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Críticas 242
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
10 de enero de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como a principios de los 2000 emergieron esas películas de acción algo tontas y exageradas que movieron mucho dinero e, incluso algunas, llegaron a tener secuelas o a ser franquicias ("Los ángeles de Charlie" o "Rápidos y furiosos"). Estas películas se caracterizan por ser bastante trilladas, muy entretenidas, estar llenas de escenas de suspenso, intentar ser emotivas o tomarse enserio pero rozar la auto-parodia, al mismo tiempo. No son películas que surgieron de la nada, las pelis de acción fueron mutando desde su nacimiento hasta la actualidad.

'Vertical limit' podría entrar en esa categoría susodicha, sin embargo, no neguemos que hay cosas en las que brinda calidad. Las escenas de acción son bastante efectivas, tensas y contienen efectos visuales que, si bien envejecieron mal, están bien y son funcionales para película. Campbell ha dirigido mucho de este estilo antes y en esta obra tuvo el desafío de montar bien las escenas para que sean comprensibles y, pese a que hay secuencias mejores que otras, hay algunas escenas geniales. Los fragmentos donde escalan funcionan bien en su estilo clásico de toma aérea.

El filme transmite el frío que se siente en la gélida montaña y el incremento de este con la altura; es a través de cosas como el sonido, la proliferación de blancos o la música de Newton Howard que podemos sentir la tensión del congelamiento y la hipotermia.

Por otro lado, nos reservamos la quisquillosidad para hablar del tono del filme: muy serio, pero evidentemente no circunspecto. En esta caso, la propuesta a veces nos lleva a 'Tomb raider' o 'Uncharted' y en otros momentos al cine de catástrofe, lo que se mantiene sin excepción es un estilo aparatoso y exagerado que busca el heroísmo, algo muy noble y aceptable, el problema es que este tipo de historias ya se vienen contando hace mucho, por lo que el ingenio no alcanzó. El hecho de que quieren jugar con la trama de Peter y la apertura de la película no tiene sostén si tenemos en cuenta que las únicas conversaciones que tiene éste con su hermana son vacías y acartonadas. El drama de esta historia que roza la épica es bastante descafeinado, no despierta demasiado emoción y es previsible. No se trata solo de que las actuaciones sean mediocres, sino que el guion es bastante simple y fútil.

De hecho, me puse a pensar que la segunda mitad me había gustado más que la primera y ciertamente descubrí que es porque hay menos bla bla y más pum pum; la historia empieza a parecer más refinada y vertiginosa cuando las escenas de acción más 'espectaculares' salen en pantalla, un hecho que explica el aumento de la 'suspensión de la incredulidad' que se percibe al borde del clímax. Un collar partido a la mitad volverá a ser uno cuando encaje con su par, no obstante, hasta que eso suceda, seguirá siendo eso: una mitad; lo mismo sentí con el guion: el objetivo de establecer los arcos de los personajes en el primer acto termina costando nuestra preocupación, ya que cuando llegamos al punto en el que se quiere reafirmar dichas tramas con un final digno ya nos perdieron. Hablando ahora de los actos en particular, el primer acto es bastante largo, se arrastra mucho y roba parte del tiempo que se podría haber usado para que la expedición de Peter y compañía fuera más vibrante.

No tengo nada personal con los actores y más teniendo en cuenta que las posibilidades que les da el guion son limitadas, sin embargo, salvo Paxton y Glenn en sus momentos más álgidos, el resto del rebaño tiene poco con lo que demostrar, son más estilo (cara bonita), que sustancia (emoción); el repertorio de este grupo se basa en gritos, gruñidos, gestos, risas, y rostros de preocupación demasiado fingidos.

El género de alpinismo es algo que sale con poca frecuencia en el cine, pero es digno de agradecer el trabajo energético y cargado de voltaje de Campbell, al que se le suma un ingrediente hollywoodense pero que era necesario: las explosiones.

6.2/10
1 de diciembre de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A quien dirigió “Primal Fear” le podemos exigir un poco más, ¿no? Se nota que a Hoblit le gusta el suspenso, porque ha sido su género predilecto desde que dirigió ese drama judicial de los noventa que vio nacer a una estrella controvertida de la talla de Edward Norton. En este caso, la invitación se trata de una cita con un dúo con características semejantes: uno que viene triunfando como Hopkins y otro que ascendía poco a poco como Gosling (venía de la nominación al Óscar por “Half Nelson” y un interesante trabajo en “Lars and the real girl”).

