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Críticas ordenadas por utilidad
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7
8 de abril de 2009
8 de abril de 2009
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo creo que la mejor virtud de esta película es el que se instala en medio de dos caminos: el del rigor histórico en cuanto a los hechos que narra, y el de mantener en todo momento una apuesta por entretener al espectador a partir de una serie de elementos cinematográficos sabiamente conjugados.
En cuanto a lo primero. Se basa en una cronología de hechos reales, tanto en lo que respecta a los momentos cruciales del desembarco de las tropas aliadas como el de los entresijos previos y el anecdotario histórico y político de los mismos. El tema es tratado con respeto, aunque sin profundidad, y en aras del mismo se construye un argumento que nunca deja de ser realista y posible.
En cuanto a lo segundo. El guión es eficaz, la fotografía es magnífica y la puesta en escena tiene momentos de una brillantez extraordinaria. Hay momentos de una enorme plasticidad y otros de gran dramatismo. Pero, sin duda, el elemento sobresaliente es el reparto y el trabajo interpretativo donde encontramos a nombres tan diferentes, y de procedencias tan diversas, como Jean Louis Barrault y Arletty, por un lado, o John Wayne y Robert Mitchum, por otro. Es decir, lo más granado del cine americano y del europeo.
Se trataba de hacer un gran homenaje a la gesta de las tropas aliadas, y conseguir un producto comercial, pero de gran calidad. Se consiguieron los resultados de sobra. La prueba es que la película, a pesar de su larga duración, se sigue viendo con gusto e interés si no se busca en ella un nivel de reflexión más allá de la peripecia bélica en sí misma.
En cuanto a lo primero. Se basa en una cronología de hechos reales, tanto en lo que respecta a los momentos cruciales del desembarco de las tropas aliadas como el de los entresijos previos y el anecdotario histórico y político de los mismos. El tema es tratado con respeto, aunque sin profundidad, y en aras del mismo se construye un argumento que nunca deja de ser realista y posible.
En cuanto a lo segundo. El guión es eficaz, la fotografía es magnífica y la puesta en escena tiene momentos de una brillantez extraordinaria. Hay momentos de una enorme plasticidad y otros de gran dramatismo. Pero, sin duda, el elemento sobresaliente es el reparto y el trabajo interpretativo donde encontramos a nombres tan diferentes, y de procedencias tan diversas, como Jean Louis Barrault y Arletty, por un lado, o John Wayne y Robert Mitchum, por otro. Es decir, lo más granado del cine americano y del europeo.
Se trataba de hacer un gran homenaje a la gesta de las tropas aliadas, y conseguir un producto comercial, pero de gran calidad. Se consiguieron los resultados de sobra. La prueba es que la película, a pesar de su larga duración, se sigue viendo con gusto e interés si no se busca en ella un nivel de reflexión más allá de la peripecia bélica en sí misma.
12 de febrero de 2009
12 de febrero de 2009
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es recomendable de forma especial para todos aquellos interesados en conocer las costumbres y la idiosincrasia de México, y, en ese sentido, es una de los mejores exponentes de esta etapa de la obra de Luis Buñuel. Como complemento, lean las páginas que el cineasta dedica, tanto al rodaje de la película, como al tema del que se ocupa, en su maravillosa autobiografía, dictada a Jean Claude Carriére, titulada “Mi último suspiro”.
Leemos en el libro: “la mayoría de los sucesos que cuenta esta película son auténticos, y pueden, de paso, permitir echar un interesante vistazo a este aspecto de las costumbres mexicanas”. Y sigue: “hay países en este continente en los que la vida humana –la propia y la ajena- tiene menos importancia que en otras partes”. Ese es el tema central de “El río y la muerte”.
Dicho tema viene desarrollado cinematográficamente por la disputa histórica entre dos familias de una pequeña población mexicana que tiene como resultado la muerte en disputas de la práctica totalidad de los miembros varones, motivadas por un sentido equivocado del orgullo familiar y un exacerbado espíritu de venganza. La muerte parece como que no es una maldición, sino una práctica cultural a la que todos parecen rendirse.
Flaquea en cuanto a un análisis simplista del problema y de sus soluciones. Pero es precisamente Buñuel quien nos aclara el porqué: “lo que no me gusta es la tesis que la película parece sostener, tesis que procede del libro que le sirvió de base: “instruyámonos, cultivémonos, hagámonos todos universitarios y dejaremos de matarnos entre nosotros”. No lo creo”. El libro al que se refiere es la novela de Miguel Alvarez Acosta •”Muro blanco en roca negra”. Tal vez este sea uno de los casos más flagrantes de falta de sintonía entre la productora (Clasa Films Mundiales) y el director.
