You must be a loged user to know your affinity with sergiomalvin
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
6
10 de mayo de 2024
10 de mayo de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me habían dicho que esta miniserie venía precedida de buenos comentarios, así que decidí sumergirme en ella, sin conocer nada sobre el personaje, ya que no he leído ninguna de las novelas de Patricia Highsmith, por tanto no hablaré de adaptaciones buenas o malas.
Al principio, dos o tres episodios, lo que engancha es la ambigüedad de los personajes, ya que no se sabe muy bien de qué juega cada uno de ellos. Especialmente el protagonista central, quien se revela intrigante, oscuro, inescrupuloso.
Durante el desarrollo, pasando por alto algunas incongruencias o resoluciones, se nota que hay un buen trabajo de los guionistas, que obligan al espectador a mantenerse atento todo el tiempo -tal vez en las novelas de la autora se trate de eso- para no dejar cabos sueltos.
El protagonista está muy bien, es un sicópata en toda regla, calculador, sumamente inteligente, capaz de pergeñar sus planes de manera casi obsesiva, como un jugador de ajedrez que puede proyectar varias jugadas hacia adelante, con una capacidad de concentración que ya la quisieran muchos padres para sus hijos a la hora de estudiar.
Dakota Fanning aporta mucho a la historia, especialmente en sus miradas penetrantes, convenciéndonos de que ella está despierta, avispada, dispuesta a terminar con la farsa, a descubrir al personaje maquiavélico que los maneja a todos cual titiritero, y cuando está a punto de encontrar la punta de la madeja... (al spoiler).
Párrafo especial para la ambientación sesentera de la serie. El blanco y negro realza la belleza de los paisajes y colabora mucho para sentir que estamos en la época. Ese tiempo en que los diarios en papel eran una parte importante del paisaje cotidiano, se jugaba a las cartas en las mesas de los boliches (término que usamos por aquí para referirnos a bares y cafeterías), no había nada parecido a internet, y conseguir un teléfono de línea era más difícil que acertar la lotería. Hay cierta atmósfera hitchconiana allí.
La música también merece la mejor nota, crea la tensión donde es necesario, y acompaña correctamente cada escena, a mi gusto no le quito ni un acorde.
Otro punto a favor: el acercamiento al público de la obra de un pintor estupendo como Caravaggio, aporta la curiosidad por conocer más sobre la historia de este hombre y su obra. La obsesión de Ripley por los cuadros del pintor, su buscado parecido físico, y algunos aspectos oscuros en la vida de ambos (el pintor y Ripley) le dan un toque de intriga al último capítulo, cuando presenta imágenes del año 1600, tratando de vincular un crimen de Caravaggio con las fechorías de Ripley.
Pero si todo está tan bien, ¿por qué no puntuarla con 9? Por el final. Como dije al comienzo, no he leído novelas sobre este personaje. Es probable que lo que contaré en el spoiler, sea más creíble en el texto de la novela, donde uno puede jugar con su imaginación, pero en la pantalla la resolución se acerca demasiado a la ridiculez. Y es una pena, porque tiene muchos puntos a favor la historia, como para estropearla de esa manera.
Al principio, dos o tres episodios, lo que engancha es la ambigüedad de los personajes, ya que no se sabe muy bien de qué juega cada uno de ellos. Especialmente el protagonista central, quien se revela intrigante, oscuro, inescrupuloso.
Durante el desarrollo, pasando por alto algunas incongruencias o resoluciones, se nota que hay un buen trabajo de los guionistas, que obligan al espectador a mantenerse atento todo el tiempo -tal vez en las novelas de la autora se trate de eso- para no dejar cabos sueltos.
El protagonista está muy bien, es un sicópata en toda regla, calculador, sumamente inteligente, capaz de pergeñar sus planes de manera casi obsesiva, como un jugador de ajedrez que puede proyectar varias jugadas hacia adelante, con una capacidad de concentración que ya la quisieran muchos padres para sus hijos a la hora de estudiar.