El argumento no podría ser más simple pero complejo a la vez, lo cual se agradece, porque no muchas veces tenemos una combinación tan efectiva en las películas de suspenso. El sr. Crawford asesina a su mujer por una infidelidad, pero en vez de ser una venganza precipitada, es un meticuloso plan de vendetta que desata un divertido juego del gato y el ratón, sólo que aquí el segundo tiene mucha materia gris.

Aunque hay confesión, el delito no puede probarse. Y, ¿a quién tienes para que te resuelva este caso? Empieza a reír, porque Crawford se enfrentará a un fiscal impecable que tiene un historial tan airoso como su sonrisa; lo acaban de contratar para una firma multimillonaria, es guapo y tiene una supuesta moral inquebrantable.
Es cierto que el juego es muy entretenido, no paramos de vacilar y asumir cosas que no sabemos si ocurrirán. El ego es un tema muy recurrente, porque ni el acusado ni el fiscal descansarán hasta ganar. Ambos juegan con ingenio, pero lo que importa es la velocidad y para eso Hopkins guiña su ojo con confianza, pues tiene sagacidad y viveza ambas de sobra. El hecho de estar un paso adelante de Willy es muy divertido para todos excepto para Willy y sus aliados.

Para quien haya visto el análisis sobre “Metástasis”, “Breaking Bad” y el abismo de calidad que hay ambas, esa persona sabe que mientras la primera es ilustrativa (todo lo que se muestra importa, la acción es lo que cuenta y no hay incidencia o intervención algunas de la emoción, la intención o el subtexto), la segunda es cinematográfica (se comunica con lenguaje cinematográfico; hay planos, psicologías del color, movimientos de cámara, locaciones, minucias actorales que imprimen emociones, intenciones y un constante subtexto).

Con lo ilustrativo es lo que se muestra lo que importa, no hay nada que no se muestre, que se oculte, que no se diga con tal de incitar subtexto; con esto estamos rompiendo una regla fundamental: contar solo lo necesario. He escuchado de alumnos que prefieren que sus profesores les mastiquen y resuman la información para luego estudiarla, pero hay una minoría que prefiriere el desafío, que buscan más allá de las palabras del profesor, que prefieren usar un poco más el cerebro y buscar una interpretación propia de lo estudiado, algo que vaya más allá de lo mostrado.

Y ya que estamos con Willy, debe de admitirse que su arco es bastante dependiente de lo ilustrativo y no de lo cinematográfico. Aplicado a su caso, todo lo que debemos saber sobre él se exhibe en pocos segundos: es algo arrogante, no está dispuesto a perder, está solo pero, lejos de la autorrealización, busca el éxito y el respeto generalizado. Y hasta ahí uno pensaría que todo corre a tiempo: están el que humilla y la persona perfecta a la que humilla. El cine, a veces, es ese espacio donde el héroe supera sus debilidades y supera a un villano invencible, aunque el héroe parezca incapaz, incompetente, inútil o débil. Es por eso que ese juego adverso entre Willy y Crawford es tan entretenido, es una batalla muy reñida en la que elegir un lado es una acción obligatoria a la que toda película nos induce, mientras confíe en nuestra tendencia moral adquirida (buscamos al deseable vencedor). Tenemos razones para congeniar con Willy aunque su arco sea trabajado con un esmero medio.


Si bien se desarrolla un poco la arrogancia de Willy, se lo somete a dilemas morales y demás, en ningún momento se termina de establecer su ética o sus valores de forma completa; supuestamente Willy quiere ganar jugando limpio y esto establecería la totalidad del subtexto del filme, sin embargo, no termina de cerrar. La construcción hacia el clímax va dejando rastros de indecisión en cuanto a los personajes y sus decisiones, ciertos agujeros de guion llamémosles, en este caso, los de personajes que toman decisiones un tanto contrarias a lo que se esperaría según lo mostrado.
Además, el cierto que el final prende el piloto automático de "Psicosis" y este juego que estaba bastante equilibrado empieza a perder ecuanimidad y todo se vuelva algo amarillista y simple.

Calificación: 7.5/10
5 de junio de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La combinación de directora de la camada del Dogma danés con autor de éxito salido de Cambridge resulta una fórmula alucinante: Nick Hornby (autor de las novelas 'High Fidelity', 'Juliet, Naked' y 'About a Boy'), y Lone Scherfig se unen para realizar una película singular, de esas no muy frecuentes.

Empezamos con la historia de Jenny, una joven de 16 años con un futuro prometedor, en su cómoda pero inconformista vida en la Londrés de 1960, la cual va a cambiar cuando, en una tarde lluviosa, conozca a un seductor hombre de 35 años llamada David, con quien ella comenzará una relación.