Porque, en los aspectos formales, la película es irreprochable. Los actores hacen un buen trabajo, como es la costumbre, y los pocos medios quedan perfectamente compensados por el talento y la profesionalidad: el guión, el sonido, la banda sonora y la fotografía son excelentes.
Joaquín Cordero, actor de amplia trayectoria profesional en el cine y la televisión mexicana, participa por segunda vez en una película de Buñuel. La anterior fue “Una mujer sin amor”, rodada en 1952. En ambas encarna papeles de hijo que tiene diferencias con su madre. ¿Es solo una casualidad?
Leemos en el libro: “la mayoría de los sucesos que cuenta esta película son auténticos, y pueden, de paso, permitir echar un interesante vistazo a este aspecto de las costumbres mexicanas”. Y sigue: “hay países en este continente en los que la vida humana –la propia y la ajena- tiene menos importancia que en otras partes”. Ese es el tema central de “El río y la muerte”.
Dicho tema viene desarrollado cinematográficamente por la disputa histórica entre dos familias de una pequeña población mexicana que tiene como resultado la muerte en disputas de la práctica totalidad de los miembros varones, motivadas por un sentido equivocado del orgullo familiar y un exacerbado espíritu de venganza. La muerte parece como que no es una maldición, sino una práctica cultural a la que todos parecen rendirse.
Flaquea en cuanto a un análisis simplista del problema y de sus soluciones. Pero es precisamente Buñuel quien nos aclara el porqué: “lo que no me gusta es la tesis que la película parece sostener, tesis que procede del libro que le sirvió de base: “instruyámonos, cultivémonos, hagámonos todos universitarios y dejaremos de matarnos entre nosotros”. No lo creo”. El libro al que se refiere es la novela de Miguel Alvarez Acosta •”Muro blanco en roca negra”. Tal vez este sea uno de los casos más flagrantes de falta de sintonía entre la productora (Clasa Films Mundiales) y el director.
Porque, en los aspectos formales, la película es irreprochable. Los actores hacen un buen trabajo, como es la costumbre, y los pocos medios quedan perfectamente compensados por el talento y la profesionalidad: el guión, el sonido, la banda sonora y la fotografía son excelentes.
Joaquín Cordero, actor de amplia trayectoria profesional en el cine y la televisión mexicana, participa por segunda vez en una película de Buñuel. La anterior fue “Una mujer sin amor”, rodada en 1952. En ambas encarna papeles de hijo que tiene diferencias con su madre. ¿Es solo una casualidad?

8,5
36.620
9
21 de diciembre de 2008
21 de diciembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo en esta película rezuma inteligencia, sabiduría cinematográfica y teatral, y una capacidad corrosiva demoledora para analizar fenómenos de la historia. Con razón ha sido considerada por muchos como la mofa más despiadada del nazismo junto con “Tiempos modernos”, de Charles Chaplin.
El guión de Edwin Justus Mayer, cuya idea original es del propio Lubistch, es excelente y no tiene desperdicio. Los diálogos son ocurrentes, divertidos y rebosantes de un sentido del humor a prueba del paso de los años. Los personajes están trazados con una clarividencia extraordinaria, y los actores encuentran en todo esto una mina para desarrollar un trabajo que está a la altura de todo lo demás. Destacan, naturalmente, Jack Benny, que estaba próximo a los cincuenta y que ya tenía en su haber varios éxitos importantes, y Carole Lombard, actriz de treinta y cuatro años, esposa de Cary Grant, que había sido nominada a un Oscar en 1936 por su encarnación de Irene Bullock en “Al servicio de las damas”, de Gregory La Cava. Este iba a ser su último personaje porque desgraciadamente iba a morir el 16 de Enero de 1942 en un accidente de aviación. Completa el cuadro de protagonistas un jovencísimo Robert Stack, encarnando de manera convincente a ese piloto de aviación enamorado de la primera actriz de una compañía teatral de Varsovia.
Ernst Lubitsch dirige tal vez su mejor película. Maneja con maestría los tiempos y las cámaras, y, sobre todo, entrecruza con gran habilidad los planos de la supuesta realidad cinematográfica y el del teatro. Es una maravilla, por ejemplo, la muerte real en un escenario de teatro del profesor nazi, mientras sube lentamente el telón y los miembros de la resistencia contemplan cómo se desploma sobre las tablas. Y, sin duda, ese momento en el que Hamlet comienza a recitar el famoso monólogo que da título a la película y el espectador se levanta de su butaca para visitar en el camerino a su admirada actriz, es ya uno de los más reconocibles y recordados de toda la historia del cine.
