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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
17.436
7
7 de octubre de 2015
7 de octubre de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año pasado Steve Carrell sorprendió a todos con Foxcatcher, película que le valió su única nominación a los Oscars hasta la fecha. Ahí cambió de registro totalmente, tanto a nivel de actuación como en apariencia física. Dejó la comedia a un lado y se pasó a un drama psicológico; y casi no se le reconoció debido a la transformación que vivió su cara para dar vida a John du Pont.
Johnny Depp se había encasillado en el cine. Parecía que la figura de Jack Sparrow le había comido completamente. Hace ya mucho tiempo que no se recuerda una actuación suya que diera que hablar por su calidad en vez de por lo gracioso que resultara. Uno empieza a sospechar seriamente que hace falta que a un actor le pongan sobre la mesa un guión sobre un biopic, y kilos de maquillaje encima, para que realice una actuación que no pase desapercibida a la Academia. Sonaría raro que en febrero no nos encontráramos a Jhonny entre los nominados a los Oscars.
La película cuenta la historia de James “Whitey” Bulger a través de los testimonios de sus colaboradores a lo largo de los años que estuvo controlando la ciudad de Boston prácticamente a su antojo. Por lo tanto, toda la historia en sí es un flashback y los interrogatorios a los que son sometidos estos mafiosos sirven para dar paso a un capítulo nuevo en la vida criminal de “Whitey”.
Es imposible no compararla con otras películas de esta temática que han dirigido, entre otros, directores como Martin Scorsese. De hecho, “Infiltrados” está basada en esta historia real que ocurrió en el Boston de los años 70.
En este tipo de género se ha establecido ya un canon a seguir a la hora de tratar la vida de un mafioso. De este modo, Black Mass abarca desde el ascenso de Bulger hasta su caída. Durante ese periodo se nos va contando cómo consiguió un criminal prosperar sin que le detuvieran. Y aquí es donde entra en juego el FBI, y más especialmente la figura de John Connolly (Joel Edgerton), que fue quien le ayudó para que sus problemas con la ley quedaran en nada. Ellos son los auténticos protagonistas a partes iguales, puesto que la historia de Bulger no tendría sentido si no se contara también la de Connolly. Tal vez se eche en falta más participación en el resto del elenco, ya que alguno llega a ser casi testimonial. Dakota Johnson, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon o Julianne Nicholson podrían haber dado un poco más de juego. Sus papeles son en la teoría muy importantes para el devenir de los protagonistas, pero todos se resuelven con apenas unos minutos en pantalla.
La película quiere abarcar prácticamente todo lo que ocurrió sin que falte nada, tanto en la densidad del asunto como en los años en que trascurre, y el problema viene a que al final solo obtenemos pinceladas de cada cosa. No queda muy claro, por ejemplo, cuáles eran las actividades ilegales a las que se dedicaba Bulger. Sí, las nombran pero no nos las muestran apenas. Su vida privada y su convivencia con su novia y su hijo no llegan a encajar debido a la escasez de minutos que Scott Cooper decide dedicar a esta parte. Tampoco se le da demasiado protagonismo a la relación que tenía con su hermano, uno de los políticos más influyente del estado de Massachusetts.
Pero obviando esto, Black Mass tiene más virtudes que defectos. El guion está construido de la mejor forma posible y contiene escenas tan escalofriantes como violentas. La atención no recae en ningún momento ante la tensión que se vive durante las dos horas. La ambientación de los años 70 es insuperable, con una fotografía cálida, y la BSO es para enmarcar.
No es ni mucho menos una película redonda, probablemente pueda decepcionar a todo aquel que la hubiera estado esperando con muchas ganas, pero es una obra muy digna si se la compara con otras del mismo estilo, ya que dentro de este subgénero -el de las mafias- hay absolutas obras maestras.
https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/07/black-mass/
Johnny Depp se había encasillado en el cine. Parecía que la figura de Jack Sparrow le había comido completamente. Hace ya mucho tiempo que no se recuerda una actuación suya que diera que hablar por su calidad en vez de por lo gracioso que resultara. Uno empieza a sospechar seriamente que hace falta que a un actor le pongan sobre la mesa un guión sobre un biopic, y kilos de maquillaje encima, para que realice una actuación que no pase desapercibida a la Academia. Sonaría raro que en febrero no nos encontráramos a Jhonny entre los nominados a los Oscars.