Y si bien olemos a que esta podría ser otro de esos dramas románticos estirados, la película siempre se pone, ligeramente, pasos adelante de nosotros. El guión es sagaz: cuando creés que es predecible, creés estar adivinando las situaciones y trivializás la trama, la historia te da una bofetada, una sorpresa. De repente, se mece entre capas de profundidad caviladas previamente, es como si un aspecto o trasfondo único en la escena sirviera como ‘la esencia bajo el velo’, el subtexto; por ejemplo, tendemos a creer que los padres de Jenny quieren que se eduque en Oxford y alejarla lo más posible de David, pero esto no es así: entre los encantos de David y el alivio sobre la presión académica que conlleva entrar a una prestigiosa universidad, los padres de Jenny ceden con facilidad.

Sin embargo, esto nos lleva hablar de otro aspecto crucial de la cinta: sus actuaciones; respaldando el ejemplo de los padres, tenemos a un gran Alfred Molina que ofrece un personaje de dimensiones contradictorias. mientras que es mezquino y algo pusilánime, es cariñoso y riguroso con su hija. También podemos elogiar las actuaciones milimétricamente comedidas tanto de Mulligan y Sarsgaard como de todo el reparto, pues logran que las escenas más joviales no se vean descuidadas en lo absoluto (como las secuencias de la banana, del cumpleaños o de la sorpresa en el baúl); mientras que las escenas más dramáticas no se enfatizan con melodrama.

Y son esas claves del tono, las interpretaciones y la música lo que le da vida al trasfondo de esta cinta, lo que entreteje el mensaje de su guión; este es un filme con moraleja, que se basa en la idea simple de ‘pocas pretensiones pero buenos resultados’, fija su objetivo en un sencillo llamado de atención o pellizco para los adolescentes y sus aspiraciones futuras, concurriendo a un final reconfortante.
Finalmente, un apartado especial para la música de Paul Englishby, que es elegante, francófila y sibarítica cuando es necesario, y más melódica y extradiegética cuando se lo precisa.
20 de marzo de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo del concepto de 'performance' como disciplina artística multidisciplinaria que se lleva a cabo dentro de un contexto expositivo, como canalización intensiva, honesta pero no literal, de un único sentimiento que se desapega del resto de sentimientos y que se ejecuta en una variedad inagotable de elementos emisores, (teatro, improvisación, el 'happening', vídeos de Youtube o publicaciones de Instagram, etcétera), podemos distinguir dos planos 'ontológicos': el plano de la realidad y el plano de fantasía, los cuales existen simultáneamente.

En el campo del cine, el plano 'real' contiene géneros como: el bélico, el biográfico, el histórico, el drama, la documental, las pelis de juicios o denuncia social, y hasta la corriente entera del neorrealismo italiano; el plano 'fantástico', por su parte, abarca: el expresionismo alemán, el cine de terror, el surrealista, el de autor, el cine parodia, el cine experimental o, en su máxima expresión, los musicales. Al tratarse de segmentos musicalizados donde se juega con la diégesis, la cuarta pared, la lógica, el espacio o los objetos, el musical tiene el beneplácito para desarrollar su estilo lúdico y provocador.

Tal como la fantasía coincide con la impronta de libertad creativa absoluta que propone el dadaísmo y su negación de los cánones estéticos convencionales, los musicales no encuentran límites en su universo, su belleza o su ritmo. 'La la land' indaga en la vida de dos personas empedernidas en vivir sus sueños mientras chocan con la realidad. A través de los cambios de espacio, los movimientos de cámara o la iluminación, uno podía notar los indicios del pasaje de una cara a la otra, de una fantasía a una realidad; se incluía además la personificación de dos dimensiones apartadas: el de Mía, cuyo camino recaía más sobre el plano real, y el de Sebastian, cuyo rumbo se vinculaba más con el plano más fantástico.

'West Side Story', cumpliendo con la costumbre, se mece entre la fantasía y realidad imperceptiblemente; si bien hay pausas entre las canciones y elementos que varían, los números musicales se mezclan homogéneamente con la narrativa de las imágenes más pura y dialogística.

Recientemente, 'Tick, tick... boom' se empeñó en explorar, por medio de canciones, el pensamiento neurasténico, desenfrenado e ingeniosamente espontáneo de Jonathan Larson y eso resultó en una historia donde, al final, uno parece conocer a John de toda la vida; en una función más social, 'West Side Story' es una reinterpretación shakespeariana con propósitos de tinte más realista, (como los géneros que antes clasificamos), donde se habla de pluralidad de temas, (convivencia intercultural, amor, libertad, inmigración, apropiamiento simbólico del espacio, el odio, la discordia o las barreras idiosincrásicas), pero llevada a cabo desde el espectacular y seductor formato/código del musical, esa es la magia de la combinación.