Ciertamente es una parodia cruel del mundo de la Gestapo y de los nazis, que se ceba de manera especial en la propia figura de Adolf Hitler, de sus secuaces más cercanos y del tejido de relaciones y corruptelas que propiciaba. Convierte en posible lo imposible: hacernos reír francamente sin renunciar a denunciar los atropellos que supuso ese gran fracaso de la humanidad y esa página lamentable de la historia contemporánea.
El guión de Edwin Justus Mayer, cuya idea original es del propio Lubistch, es excelente y no tiene desperdicio. Los diálogos son ocurrentes, divertidos y rebosantes de un sentido del humor a prueba del paso de los años. Los personajes están trazados con una clarividencia extraordinaria, y los actores encuentran en todo esto una mina para desarrollar un trabajo que está a la altura de todo lo demás. Destacan, naturalmente, Jack Benny, que estaba próximo a los cincuenta y que ya tenía en su haber varios éxitos importantes, y Carole Lombard, actriz de treinta y cuatro años, esposa de Cary Grant, que había sido nominada a un Oscar en 1936 por su encarnación de Irene Bullock en “Al servicio de las damas”, de Gregory La Cava. Este iba a ser su último personaje porque desgraciadamente iba a morir el 16 de Enero de 1942 en un accidente de aviación. Completa el cuadro de protagonistas un jovencísimo Robert Stack, encarnando de manera convincente a ese piloto de aviación enamorado de la primera actriz de una compañía teatral de Varsovia.
Ernst Lubitsch dirige tal vez su mejor película. Maneja con maestría los tiempos y las cámaras, y, sobre todo, entrecruza con gran habilidad los planos de la supuesta realidad cinematográfica y el del teatro. Es una maravilla, por ejemplo, la muerte real en un escenario de teatro del profesor nazi, mientras sube lentamente el telón y los miembros de la resistencia contemplan cómo se desploma sobre las tablas. Y, sin duda, ese momento en el que Hamlet comienza a recitar el famoso monólogo que da título a la película y el espectador se levanta de su butaca para visitar en el camerino a su admirada actriz, es ya uno de los más reconocibles y recordados de toda la historia del cine.
Ciertamente es una parodia cruel del mundo de la Gestapo y de los nazis, que se ceba de manera especial en la propia figura de Adolf Hitler, de sus secuaces más cercanos y del tejido de relaciones y corruptelas que propiciaba. Convierte en posible lo imposible: hacernos reír francamente sin renunciar a denunciar los atropellos que supuso ese gran fracaso de la humanidad y esa página lamentable de la historia contemporánea.
7
20 de diciembre de 2008
20 de diciembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una buena película. Creo que, en efecto, la clave de su calidad está en el guión, que recibió un Oscar en 1996. Es evidente que la actuación del propio Billy Bob Thorton se convierte en un activo importante, pero, sin minusvalorar en absoluto el mérito de su trabajo, creo que hay que calificarlo como una composición de personaje, justa, medida, eficaz, pero con un punto tolerable, y tal vez necesario, de efectismo.
No solo es la historia de un hombre y sus circunstancias. Me gusta la descripción de esas circunstancias, de la reflexión sobre las condiciones sociales y los comportamientos humanos que hacen finalmente imposible la reinserción de una persona -con mala suerte, escasos recursos y buenos sentimientos-, que pretende conseguirlo. Esos otros personajes están casi mejor expuestos que el protagonista, y me parece especialmente interesante la manera como se nos presenta la relación de dependencia que existe entre un maltratador y la mujer que lo aguanta a pesar de que todos a su alrededor, incluido el hijo de ella, ven imposible la normalidad de sus relaciones.
Alguien ha dicho que es una película fría. Lo es. Esa frialdad expositiva es un calculado mecanismo para presentar a personajes y situaciones, y, sobre todo, par evitar caer en la truculencia y en el ternurismo. Me parece excelente ese punto medio, distanciado, descriptivo y crítico, de naturaleza brechtiana, en el que parece instalarse el ojo del director.
No solo es la historia de un hombre y sus circunstancias. Me gusta la descripción de esas circunstancias, de la reflexión sobre las condiciones sociales y los comportamientos humanos que hacen finalmente imposible la reinserción de una persona -con mala suerte, escasos recursos y buenos sentimientos-, que pretende conseguirlo. Esos otros personajes están casi mejor expuestos que el protagonista, y me parece especialmente interesante la manera como se nos presenta la relación de dependencia que existe entre un maltratador y la mujer que lo aguanta a pesar de que todos a su alrededor, incluido el hijo de ella, ven imposible la normalidad de sus relaciones.