La película cuenta la historia de James “Whitey” Bulger a través de los testimonios de sus colaboradores a lo largo de los años que estuvo controlando la ciudad de Boston prácticamente a su antojo. Por lo tanto, toda la historia en sí es un flashback y los interrogatorios a los que son sometidos estos mafiosos sirven para dar paso a un capítulo nuevo en la vida criminal de “Whitey”.
Es imposible no compararla con otras películas de esta temática que han dirigido, entre otros, directores como Martin Scorsese. De hecho, “Infiltrados” está basada en esta historia real que ocurrió en el Boston de los años 70.
En este tipo de género se ha establecido ya un canon a seguir a la hora de tratar la vida de un mafioso. De este modo, Black Mass abarca desde el ascenso de Bulger hasta su caída. Durante ese periodo se nos va contando cómo consiguió un criminal prosperar sin que le detuvieran. Y aquí es donde entra en juego el FBI, y más especialmente la figura de John Connolly (Joel Edgerton), que fue quien le ayudó para que sus problemas con la ley quedaran en nada. Ellos son los auténticos protagonistas a partes iguales, puesto que la historia de Bulger no tendría sentido si no se contara también la de Connolly. Tal vez se eche en falta más participación en el resto del elenco, ya que alguno llega a ser casi testimonial. Dakota Johnson, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon o Julianne Nicholson podrían haber dado un poco más de juego. Sus papeles son en la teoría muy importantes para el devenir de los protagonistas, pero todos se resuelven con apenas unos minutos en pantalla.
La película quiere abarcar prácticamente todo lo que ocurrió sin que falte nada, tanto en la densidad del asunto como en los años en que trascurre, y el problema viene a que al final solo obtenemos pinceladas de cada cosa. No queda muy claro, por ejemplo, cuáles eran las actividades ilegales a las que se dedicaba Bulger. Sí, las nombran pero no nos las muestran apenas. Su vida privada y su convivencia con su novia y su hijo no llegan a encajar debido a la escasez de minutos que Scott Cooper decide dedicar a esta parte. Tampoco se le da demasiado protagonismo a la relación que tenía con su hermano, uno de los políticos más influyente del estado de Massachusetts.
Pero obviando esto, Black Mass tiene más virtudes que defectos. El guion está construido de la mejor forma posible y contiene escenas tan escalofriantes como violentas. La atención no recae en ningún momento ante la tensión que se vive durante las dos horas. La ambientación de los años 70 es insuperable, con una fotografía cálida, y la BSO es para enmarcar.
No es ni mucho menos una película redonda, probablemente pueda decepcionar a todo aquel que la hubiera estado esperando con muchas ganas, pero es una obra muy digna si se la compara con otras del mismo estilo, ya que dentro de este subgénero -el de las mafias- hay absolutas obras maestras.
https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/07/black-mass/

6,6
16.701
7
6 de marzo de 2016
6 de marzo de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que el Western vive una segunda juventud. Aunque ya no se cuelan películas entre las más destacadas del año, o los grandes directores se olviden de ellas, sigue habiendo gente que se niega a hacer desaparecer el género por excelencia del cine. Pero no hay que olvidar que los nuevos trabajos que salen a la luz han tenido que reinventarse, ya sea a nivel narrativo como a nivel técnico. Desde Tarantino, con su humor macabro y violencia despiadada, hasta Slow West y sus continuos planos panorámicos. Sigue siendo un misterio el porqué del abandono de un campo que, probablemente, haya dado mayor cantidad de obras maestras; sobre todo cuando ha sido el que mejor ha retratado temas tan humanísticos como la soledad, la crisis identitaria o la búsqueda de un hogar perdido. Bone Tomahawk es la que mejor ha captado ese estilo clasicista perdido por las nuevas obras que podríamos agruparlas en el ya género “Neowestern”. Y es que es digno de alabar que haya sabido cabalgar entre el terreno olvidado y el sobreexplotado, como es el terror.