Ese tipo de código que posee el musical provoca un pacto implícito con el espectador, algo que trasciende lo que implica la ficción, la metaficción o la diégesis, por eso, no nos inmutamos con las miradas a cámara o los despliegues visuales exuberantes, ese método de cantar los sentimientos o razonamientos es una forma más de evitar las palabras, quizás a veces las imágenes. Los musicales tienen esa superioridad de poder compaginar las letras con la melodía, los movimientos de cámara con las coreografías y, al mismo tiempo, contar lo endógeno de los personajes de forma directa y meramente libre.

Cuando la dirección cae en las manos de Spielberg, nos prevenimos de pensar que este remake era innecesario; la producción es tan meticulosa y deslumbrante como sólo Spielberg la podría crear: como si se tratara de un niño jugando con sus juguetes, Spielberg creo miniaturas de los sujetos presentes en los números musicales para saber dónde poner la cámara y qué se estaba viendo con ese plano, un avance más para los storyboards que solamente gente comprometida como él sabe inventar. Ni hablar de la fotografía orgásmica de Kaminski o de la edición escrupulosa y, a veces, invisible de Broshar y Kahn, harían falta testamentos completos para hablar de la belleza de las imágenes y su distribución.

Lo que te hace plantearte que esta es otra película de este señor es que se siente nuevamente esa magia, esa sensación de ser niño otra vez: asombrarte con lo visto pero, en esta ocasión, también con lo relatado. Esto parecer ser únicamente un tributo a su padre, por lo que ¿Para qué se recrearía un musical de 1961 ambientado en la sacudida Nueva York de los 50's? Bueno, quizás como lo contestaría Sorkin: como un reflejo de la involución. Lo aprendido sobre la confrontación y el odio de la cinta original ahora se replica porque seguimos igual o peor.
Pese a que tarde o temprano tenía que admitir que no ví la película original, a fin de no comparar los filmes, llegué a buscar el fragmento en el que Tony y María se conocen y debo de decir que, contradiciendo mi paradigma de no comparar, en la original se presentaba de mejor manera; uno de esos pensamientos quisquillosos que te pasan por la cabeza al ver esta versión es que, aunque Tony y María puedan ser la pareja más alegre o feliz del mundo, no tienen un precedente sólido: su encuentro; obviando el momento crucial de múltiples historias románticas, (chico/chica conoce a chica/chico), lo que les da sustancia sus historias es más lo que los rodea.

Vinimos a ver a los personajes del póster, quienes van a vivir los hechos más trascendentes, complejos y ricos en significado, sin embargo, al final se siente que, lo que pudo ser un presunto fallo, se resuelve con el conflicto de pandillas presentado al principio. Anita o Chino tienen esas dimensiones más contradictorias y significativas de la historia, (Zona Spoiler).

Para cerrar agradezco las fuentes teóricas de lo dicho sobre 'performance' y realidad-fantasía, ('Ter' y Clara de Scarlew Harsac).

Calificación: 8.5/10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Anita, (Ariana DeBose), se percibe como un personaje espléndido, con una dimensión contradictoria: miente por el dolor que representa la muerte de Bernardo e, incluso en la tragedia, lo único que recibe de los Jets es una burla humillante, es entendible su accionar. El daño de sus acciones es colateral pero potente.

Y, por otro lado, tenemos a Chino: único personaje en demostrar decoro y respeto con los Jets, nada de vulgaridad ni aversión, quien es, elegido correctamente por el guionista, como el infractor del fatal acto del clímax donde Tony es asesinado por la espalda.
5 de febrero de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Ruth Stoops, (Laura Dern), toma un baño, después de quién sabe cuánto tiempo, en la casa de los Stoney en lo que parece una especie de 'adopción austera', guiña sus ojos de forma intermitente a la vez que mira las uñas de sus pies con una adoración comparable a una niña alucinando con dos espejos enfrentados.

Pero no se dejen engañar por la sensibilidad aniñada, Ruth es, en verdad, casi una pordiosera cuya existencia está más presente en el historial delictivo de jueces y policías que en los miembros de su familia; dado que esnifa cemento o el spray en aerosol que encuentra y bebe copiosamente, el juzgado ésta vez será más duro tras perdonarle la cárcel en cinco ocasiones. Todo cambia con otro ingreso al hospital donde nos sorprende enterarnos, (seguro que a Ruth también), que ella está embarazada. Nadie nunca imaginó el alcance de la situación, excepto Payne y Taylor.

