadas de los espectadores los delatan. Su sentido del humor irreverente está calando en el público –ya lleva recaudados cerca de 500 millones de dólares- de tal manera que existe una petición de firmas en change.org en la que piden a Lorne Michael, creador y alma máter de “Saturday Night Live”, que el mercenario bocazas Deadpool sea el presentador de uno de los programas del veterano programa televisivo.

7,0
23.114
7
13 de febrero de 2016
13 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Carol” acumula seis nominaciones para la próxima entrega de los Oscar. Esa es su tarjeta de visita, pero más allá del oropel que envuelve a los premios de la industria de Hollywood, el nuevo trabajo de Todd Haynes es una pequeña joya fílmica en la que cada secuencia está perfectamente planificada como si se tratara de fotografías o pinturas (es evidente el influjo de Edward Hopper). Todo en “Carol” está estudiado, desde el cuidado diseño de vestuario (obra de Sandy Powell) hasta la selecta selección musical, pasando por unos diálogos elaborados con precisión milimétrica. Todo para configurar un filme exquisito y delicado.
Se prodiga poco Todd Haynes como director de largometrajes en el cine, -seis en veinticinco años- pero cuando lo hace, suele dar en la diana. Si “En lejos del cielo” (2002) abordaba con elegancia el controvertido tema de la xenofobia en la sociedad estadounidense contemporánea a través de una relación interracial, ahora con “Carol” se adentra en la historia de amor entre dos mujeres en la misma pacata sociedad de la década de los 50. Cate Blanchet (que ya trabajó con Haynes en “I´m not here”, 2007) y Rooney Mara (Mejor Actriz en el Festival de Cannes 2015), dan vida a dos personas que se enamoran. Es una historia tan sencilla y tantas veces vista que no debería llamarnos la atención, pero lo hace, por la misma razón que seguimos recordando “Breve encuentro” (1945), de David Lean, porque en ambas impera la sutileza, donde nada está forzado y todo sucede en el tempo preciso.
Basada en el relato homónimo de Patricia Highsmith, “Carol” resulta un relato extemporáneo, alejado del ruido de la sociedad moderna, que nos devuelve a otra época en la que las cosas sucedían más despacio.
Se prodiga poco Todd Haynes como director de largometrajes en el cine, -seis en veinticinco años- pero cuando lo hace, suele dar en la diana. Si “En lejos del cielo” (2002) abordaba con elegancia el controvertido tema de la xenofobia en la sociedad estadounidense contemporánea a través de una relación interracial, ahora con “Carol” se adentra en la historia de amor entre dos mujeres en la misma pacata sociedad de la década de los 50. Cate Blanchet (que ya trabajó con Haynes en “I´m not here”, 2007) y Rooney Mara (Mejor Actriz en el Festival de Cannes 2015), dan vida a dos personas que se enamoran. Es una historia tan sencilla y tantas veces vista que no debería llamarnos la atención, pero lo hace, por la misma razón que seguimos recordando “Breve encuentro” (1945), de David Lean, porque en ambas impera la sutileza, donde nada está forzado y todo sucede en el tempo preciso.
Basada en el relato homónimo de Patricia Highsmith, “Carol” resulta un relato extemporáneo, alejado del ruido de la sociedad moderna, que nos devuelve a otra época en la que las cosas sucedían más despacio.

6,6
9.845
8
24 de noviembre de 2015
24 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Organismo Autónomo de Cultura del ayuntamiento capitalino reedita a partir del 16 de septiembre los Encuentros con el Cine que se celebraron por vez primera el año pasado en el Teatro Guimerá con la presencia de destacados cineastas del panorama nacional como Mar Coll, Fernando Franco o Patricia Ferreira y directores canarios que empiezan a despuntar como David Pantaleón o Amaury Santana. En 2015 se ha optado por un formato diferente y se proyectarán tres películas en el mes de septiembre (“Loreak”, “Hombre que hace que duerme”, de Miguel García Morales, y “BKLYN 11211”, de José Víctor Fuentes) y otras dos en noviembre (que se darán a conocer el 16 de septiembre). Cuatro de los cinco títulos son filmes sin estrenar en Tenerife (el quinto se verá primero en MiradasDoc).
La película vasca “Loreak” ha sido la elegida para inaugurar esta segunda edición de Encuentros con el Cine, auspiciados por Digital 104. La cita, que contará con la presencia de uno de los dos directores de la cinta, José María Goenaga, se podrá ver a las 20:30 horas al precio de 3 €. Al término de la proyección se desarrollará un debate entre el cineasta y el público moderado por Jorge Gorostiza.
Los dos primeros minutos de “Loreak” -que significa flores en vasco- definen el tipo de cine que proponen Joan Garaño y José María Goenaga. En estos dos minutos se suceden ocho planos en los que el espectador verá un ramo de flores, una persona de espaldas sosteniendo un paraguas bajo la lluvia, una anciana, el primer plano de una mujer, un accidente de tráfico, la estampa de una verde colina y unas grúas. En esos ocho planos se resumen la historia que veremos en la primera película de la historia del cine comercial español rodada íntegramente en euskera.