Alguien ha dicho que es una película fría. Lo es. Esa frialdad expositiva es un calculado mecanismo para presentar a personajes y situaciones, y, sobre todo, par evitar caer en la truculencia y en el ternurismo. Me parece excelente ese punto medio, distanciado, descriptivo y crítico, de naturaleza brechtiana, en el que parece instalarse el ojo del director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un hombre, que lleva recluido desde niño en un centro psiquiátrico por haber matado a su propia madre y a otra persona, sale a la calle y comienza a integrarse en el seno de una familia y en el mundo del trabajo. Sus cualidades hacen que este objetivo se vaya cumpliendo, pero el entramado de relaciones con el que se encuentra hace que, al cabo del tiempo, cometa un nuevo asesinato en defensa de una de las personas que más le ayudaron.

6,3
395
5
25 de enero de 2009
25 de enero de 2009
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me cabe duda de que la novela de Polan Banks que inspira el guión de Leonore J. Coffe será excelente, pero la historia que aquí se nos cuenta es un pequeño desastre. Culparemos, pues, al sospechoso guión, que inspira todo lo bueno y lo malo que ocurre en ella.
El argumento es un disparate. La película dura una hora y cuarenta y dos minutos, y lo mismo se podría contar en una hora o en seis días. Los minutos transcurren y el trío que la protagoniza ya mostró sus cartas y la manera cómo piensa jugarlas. Entre ellos existe un nexo que ya nos fue presentado a los diez minutos, y que no evoluciona sustancialmente: dos luchan por una misma cosa. Al final, una de las dos cede. Punto.
Naturalmente los actores hacen bien lo que hacen, es decir, lo que pueden. Bette Davis dibuja un personaje sin demasiado interés aparente. George Brent pasea su físico y su inexpresividad de siempre, y de la mitad para atrás aparece con canas como gran novedad y sorpresa. La única que parece tomarse la cosa en serio es Mary Astor. Esa seriedad le hizo merecedora nada menos que al Oscar a mejor actriz secundaria. Edming Goulding, el director de “Gran Hotel” (1932), y posteriormente de “El filo de la navaja” (1942), realiza aquí un trabajo tan correcto como impersonal.
La música es buena. ¿Cómo no iba a serlo si la firma ese diamante que compone y adapta maravillosamente y que se llama Max Steiner?. Y todo lo demás también: la fotografía especialmente. La Warner asegura un nivel de calidad formal. Es como una excelente pastelería a la que le ha salido una breva un poco rancia.
Pero todo para contar una historia insulsa y previsible. De un dramatismo para esos espectadores que le dan un cheque en blanco a las películas que tratan de supuestos problemas reales, como por ejemplo la maternidad, la identidad de los padres, etc.
Se puede ver una vez, sí, pero con un generoso espíritu de cinéfilo interesado. Dos ya sería una insufrible tortura hasta para este señor tan benevolente.
El argumento es un disparate. La película dura una hora y cuarenta y dos minutos, y lo mismo se podría contar en una hora o en seis días. Los minutos transcurren y el trío que la protagoniza ya mostró sus cartas y la manera cómo piensa jugarlas. Entre ellos existe un nexo que ya nos fue presentado a los diez minutos, y que no evoluciona sustancialmente: dos luchan por una misma cosa. Al final, una de las dos cede. Punto.
Naturalmente los actores hacen bien lo que hacen, es decir, lo que pueden. Bette Davis dibuja un personaje sin demasiado interés aparente. George Brent pasea su físico y su inexpresividad de siempre, y de la mitad para atrás aparece con canas como gran novedad y sorpresa. La única que parece tomarse la cosa en serio es Mary Astor. Esa seriedad le hizo merecedora nada menos que al Oscar a mejor actriz secundaria. Edming Goulding, el director de “Gran Hotel” (1932), y posteriormente de “El filo de la navaja” (1942), realiza aquí un trabajo tan correcto como impersonal.
La música es buena. ¿Cómo no iba a serlo si la firma ese diamante que compone y adapta maravillosamente y que se llama Max Steiner?. Y todo lo demás también: la fotografía especialmente. La Warner asegura un nivel de calidad formal. Es como una excelente pastelería a la que le ha salido una breva un poco rancia.
Pero todo para contar una historia insulsa y previsible. De un dramatismo para esos espectadores que le dan un cheque en blanco a las películas que tratan de supuestos problemas reales, como por ejemplo la maternidad, la identidad de los padres, etc.
Se puede ver una vez, sí, pero con un generoso espíritu de cinéfilo interesado. Dos ya sería una insufrible tortura hasta para este señor tan benevolente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dos mujeres están enamoradas del mismo hombre que al final opta por una de las dos. Resulta que es precisamente la otra la que está embarazada y cuando el padre desaparece en mitad de la selva, las señoras dan el cambiazo. Pero la selva no es tan peligrosa como la verdad. El hombre regresa y se destapa "la gran mentira".
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