Dakota Fanning aporta mucho a la historia, especialmente en sus miradas penetrantes, convenciéndonos de que ella está despierta, avispada, dispuesta a terminar con la farsa, a descubrir al personaje maquiavélico que los maneja a todos cual titiritero, y cuando está a punto de encontrar la punta de la madeja... (al spoiler).
Párrafo especial para la ambientación sesentera de la serie. El blanco y negro realza la belleza de los paisajes y colabora mucho para sentir que estamos en la época. Ese tiempo en que los diarios en papel eran una parte importante del paisaje cotidiano, se jugaba a las cartas en las mesas de los boliches (término que usamos por aquí para referirnos a bares y cafeterías), no había nada parecido a internet, y conseguir un teléfono de línea era más difícil que acertar la lotería. Hay cierta atmósfera hitchconiana allí.
La música también merece la mejor nota, crea la tensión donde es necesario, y acompaña correctamente cada escena, a mi gusto no le quito ni un acorde.
Otro punto a favor: el acercamiento al público de la obra de un pintor estupendo como Caravaggio, aporta la curiosidad por conocer más sobre la historia de este hombre y su obra. La obsesión de Ripley por los cuadros del pintor, su buscado parecido físico, y algunos aspectos oscuros en la vida de ambos (el pintor y Ripley) le dan un toque de intriga al último capítulo, cuando presenta imágenes del año 1600, tratando de vincular un crimen de Caravaggio con las fechorías de Ripley.
Pero si todo está tan bien, ¿por qué no puntuarla con 9? Por el final. Como dije al comienzo, no he leído novelas sobre este personaje. Es probable que lo que contaré en el spoiler, sea más creíble en el texto de la novela, donde uno puede jugar con su imaginación, pero en la pantalla la resolución se acerca demasiado a la ridiculez. Y es una pena, porque tiene muchos puntos a favor la historia, como para estropearla de esa manera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La serie venía bastante bien, manteniendo la intriga, la tensión y la curiosidad por ver cómo el protagonista iba tejiendo la telaraña en la que iban cayendo investigadores y allegados a sus víctimas. Hasta que el director decide jugarse por una solución absurda. Enfrentar cara a cara al veterano inspector de policía con Tom Ripley, apenas disfrazado con una peluca, pero a cara descubierta, después de haberlo tratado como si fuera otra persona (Richard), en varias entrevistas e interrogatorios, es tomarle el pelo al espectador. Clark Kent y Superman están bien como personajes de historietas; podemos admitir que en las series de los años sesenta, Don Diego de la Vega y el Zorro nos engañaran con un simple antifaz, pero que un avezado y veterano inspector de policía sea engañado, como si se tratara del Sargento García...noooo!
Se podrá decir que la inteligencia de Ripley es superior, que ha estudiado el tema de la luz -inspirado en Caravaggio- para que el inspector no le vea bien el rostro en esa reunión que mantienen en Venecia, y todas las excusas que quieran, pero el tono de voz no cambia, la contextura física es la misma, y se despiden con un apretón de manos, o sea, hay una cercanía, la misma que tuvieron en otras reunioines. Para engañar a un veterano sabueso se debió hilar un poco más fino.
Cuando parece que Ripley cometerá su tercer crimen, hay un giro magistral, que salió así porque Dakota Fanning ilumina la escena. Todo parece derrumbarse en el mundo de Ripley, más si tenemos en cuenta que la muchacha siempre desconfió de él. Encontrar el anillo del joven desaparecido en el dormitorio de Ripley era un indicio claro (para el espectador) de que allí tambaleaba todo el escenario montado por el astuto ladrón y asesino. Sin embargo, la propia Marge es la que aporta la coartada perfecta al criminal: el joven dejó el anillo a modo de despedida, ya que no pensaba volver. ¡Ni a Ripley se le había ocurrido esa salida! Match point, diría Woody Allen.
La última escena, cuando el inspector recibe el libro de Marge (Fanning) es un cierre perfecto, que suaviza, pero no borra, el resbalón de la entrevista inspector-criminal.