“Loreak” es un cine que requiere de un espectador activo que vea más allá de lo superficial. El cine no es solo una mera evasión sino también una forma de contar historias mínimas con las que cualquiera puede sentirse identificado. “Loreak”, que formó parte de la sección oficial de San Sebastián en 2014 y estuvo nominado a mejor película en la última edición de los Goya-, sigue la senda fílmica del Benito Zambrano de “Solas” (1999), del Carlos Sorín de “Historias mínimas” (2002) o del Alberto Lecchi de “El frasco” (2008), ya que este puñado de largometrajes detiene su mirada en historias cotidianas protagonizadas por personajes corrientes.
“Loreak”, que guarda más de un punto en común con “Magical Girl” (2014), emplea las flores como símbolo que cruza la vida de varios personajes gracias al andamiaje de un sólido guion, que se centra en tres instantes concretos de la vida de tres mujeres que viven diferentes momentos de su existencia, pero coinciden en que comparten existencias grisáceas y tienen heridas abiertas. El largometraje explora los diferentes significados que concedemos los humanos a las flores: amor, dolor, esperanza o recuerdo, sacando a relucir los sentimientos a flor de piel de los protagonistas: una madre recarcomida por el dolor, una mujer madura que acaba de entrar en la menopausia y está atrapada en un matrimonio rutinario o una viuda que decide pasar página sin derramar una lágrima. Personajes que evolucionan a lo largo del metraje que se prolonga en el tiempo cinematográfico durante cinco años. Lo que convierte a “Loreak” en una honda reflexión sobre la soledad y un acercamiento al carácter emocional del pueblo vasco. Asimismo, es una lúcida reflexión sobre cómo afrontamos los seres humanos la pérdida de un ser querido y cómo intentamos cubrir su vacío.
La escena clave de “Loreak”, que acontece a los 27 minutos, muestra un accidente de tráfico de forma anticlimática, alejada de artificios, que es como suelen ocurrir los accidentes en la vida real. También es muy verosímil el ritual de llevar flores al lugar del accidente. Muchos son los rincones de las carreteras donde podemos vislumbrar unas flores que rememoran a las personas que han perdido la vida en la cuneta. Como dice la madre del fallecido: “Las personas no mueren mientras no las olvidamos”.
La película vasca “Loreak” ha sido la elegida para inaugurar esta segunda edición de Encuentros con el Cine, auspiciados por Digital 104. La cita, que contará con la presencia de uno de los dos directores de la cinta, José María Goenaga, se podrá ver a las 20:30 horas al precio de 3 €. Al término de la proyección se desarrollará un debate entre el cineasta y el público moderado por Jorge Gorostiza.
Los dos primeros minutos de “Loreak” -que significa flores en vasco- definen el tipo de cine que proponen Joan Garaño y José María Goenaga. En estos dos minutos se suceden ocho planos en los que el espectador verá un ramo de flores, una persona de espaldas sosteniendo un paraguas bajo la lluvia, una anciana, el primer plano de una mujer, un accidente de tráfico, la estampa de una verde colina y unas grúas. En esos ocho planos se resumen la historia que veremos en la primera película de la historia del cine comercial español rodada íntegramente en euskera.
“Loreak” es un cine que requiere de un espectador activo que vea más allá de lo superficial. El cine no es solo una mera evasión sino también una forma de contar historias mínimas con las que cualquiera puede sentirse identificado. “Loreak”, que formó parte de la sección oficial de San Sebastián en 2014 y estuvo nominado a mejor película en la última edición de los Goya-, sigue la senda fílmica del Benito Zambrano de “Solas” (1999), del Carlos Sorín de “Historias mínimas” (2002) o del Alberto Lecchi de “El frasco” (2008), ya que este puñado de largometrajes detiene su mirada en historias cotidianas protagonizadas por personajes corrientes.
“Loreak”, que guarda más de un punto en común con “Magical Girl” (2014), emplea las flores como símbolo que cruza la vida de varios personajes gracias al andamiaje de un sólido guion, que se centra en tres instantes concretos de la vida de tres mujeres que viven diferentes momentos de su existencia, pero coinciden en que comparten existencias grisáceas y tienen heridas abiertas. El largometraje explora los diferentes significados que concedemos los humanos a las flores: amor, dolor, esperanza o recuerdo, sacando a relucir los sentimientos a flor de piel de los protagonistas: una madre recarcomida por el dolor, una mujer madura que acaba de entrar en la menopausia y está atrapada en un matrimonio rutinario o una viuda que decide pasar página sin derramar una lágrima. Personajes que evolucionan a lo largo del metraje que se prolonga en el tiempo cinematográfico durante cinco años. Lo que convierte a “Loreak” en una honda reflexión sobre la soledad y un acercamiento al carácter emocional del pueblo vasco. Asimismo, es una lúcida reflexión sobre cómo afrontamos los seres humanos la pérdida de un ser querido y cómo intentamos cubrir su vacío.
La escena clave de “Loreak”, que acontece a los 27 minutos, muestra un accidente de tráfico de forma anticlimática, alejada de artificios, que es como suelen ocurrir los accidentes en la vida real. También es muy verosímil el ritual de llevar flores al lugar del accidente. Muchos son los rincones de las carreteras donde podemos vislumbrar unas flores que rememoran a las personas que han perdido la vida en la cuneta. Como dice la madre del fallecido: “Las personas no mueren mientras no las olvidamos”.
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