La película no pierde el tiempo en hacer un homenaje a aquellos filmes de terror que comenzaban poniéndonos en situación con personajes que sufrían en carnes las represalias de un “monstruo” que mucho más tarde íbamos a descubrir. La acción se sitúa 11 días después de ese terrible acontecimiento, del cual uno de los involucrados conseguirá escapar y refugiarse en el tranquilo pueblo de Bright Hope. Las sospechas generadas por este, alertan al sheriff y su ayudante, que no tardarán en acercarse a ver lo que ocurre. El ambiente, cada vez más tenso, explota con un disparo hacia la rodilla del misterioso hombre. Ya en la cárcel, entra en escena una doctora para curarle. La mala suerte se apodera de ella y a la mañana siguiente será secuestrada junto con el encarcelado y un aprendiz del sheriff. El marido, magníficamente encarnado por Patrick Wilson, los dos hombres de la ley y un tío ( Matthew Fox) que deja entrever que tuvo alguna relación amorosa con la doctora, serán los destinados a marchar en su búsqueda. Una aventura larga y difícil, en la cual tendrán que enfrentarse a una tribu de seres nunca vistos antes.
Los indios, elementos indispensables en los Westerns de antaño, parece que ya no interesan. Es por eso que ya rara vez sea difícil encontrar una obra donde aparezcan. ¿Cuál fue la última película? Probablemente fuera Bailando con lobos. Desde entonces, las películas de este género han dirigido sus tramas hacia las historias de vaqueros buenos contra vaqueros malos. En Bone Tomahawk no encontramos indios; pero, a diferencia del resto, sus equivalentes -una tribu de caníbales- guardan muchas semejanzas con el grupo estereotipado mencionado anteriormente. Ya sea por su forma de comportarse -rapto de ciertas personas por la noche-, comunicarse -con una especie de chillido-, atacar -flechas- o refugiarse – se cambian los tipis por las cuevas-. Algo es algo.
Es difícil poner de ejemplo una película que se le parezca, pues recorre una gama de subgéneros que hace imposible atribuírselas a una película solo. Bone Tomahawk supone una mezcla de Centauros del desierto, en cuanto a ese Western crepuscular protagonizado por el eterno John Wayne, que sale en busca y captura de los indios que han secuestrado a su sobrina. Kurt Russel vendría siendo un modernizado Ethan Edwards, un tipo mayor cuya vida solo tiene sentido cuando está trabajando. La siguiente parte -la que tiene que ver con la Road Movie- recuerda a la fantástica Río Rojo, de Howard Hawks, pues, distanciándose del film de Ford, Bone Tomahawk es un film intimista y que prefiere centrarse en última instancia en las relaciones humanas que viven estos cuatro héroes, tan diferentes como parecidos en cuanto a su sentido de deber y honor, que en la acción propiamente dicha, la cual aparecerá ya al final y en pequeñas dosis (aunque brutales). El largo viaje irá descubriendo la personalidad de cada uno y el pasado que guardan. El último acto, inconcebible en las películas anteriores, estará lleno de violencia tan cruda como fría, viniéndonos a la mente trabajos desagradables como Holocausto Caníbal. Imaginen cómo será. Media hora de pura sangría.
Lenta, pausada y con diálogos de lo más ingeniosos, Bone Tomahawk sale airoso de ser un film independiente con un presupuesto bajísimo (menos de 2 millones de dólares). No sabemos si el desarrollo se ha visto influenciado por la escasez de recursos, pero sería precisamente aquí donde habría que elogiar la gran labor de S. Craig Zahler en la dirección y en el guión, que siendo un novato en el séptimo arte, ya se había metido de lleno en el mundo del Western a través de la literatura. Porque esta ópera prima huele a frescura por los cuatro costados; y, aún con las limitaciones aparentes, el escritor convertido en director permite a la película disfrutar de una gran libertad a la hora de tratar la historia y de coger un tono. Un film de terror pero que apuesta por el gore en vez de por los sustos -pero con dosis de tensión-, y que prefiere el drama y el humor negro antes que la acción. Nunca antes la sensibilidad y la brutalidad habían ido de la mano.
------------------------- Sigue en Spoiler sin spoilers-------------------------------
La película no pierde el tiempo en hacer un homenaje a aquellos filmes de terror que comenzaban poniéndonos en situación con personajes que sufrían en carnes las represalias de un “monstruo” que mucho más tarde íbamos a descubrir. La acción se sitúa 11 días después de ese terrible acontecimiento, del cual uno de los involucrados conseguirá escapar y refugiarse en el tranquilo pueblo de Bright Hope. Las sospechas generadas por este, alertan al sheriff y su ayudante, que no tardarán en acercarse a ver lo que ocurre. El ambiente, cada vez más tenso, explota con un disparo hacia la rodilla del misterioso hombre. Ya en la cárcel, entra en escena una doctora para curarle. La mala suerte se apodera de ella y a la mañana siguiente será secuestrada junto con el encarcelado y un aprendiz del sheriff. El marido, magníficamente encarnado por Patrick Wilson, los dos hombres de la ley y un tío ( Matthew Fox) que deja entrever que tuvo alguna relación amorosa con la doctora, serán los destinados a marchar en su búsqueda. Una aventura larga y difícil, en la cual tendrán que enfrentarse a una tribu de seres nunca vistos antes.