Para finalizar: el recurso de hacer hablar al protagonista, como si verdaderamente estuviera interactuando con policías, detectives y allegados es bien utilizado, por momentos confunde (y eso está muy bien en un thriller sicológico).
Se podrá decir que la inteligencia de Ripley es superior, que ha estudiado el tema de la luz -inspirado en Caravaggio- para que el inspector no le vea bien el rostro en esa reunión que mantienen en Venecia, y todas las excusas que quieran, pero el tono de voz no cambia, la contextura física es la misma, y se despiden con un apretón de manos, o sea, hay una cercanía, la misma que tuvieron en otras reunioines. Para engañar a un veterano sabueso se debió hilar un poco más fino.
Cuando parece que Ripley cometerá su tercer crimen, hay un giro magistral, que salió así porque Dakota Fanning ilumina la escena. Todo parece derrumbarse en el mundo de Ripley, más si tenemos en cuenta que la muchacha siempre desconfió de él. Encontrar el anillo del joven desaparecido en el dormitorio de Ripley era un indicio claro (para el espectador) de que allí tambaleaba todo el escenario montado por el astuto ladrón y asesino. Sin embargo, la propia Marge es la que aporta la coartada perfecta al criminal: el joven dejó el anillo a modo de despedida, ya que no pensaba volver. ¡Ni a Ripley se le había ocurrido esa salida! Match point, diría Woody Allen.
La última escena, cuando el inspector recibe el libro de Marge (Fanning) es un cierre perfecto, que suaviza, pero no borra, el resbalón de la entrevista inspector-criminal.
Para finalizar: el recurso de hacer hablar al protagonista, como si verdaderamente estuviera interactuando con policías, detectives y allegados es bien utilizado, por momentos confunde (y eso está muy bien en un thriller sicológico).
8
11 de noviembre de 2023
11 de noviembre de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en toda película o serie, la valoración depende de la expectativa con la que llegamos a ella. En mi caso, un amigo me la recomendó, haciendo hincapié en que era una serie israelí, con mucha acción, recreada en los territorios que ya nos resultan familiares, debido al bombardeo -nunca mejor empleado el término- de los noticieros con el conflicto de Medio Oriente.
No hay que esperar aquí un análisis histórico político del conflicto, ni posturas ideológicas o religiosas -aunque éstas últimas obviamente están presentes- sino disponerse a ver a un grupo de soldados israelíes, integrantes de una unidad de élite, pasando, una y otra vez, por situaciones límite, de las que salen airosos, casi siempre sin sufrir pérdidas.
En ese contexto, la serie es buenísima. Te mantiene pegado al asiento, tiene todo lo que se puede esperar de un producto de esta naturaleza: acción, suspenso e intriga en grandes dosis. Desde el punto de vista técnico es impecable, la música acompaña con solvencia cada escena, los actores están notables, no sólo los protagonistas permanentes sino también los que van surgiendo en cada episodio. En ese rubro destaco la transformación de Wallid (Shadi Mar'i) en la temporada que toma el mando, o la notable interpretación de Loai Nofi (Adel Tawalbe) en la última. Son palestinos malos, muy malos, crueles, dispuestos a todo para terminar con Israel.
El director y principal protagonista, Lior Raz (Doron) maneja la tensión y la intriga con mano maestra, no es sencillo mantener ese pulso a lo largo de 48 episodios, y Raz lo logra, con algunos altibajos, claro, a veces forzando algunas resoluciones, pero en general lo hace notablemente.
Ahora bien, si queremos comprender el origen del conflicto, su historia, el porqué de esa locura, hay muchos buenos libros que nos van a resultar mucho más útiles que “Fauda”. Esto es entretenimiento, del bueno, sí, pero no mucho más que eso. Del modo que está planteada, es inevitable sentir cierta empatía con ese grupo, lamentar alguna pérdida de tipos que parecen ser entrañables amigos, más que compañeros de tareas. Eli, Steve, Avihai, son tipos simpáticos, graciosos, buenos compañeros, padres y esposos. Del otro lado, también tienen familia, hijos y esposas, pero son retratados de manera diferente.