Nuevamente compartiendo la mesa, éstos guionistas parten con unos diez minutos feroces y galopantes donde nos preparan las expectativas: suena 'All the Way' de Sinatra, letras elegantes y, luego del fade in, encontramos a una mujer teniendo sexo incómodo, ni siquiera parece disfrutarlo, (dan el primer golpe), acto seguido, la echan del departamento y sus únicas pertenencias serán un bolso con líquido para frenos, magulladas bolsas kraft, un par de cassettes y un reproductor equipado con auriculares. La pena ya parece el sentimiento buscado con dos golpes seguidos pero, súbitamente, su hermano la trata como una desconocida y lo máximo que le presta son quince dólares, ella consume de nuevo y cae detenida.

Una regla no escrita dice que el primer acto debe presentar a los personajes, darlos a entender, caracterizarlos; bueno, aquí el par de guionistas entiende eso y nos anticipan la compulsiva violencia, desdén y autoindulgencia de la protagonista, sin embargo, el propósito final recae sobre la creación de nuestras creencias sobre Ruth: '¡¿Está embarazada?! Ni ella lo sabía', (...), 'De seguro será una mala madre: no tiene dinero, es drogadicta y es problemática'.Es de las últimas creencias de las que se alimenta el guión con el avance de la historia para luego saltar al ámbito más global, llegar al lugar donde los guionistas querían arrastrarnos: la sátira.

Sin entrar mucho en detalles, el rumbo de la trama obtiene un carácter más universal, con la misma dosis de acidez. La crítica se percibe en las pequeñas minucias y ésta se torna un provocativo tratado sobre la utilización política, la polarización, el puritanismo religioso y el activismo populista, girando en torno a un centro como lo es el aborto. Ingeniosa e impredeciblemente, se nos lleva de lado a lado, de la cara a la ceca, de una posición a la otra y no sólo se las confronta, sino que también se buscan sus defectos; viajamos entre las dos tendencias para converger con los rasgos más notoriamente paradójicos de los grupos, (como el empleo de cintas viscerales para la sensibilización por parte de un bando, y los refranes iterados pero falaces por parte del otro).

Este salto del tirón de lo particular a lo general es muy necesario pero los medios del guion para ejecutarlo son un poco vacuos y precipitados; entendemos la importancia del tema al instante por motivos de ambientación y la precisión elíptica de la historia es muy aceitada, sin embargo, aterrizamos muy rápido en la solicitud de entrevistar a Ruth; si primero nos preguntamos por qué la familia Stoney acoge a Ruth en primer lugar, podríamos decir: 'Ellos dicen ser religiosos, cantar en nombre de Jesús, es lógico que se muestren altruistas, por lo menos, cinco minutos. Eso es lo que los feligreses hacen'. No obstante, cómo respondemos al interrogante de por qué el caso de Ruth fue artículo periodístico y, repentinamente, múltiples medios del país clamaban por una entrevista; tal vez, todos leían ese periódico, puede que los Stoney tengan mucho poder, quizás es un menester proveniente de los máximas mandatorios o lobbistas, ahí es donde reside el problema. Está bien que todos los militantes actúan por naturaleza pero, en veces, ese salto vertiginoso se puede percibir forzoso.

Finalmente, podría señalarse que la libertad de la sátira no tiene límites; puede tener lugar en una habitación con una pareja discutiendo, ('Husband and Wives'), en medio del colapso del tráfico con un lunático empleado furibundo, ('Falling Down') o en la oscuridad de un club nocturno de lucha con reglas bien establecidas, ('Fight Club'). En el caso de 'Citizen Ruth' parece que la escalada es necesaria y se explora lo más externo del conflicto, lo cual la vuelve igualmente arriesgada y estimulante.


En definitiva: Un guión muy pulida, una deslumbrante Laura Dern y una agudeza para la comedia y el bilis por parte de Payne hacen que la experiencia de ver 'Citizen Ruth' sea extrañamente fascinante.

Calificación: 7.7/10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El tercer acto refleja muy bien la fuente voraz y desenfadado del libreto: los dos grupos se encaran en cánticos y no interesa si Ruth tuvo o no a su bebé, sino el dinero, lo que es un clímax digno; a su vez, se explora el hecho de que Ruth Stoops, en realidad, está preocupado por lo más rudimentario de su vida, (la falta de dinero y de oportunidades, no le compete la popularidad, las causas políticas o las pugnas polémicas). A fin de cuentas, sólo interesa que todos le hayan dicho qué hacer y qué no hacer; sus opiniones y deseos no existen.
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