Los indios, elementos indispensables en los Westerns de antaño, parece que ya no interesan. Es por eso que ya rara vez sea difícil encontrar una obra donde aparezcan. ¿Cuál fue la última película? Probablemente fuera Bailando con lobos. Desde entonces, las películas de este género han dirigido sus tramas hacia las historias de vaqueros buenos contra vaqueros malos. En Bone Tomahawk no encontramos indios; pero, a diferencia del resto, sus equivalentes -una tribu de caníbales- guardan muchas semejanzas con el grupo estereotipado mencionado anteriormente. Ya sea por su forma de comportarse -rapto de ciertas personas por la noche-, comunicarse -con una especie de chillido-, atacar -flechas- o refugiarse – se cambian los tipis por las cuevas-. Algo es algo.
Es difícil poner de ejemplo una película que se le parezca, pues recorre una gama de subgéneros que hace imposible atribuírselas a una película solo. Bone Tomahawk supone una mezcla de Centauros del desierto, en cuanto a ese Western crepuscular protagonizado por el eterno John Wayne, que sale en busca y captura de los indios que han secuestrado a su sobrina. Kurt Russel vendría siendo un modernizado Ethan Edwards, un tipo mayor cuya vida solo tiene sentido cuando está trabajando. La siguiente parte -la que tiene que ver con la Road Movie- recuerda a la fantástica Río Rojo, de Howard Hawks, pues, distanciándose del film de Ford, Bone Tomahawk es un film intimista y que prefiere centrarse en última instancia en las relaciones humanas que viven estos cuatro héroes, tan diferentes como parecidos en cuanto a su sentido de deber y honor, que en la acción propiamente dicha, la cual aparecerá ya al final y en pequeñas dosis (aunque brutales). El largo viaje irá descubriendo la personalidad de cada uno y el pasado que guardan. El último acto, inconcebible en las películas anteriores, estará lleno de violencia tan cruda como fría, viniéndonos a la mente trabajos desagradables como Holocausto Caníbal. Imaginen cómo será. Media hora de pura sangría.
Lenta, pausada y con diálogos de lo más ingeniosos, Bone Tomahawk sale airoso de ser un film independiente con un presupuesto bajísimo (menos de 2 millones de dólares). No sabemos si el desarrollo se ha visto influenciado por la escasez de recursos, pero sería precisamente aquí donde habría que elogiar la gran labor de S. Craig Zahler en la dirección y en el guión, que siendo un novato en el séptimo arte, ya se había metido de lleno en el mundo del Western a través de la literatura. Porque esta ópera prima huele a frescura por los cuatro costados; y, aún con las limitaciones aparentes, el escritor convertido en director permite a la película disfrutar de una gran libertad a la hora de tratar la historia y de coger un tono. Un film de terror pero que apuesta por el gore en vez de por los sustos -pero con dosis de tensión-, y que prefiere el drama y el humor negro antes que la acción. Nunca antes la sensibilidad y la brutalidad habían ido de la mano.
------------------------- Sigue en Spoiler sin spoilers-------------------------------
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bone Tomahawk es una película de personajes; dotados de grandes personalidades y que, al igual que la trama, respiran clasicismo. Cada vez que aparecía Richard Jenkins, todos hemos pensado en el encomiable Walter Brennan. Anciano, humilde, fiel y lleno de cariño hacia su superior actuando como un escudo cuando es necesario. Patrick Wilson es el alter ego de Ransom Stoddard (James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance). Si aquí este personaje está lisiado físicamente (una pierna rota), en la obra maestra de Ford, era un incompetente a la hora de usar las pistolas. Dos hándicaps que no prohibirán a ambos de enfrentarse a los monstruos que tienen en jaque a todo un pueblo. Matthew Fox, por el contrario, y siguiendo con el ejemplo, vendría siendo Tom Doniphon; un tipo duro, sin escrúpulos, irónico y probablemente el más valiente de todo el Oeste. Una cuadrilla diversa y excepcional.