Es más profundo el estudio de la sicología de nuestros héroes, los conflictos familiares y las relaciones afectivas que los involucran. No es igual el tratamiento de los que están en Cisjordania o Gaza. Las familias son meros satélites, aunque hay algunas excepciones en que se muestra el costado humano de las “bestias”.
Cuando el israelí se quiebra en la tortura, allí está el equipo para respaldarlo, entender esa cuestión tan humana que busca escapar del dolor, aunque eso signifique entregar gente que termine muriendo a causa de esa información. Del otro lado, el palestino que traiciona, simplemente explota, o es ejecutado, sin el menor remordimiento. No hay rezo, ni familia, ni perdón, ni nada, si aflojaste, paredón.
Hamas, el ISIS, Hezbollah, los gobiernos sirios, libaneses, Gaza, Cisjordania. Nada ni nadie queda en pie cuando la Unidad antiterrorista israelí, con el soldado Doron en primer plano, entra en acción. También van destruyendo sus propias vidas. Así es “Fauda”, tómela o déjela.
No hay que esperar aquí un análisis histórico político del conflicto, ni posturas ideológicas o religiosas -aunque éstas últimas obviamente están presentes- sino disponerse a ver a un grupo de soldados israelíes, integrantes de una unidad de élite, pasando, una y otra vez, por situaciones límite, de las que salen airosos, casi siempre sin sufrir pérdidas.
En ese contexto, la serie es buenísima. Te mantiene pegado al asiento, tiene todo lo que se puede esperar de un producto de esta naturaleza: acción, suspenso e intriga en grandes dosis. Desde el punto de vista técnico es impecable, la música acompaña con solvencia cada escena, los actores están notables, no sólo los protagonistas permanentes sino también los que van surgiendo en cada episodio. En ese rubro destaco la transformación de Wallid (Shadi Mar'i) en la temporada que toma el mando, o la notable interpretación de Loai Nofi (Adel Tawalbe) en la última. Son palestinos malos, muy malos, crueles, dispuestos a todo para terminar con Israel.
El director y principal protagonista, Lior Raz (Doron) maneja la tensión y la intriga con mano maestra, no es sencillo mantener ese pulso a lo largo de 48 episodios, y Raz lo logra, con algunos altibajos, claro, a veces forzando algunas resoluciones, pero en general lo hace notablemente.
Ahora bien, si queremos comprender el origen del conflicto, su historia, el porqué de esa locura, hay muchos buenos libros que nos van a resultar mucho más útiles que “Fauda”. Esto es entretenimiento, del bueno, sí, pero no mucho más que eso. Del modo que está planteada, es inevitable sentir cierta empatía con ese grupo, lamentar alguna pérdida de tipos que parecen ser entrañables amigos, más que compañeros de tareas. Eli, Steve, Avihai, son tipos simpáticos, graciosos, buenos compañeros, padres y esposos. Del otro lado, también tienen familia, hijos y esposas, pero son retratados de manera diferente.
Es más profundo el estudio de la sicología de nuestros héroes, los conflictos familiares y las relaciones afectivas que los involucran. No es igual el tratamiento de los que están en Cisjordania o Gaza. Las familias son meros satélites, aunque hay algunas excepciones en que se muestra el costado humano de las “bestias”.
Cuando el israelí se quiebra en la tortura, allí está el equipo para respaldarlo, entender esa cuestión tan humana que busca escapar del dolor, aunque eso signifique entregar gente que termine muriendo a causa de esa información. Del otro lado, el palestino que traiciona, simplemente explota, o es ejecutado, sin el menor remordimiento. No hay rezo, ni familia, ni perdón, ni nada, si aflojaste, paredón.
Hamas, el ISIS, Hezbollah, los gobiernos sirios, libaneses, Gaza, Cisjordania. Nada ni nadie queda en pie cuando la Unidad antiterrorista israelí, con el soldado Doron en primer plano, entra en acción. También van destruyendo sus propias vidas. Así es “Fauda”, tómela o déjela.
Documental

--
7
2 de mayo de 2023
2 de mayo de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amor por la murga y el carnaval es lo que destila este documental en el que los veteranos vuelven por sus fueros para ponerle corazón y música a la idea madre de Marcel Keroglian, secundado por Edu "Pitufo" Lombardo.
El espíritu de ese mundo que durante cuarenta noches desfila por los barrios montevideanos se refleja en estos ochenta minutos de emociones. Allí vemos a gente a la que le cuesta explicar un acorde, pero tocarlo le sale desde el alma. No son músicos de conservatorio, y la mayoría de ellos ni siquiera son músicos, sino cultores de un arte popular arraigado en buena parte del pueblo.
Estos veteranos no fueron a una escuela de canto, pero afinaron (o no) las voces entre trago y cigarro en la cantina del club y llegaron con sus voces aguardentosas al corazón de las clases populares, dejando un legado que permanece, aunque el carnaval actual luzca más profesional que en los viejos tiempos.
Pero la historia que nos cuenta el director abarca otros aspectos poco conocidos de los murgueros, se mete en sus humildes viviendas, algunos viviendo de prestado en casas ocupadas, otros que han pasado por graves problemas de alcoholismo, alguno que incurrió en el delito, la mayoría laburantes que se ganan el mango como pueden. Al final se rinde homenaje a tres murgueros participantes fallecidos: "Bizancio" Silva, Polanco e Iván "Loco" Bentancur.
El fenómeno carnavalero de Uruguay es difícil de comprender en otros países. No parece racional que haya tanta gente que dedica varios meses al año a ensayar y después cuarenta días a pasear por los escenarios, llevando su canto a los barrios. Todo ello mientras la gran mayoría trabaja en las actividades que les da el sustento para vivir.
Fue el mejor documental uruguayo del año según FIPRESCI (Uruguay).
El espíritu de ese mundo que durante cuarenta noches desfila por los barrios montevideanos se refleja en estos ochenta minutos de emociones. Allí vemos a gente a la que le cuesta explicar un acorde, pero tocarlo le sale desde el alma. No son músicos de conservatorio, y la mayoría de ellos ni siquiera son músicos, sino cultores de un arte popular arraigado en buena parte del pueblo.
Estos veteranos no fueron a una escuela de canto, pero afinaron (o no) las voces entre trago y cigarro en la cantina del club y llegaron con sus voces aguardentosas al corazón de las clases populares, dejando un legado que permanece, aunque el carnaval actual luzca más profesional que en los viejos tiempos.
Pero la historia que nos cuenta el director abarca otros aspectos poco conocidos de los murgueros, se mete en sus humildes viviendas, algunos viviendo de prestado en casas ocupadas, otros que han pasado por graves problemas de alcoholismo, alguno que incurrió en el delito, la mayoría laburantes que se ganan el mango como pueden. Al final se rinde homenaje a tres murgueros participantes fallecidos: "Bizancio" Silva, Polanco e Iván "Loco" Bentancur.
El fenómeno carnavalero de Uruguay es difícil de comprender en otros países. No parece racional que haya tanta gente que dedica varios meses al año a ensayar y después cuarenta días a pasear por los escenarios, llevando su canto a los barrios. Todo ello mientras la gran mayoría trabaja en las actividades que les da el sustento para vivir.
Fue el mejor documental uruguayo del año según FIPRESCI (Uruguay).
Documental

--
Documental
8
28 de abril de 2023
28 de abril de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde los primeros años en que el tango se hizo popular en ambas márgenes del Río de la Plata, hemos asistido a disputas entre uruguayos y argentinos sobre el origen de los símbolos más importantes de esta música nacida en lo que se conocía como el "bajo", una zona emparentada con las clases sociales menos favorecidas, los cabarets, la gente de la noche, los guapos y malevos; también el ambiente prostibulario.
Este documental narra la historia del mítico tango "La cumparsita", compuesto por el uruguayo Gerardo Matos Rodríguez, y apela para ello a entrevistas con familiares del fallecido autor y con gente que conoce el origen y las condiciones en que fue creada la melodía, así como las disputas judiciales posteriores, en busca del reconocimiento de los derechos de autor (que, como consecuencia, incluye otro reconocimiento, el económico).