La fotografía- con unos paisajes preciosos- de Benji Bakshi viene en la linea del trabajo realizado por S. Craig Zahler. Sorprende lo conseguido partiendo de la base que es un proyecto pequeño e independiente. Bone Tomahawk aprueba con creces en las dos dimensiones en las que se asienta: En el Western de antaño y en las películas de terror de los 70/80. Una mezcla tan extraña como maravillosa.
http://www.cineautorweb.com/bone-tomahawk/
La fotografía- con unos paisajes preciosos- de Benji Bakshi viene en la linea del trabajo realizado por S. Craig Zahler. Sorprende lo conseguido partiendo de la base que es un proyecto pequeño e independiente. Bone Tomahawk aprueba con creces en las dos dimensiones en las que se asienta: En el Western de antaño y en las películas de terror de los 70/80. Una mezcla tan extraña como maravillosa.
http://www.cineautorweb.com/bone-tomahawk/

7,3
15.035
7
22 de octubre de 2015
22 de octubre de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cary Joji Fukunaga aparca su experiencia en televisión con True detective para escribir y dirigir este drama basado en un país cualquiera del África subsahariana. Las películas antibélicas siempre se han caracterizado por el uso explícito de la violencia a la hora de mostrar los horrores de la guerra. En este caso va mucho más allá – violencia psicológica- porque no hay algo más horroroso que ver la pérdida de la infancia que sufren miles de niños en estos países. La mayoría son apartados de las escuelas para enseñarles el arte de empuñar un arma. Son también “obligados” a consumir droga en su tiempo libre en vez de jugar con sus amigos en la calle o incluso son forzados a comportarse como animales en vez de ser civilizados. Y es que en un mundo donde nos preocupamos más por ver a quién pone de titular el entrenador del Real Madrid, no muy lejos de nosotros tenemos a jóvenes que se juegan día a día su vida por algo que ni ellos mismos se creen, sino que les imponen los cabecillas de turno.
Esta es la vida de Agu, un niño pequeño que, a pesar de vivir en un territorio custodiado por los cuatro costados, crecía como lo hacía cada uno de nosotros. Con una televisión sin pantalla recreaba obras de teatro junto con sus amigos; asistía a clases que impartía su padre en la escuela; iba a la iglesia cantar y reír; e incluso tenía una familia al completo a la que amaba por encima de todo. Pero lamentablemente, de un día para otro, su vida pega un giro de 360 grados. No solo se ve forzado a dejar su casa y abandonar a su madre y a su hermana pequeña; también tiene que presenciar en primera persona cómo el ejército del Gobierno, aquel que supuestamente tiene que protegerles, asesina a su padre y a su hermano mayor.
Pero aquí no se trata de ver quién es el bueno y quién es el malo porque los del otro bando, los rebeldes, son igual de violentos con los que ellos consideran sus enemigos. Serán ellos los que provoquen definitavemente la pérdida de su humanidad y lo conviertan en un arma humana.
Cary Joji Fukunaga propone un estilo realista y lírico al mismo tiempo. Retrata de forma violenta la realidad pero no se olvida de resaltar los sentimientos del pequeño personaje para así reflexionar sobre esta masacre. Quiere que la denuncia nos toque el corazón con fuerza. Se olvida intencionadamente de mostrarnos los porqués políticos que han llevado a la guerra, ya que vemos toda la película desde la perspectiva de Agu, que es demasiado joven e inocente para poder llegar a entender lo que ocurre a su alrededor. Así, Beasts of No Nation se acerca al cine poético del maravilloso Terrence Malick; director que también realiza un profundo estudio introspectivo de sus personajes.
La voz en off, al igual que en los films del director texano, es utilizada para exteriorizar los pensamientos de Agu. En ese mundo donde el conflicto parece no acabar, lo único que cambia es la fe del protagonista. Dios es uno de los temas centrales de la película al estar presente en sus reflexiones y preguntas interiores. Es a lo único a lo que puede ampararse en la selva – “Dios, quiero volver a ver a mi madre” -, pero que al final va a resultar inútil ante la falta de respuestas – “Ahora solo puedo hablarte a ti (a su madre) porque Dios no me escucha”-.