La autoría musical no admite dos opiniones, pero la historia va más allá de esa primera composición. Y la verdad es que esa música fue enriquecida cuando otros autores le agregaron letra. La más conocida de ellas es la creada por el argentino Pascual Contursi, nacido en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Particularmente me gustan más los versos de otro argentino, Celedonio Flores (Por qué canto así), que en la voz de Julio Sosa suena de maravilla en ese recitado que hace cuando empiezan los primeros acordes.
El documental recoge el episodio que tuvo lugar en Sevilla, cuando se celebraban los 500 años del ¿descubrimiento? de América. El stand argentino de la Expo Sevilla no tuvo mejor idea que poner la música de "La cumparsita" como propia, desatando la ira de la contraparte uruguaya. La rencilla llegó a la televisión española, como lo refleja este documental.
La verdad es que Uruguay es un país de poca población, siempre fue así, y, cuando un artista uruguayo se destaca por su talento, necesita salir en busca de mercado para vender su arte. Y no tiene que ir lejos, a un par de horas de nuestro puerto está Buenos Aires, la ciudad donde los artistas orientales logran la repercusión que no tienen en su propio suelo. En el caso de Gerardo Matos Rodríguez, si "La cumparsita" hubiera quedado dentro de fronteras, probablemente hoy no sería el himno que es, reconocido en gran parte del mundo. Y si bien es cierto que la letra de Contursi no representaría nada sin la melodía para la que fue compuesta, la música de Matos se vio potenciada por la letra del compositor argentino.
En síntesis, este es un muy buen documental, con mucha información sobre la melodía más representativa del género tanguero, nacida en la orilla oriental y enriquecida del otro lado del charco.
Este documental narra la historia del mítico tango "La cumparsita", compuesto por el uruguayo Gerardo Matos Rodríguez, y apela para ello a entrevistas con familiares del fallecido autor y con gente que conoce el origen y las condiciones en que fue creada la melodía, así como las disputas judiciales posteriores, en busca del reconocimiento de los derechos de autor (que, como consecuencia, incluye otro reconocimiento, el económico).
La autoría musical no admite dos opiniones, pero la historia va más allá de esa primera composición. Y la verdad es que esa música fue enriquecida cuando otros autores le agregaron letra. La más conocida de ellas es la creada por el argentino Pascual Contursi, nacido en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Particularmente me gustan más los versos de otro argentino, Celedonio Flores (Por qué canto así), que en la voz de Julio Sosa suena de maravilla en ese recitado que hace cuando empiezan los primeros acordes.
El documental recoge el episodio que tuvo lugar en Sevilla, cuando se celebraban los 500 años del ¿descubrimiento? de América. El stand argentino de la Expo Sevilla no tuvo mejor idea que poner la música de "La cumparsita" como propia, desatando la ira de la contraparte uruguaya. La rencilla llegó a la televisión española, como lo refleja este documental.
La verdad es que Uruguay es un país de poca población, siempre fue así, y, cuando un artista uruguayo se destaca por su talento, necesita salir en busca de mercado para vender su arte. Y no tiene que ir lejos, a un par de horas de nuestro puerto está Buenos Aires, la ciudad donde los artistas orientales logran la repercusión que no tienen en su propio suelo. En el caso de Gerardo Matos Rodríguez, si "La cumparsita" hubiera quedado dentro de fronteras, probablemente hoy no sería el himno que es, reconocido en gran parte del mundo. Y si bien es cierto que la letra de Contursi no representaría nada sin la melodía para la que fue compuesta, la música de Matos se vio potenciada por la letra del compositor argentino.
En síntesis, este es un muy buen documental, con mucha información sobre la melodía más representativa del género tanguero, nacida en la orilla oriental y enriquecida del otro lado del charco.
25 de noviembre de 2024
25 de noviembre de 2024
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen drama socio-político de una época trágica de Argentina.
Lidia (Andrea Frigerio) es una sobreviviente de los duros años 70, que logró exiliarse en Barcelona, escapando de las fuerzas represoras, con una hija en su vientre, luego de que su compañero fuera secuestrado.
No es una película sobre la dictadura, sino un estudio sobre la condición humana. Lidia recibe una citación judicial que la invita a presentarse para declarar en el episodio del secuestro de su compañero y en el intento de secuestro que ella misma sufrió. Pasaron cuarenta años, está radicada en Barcelona, a punto de ser abuela, no se puede decir que es plenamente feliz, pero tampoco tiene ganas de revivir aquellos tormentosos años en que era una militante armada, dispuesta a cambiar el mundo a fuerza de disparos.
Cuando la hija de Lidia descubre, por casualidad, la citación judicial en el cesto de la basura, comienza un duelo madre-hija; una, tratando de convencer a la otra de la necesidad de saber lo que pasó con su padre, y la otra, negada, tal vez intuyendo que ese viaje iba a enfrentarla con sus propios fantasmas, esos que había decidido dejar definitivamente enterrados.
Con Lidia instalada en Buenos Aires, empezamos a recorrer su peripecia vital de joven rebelde y comprometida con su tiempo -también con acciones condenables, manipulada por los "responsables" del grupo guerrillero-.
El director utiliza un buen recurso cinematográfico, al ubicar en el mismo plano a la Lidia actual, conversando con el que en los viejos tiempos era su jefe operativo (Juan Leyrado) y a la Lidia joven, interpretada por la propia hija de Andrea Frigerio, Fini Bocchino. Es en esos diálogos que empezamos a descubrir los secretos de la guerrillera, que están directamente relacionados con el padre de su hija.
Cuando Lidia empieza a investigar sobre su propio pasado, qué hicieron sus jefes, y qué hizo ella misma en el momento del peligro, surge esa contradicción brutal, ese sentimiento de culpa por la muerte de gente inocente -como su propio compañero- en tanto, algunos de los que empuñaban las armas, ahora son funcionarios del Estado, tienen emprendimientos hoteleros, o, como ella, disfruta de su familia en un exilio que ya no es tan duro; allí crió a su hija y disfrutará de su nieto en un futuro muy próximo.
El reencuentro con los viejos compañeros, y la lectura del expediente judicial, son disparadores para que varias piezas dispersas de su historia personal, empiecen a tener sentido: la verdadera historia no era tan simple como ella creía recordar. Se suceden los reproches, y aflora la culpa de Lidia, por haber huido, mientras otros fueron presos y torturados o murieron. Pero no todo es blanco o negro, también ella tiene motivos para estar enojada con las mentiras de las que fue objeto en aquellos años de turbulencia política. Hubo traiciones, sí, y algunas tuvieron consecuencias trágicas.
La canción que acompaña los títulos es un cierre perfecto para una buena película, que vuelve sobre un tema recurrente, pero tiene el valor de afrontarlo desde un punto de vista diferente. Nada justifica la dictadura criminal que asoló el país entre 1976 y 1983, sobre ese asunto ya hay suficiente literatura y celuloide. El director se enfoca en otro punto, hace un planteo honesto, bucea en la sicología de los que estuvieron del otro lado, no enjuicia ni saca conclusiones políticas, nos enfrenta a la dimensión humana del problema, a la necesidad de saber la verdad, a la cuestión de la identidad. Más en spoiler.
Leyrado, solvente, como siempre, lo mismo que Busnelli. Mimí Ardú compone un personaje muy rico, pleno de contradicciones, son pocos minutos, pero de mucha intensidad. Pero la película se apoya en Frigerio, que hace un magnífico trabajo, merece más oportunidades en roles protagónicos, atentos, directores.
Lidia (Andrea Frigerio) es una sobreviviente de los duros años 70, que logró exiliarse en Barcelona, escapando de las fuerzas represoras, con una hija en su vientre, luego de que su compañero fuera secuestrado.