La fotografía también juega un papel importante puesto que los colores varían en función de las circunstancias. Mientras, la banda sonora cobra más fuerza en los momentos de mayor intensidad dramática haciendo que estos nos impacten más. Los actores están sorprendentes. Un desconocido Abraham Attah nos conmueve a todos ante tal actuación realista. Por su parte, Idris Elba nos provoca terror y desconfianza a pesar de intentar ser la figura paternal que Agu no tiene. Al fin y al cabo es el jefe de un bando sanguinario al que que no le importa violar a niños, que son soldados suyos, a cambio de darles pequeños regalos como pueden ser gorros de lanas.
Sus fallos no vienen por la trama ni por su escasa profundidad política, sino por el ritmo. Ciertas partes, que tienen que ver con el entrenamiento para convertirse en soldado, pueden volverse un tanto lentas. Al igual que la resolución de la película puede provocar una sensación de precipitación.
Beasts of No Nation es una gran película cuyo objetivo es concienciar a gran parte de la población mundial que prefiere mirar hacia otro lado mientras que hay países subdesarrollados siguen aniquilando a miles de personas por imponer unas ideas por encima de otras.
https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/21/beasts-of-no-nation/
Esta es la vida de Agu, un niño pequeño que, a pesar de vivir en un territorio custodiado por los cuatro costados, crecía como lo hacía cada uno de nosotros. Con una televisión sin pantalla recreaba obras de teatro junto con sus amigos; asistía a clases que impartía su padre en la escuela; iba a la iglesia cantar y reír; e incluso tenía una familia al completo a la que amaba por encima de todo. Pero lamentablemente, de un día para otro, su vida pega un giro de 360 grados. No solo se ve forzado a dejar su casa y abandonar a su madre y a su hermana pequeña; también tiene que presenciar en primera persona cómo el ejército del Gobierno, aquel que supuestamente tiene que protegerles, asesina a su padre y a su hermano mayor.
Pero aquí no se trata de ver quién es el bueno y quién es el malo porque los del otro bando, los rebeldes, son igual de violentos con los que ellos consideran sus enemigos. Serán ellos los que provoquen definitavemente la pérdida de su humanidad y lo conviertan en un arma humana.
Cary Joji Fukunaga propone un estilo realista y lírico al mismo tiempo. Retrata de forma violenta la realidad pero no se olvida de resaltar los sentimientos del pequeño personaje para así reflexionar sobre esta masacre. Quiere que la denuncia nos toque el corazón con fuerza. Se olvida intencionadamente de mostrarnos los porqués políticos que han llevado a la guerra, ya que vemos toda la película desde la perspectiva de Agu, que es demasiado joven e inocente para poder llegar a entender lo que ocurre a su alrededor. Así, Beasts of No Nation se acerca al cine poético del maravilloso Terrence Malick; director que también realiza un profundo estudio introspectivo de sus personajes.
La voz en off, al igual que en los films del director texano, es utilizada para exteriorizar los pensamientos de Agu. En ese mundo donde el conflicto parece no acabar, lo único que cambia es la fe del protagonista. Dios es uno de los temas centrales de la película al estar presente en sus reflexiones y preguntas interiores. Es a lo único a lo que puede ampararse en la selva – “Dios, quiero volver a ver a mi madre” -, pero que al final va a resultar inútil ante la falta de respuestas – “Ahora solo puedo hablarte a ti (a su madre) porque Dios no me escucha”-.
La fotografía también juega un papel importante puesto que los colores varían en función de las circunstancias. Mientras, la banda sonora cobra más fuerza en los momentos de mayor intensidad dramática haciendo que estos nos impacten más. Los actores están sorprendentes. Un desconocido Abraham Attah nos conmueve a todos ante tal actuación realista. Por su parte, Idris Elba nos provoca terror y desconfianza a pesar de intentar ser la figura paternal que Agu no tiene. Al fin y al cabo es el jefe de un bando sanguinario al que que no le importa violar a niños, que son soldados suyos, a cambio de darles pequeños regalos como pueden ser gorros de lanas.
Sus fallos no vienen por la trama ni por su escasa profundidad política, sino por el ritmo. Ciertas partes, que tienen que ver con el entrenamiento para convertirse en soldado, pueden volverse un tanto lentas. Al igual que la resolución de la película puede provocar una sensación de precipitación.
Beasts of No Nation es una gran película cuyo objetivo es concienciar a gran parte de la población mundial que prefiere mirar hacia otro lado mientras que hay países subdesarrollados siguen aniquilando a miles de personas por imponer unas ideas por encima de otras.
https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/21/beasts-of-no-nation/
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