No es una película sobre la dictadura, sino un estudio sobre la condición humana. Lidia recibe una citación judicial que la invita a presentarse para declarar en el episodio del secuestro de su compañero y en el intento de secuestro que ella misma sufrió. Pasaron cuarenta años, está radicada en Barcelona, a punto de ser abuela, no se puede decir que es plenamente feliz, pero tampoco tiene ganas de revivir aquellos tormentosos años en que era una militante armada, dispuesta a cambiar el mundo a fuerza de disparos.
Cuando la hija de Lidia descubre, por casualidad, la citación judicial en el cesto de la basura, comienza un duelo madre-hija; una, tratando de convencer a la otra de la necesidad de saber lo que pasó con su padre, y la otra, negada, tal vez intuyendo que ese viaje iba a enfrentarla con sus propios fantasmas, esos que había decidido dejar definitivamente enterrados.
Con Lidia instalada en Buenos Aires, empezamos a recorrer su peripecia vital de joven rebelde y comprometida con su tiempo -también con acciones condenables, manipulada por los "responsables" del grupo guerrillero-.
El director utiliza un buen recurso cinematográfico, al ubicar en el mismo plano a la Lidia actual, conversando con el que en los viejos tiempos era su jefe operativo (Juan Leyrado) y a la Lidia joven, interpretada por la propia hija de Andrea Frigerio, Fini Bocchino. Es en esos diálogos que empezamos a descubrir los secretos de la guerrillera, que están directamente relacionados con el padre de su hija.
Cuando Lidia empieza a investigar sobre su propio pasado, qué hicieron sus jefes, y qué hizo ella misma en el momento del peligro, surge esa contradicción brutal, ese sentimiento de culpa por la muerte de gente inocente -como su propio compañero- en tanto, algunos de los que empuñaban las armas, ahora son funcionarios del Estado, tienen emprendimientos hoteleros, o, como ella, disfruta de su familia en un exilio que ya no es tan duro; allí crió a su hija y disfrutará de su nieto en un futuro muy próximo.
El reencuentro con los viejos compañeros, y la lectura del expediente judicial, son disparadores para que varias piezas dispersas de su historia personal, empiecen a tener sentido: la verdadera historia no era tan simple como ella creía recordar. Se suceden los reproches, y aflora la culpa de Lidia, por haber huido, mientras otros fueron presos y torturados o murieron. Pero no todo es blanco o negro, también ella tiene motivos para estar enojada con las mentiras de las que fue objeto en aquellos años de turbulencia política. Hubo traiciones, sí, y algunas tuvieron consecuencias trágicas.
La canción que acompaña los títulos es un cierre perfecto para una buena película, que vuelve sobre un tema recurrente, pero tiene el valor de afrontarlo desde un punto de vista diferente. Nada justifica la dictadura criminal que asoló el país entre 1976 y 1983, sobre ese asunto ya hay suficiente literatura y celuloide. El director se enfoca en otro punto, hace un planteo honesto, bucea en la sicología de los que estuvieron del otro lado, no enjuicia ni saca conclusiones políticas, nos enfrenta a la dimensión humana del problema, a la necesidad de saber la verdad, a la cuestión de la identidad. Más en spoiler.
Leyrado, solvente, como siempre, lo mismo que Busnelli. Mimí Ardú compone un personaje muy rico, pleno de contradicciones, son pocos minutos, pero de mucha intensidad. Pero la película se apoya en Frigerio, que hace un magnífico trabajo, merece más oportunidades en roles protagónicos, atentos, directores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La última imagen, con Lidia pidiendo perdón a su hija, es conmovedora. La mirada tremenda de Valeria (Diana Gómez), y su gesto, al retirar la mano de su madre que intenta posarse sobre la de ella, dejan la sensación de que no hay perdón para Lidia. Hay que estar en el pellejo de una joven que sólo conoció a su padre a través de los relatos de su madre, y cuando ella misma se convierte en madre, recibe la noticia de que su progenitor no era tal y no está muerto. Peor aún, ese hombre fue una pieza clave para que Oscár (el compañero de Lidia, y supuesto padre de Valeria) fuera apresado y asesinado por los represores.
Más sobre sergiomalvin
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here